Tras el rastro

Un dron sobrevolará los campos alaveses y navarros para evitar las muertes de corcinos durante la siega

Una cámara térmica transportada por un dron detectará la presencia de fauna en los campos sembrados antes de las tareas de siega y recolección y evitará así la elevada mortandad que se produce cada año bajo las máquinas segadoras y cosechadoras.

El objetivo del proyecto, con una duración prevista de dos años, es actuar sobre campos de heno y pastos en el norte de Burgos, Álava y Navarra y cereal en Guadalajara, “donde el método tradicional de detección de fauna -a pie con perros de rastreo- se han probado ineficaces”.

Los primeros ensayos se realizarán en 2019 sobre las poblaciones de corzo, “pero esta tecnología se podrá aplicar en un futuro a otras especies ligadas al medio agrario, como las avutardas o los aguiluchos”, ha enfatizado el técnico de GREFA.

La tecnología ha sido diseñada por el Grupo Operativo Capreolus, integrado por la Asociación del Corzo Español (ACE), el Grupo para la Recuperación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA), la asociación Estudios Medioambientales (ESMA), la Unión Nacional de Asociaciones de Caza (UNAC) y la Unión Agroganadera de Álava (UAGA).

Ignacio Otero, técnico de GREFA, ha explicado que los primeros ensayos con esta herramienta, que opta a los fondos Feder de la Unión Europea, se dirigirán a la detección de crías de corzo o corcinos en campos de heno y pastos del norte peninsular.

Un corcino en Goiuria (Bizkaia). Foto: Txaro Ortiz de Zarate

Un corcino en Goiuria (Bizkaia). Foto: Txaro Ortiz de Zarate

Según explica la organización conservacionista en una nota, las hembras de corzo (Capreolus capreolus) suelen parir a sus crías entre abril y junio y las ocultan de posibles depredadores en lugares con hierba alta, donde acuden varias veces al día a alimentarlas.

El corcino permanece agachado y cualquier ruido o alteración, como el de un tractor, les hace permanecer más ocultos e inmóviles, una estrategia que, si bien funciona en terrenos naturales, se vuelve en su contra en cultivos y pastizales, pues el agricultor no les detecta hasta que la máquina los atrapa.

En el caso de las cosechadoras, el corcino muere al ser absorbido e incorporado a las balas de heno o paja, y si se trata de una segadora, puede sufrir graves cortes o la amputación de una o varias patas y morir desangrado.

El proyecto, en el que colabora la Universidad Politécnica de Madrid, “se enfoca a la agricultura, al uso cinegético de la especie y a la conservación, tres grupos muy importantes en el territorio”, ha subrayado Ignacio Otero.

Ha explicado que este método “evitará las pérdidas que supone para la agricultura que los animales queden atrapados en las segadoras o cosechadoras”, una ventaja que los trabajadores del campo “ven con buenos ojos y para la que tienen total disposición”.

 

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