Arte | Cuadros, esculturas, pinturas y autores

Cuando nos encontramos ante monumentos tan impresionantes como los relieves narrativos asirios, una pregunta suele surgir inevitablemente en nuestra mente ¿Cómo fue posible que gentes que vivieron hace más de 2000 años, llegaran a realizar algo semejante?

Evidentemente, la decoración de los centros de poder del Imperio Asirio, una de las principales preocupaciones de los reyes, era un trabajo costoso que, en buena medida se mantenía gracias a la política de conquistas militares emprendida por los monarcas.

La ejecución de los relieves comenzaba con la extracción del material que, por regla general era un tipo específico de alabastro, conocido como mármol de Mosul aunque, en contadas ocasiones, se utilizó también la piedra caliza. La extracción de estas grandes losas era llevada a cabo por prisioneros de guerra, que hendían la piedra con cuñas metálicas hasta desgajarla, para después, cortarla con sierras también metálicas.

En el caso de que las piezas extraídas estuvieran destinadas a figuras colosales, el proceso de desbastado inicial se realizaba en la propia cantera, a fin de aligerar el peso de la misma y facilitar así su transporte.

Una vez extraídas las losas y tras dejar constancia escrita, en la parte trasera de las mismas, del rey que realizaba la obra y sus títulos, la blandura del material permitía grabar las principales líneas de diseño, sobre la propia piedra, con un punzón. La operación se llevaba a cabo en el taller, con todas las piezas dispuestas en hilera.

El siguiente paso, al parecer todavía ejecutado en el taller, por medio de puntas metálicas y cinceles, consistía en la eliminación de los fondos, dejando ya en relieve las siluetas de las figuras. Inmediatamente después, las losas eran colocadas en las paredes, para ser finalizadas in situ. Su montaje revestía cierta complejidad. Puesto que las paredes que las iban a acoger estaban construidas en ladrillo, los asirios solían utilizar una capa de bitumen para favorecer la alineación de unas con otras y reforzar así los puntos de unión principales, consistentes en grapas metálicas.

Con las losas ya dispuestas en las paredes, los escultores acaban por rematar los detalles y pulir los relieves, generalmente por medio de una acción abrasiva, en la que el ingrediente principal solía ser la arena.

El remate de todo este proceso lo constituía la policromía. Aplicada a los principales detalles de la composición, en tonos rojos, azules, negros y blancos, no sólo enriquecía las imágenes sino que las hacía más visibles en condiciones de luz escasa. Porque hay que tener en cuenta que los relieves asirios, al ser bajorrelieves y no sobresalir más allá de las siluetas de las figuras, habrían resultado, si no, muy difíciles de ver en espacios interiores, a pesar del brillo de la piedra.