De la evolución de la mente

[ Lo que sigue es un breve resumen de la parte que más me ha interesado de “El cerebro accidental” (Paidós, 2010), de David Linden, -libro que trata, como reza el subtítulo, de la evolución de la mente-, contiene bastante información y aunque entra en cuestiones de una cierta complejidad, creo que es asequible para personas no formadas en neurociencias.  Me gustaría que estas líneas sirvan para animar a leer la obra original.]

En las etapas iniciales del desarrollo encefálico proliferan las células precursoras de las neuronas, células que migran hacia sus posiciones mediante procesos controlados genéticamente. Durante las fases iniciales el ambiente sólo influye en el desarrollo neuronal si la madre sufre situaciones de estrés o desnutrición.

Conforme avanza el desarrollo, los factores ambientales empiezan a tener una incidencia mayor, influencia que se ejerce sobre las interconexiones neuronales. La experiencia (o su ausencia) da lugar a que se eliminen conexiones sinápticas, a que crezcan axones y dendritas de determinadas neuronas y no de otras, y a que se establezcan nuevas sinapsis. Existen periodos críticos, durante las etapas inciales de la vida, en que la falta de experiencia puede inhabilitar un determinado cableado neuronal para siempre. Ocurre, por ejemplo, con la corteza visual: si no se ejercita durante cierto periodo crítico, degenera y se perderá la visión para siempre. Y en términos generales, la experiencia permite que la interconexión celular se pueda modificar ligeramente a lo largo de toda la vida. De hecho, esos mecanismos son la base de la influencia de la educación y la cultura sobre el desarrollo cerebral.

Todo esto se debe a tres factores principales. El primero es que las neuronas son procesadores de información lentos y poco fiables. El segundo es que el crebro se ha ido desarrollando mediante la superposición de estructuras nuevas sobre estructuras antiguas, sin que en ningún momento, en el curso de la evolución, se haya producido un rediseño global del mismo. Esos dos factores hacen que se necesiten muchísimas neuronas para lograr una computación sofisticada. Y en tercer lugar, es tal el número de neuronas que no es posible que el genoma codifique todas y cada una de las conexiones sinápticas que se acaban estableciendo. Por eso, en una escala fina, las interconexiones son guiadas por la experiencia, no por los genes.

La incidencia de esos tres factores tiene un inconveniente, y es que el desarrollo del cerebro requiere mucho más tiempo que en cualquier otra especie, tiempo necesario para que la experiencia vaya configurando las conexiones finas entre neuronas. Pero también tiene una ventaja, y es que los mecanismos de plasticidad neuronal que permiten esa incidencia de la experiencia sobre el cableado fino, son los que nos han dado los recuerdos y, en definitiva, nuestra individualidad. Como dice el propio Linden, ¡no es un mal trato!

Juan Ignacio Pérez Iglesias

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