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Assur: arte en relieve II

Una de las pocas esculturas en bulto redondo conservadas de un rey asirio.

Nimrud fue la nueva capital, elegida por Asurnasirpal II. De todos los monumentos hallados en las excavaciones de la ciudadela, el más importante, por sus dimensiones y decoración, es el que se ha denominado Palacio Noroeste, en el que, además, aparece la principal innovación del reinado de Asurnasirpal: la decoración parietal a base de grandes relieves narrativos.

El palacio se dividía en tres áreas o zonas principales, organizadas en torno a patios centrales. La primera estaba reservada al aparato estatal y en ella se encuentra la dependencia central del conjunto, el Salón del Trono; la segunda estaba dedicada a la administración y, por último, una tercera englobaba las dependencias privadas del monarca y la familia real.

Dada la trascendencia del concepto de realeza en el mundo asirio, no es de extrañar que el programa iconográfico del Salón del Trono girase en torno al Rey, su poder, su protección y su magnificencia. La decoración de la estancia estaba concebida para impresionar a los dignatarios extranjeros y para ensalzar la figura del rey, ante cualquiera de los miembros de la administración del estado que accediese a ella.

Al margen de las impresionantes dimensiones del Salón (45 x 10 m. aproximadamente por unos 6 a 8 m. de alto) y de sus accesos, ya de por sí apabullantes, en la fachada, una larga hilera de tributarios, llegados desde todos los confines, convergen en la puerta principal, portando gran variedad de ofrendas. Inmediatamente después, sendos lamassu daban acceso al Salón del Trono propiamente dicho. Estos animales protectores combinaban habitualmente cuerpo de toro o león, con alas de águila y cabeza humana.

En el interior, tras el trono, la simbología religiosa en la que se combinaban el árbol sagrado, metáfora de la abundancia divina, el rey, dos genios alados y el disco solar, imagen del dios Assur, es la protagonista indiscutible. La simetría y la claridad, en fuerte contraste con la direccionalidad impuesta al resto de los relieves narrativos de la estancia, son las bases de una decoración que nos habla de la estabilidad proporcionada por el correcto ejercicio del poder.

Y como una suerte de sello, la que se conoce con el nombre de inscripción estándar, recorre, cercándolas, las paredes del Salón del Trono, cantando toda suerte alabanzas relativas al monarca. En ella se recuerda a sus ancestros, sus títulos, sus campañas militares, sus construcciones, en definitiva, su Gloria.

Itziar Martija: