
Una percha de codornices. Imagen de archivo: E. Lotina
Año tras años se repite la misma historia. El cazador paga el coto con la mejor de las expectativas, llega la media veda y no hay codornices en el campo, excepto en unos pocos lugares privilegiados.
Tras un largo perÃodo de veda los aficionados/as esperan a agosto con ilusión y energÃa. En la mayorÃa de los casos el 15 de agosto se lanzan junto a sus perros a patear las rastrojeras en busca de la pequeña gallinácea.
Pero los últimos años basta un primer contacto para darse cuenta de que no hay pájaros en el campo. En ese momento seguro que un único pensamiento aborda a la mayorÃa de los cazadores: “Un año más, lo mismo”.
Es normal que la indignación y el cabreo se apoderen de uno tras pagar verdaderas barbaridades por una tarjeta. Son pocos los que gozan con sus perros de lugares llenos de codornices, desgraciadamente.
Las razones son muchas, como ya se ha apuntado en innumerables artÃculos de las publicaciones cinegéticas: la mecanización de la agricultura, los pesticidas, las concentraciones parcelarias…