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Las Hilanderas: un mensaje mitológico

    Categories: Pintura

Al igual que el de otras grandes figuras del arte, el nombre de Velázquez brilla con luz propia en la historia de la pintura. Sus obras, universalmente conocidas, nos ofrecen una ventana abierta a la sociedad propia de la Edad de Oro de la pintura española y, en muchas ocasiones, encierran mensajes que, a primera vista, nos pueden pasar inadvertidos. 

Esto es, precisamente, lo que durante siglos ha sucedido con el cuadro que hoy nos ocupa: Las Hilanderas. A pesar de que en los primero inventarios de la obra su título aparece relacionado con la Fábula de Aracne, narrada en el fondo de la pintura, a comienzos del siglo XVII, ya se había olvidado esta temática mitológica y el cuadro era considerado una pintura de género. De hecho, a finales de ese mismo siglo, en 1794, aparece titulado por primera vez como Las Hilanderas, título que conservara, popularmente, hasta nuestros días. 

Tal y como sucede en muchas obras del genial pintor sevillano, Velázquez trata un tema mitológico, en este caso, como si fuera una escena de género. Durante siglos se ha pensado que lo que aquí se representaba era un taller en el que varias mujeres se dedicaban a su quehacer cotidiano, el hilado, mientras un grupo de mujeres de noble cuna contemplaban los trabajos acabados al fondo del taller. Sin embargo, en la actualidad, nadie duda de que el eje temático del cuadro está constituido por la imagen del fondo que representa la Fábula de Aracne.

Según las Metamorfosis de Ovidio, Aracne era una joven hilandera lidia, singularmente hábil en el arte del tejido. Todo tipo de gentes se acercaban a contemplar sus bellas creaciones. En cierta ocasión, la mismísima Atenea –diosa de la Sabiduría e inventora del hilado- , disfrazada como una anciana, acudió a su taller e intentó que la joven se disculpase por ciertas palabras ofensivas que le dirigió. La negativa de Aracne desembocó en una competición entre ambas. Atenea tejó un tapiz en el que se podía ver a diversos personajes que habían sido castigados por su osadía. La joven Aracne representó en el suyo los vicios de los dioses, mediante la historia del Rapto de Europa.

Atenea, airada por el comportamiento de Aracne, al dejar en evidencia a los dioses, le golpeó repetidas veces en la frente con su huso. Ella, incapaz de soportar el sufrimiento, se ahorcó. En ese momento, Atenea se compadeció de la joven y, convirtiéndola en araña, le dio una vida de eterno tejer.

Velázquez creo en el cuadro una duplicidad de ambientes en la que la fábula es representada en su versión culta y en otra más próxima al mundo cotidiano. Así, en un primer plano aparecen las hilanderas. La más anciana representa a Atenea y la más joven –inspirada en los ignudi miguelangelescos de la Capilla Sixtina– a Aracne. Sin embargo, en esta escena no se observa afán de competición, sino más bien estrecha camaradería entre trabajadoras del mismo gremio.

Al fondo, algunas damas de alcurnia observan un tapiz que simboliza la historia mitológica, en el que se representa el tapiz tejido por Aracne, con la imagen del Rapto de Europa, y a Atenea castigando a la joven por su osadía.

A estos dos planos se les podría añadir un tercero, por medio de la joven que aparta la cortina en la parte izquierda del primer plano y que nos invita, como espectadores, a formar parte de la escena y de la magistral atmósfera creada por Velázquez.

Sin duda, el significado último de la pintura es de un refinamiento y de una intelectualidad muy elevados. Velázquez concibió el cuadro como una alegoría de la pintura, elevada a una categoría pareja a la de las otras artes maiores (como la poesía o la música), por encima, por supuesto de las artes mecánicas representadas por el taller. A lo largo de su vida, Velázquez quiso reivindicar su oficio y su posición social como artista y no como simple artesano y lo hizo con todas las armas a su alcance.

Pero además de esta interpretación, el cuadro puede leerse en otro sentido, en relación a la posición de pintor de corte de la que gozó el artista. El cuadro sería, por tanto, una advertencia dirigida a Felipe IV sobre los vicios que todo buen gobernante debería evitar en su mandato, en especial la excesiva adulación, la soberbia y el pecado carnal.

Audioguía del Museo del Prado del cuadro de Velázquez Las Hilanderas o La Fábula de Aracne

Itziar Martija:

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