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Habitación con vistas en Damasco

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Veo las imágenes de combates y columnas de humo elevándose sobre la capital siria y no puedo dejar de pensar en mi habitación con vistas en Damasco, un ático en la parte vieja de la ciudad entre el café al-Nufara y la Mezquita de los Omeyas, donde residí un caluroso verano en mis días de estudiante de árabe. ¿Vive el régimen del Presidente Bashar al-Asad sus últimos días? Asharq al-Awsat, el diario pan-árabe editado en Londres, pronostica que con la eliminación del ministro de Defensa y el jefe del servicio de inteligencia en un espectacular atentado en el centro de Damasco la semana pasada, el presidente y su círculo alauí caerán antes de que acabe el Ramadán a finales de mes. Pese al corte en la yugular del régimen, el presidente tratará de resistir, apoyándose en su superioridad militar y en la inoperancia de la dividida comunidad internacional, con Rusia y China oponiéndose a cualquier condena.

Bashar

Corren rumores de que Asad, el urbano oftalmólogo formado en Londres y convertido en heredero por accidente del despótico y cleptómano clan familiar tras la misteriosa muerte de su hermano mayor, ha huido a la Mediterránea Latakia, feudo de la minoría alauí, para preparar su defensa final. En sus desesperadas horas finales, Gadafi también escapó a su ciudad natal, Sirte, antes de morir linchado por sus captores. ¿Le espera la misma suerte a Asad? ¿Pero qué pasará después de Asad? Los alauíes – una rama del islam chií que representa el 10-12 % de la población en un país donde las tres cuartas partes son suníes – temen que el colapso de Asad suponga no sólo el fin de sus privilegios, sino un peligro para su supervivencia si se desata un sangriento ajuste de cuentas; emparentados con Asad, cómplices de sus crímenes y convertidos en parias internacionales, la consigna entre los arrinconados acólitos del régimen es resistir o morir, no abandonar el barco aunque se hunda. ¿Se abrirá la caja de Pandora de la violencia sectaria a escala regional, armas químicas sin control y mareas de refugiados?

Refugiados


La Siria de Asad no es el Egipto de Mubarak ni la Libia de Gadafi. No está claro si la primavera siria traerá las semillas de la democracia a Damasco o un cataclismo de imprevisibles consecuencias. Aliada de Irán y Hezbolá (el partido de Dios libanés), enemiga acérrima de Israel, Siria y su precario futuro se antoja un polvorín de intereses, una partida de ajedrez en la que juegan Rusia, China, Arabia Saudí, Catar y, claro, Estados Unidos. ¿Se quedarán de brazos cruzados los vecinos de Siria si el país se cuartea a la yugoslava? La emergente Turquía, aspirante a una suerte de nueva pax otomana en la región, está moviendo sus fichas. En todo caso, cualquier transición siria no será un camino de rosas: en Estambul cubrí una reunión de la heterogénea oposición siria en la que los delegados terminaron a mamporros entre insolubles desavenencias sobre una Siria post-Asad.  Como apuntó en un reciente informe Chatham House,  el prestigioso think-tank londinense: “Cualquier solución a largo plazo tendrá que hacer frente a sus causas profundas, que, como en los demás países árabes que experimentaron  revoluciones durante el año pasado, incluyen el desempleo, la corrupción y el aumento de precios de los alimentos”.

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Mientras se deshoja la margarita, los habitantes de Damasco, la ciudad habitada más antigua del mundo, esperan, esperan, esperan, como en la película Casablanca. Las calles del viejo centro de Damasco – “hermosa como siempre, como una perla bajo el sol de la mañana”, la describió T.E. Lawrence, el Lawrence de Arabia, en su  monumental Los siete pilares de la sabiduría – aparecen desiertas, sus bulliciosos bazares ahora cerrados y demudados por el miedo.Damasco cerrado

Me acuerdo del alborozo que subía desde la calle a mi habitación con vistas, mientras en el frescor de la tarde repasaba los pedregosos verbos árabes: las voces afanosas de herreros, carpinteros, barberos, zapateros, aguadores, camareros, portadores de ascuas para las nargiles de los cafés, limpiabotas, contadores de historias, vendedores de shwarma, de fruta, de aceitunas, de azafrán, de pimienta…Desde ese mismo ático se oirá estos días el estruendo de las bombas y la artillería.