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Grandes bolas de fuego iluminando las nubes de Júpiter

Esta entrada en el blog fue publicada anteriormente como un artículo breve en la sección de Ciencia de El Correo.

Hall-Impact

La madrugada del martes 11 de septiembre un astrónomo aficionado, Dan Petersen, de Racine Wisconsin estaba observando el planeta Júpiter con un modesto telescopio cuando tuvo el privilegio de observar con sus propios ojos algo realmente inusitado: Una llamativa explosión en la atmósfera del gigante gaseoso. Un evento tan breve (dos segundos) que podría hacerle dudar de su propia vista. Inmediatamente alertó a la comunidad de astrónomos profesionales y aficionados de todo el mundo y unas pocas horas después recibió la confirmación de que sus ojos no le habían engañado. George Hall, astrónomo aficionado de Texas había estado observando Júpiter en el mismo momento con un telescopio también modesto equipado con una cámara de video. Sin haberse percatado en el momento de la explosión tenía registrada una filmación que tan solo revisó tras la noticia de Dan Petersen. Una parte reducida del video original puede verse en youtube a través del siguiente enlace.

 

Impacto de un objeto de reducido tamaño

En un mundo global en el que la red permite intercambiar información a una pasmosa velocidad se estableció con rapidez un grupo de análisis internacional dirigido desde el Grupo de Ciencias Planetarias de la Universidad del País Vasco por su experiencia en este tema (ver por ejemplo el post: La adrenalina de la ciencia en este mismo blog). En dos días confirmamos la naturaleza de aquella inmensa bola de fuego en Júpiter. Se trataba del choque de un objeto de reducido tamaño, un pequeñísimo fragmento de asteroide o cometa de en torno a 10 metros de diámetro estrellándose con el inmenso Júpiter a la enorme velocidad de 60 kilómetros por segundo. El objeto se había incinerado en una explosión de tal brillo que había podido ser observada a través de pequeños telescopios desde la Tierra a más de 700 millones de kilómetros de distancia. Nuestro análisis pudo realizarse tan rápido porque no es la primera vez que una bola de fuego ilumina las nubes de Júpiter. En el verano del 2010 se produjeron en Júpiter dos explosiones semejantes registradas en video también por astrónomos aficionados de Australia, Filipinas y Japón. Aquel verano nuestro grupo de investigación realizó el análisis de ambas explosiones determinando que en ambos casos se trataba de objetos de 10 metros de diámetro formando tenues destellos sobre el planeta. Paradójicamente estos flashes no son detectados por los grandes telescopios terrestres, sino por la floreciente comunidad de aficionados a la astronomía equipados con pequeños equipos y la insaciable curiosidad que despierta en todos nosotros el cielo nocturno.

 

Importancia científica

Estos choques no son inusuales en Júpiter. Con una masa 315 veces la de la Tierra, Júpiter es el mayor de los planetas del Sistema solar y su inmensa gravedad le hace atraer pequeños objetos que caen sobre él y le permiten “limpiar” el Sistema Solar de esos pequeños cuerpos que podrían sino terminar colisionando con planetas más pequeños como la Tierra. En cierto modo Júpiter nos protege como un inmenso escudo. Objetos de este tipo no son especialmente peligrosos para la Tierra, ya que la atmósfera terrestre nos puede proteger del impacto de cuerpos de este tamaño.A veces sin embargo los objetos no son tan pequeños. En 1994 un cometa de más de dos kilómetros de tamaño chocó con Júpiter formando inmensas nubes de ceniza negra que cubrieron temporalmente una gran parte de su superficie. En julio de 2009 un asteroide de quizás 500 m impactó con Júpiter formando otra nube de cenizas mayor en tamaño que toda Europa. Impactos como estos serían catastróficos en la Tierra pero son enormemente más probables en Júpiter y nos permiten aprender a salvo sobre las consecuencias de estas colisiones así como estimar mejor los posibles riesgos de impacto sobre nuestro planeta. Afortunadamente podemos decir que en gran medida gracias a Júpiter estos riesgos son pequeños.

 

Impactos de bólidos con Júpiter

Impacts

Diferentes impactos en la atmósfera de Júpiter observados como breves destellos brillantes en la atmósfera de Júpiter el 3 de Junio de 2010 por A.Wesley (Australia) y Ch. Go (Filipinas), el 20 de agosto de 2010 por M. Tachikawa (Japón) y el 11 de septiembre por George Hall (Estados Unidos). Imágenes como estas y futuros descubrimientos semejantes ayudarán a comprender las poblaciones de cuerpos pequeños del sistema solar exterios y permitirán estimar mejor los riesgos de posibles impactos con la Tierra. Todo parece indicar que estos flashes continuarán siendo descubiertos por la comunidad de astrónomos aficionados. En efecto la astronomía amateur vive una moderna edad de oro contribuyendo de manera decisiva al avance de la astrofísica observacional moderna.

El Grupo de Ciencias Planetarias tiene su sede en la Escuela T. Superior de Ingeniería de Bilbao (UPV/EHU) en donde se encuentra el Aula EspaZio Gela y Observatorio Astronómico.

 

Enlaces externos:

 
– Artículo en Sky&Telescope (inglés)
– Artículo en New Scientist (inglés)
– Artículo en el blog Astrofísica y física.
 

La adrenalina de la ciencia

En el verano del 2009 un astronómo aficionado australiano, Anthony Wesley, alertó sobre la presencia de una gran mancha negra que había aparecido súbitamente en la atmósfera de Júpiter. Júpiter es el mayor de los planetas del Sistema Solar, un gigante gaseoso cubierto permanentemente de nubes blancas y rojizas y la estructura negra resultaba sorprendente e inesperada. Inmediatamente supimos que Júpiter había recibido el impacto de un pequeño cuerpo del sistema solar que se había desintegrado en las capas altas de la atmósfera joviana tiñendo una región del tamaño de Europa de cenizas negras.

Imágenes de la nube de impacto en Júpiter originada el 19 de julio de 2009. Imágenes de Anthony Wesley (Australia)

Imágenes de la nube de impacto en Júpiter el 19 de julio de 2009. Imágenes de Anthony Wesley (Australia)

De manera repentina, Agustín Sánchez-Lavega (director de nuestro grupo de investigación), Santiago Pérez-Hoyos y yo mismo entramos en una carrera contra el reloj por observar con mejores medios este fenómeno casi único. En pocos días teníamos observaciones con el Telescopio Espacial Hubble, con los telescopios de 8 m en Hawaii y en Chile, con los 4.5 m de Canarias, varias colaboraciones con otros equipos internacionales por saber más sobre lo que había pasado y una competencia feroz por ser los primeros en comprender este fenómeno. Una cantidad de trabajo tan enorme que desintegró cualquier atisbo de vacaciones aquel verano del 2009. Pero aprendimos mucho. Un asteroide pequeño de unos 500 m de tamaño había chocado contra el planeta tal y como había ocurrido 15 años atrás con un famoso cometa (el Shoemaker-Levy 9). La conclusión breve de este trabajo es que Júpiter con su enorme gravedad sigue atrayendo pequeños cuerpos del sistema solar protegiendo a la Tierra de  impactos al limpiar el sistema solar de estos objetos.

En el verano del 2010 mis compañeros y yo estábamos muy satisfechos. Nuestros trabajos sobre este fenómeno iban a ser publicados en breve y podían alterar el paradigma vigente sobre las tasas de impactos en el sistema solar exterior (anteriormente se pensaba que una colisión de estas características solo podía producirse una vez cada varios siglos y sin embargo habíamos observado dos desde el año 1994) . Una contribución importante en nuestro campo de investigación, algo con lo que sueña todo científico.

Breve flash de luz en Júpiter el 3 de junio de 2010.

Flash en Júpiter el 3 de junio de 2010.

El 3 de junio  Anthony Wesley nos alertó de algo que parecía imposible: Un segundo impacto en Júpiter. Esta vez un breve flash de luz de unos 2 segundos de duración. De nuevo la sorpresa, lo inesperado y la investigación frenética por comprender qué había pasado acompañada de peticiones de observación a los mayores telescopios del mundo. Un nuevo verano se esfumaba entre nuestras manos. Y estábamos encantados. Aprendimos que Júpiter recibe impactos semejantes por objetos de unos 10 m de tamaño con frecuencia (al menos unas cuantas decenas de veces al año). Se trata de pequeños restos de la formación del Sistema Solar que también pasan cerca de la Tierra (se estima que uno de estos objetos pasa a una distancia de la Tierra comparable al tamaño de la órbita de la Luna cada día y uno choca con nuestro planeta cada 10 años). Cuando teníamos ya una clara visión de lo que había ocurrido otro astrónomo aficionado, esta vez japonés, descubrió un tercer impacto confirmando nuestras expectativas. He tenido el privilegio de experimentar estas emociones científicas en otras ocasiones, en parte por fortuna y en buena medida por trabajar con investigadores de gran talento como Agustín Sánchez-Lavega y Santiago Pérez-Hoyos.

Hablé varias veces en Radio Euskadi sobre estos impactos jovianos a mediados del 2010. Una de las consecuencias de estas entrevistas es que pude constatar que la “adrenalina” que habíamos experimentado mis compañeros y yo al estudiar estos fenómenos era comparable al interés que algunos oyentes tenían por saber más sobre ciencia. Empecé entonces una colaboración con Juan Carlos de Rojo y Naiara Gutierrez en Graffiti en Rojo que ha continuado deste entonces en Graffiti con Juan Carlos, Aitor Moriyón y Miriam Duque y que se extiende ahora también a la creación de este blog sobre astronomía.

Unas últimas palabras para esta entrada: Este blog no es un reflejo exacto de la sección de astronomía en Graffiti aunque correrá paralelo a ella durante los próximos meses. Es más bien un intento de compartir con ustedes el intenso placer que causa la ciencia y la investigación en los científicos, el gusto por saber cosas nuevas sobre la naturaleza y el sentido de maravilla ante un universo que no cesa de sorprendernos.