Inteligencia emocional

Cambiar el punto de mira

Y así, sin más, ya estamos a mediados del mes de agosto. Algunas personas, entre las que me encuentro, han podido disfrutar, o están aún haciéndolo, de unos días de descanso. Otras han seguido trabajando. Otras, seguro, ni una cosa ni otra.

Según los datos publicados el pasado día 2 por el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, el número de personas desempleadas hasta julio de este año ha sido de 3.011.433 en el Estado (de ellas, 362.296 son extranjeras), la cifra más baja desde noviembre de 2008. En Euskadi son 113.084 personas, de las cuales 17.279 proceden de otros países. Aunque ha habido un pequeño repunte del desempleo respecto del mes anterior, la noticia precedente invita al optimismo. Sin embargo, por lo que conozco de personas muy cercanas a mí, la calidad de algunos trabajos, su estabilidad y remuneración despiertan algo más que una cierta preocupación.

Tras las elecciones generales españolas del pasado mes de abril, la situación política se mantiene suspendida de un hilo. En el ámbito internacional, los Estados Unidos y China siguen jugando con fuego, amagando con abrir la caja de Pandora y acabar desestabilizando el comportamiento de los mercados y el crecimiento económico mundiales gracias a su pulso comercial. Cientos, miles más bien, de seres humanos siguen intentando huir de la guerra y la miseria, y son miles también los que salen a las calles exigiendo a sus líderes políticos una vida mejor, el respeto a la dignidad de las personas… Lamentablemente, las respuestas están siendo el silencio, las detenciones, el cierre de las fronteras y la construcción de nuevos muros de la vergüenza.

Por no caer en la demagogia, lugar en el que desgraciadamente se zambullen con excesiva frecuencia varias figuras políticas de todo signo, analistas, comentaristas y opinadores de variopinto pelaje, delante de cámaras y micrófonos y en las redes sociales, cambio el punto de mira.

A principios del mes pudimos visitar Galicia. En Ferrol se celebraba del 2 al 7 un encuentro del Movimiento de los Focolares: la Mariápolis. El lema de este año: En Camino. Sin dejar a nadie atrás. Allí, junto a otras cuatrocientas personas, disfrutamos de la historia, el arte, los paisajes, el buen tiempo y la gastronomía gallegas. Aproximadamente la mitad, mayoritariamente jóvenes, realizaron durante los tres primeros días algunas de las etapas del Camino de Santiago. Los últimos tres estuvimos todos juntos. Desde niños de corta edad hasta venerables ancianos, de toda procedencia, condición, creencia, orientación política…

Conscientes de que es esta una de entre muchas iniciativas por construir un mundo mejor,  y como dice el barcelonés Josep Bofill, director de la revista Ciutat Nova, refiriéndose a la revista que dirige pero extensible a la atmósfera que rodeaba la Mariápolis:

Somos (… herederos) de un patrimonio de décadas de cultura de diálogo y de visión positiva de la realidad que nos rodea. Recogemos este pasado en un presente que nos incita a crear y a descubrir espacios de encuentro en la sociedad que – mediante el diálogo – sirvan para inspirar, impulsar y ayudar a crear comunidad, y una red de relaciones fraternas. (…) hay personas como tú, que apuestan por el pluralismo. Porque la diversidad de personas, ideas y situaciones nos enriquece, tanto a nivel social, como personal.

Creemos firmemente en el diálogo abierto, empático e inclusivo como la mejor herramienta para una sociedad mejor. Valoramos la comunidad que nace del respeto, la colaboración y la proximidad entre todos aquellos que (la) construimos (…)

 (…) Estamos convencidos de que para cambiar cualquier cosa es necesario empezar por nosotros mismos. Como resultado (…) se descubre que en muchos casos sólo hace falta cruzar la calle, porque la comunidad se crea mirándonos a la cara.

 Me uno a Galeano y a Bofill en sus reflexiones en cuanto a la corresponsabilidad y el papel que cada cual jugamos para hacer de este mundo un lugar mejor, más habitable y en el que pueda desarrollarse la máxima de la Revolución Francesa más olvidada de las tres: la fraternidad.

Comparto aquí una de las canciones que pudimos oír, incluso cantar, en esos días:

OTRA HUMANIDAD (Gen Rosso)
¿A dónde iremos a parar si seguimos así?
No existe ya vergüenza, ni siquiera pudor.
Continua violencia, escándalos por doquier,
¿dónde se ha ido todo gran ideal?

El mundo hoy, a veces, se presenta un poco oscuro;
importa solamente la noticia cruda y dura;
se vive a costa de otros, se abusa del más débil
y ¿quién podrá mostrarme la verdadera humanidad?

Conozco otra humanidad:
la que, a menudo, encuentro por la calle;
la que nunca grita y no sobresale
por encima de la otra gente.

Conozco otra humanidad:
la que no estafa nunca a su vecino
y sabe ganarse el pan cotidiano
con sus propias manos.

Creo, creo en esta humanidad.
Creo, creo en esta humanidad
que vive en el silencio,
que sabe perdonar, que sufre, que sonríe
y se conmueve
y que quiere construir la nueva humanidad.

Conozco otra humanidad:
la que avanza contra la corriente,
la que está dispuesta a dar toda su vida
y morir por la propia gente.

Conozco otra humanidad:
la que no piensa sólo en sí misma,
pues es muy consciente
de que hay mucha gente que de hambre muere.

Creo, creo en esta humanidad.
Creo, creo en esta humanidad,
que rompe las barreras,
que paga con la vida sin usar las armas
por un mundo nuevo;
ésta es la humanidad que cree en el amor (bis).

Ésta es la humanidad que cree en el amor.

https://youtu.be/TrKPwGErYI8

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