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¿Entendemos de verdad los que vemos?

A lo largo de mi vida profesional como educadora en diferentes museos, he oído muchas veces los mismos comentarios: “no entiendo el arte moderno”; “no es como el arte antiguo que sí se entiende”. Y siempre me hago las mismas preguntas ¿Entendemos de verdad esas obras “antiguas”? O más aún ¿Somos tan ingenuos como para pensar que alcanzamos todos los significados que el artista quiso plasmar en ellas? 

Pues bien, después hacerme ambas preguntas siempre llego a la misma conclusión: rotundamente No

Soy perfectamente consciente de que estas afirmaciones son producto de nuestra formación, de una cierta forma de ver el mundo y el arte que está impresa en nuestra cultura y creo que muchas veces, como público del arte, confundimos la habilidad técnica, la parte artesanal, con el propio Arte, con la creatividad. 

Si nos atenemos a la segunda de las acepciones que la RAE nos ofrece para el término arte leeremos:

Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros

Es decir, una definición en la que el énfasis se pone en la visión personal y la interpretación y no en los medios para hacerlo.

Solemos utilizar está visión para criticar el “poco valor” del arte contemporáneo y, desgraciadamente, aún hoy, muchas veces seguimos escuchando la dichosa frase “eso lo puedo hacer yo” aunque como ya hemos dicho el Arte no es una cuestión de ejecución exclusivamente. De hecho no nos damos cuenta de que tampoco las grandes figuras de la Historia del Arte (Rubens, Rembrandt o Bernini por poner algunos ejemplos) realizaban la mayor parte de sus obras al completo y de que eran los alumnos de sus respectivos talleres los que lo hacían por ellos. 

Pero, dejando al margen estas consideraciones, ¿Pensamos, de verdad, que entendemos una pintura como Las Hilanderas de Velázquez o unas esculturas como las del Partenón, por el mero hecho de que somos capaces de reconocer algunas de las imágenes que tenemos delante? Creo que estamos muy equivocados. 

 

 

 

 

 

 

 

Por supuesto, hay ciertos aspectos de ambas obras que nos resultan fácilmente reconocibles, pero ambas encierran una multiplicidad de significados y un gran número de niveles de lectura, la mayoría de los cuales se nos escapan. Y, precisamente, se nos pierden porque no compartimos la historia, el momento, la tradición ni la vida de aquellos que las crearon. Igual que tampoco conocemos la intención con la que los artistas las idearon. El contexto de cada obra es algo que frecuentemente pasamos por alto, pero sin él el arte dejaría de tener significado. 

Y es precisamente ese contexto, esa historia, esa cercanía, la que debería facilitarnos las cosas a la hora de ponernos ante una obra contemporánea, porque forma parte de nuestra civilización, de nuestra forma de ser. 

A pesar de todo, con esto no quiero decir que seamos incapaces de entender nada, puesto que cada uno debería realizar su propia interpretación, su propia lectura de cada obra de arte que, evidentemente, es tan válida como cualquier otra. Y ahí es donde radica la magia y la belleza del Arte, en ser capaz de evocar, de hacer pensar, de convencer, de imaginar… Pero, lo que no deja de ser cierto, es que resulta bastante improbable, en el caso del arte “antiguo”, que esa interpretación personal se aproxime a la que fue pensada por el artista o el comitente de la pieza. 

Y como suele decirse, para muestra un botón. Quiero hacer una propuesta a todas las personas que leen nuestro blog. ¿Os animáis a dar vuestra interpretación personal de estas dos obras? No vale mirar en Internet, ni en la enciclopedia. Lo que queremos son opiniones personales (así que estaría bien que tampoco leyeseis lo que han escrito otros, antes de escribir lo vuestro) Como solemos decir en las visitas, esto no es un examen; no hay respuestas equivocadas; cada uno verá lo que vea de acuerdo a sus experiencias, su sensibilidad, su historia en definitiva. 

He elegido un cuadro y una escultura. El primero es contemporáneo, de Picasso y pertenece a la Colección del MOMA. La segunda griega de época helenística, la primera pieza en ingresar en lo que hoy son los Museos Vaticanos y de la cual conservamos una increíble copia en el Museo de Reproducciones de Bilbao. Tampoco voy a dar los títulos porque, al fin y al cabo, condicionan las opiniones.

 

 

En próximas entregas hablaremos de todas las obras aquí citadas e intentaremos desentrañar sus misterios ocultos.

Itziar Martija: