Más allá de la maestría de su factura y su carga simbólica, es un cuadro pionero en muchos aspectos. Es el primer cuadro que se conserva que no representa un tema religioso y también el primero en plasmar un retrato doble. De hecho, hasta un siglo después, con Los Embajadores, de Holbein, no volveremos a encontrar otro retrato doble de cuerpo entero en la pintura noreuropea. También es el primero en valerse del reflejo de un espejo para introducir un nuevo juego de perspectiva; en él se inspiraría Velázquez para pintar Las Meninas. Pero una de las novedades más interesantes es que utiliza por primera vez la simbología propia de la pintura religiosa en el arte sacro, al tiempo que pasa del arte aristocrático al arte burgués. Su carga simbólica convierte al retrato en una narración. Es la representación del realismo simbólico.

( VÍDEO MATRIMONIO ARNOLFINI )