Inteligencia emocional

La utilidad de lo inútil.

La utilidad de lo inútil. Manifiesto.

Este es el título del libro de Nuccio Ordine que yo leo en su vigésima edición, un título que, me parece cobra especial relevancia en estos días de desacuerdos, desatinos, desplantes… Hoy mismo mis dedos estaban más por la labor de escribir sobre la ira, la rabia, la indignación y la impotencia, aunque prefiero traer aquí a Ordine, que juega con este oximorón, al que se le puede dar la vuelta pensando en la inutilidad de lo útil, como nos demuestran nuestros políticos en esta carrera sin sentido.

Me apetecía mucho tener el tiempo necesario para disfrutar de este ensayo, que había ido ojeando a ratitos, y  que conecta con muchos de los diagnósticos de esta sociedad desnortada. La falta de libertad en las universidades, y entre los académicos y científicos, con demasiadas reuniones y burocracia, la obsesión por unos estudios “útiles”, el abandono paulatino de las humanidades y de la ciencia “pura”, la falta de investigación. Ordine denuncia el desprecio cada vez mayor hacia los saberes humanísticos, hacia aquellos que no producen beneficios. Y como la pasada crisis y la austeridad impuesta ha afectado a las escuelas, universidades, centros de investigación, laboratorios, museos, bibliotecas, archivos..

Un libro que nos lleva a otros libros, que nos invita a leer a los clásicos y que apuesta por la curiosidad como motor del aprendizaje, el conocimiento como destino, como fin y no sólo como medio. Un libro que nos habla de la cantidad de hallazgos que han sido posibles sólo porque quienes nos preceden se han dedicado de forma desinteresada al estudio y la ciencia. En el libro de Umberto Eco, A hombros de gigantes, se trabaja desde una tesis similar, y hay que señalar que Ordine nos invita a leer uno de los artículos que forman parte de ese volumen de conferencias de Eco: Absoluto y Relativo.

¿Los saberes sin beneficios son inútiles?

“Existen saberes que son fines por sí mismos (…), considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores”

La respuesta de Ordine se organiza en 130 páginas con extractos, recortes, un argumentario construido recogiendo palabras de clásicos de la literatura, filósofos, científicos, académicos… con una variada y muy interesante bibliografía. Encontramos citas y pasajes de Dickens, Dante y Petrarca, Cervantes, Shakespeare, Platón, Aristóteles, García Márquez, Locke, Karl Marx, Ionesco, Kant, Ovidio, Montaigne, Leopardi, Gautier, Stevenson, Foster Wallace, Baudelaire, Bocaccio, Lorca, Heidegger, Itálo Calvino, Sócrates…

Un libro cuyos capítulos son descriptivos y cada uno de ellos una declaración de intenciones. Está dividido en tres partes, que se pueden abordar por separado:

  1. La útil inutilidad de la literatura.
  2. La Universidad-empresa y los estudiantes-clientes.
  3.  Poseer mata la dignidad, el amor y la verdad.

Con el añadido de un apéndice:  “La utilidad de los conocimientos inútiles” de Abraham Flexner.

En la primera parte son las palabras de Don Quijote, del coronel Aureliano Buendía de Cien Años de Soledad y sus pescaditos de oro, de Jim Hawkins en La isla del Tesoro, de Kazuko Okakura en El libro del Té o de Bassanio en El mercader de Venecia , algunas de las que Ordine utiliza como ejemplos, insistiendo en la vigencia de estos textos, aplicables a los mercados de hoy que también se quieren cobrarse, como Shylock,  su “libra de carne”.

La segunda parte es la más crítica con la universidad actual.

 “Para lograr que los estudiantes se gradúen en los plazos establecidos por la ley y para hacer más agradable el aprendizaje no se piden más sacrificios sino, al contrario, se busca atraerlos mediante la perversa reducción progresiva de los programas y la transformación de las clases en un juego interactivo superficial….”(…) “las universidades que logran el objetivo de graduar un estudiante en los años previstos por la ley reciben el premio de financiación ad hoc” (…)”Una aspiración noble y legítima sí a los legisladores, además de la quantitas, les interesara también la qualitas. Por desgracia, sin embargo, renunciando a evaluar con qué competencias reales concluyen su ciclo de estudios los nuevos titulados, (…) empuja a las universidades–cada vez más comprometidas por la penuria de fondos en la búsqueda poco escrupulosa de subvenciones—a hace lo imposible para producir nuevas hornadas de titulados. “

 Leer un libro, más si se trata de un ensayo, significa dialogar con él, y si sus tesis nos afectan, encontrar eco en otras lecturas o argumentos. Así veo que Petros Markaris, autor griego que ha elevado la novela negra a crónica de la crisis de Grecia, también pone voz en su última novela, a los graves problemas que atraviesa la educación:

“Sacrificó a sus alumnos, les privó de sus conocimientos para dedicarse a la política y asegurarse un sillón de ministro. Y esto en una época en que nuestras universidades padecen graves problemas de financiación y no pueden convocar nuevas plazas docentes para cubrir las materias necesarias. Operan con grandes deficiencias de profesorado. Esta es la alta traición y está castigada con la pena capital.”

