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La ciudad omeya de Anjar

Vista de las montañas nevadas con uno de los tetrapilones, en el cruce del cardo y el decumano, en primer término

Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar el Líbano. Mis únicas referencias sobre el país, antes de ir, eran sus famosísimos cedros, por supuesto, y las antiguas ciudades de Biblos, Tiro y Sidón, sobre las que tanto había tenido que estudiar en mis clases de Historia Antigua.

Pero llegué allí y descubrí un país maravilloso. Muy pequeño, pero repleto de contrastes. Posiblemente, en otro momento me decidiré a hablar de Baalbek porque, sin ningún lugar a dudas, es uno de los sitios arqueológicos más espectaculares de los que he tenido el placer de disfrutar. Pero, hoy quiero dedicarle unas líneas a una antigua ciudad omeya, en el corazón del Líbano, Anjar.

Esta ciudad, auténtico centro comercial en pleno siglo VIII, fue mandada construir por el califa omeya al-Walid entre los años 705 y 715. Al contrario que todo el resto de núcleos comerciales del Líbano, Anjar se encuentra en el interior, en pleno valle de la Becá, a unos 58 kilómetros al este de Beirut entre los montes del Líbano y la cordillera del Antilíbano.

Aparejo de influencia bizantina, típico de Anjar

Estaba completamente rodeada por murallas, en las que se levantaron hasta 40 torres defensivas. No podemos olvidar que los califas omeyas emprendieron una activa política de conquistas territoriales que hacía necesaria la defensa de sus emplazamientos. A pesar de sus esfuerzos, Anjar decayó con rapidez y fue abandonada tras ser perdida por el hijo del al-Walid.

En lo que a su planteamiento urbanístico se refiere digamos que los omeyas no inventaron nada, sino que, sabiamente, se dejan aconsejar por los romanos. Anjar sé compartimenta en base a una organización cuadriculada que es atravesada por dos calles principales, el cardo y el decumano, que se cruzan en el centro. El punto en el que ambas vías convergen se señala con cuatro tetrapilones, uno en cada uno de sus cuatro lados, reafirmando aún más la influencia del esquema romano.

Pero no sólo se dejaron influir por los romanos, también tomaron ejemplo de los bizantinos. Por un lado, reutilizaron columnas de este estilo preexistentes. Por otro, utilizaron un aparejo propio de la arquitectura bizantina para la construcción de los muros. Se intercalan en ellos hiladas de piedra con otras de ladrillo, haciendo, así, los muros mucho más resistentes a los terremotos.

Las excavaciones llevadas a cabo en el emplazamiento han permitido sacar a la luz las estructuras urbanas más importantes de Anjar. Sabemos que las dos calles principales estaban flanqueadas por soportales, bajo los cuales, parece que se cobijaron hasta 600 tiendas, convirtiendo la ciudad en un auténtico centro comercial. Las edificaciones más importantes de Anjar, distribuidas en función de la cuadrícula de la ciudad, fueron el Palacio I y la Mezquita, en el cuadrante sudeste, la zona residencial al sudoeste, el Palacio II, al noroeste, y el Palacio III y los baños públicos al noreste.

Arcos de la fachada del Palacio

De todos estos espacios, posiblemente el más impactante, hoy en día, sea el Palacio I, del que se ha reconstruido parte de su fachada sur. Tanto éste como los otros palacios se estructuraban en torno a un patio central al que se abrían las estancias. Pero éste, por ser el principal, tenía junto a él la mezquita que contaba con un acceso privado para el califa.

Los baños se ajustaban también a un esquema romano, con un recibidor de forma cuadrada, un vestíbulo que servía como vestuario y como espacio público de reunión y tres salas, una fría, otra templada y otra caliente.

Visitar Anjar es simplemente una delicia. Y no sólo porque uno puede hacerse una idea perfecta de cómo fue la ciudad en sus mejores momentos, sino también por el increíble lugar en el que se encuentra, en un fértil valle, completamente rodeada de montañas.

Itziar Martija: