Desde su hallazgo, en un momento impreciso del siglo XV, la poderosa musculatura del Torso del Belvedere, escultura helenística fechada en el siglo I a.C., ha servido de inspiración a artistas tan notables como Miguel Ángel, Rubens, Turner, Rodin o Picasso.
La fascinación ejercida por el Torso has sido constante a pesar de que la escultura se halla en un estado muy fragmentario –a falta de piernas, brazos y cabeza- y de que es obra de un artista absolutamente desconocido, Apolonio de Atenas.
Durante siglos arqueólogos, historiadores, naturalistas o artistas han intentado averiguar la identidad de este misterioso personaje y recrear su forma original. Desde el siglo XVI hasta el XIX, todas las teorías sobre su identidad apuntaban a la interpretación de la escultura como Heracles debido a que la piel sobre la que se sienta el personaje se consideraba la de un león, atributo habitual del semidiós.
A finales del siglo XIX, sin embargo, el naturalista Carl Hasse apuntó la imposibilidad de que esta piel perteneciera a un león puesto que ni las características de la cola, ni las de las garras, coinciden con las de este animal. Consecuentemente, a partir de este momento, entrarán en juego nuevas hipótesis de interpretación de la escultura, primero como Polifemo o Marsias y después como el héroe griego Filoctetes.
Todas estas hipótesis han sido, sucesivamente, descartadas durante el siglo XX, dejando paso a una nueva interpretación de la figura, considerada hasta la fecha la más adecuada, tanto desde el punto de vista iconográfico (en relación a los modelos existentes en las artes menores), como desde el anatómico puesto que da explicación tanto a la disposición muscular de la figura como a los numerosos puntos de fractura, orificios y superficies de unión que presenta. Según esta nueva teoría el Torso representaría a Ayax Telamonio, el segundo en importancia, tras Aquiles, entre los héroes griegos frente a Troya.
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