Curvas femeninas (IV)

“Ratio cintura-cadera y habilidad cognitiva: ¿es la grasa gluteofemoral un almacén privilegiado de recursos para el desarrollo neuronal?” Este es el título de un artículo de W D Lassek y S J C Gaulin que había comentado Eduardo Angulo en su blog hacía algún tiempo y al que hice alusión en la entrada “Más sobre curvas femeninas” (2ª de la serie dedicada a la morfometría femenina). He tenido ocasión de leer el artículo con detenimiento y creo que merece la pena que le dedique alguna entrada más, porque contiene información de gran interés que va más allá de lo que traté en aquella entrada. Empezaré en ésta por exponer muy sucintamente parte del contenido de la Introducción de ese artículo.

La distribución de la grasa corporal que refleja la ratio cintura-cadera (en adelante RCC) es un factor de atractivo femenino (para hombres heterosexuales, claro está). Como ya he señalado en entradas anteriores, el valor preferido de la RCC ronda el 0’67 (2/3). Dicho con palabras que se entiendan con facilidad: a los hombres nos gustan las mujeres de caderas anchas y cintura estrecha; precisando más, la cadera ha de tener un diámetro un 50% mayor que el de la cintura. No hay, sin embargo, preferencia por unos u otros valores del índice de masa corporal (en adelante IMC), índice que viene a medir el grosor corporal. Hay sociedades (algunas africanas, por ejemplo) en las que se valoran más los valores altos (mujeres gruesas) y otras (occidentales, principalmente) en las que se valoran más los bajos (mujeres delgadas) del IMC; la diferencia tiene seguramente que ver con la mayor o menor incertidumbre acerca de la disponibilidad futura de recursos alimenticios. Esto es, allí donde es más probable que puedan venir mal dadas, los varones heterosexuales las preferirán, seguramente, algo más llenitas.  Que la preferencia de mujeres más o menos gruesas tiene carácter cultural y, seguramente, también adaptativo, es algo que parece evidente ante un cuadro de Rubens, por ejemplo. Conviene no olvidar que en en el País Vasco aún se utiliza la expresión hermoso o hermosa para expresar grueso o gruesa, reminiscencia de otras épocas no tan favorables como la actual.

En muchas ocasiones las preferencias por un determinado rasgo han evolucionado porque ese rasgo es indicador de alguna característica que promueve el éxito (fitness en lenguaje darwinista), esto es, por alguna característica que tiene valor adaptativo. Hay quien piensa que valores bajos de RCC reflejan mayor fertilidad y salud, pero esa interpretación no es aceptada con carácter general.

El almacenamiento de grasa gluteofemoral es muy importante durante el desarrollo infantil femenino. La mayor parte de la grasa acumulada durante la infancia y pubertad se deposita en la zona gluteofemoral. También se sabe que la menarquía (la regla) se adelanta cuando se ha almacenado más grasa gluteofemoral y se retrasa cuando se acumula más grasa abdominal. Y es más, la grasa gluteofemoral sólo se moviliza en las últimas fases del embarazo y durante la lactancia. Y esas son, precisamente, las fases durante las que crece más rápidamente el cerebro infantil.

Sabemos, además, que la grasa gluteofemoral es la principal fuente de ácidos grasos poliinsaturados, grasas que son críticas para el desarrollo del cerebro fetal e infantil. Tanto como el 20% del cerebro está formado por esos ácidos grasos. Todos estos elementos, junto con otros que no he incluído en este relato apuntan a la idea de que las reservas de grasas depositadas en caderas, nalgas y muslos son almacenes de ácidos grasos esenciales para el desarrollo cerebral del feto y del infante recién nacido.

Todo hace indicar, por lo tanto, que el gusto masculino está dirigido hacia un rasgo que resulta, a su vez, indicador de una característica muy importante, la existencia en el cuerpo de la mujer de recursos suficientes para soportar el desarrollo cognitivo de la progenie. Es perfectamente lógico que las habilidades cognitivas del hijo dependan en cierto grado de esos ácidos grasos maternos y, por lo tanto, de la anchura de las caderas (¡por comparación con la de la cintura, claro está!). Así que es perfectamente lógico que en el curso de la evolución los varones hayamos desarrollado una preferencia por mujeres cuya silueta nos indica que los hijos que tendrá dispondrán de suficientes recursos como para desarrollar de modo adecuado su cerebro.

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