La pintura de género representa escenas de la vida cotidiana y como la naturaleza muerta, no estaba bien valorada por las academias. Lo que se representara tenía que situarse en escenarios domésticos o en el exterior, en mercados o fiestas, y englobaba una amplia gama de escenas, desde campesinos trabajando hasta aristócratas paseando en sus ratos de ocio, ladrones, músicos, trabajadores y sirvientes.
Del mismo modo que con la naturaleza muerta, su popularidad en los Países Bajos en el siglo XVII pudo deberse a su carácter descriptivo o alegórico. En el siglo XIX, el rechazo hacia los sujetos idealizados en las representaciones realistas del mundo moderno vinculó la pintura de género a temas políticos y sociales.
¿Por qué razón un mecenas o un artista desearía retratar una escena cotidiana? Quizá para moralizar o para idealizar un motivo que aunque se tratase de algo aparentemente corriente, reflejaba la posición social, las aspiraciones y los valores personales de las personas representadas.
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