¿Para qué un encéfalo tan grande? (Y tan caro)

Los seres humanos actuales tenemos encéfalos muy grandes, más grandes que casi todos nuestros antecesores. De hecho, el volumen de nuestro cráneo es tres veces mayor (corregido el efecto del tamaño corporal) que el de nuestros antecesores austraolopitecinos. Las excepciones son los primeros seres humanos de nuestra especie y los neandertales, que tenían cerebros algo más grandes que nosotros (ver “¿Más listos o más prolíficos?”). Gracias a esos encéfalos más grandes exhibimos habilidades cognitivas muy valiosas, aunque no está muy claro cuál es el elemento, -si es que pudiese atribuirse a uno único-, que habiendo resultado de esas habilidades cognitivas, ha constituido factor de éxito en términos evolutivos.

Los investigadores que trabajan en este campo han venido considerando tres razones posibles por las que resultan ventajosas las habilidades cognitivas de que son capaces encéfalos más grandes. Una es que esos encéfalos proporcionan a sus poseedores la capacidad para hacer frente a cambios climáticos y meteorológicos haciendo uso de tecnologías adecuadas para ello; gracias a esa capacidad se habrían podido superar los obstáculos que se derivan de variaciones temporales y geográficas  del clima y que hubiesen podido limitar la continuidad de la especie en el tiempo o su distribución geográfica. Otra posible razón es que las mayores capacidades cognitivas hicieron a los miembros de nuestra especie más capaces para hacer uso de diferentes fuentes de recursos alimenticios, principalmente mediante la caza y búsqueda y recoleción de alimentos; en particular, el desarrollo de variadas técnicas de caza pudo resultar clave a la hora de capturar animales de todo tipo. Y la tercera razón es que esas habilidades cognitivas permitieron un mejor desenvolvimiento en las relaciones que se establecen con los otros en las cada vez más complejas sociedades humanas.

Pues bien, según Drew H. Bailey y David C. Geary, de la Universidad de Missouri en Columbia, es este tercer elemento el que resultó determinante. Lo sostienen basándose en un análisis del tamaño de 175 cráneos de diferentes especies de homínidos, correspondientes a variadas localizaciones geográficas y a un periodo comprendido entre 1’9 millones y 10.000 años de antigüedad. Entre las diferentes variables con las que correlacionaron el tamaño de los cráneos, fue el tamaño poblacional el que resultó ser el mejor predictor de aquél, aunque a la vista del efecto de otros predictores, otras variables, como por ejemplo las de carácter climático, también han ejercido una influencia de cierta consideración.

Referencia: Drew H. Bailey y David C. Geary (2009): “Hominid Brain Evolution. Testing Climatic, Ecological and Social Competition Models”. Human Nature, vol. 20, p. 67-79.

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