Comprando y vendiendo atusamiento

Es de sobra conocido que a los monos les gusta acicalarse o atusarse (o como decíamos en Salamanca, teclarse) unos a otros. Como ya dije aquí, parece que es una actividad que cumple la función de fortalecer las redes sociales, función que entre nosotros cumple el lenguaje. Acabo de leer en Proceedings of the National Academy of Sciences (DOI: 10.1073/pnas.0812280106) una bonita historia acerca del acicalamiento y su valor de mercado en las sociedades simias. Resumo a continuación lo que me ha parecido más reseñable de ese trabajo, que se hizo con un grupo de monos catarrinos del género Chlorocebus.

Según dicen los autores en el abstract, los animales no negocian verbalmente ni cierran contratos, pero eso no les impide intercambiar bienes y servicios de forma regular sin que medie coerción y arreglándoselas para acordar el precio. La teoría de los mercados biológicos predice que ese precio debe fluctuar en función de la ley de la oferta y la demanda, algo que parece bastante razonable, por cierto.

Estudios anteriores habían puesto de manifiesto que los primates pagan más cuando los bienes o servicios a intercambiar son más escasos; vamos, que vienen a hacer básicamente lo que los primates más listos hacemos normalmente. Así, los miembros subordinados de la comunidad deben acicalar a los superiores durante más tiempo para poder ser admitidos en los lugares de alimentación en los periodos de escasez; las hembras jóvenes atusan durante más tiempo a las madres antes de obtener autorización para tocar a las crías cuando hay pocos recién nacidos; y los machos atusan durante más tiempo a las hembras fértiles para poder emparejarse cuando hay menos hembras fértiles en la población.

En este trabajo los investigadores comprobaron que cuando a una hembra de bajo rango se le proporcionó (experimentalmente) un modo para poder suministrar más alimentos a la comunidad, se benefició de más tiempo de acicalamiento que otros miembros y tuvo que ofrecerse en menos ocasiones a acicalar a los miembros dominantes. Y además, cuando a una segunda hembra se le proporcionó la misma capacidad que a la anterior, resultó que el valor de intercambio del atusamiento de la primera hembra se redujo y el de la segunda aumentó hasta igualarse ambos.

No creo necesario explicitar algunas implicaciones de estas observaciones, pero no parece difícil trasladar algunas de estas conclusiones a los seres humanos.

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