La Camarera del Folies Bergere de Manet ( Parte I )

A-Bar-at-the-Folies-Bergere-1882[1]Apoyada sobre el mostrador de mármol, la joven mira con ojos distantes por debajo del flequillo rubio.

Delante de ella se encuentran las botellas de champán, cerveza inglesa y licor de menta. Entremedias resaltan las brillantes mandarinas y unas rosas pálidas en una copa de cristal.

La camarera también se ha adornado el escote con un ramillete.

Solo el gran espejo del fondo refleja el decorado de la escena: muestra a un caballero con sombrero de copa que mira fijamente a la joven y una sala amplia repleta de gente, luces, movimiento y brillo.

El establecimiento se encontraba cerca del Boulevard Montmartre, en pleno centro de Paris, considerada la capital del mundo por sus habitantes.

 A mediados del siglo XIX la capital francesa, cuya población se había cuadriplicado entre 1800 y 1900, era símbolo de progreso científico, cultural, artístico e industrial.

En el París exuberante de los años 60 y 70, el Folies Bergere tenía la reputación de ser el establecimiento más moderno y más excitante.

El pintor, gravemente enfermo, eligió para su última obra un tema “ poético y encantador “: el bar del establecimiento más famoso de Europa. Pues Manet, el Dandy, frecuentaba el local con asiduidad, un templo de la alegría de vivir con sus luces y sus mujeres hermosas.

El establecimiento había sido concebido en una época de anglomanía según el modelo de teatro londinense y fue inaugurado en 1869 como el primer Music Hall francés.

Su nombre, lejos de hacer alusión a la locura, venia del término latino “ FOLIA “ comúnmente empleado en el siglo XVIII para hacer referencia a una casa de campo escondida entre el follaje, donde la gente podía divertirse sin ningún tipo de trabas.

Para localizarlo, se añadió el nombre de la cercana RUE BERGERE.

En el espejo detrás del bar se aprecia el balcón con los palcos reservados al público distinguido. Los hombres de ropa oscura y las mujeres con guantes largos y sombreros de ala ancha parecen interesarse más por ellos mismos y los espectadores de la platea que por el número del trapecio.

Los botines verdes podrían pertenecer a la artista americana Katarina Johns que se presentó al Folies Bergere en 1881. Sus números de trapecio, una mezcla característica de audacia y erotismo, atraía a multitud de parisinos y turistas.

Pero la principal atracción era el propio público, una amalgama compuesta por burgueses, dandys y llamativas mujeres mundanas. Manet ha representado en los palcos a dos de esas mujeres con las que mantenía relaciones: la jóven Mery Laurent con el vestido blanco y detrás de ella, en beige, la actriz Jeanne de Marsy.

La camarera se llamaba Suzon y trabajaba en el Folies Bergere cuando Manet la hizo llamar para que posara como modelo. Esto es todo lo que se sabe de ella.

Lleva el uniforme de la casa reservado a las camareras: corselete largo de terciopelo negro sobre falda gris.

La Suzon de Manet se diferencia del resto por su actitud distante y reservada, así como por el cutis rosado que no precisa de maquillaje.

No cabe duda que se trataba de una muchacha de las afueras que había conseguido un empleo en el Folies Bergere gracias a su juventud y frescura. Por aquel entonces, las muchachas como Suzon se podían encontrar en la mayoría de los cafés y restaurantes de la capital sentadas a la caja o detrás de los mostradores.

Las cajeras, camareras y vendedoras recibían salarios miserables y muchas de ellas no resistían la tentación de emplear su famoso talento de una forma más lucrativa.

Entonces pasaban a formar parte de las 30000 prostitutas de Paris que preferían trabajar fuera de los burdeles y que sabían ofrecer la ilusión de una aventura excitante y única a su clientela de la noche ( Continuará… )

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