El factor “f”

Se sabe que la gente más inteligente tiene, por regla general, mayor calidad de vida, mejor salud y vive más años, y siempre se ha pensado que eso es porque las personas más inteligentes suelen tomar mejores decisiones sobre sus hábitos de vida. Sin embargo, hay quien ha pensado que es posible que, además de esa relación causal indirecta, exista una relación más directa; esto es, es posible que las personas más inteligentes sean, además, personas más sanas por naturaleza, físicamente más aptas.

Un estudio recién publicado (Arden et al, 2009; Intelligence, vol. 37: 277-282; doi:10.1016/j.intell.2008.11.001) da cuenta de la existencia de una correlación altamente significativa (en términos estadísticos) entre dos variables que en principio no tienen nada que ver entre sí, que son la calidad del semen y la inteligencia. Los autores plantean la hipótesis de que exista un factor de éxito o adecuación (“f”, de fitness) que subyace a características diversas y que hace que éstas covaríen. Éxito debe entenderse en este contexto como una suerte de propensión estadística a la supervivencia y el éxito reproductivo. Y en otro estudio de próxima aparición (Arden et al, 2009; Intelligence; doi:10.1016/j.intell.2009.03.008) se ha comprobado que existe correlación, en este caso negativa, entre la inteligencia y la presencia de algunas anomalías o malformaciones de base genética, algo que sería igualmente consecuencia de la existencia de ese factor “f” general de éxito o adecuación.

Los autores proponen dos posibles explicaciones para la existencia de ese tipo de asociaciones entre rasgos en principio independientes. Una sería que el fenómeno se deba a la existencia de genes con efectos pleiotrópicos (perdón por el palabro; quiere decir efectos múltiples en más de un carácter fenotípico) y la otra es que sea el resultado de lo que en inglés se conoce como “assortative mating” y que podría traducirse como emparejamiento según un conjunto (un surtido) de criterios definidos. Tal y como entiendo este término, la covariación de distintos rasgos sería el resultado de que a lo largo de generaciones se haya preferido sistemáticamente y, por lo tanto, se hayan seleccionado a la vez esos rasgos. En este caso habrían sido la inteligencia y otros que reflejan lo que podría considerarse como calidad genética del individuo, muestra de la cual serían la calidad espermática y la ausencia de anomalías.

Me ha parecido muy interesante la consideración final que hacen los autores en el segundo de los trabajos, y que transcribo a continuación:

“El campo de la epidemiología cognitiva debiera ocuparse de todas las posibles relaciones causales entre inteligencia y salud, y no solo entre inteligencia fenotípica, estilo de vida, ambientes sociales y salud. La eliminación de las desigualdades de salud es uno de los objetivos que se asigna a la epidemiología cognitiva. Si nuestra hipótesis del factor de éxito es correcta, habría que ver las desigualdades de salud bajo un prisma algo diferente. Puede que algunas disparidades entre grupos socio-económicos no sean evidencia de una sociedad disfuncional, sino que reflejen una variabilidad genética en la carga de mutaciones que afecta tanto a la salud física como a la inteligencoia en general (que, a su vez, influye en el éxito socio-económico). La misma evolución puede, mediante mutaciones pleiotrópicas y emparejamientos de acuerdo con un surtido de criterios definidos, maximizar el rango de calidad genética entre individuos y la intensidad de las correlaciones genéticas entre caracteres, con el efecto colateral de que maximiza la aparente injusticia de la situación médica, educativa y económica. Sin embargo, esto no debiera causar pesadumbre. La evolución también nos ha proporcionado perspicacia, comprensión, empatía y un sentido de la justicia. Las buenas personas, equipadas con una buena comprensión del mundo tal y como es,  siempre han encontrado oportunidades para reducir el sufrimiento evitable haciendo uso de esos dones.”

No deja de ser curioso que los autores traten de protegerse con ese argumento de la intolerancia que otros, como E. O. Wilson, han tenido que sufrir anteriormente por tratar de presentar la naturaleza humana tal y como es o tal y como como ellos la han visto.

2 pensamientos sobre “El factor “f”

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