(Extraído de “Universidad para asesinos”, Petros Markaris)

 

Aunque La utilidad de lo inútil se presenta como un Manifiesto, el mismo autor nos recuerda que este librito es un contenedor abierto de notas, citas y reflexiones recogidas en años de trabajo. De hecho mi primera lectura es crítica, un libro hecho de hilvanes y retazos. Tal vez por eso, aunque estoy de acuerdo con la tesis presentada, algunos de los ejemplos me resultan traídos por los pelos. Este libro es un aperitivo, una invitación a leer, a investigar, a completar…

Conexiones afortunadas, serendipia, las aportaciones de otros colegas que le escuchaban en sus conferencias, como el que le facilitó el acertado ensayo de Abraham Flexner, que se incluye al final en esta edición, en mi opinión contribuye a dar unidad al conjunto, y constituye un cierre esperanzador. Flexner fue un revolucionario pedagogo que tras pasar por la universidad Johns Hopkins y Harvard, funda varias escuelas experimentales y es uno de los creadores del Institute for Advance Study de Princeton, en el que aboga por la mezcla entre los investigadores, igualando profesores titulados e invitados, más  tiempo libre para crear, menos obligaciones, más seguridad, libertad frente a la organización y la rutina, y muchos, muchos contactos informales.

“…no prometemos nada, pero abrigamos la esperanza de que la libre búsqueda de conocimientos inútiles demostrará tener consecuencias en el futuro como las ha tenido en el pasado”.

“…uno debe ser cauto al atribuir la totalidad de un descubrimiento científico a una sola persona. Casi todos los descubrimientos tiene detrás una larga y azarosa historia.(…)La ciencia, como el rio Misissipi, es al principio un minúsculo riachuelo en un bosque lejano. Otras corrientes engrosan gradualmente su cauda. El río estruendoso que revienta los diques se forma a partir de innumerables fuentes”.

Al leer ensayo uno siempre tiene sensaciones opuestas, lo que lees te interroga, te provoca, te suscita respuestas que no tienen por que coincidir con las del autor, te lleva a cuestionar los ejemplos o a pensar en otros relacionados, en textos y libros actuales, en palabras de otros, como Elogio a la útil inutilidad. 

Resultan alarmantes titulares como “Estamos creando una nueva Edad Media en las Aulas”,  donde Andreu Navarra denuncia:

“Los profesores queremos crear ciudadanos autónomos y críticos, y en su lugar estamos creando ciberproletariado, una generación sin datos, sin conocimiento, sin léxico. Estamos viendo el triunfo de una religión tecnocrática que evoluciona hacia menos contenidos y alumnos más idiotas. Estamos sirviendo a la tecnología y no la tecnología a nosotros”, afirma Navarra. “El profesor está exhausto, devorado por una burocracia para generar estadísticas que le quita energía mental para dar clase”.

(Andreu Navarra, autor del libro Devaluación continua.)

Es cierto que necesitamos las humanidades, como también lo es que necesitamos más formación científica, más mezcla, más hibridación

Quiero terminar con unas palabras del profesor de bioquímica de la Universidad del País Vasco, UPV/EHU, Félix M. Goñi, que recogía un medio de comunicación, como parte de la editorial ¿Hacia donde vamos? La educación de nuestros hijos: retos y respuestas. (El Correo, Opinión, pág.41, 18/11/18) (las negritas son mías)

“(…)Las respuestas, en realidad, son solo una: se llama Educación, Educación con mayúscula. Educación democrática, la que se caracteriza por:

-Igualar las oportunidades de chicos y chicas al comienzo del proceso; y, a partir de ahí, tratar a cada uno según sus logros.

-Educar el la libertad; es decir, en el respeto a los demás. Respeto a todos, pero particularmente a los que saben más: padres y maestros.

-Educar en la crítica: el respeto a los profesores no debe impedir el hábito de juzgar cada uno por sí mismo todas las proposiciones, cualquiera que sea su origen o naturaleza.

Educar en la curiosidad. No hay barreras (o sea, no debe haberlas). No hay ciencias ni letras, ni tecnologías. Todo puede ser interesante, y de hecho lo es.

-Educar en los fundamentos: enseñar a leer, y a disfrutar con la lectura, enseñar a escribir, y a expresarse por escrito, enseñar el potencial de cuantificar el mundo que nos rodea…y poco más. Despreciar la burocracia, olvidar las “materias transversales”, ignorar la “corrección política”.

Poner el conocimiento por encima de su utilidad. Por supuesto, todo esto entraña un grave riesgo: nuestros niños y jóvenes pueden convertirse en adultos.”

 

Después de todo lo expuesto ¿Tienes más ejemplos que ilustren la utilidad de lo inútil?

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