La religión protege de la enfermedad

Corey L. Fincher y Randy Thornhill publicaron hace casi un año un artículo que lleva un título tan extraño como “Assortative sociality, limited dispersal, infectious disease and the genesis of global pattern of religion diversity” (Proceedings of the Royal Society B, 2008, vol. 275: 2587-2594). Pues bien, a pesar de tener un título tan extraño, es un artículo estupendo; tiene un planteamiento claro, una metodología estadística rigurosa y una discusión de los resultados concisa y clara.

Los autores plantean la hipótesis de que la diversidad religiosa está directamente relacionada con el grado de estrés que las enfermedades infecciosas ejercen sobre las sociedades humanas. De acuerdo con esa hipótesis, los países con mayor variedad de enfermedades infecciosas deben presentar una mayor diversidad religiosa. La base argumental de la relación causa-efecto subyacente es la siguiente:

(1)  Un grupo humano tiene inicialmente una distribución geográfica y un repertorio cultural y distribución de inmunidad uniformes.

(2)  Con el tiempo, se produce una variación espacial en la inmunidad, debido a la emergencia localizada de nuevos patógenos y a la evolución, también localizada, de inmunidad adaptativa.

(3)  Bajo esas condiciones se seleccionan comportamientos que tratan de evitar el contacto con personas infectadas o potencialmente infectadas con los patógenos peligrosos. Estos comportamientos son los de “dispersión limitada”, reduciendo la interacción con personas de otros grupos, y de “socialidad restringida” (traducción muy libre de la expresión “assortive sociality”) a los miembros del grupo (y por lo tanto, adaptados inmunológicamente). Esta “socialidad restringida” se produce mediante el contacto (servicio religioso, reciprocidad, caza cooperativa, reproducción cooperativa, etc.) y emparejamiento con individuos similares.

(4)  Ese contacto selectivo promueve la divergencia cultural, al limitarse el flujo de valores e ideas, y ello genera diversidad religiosa.

(5)  La carrera “parásito-huesped” que se establece entre el patógeno y la persona infectada constituye un poderoso mecanismo evolutivo que puede incrementar la divergencia cultural dentro del rango cultural original del huesped.

(6)  Cuanto mayor es la riqueza de patógenos en un área, mayor es la oportunidad para que se produzca variación espacial en las correspondientes carreras evolutivas “parásito-huesped”. La frecuencia, variación e intensidad de (2) (3) (4) y (5) covariarán de forma positiva con la diversidad de enfermedades infecciosas. Esto es, la diversidad de enfermedades dará lugar a una mayor diversidad cultural y religiosa.

La metodología es sencilla y, a mi modesto entender, rigurosa. Los autores hacen un trabajo exhaustivo de cuantificación de las variables relevantes y, lógicamente, valoran, ponderan o descartan la posible incidencia de factores que covarían con la diversidad de enfermedades y que pudieran ser los factores relevantes o enmascarar los efectos reales existentes.

Los resultados que obtienen son espectaculares. Precisiones estadísticas al margen, el resultado sintético que mejor refleja la conclusión obtenida es la extraordinaria correlación observada entre diversidad de religiones y diversidad de enfermedades: para 214 países estudiados, la correlación entre las dos variables es de 0’75, valor extraordinariamente alto para variables de esta naturaleza.

En definitiva, sin excluir la incidencia de otros factores, los resultados de este estudio sugieren que la génesis de religiones cumple la función de aislar a grupos humanos que se encuentran geográficamente próximos para así protegerlos de las infecciones para las que no están inmunológicamente protegidos. Esta conclusión no coincide con la idea de David Sloan Wilson (The Darwin’s Cathedral) de que las religiones cumplen la función de cohesionar las sociedades y de facilitar la cooperación gracias a unas normas y valores compartidos, aunque tampoco son incompatibles.

Lo más importante de todo esto no es que una hipótesis sea más válida que la otra, sino el hecho, al que aludí en la entrada anterior, de que fenómenos hasta hace poco tiempo refractarios a ese tipo de análisis, están siendo examinados hoy bajo premisas naturalistas, a la luz de lo que nos ha enseñado el evolucionismo darwinista. Otros ejemplos de esta forma de abordar asuntos relativos a la religión son los presentados en Configurados para creer y El sufrimiento avala las creencias.

5 pensamientos sobre “La religión protege de la enfermedad

  1. Juan Ignacio Pérez Iglesias

    Lo “natural” sí, lo “naturalista” no, porque de hecho no conduce a ninguna postura. A mí lo naturalista me divierte, mucho también.

  2. Pingback: Erradicar enfermedades es difícil, disminuir su prevalencia no tanto… | Ciencia y Humanismo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Confianza online