La hormona de la cooperación…. y de la guerra

Oxitocina

Darwin, en “The descent of man”, escribió “…groups with a greater number of courageous, sympathetic and faithful members, who were always ready to warn each other of danger, to aid and defend each other…would spread and be victorious over other tribes” (los grupos con un mayor número de miembros valientes, bien dispuestos y leales,  siempre dispuestos a advertir a los otros de los peligros, a ayudar y a defenderse unos a otros… se expandirían y saldrían victoriosos frente a otras tribus). Darwin expresa la idea, plena de sentido, en ese párrafo con toda claridad. Siguiendo esa lógica, cabe pensar que el cerebro humano, en su evolución, desarrolló las capacidades cognitivas y el comportamiento que promovieran la supervivencia del grupo, que facilitasen las contribuciones al bienestar colectivo y que lo defendieran de las amenazas exteriores, incluidas las de los otros grupos.

En el contexto de la química cerebral, la oxitocina ha sido la sustancia identificada como responsable de modular este tipo de comportamientos. La oxitocina, a la que ya me he referido antes en esta bitácora, es a la vez una hormona y un neurotransmisor con múltiples dianas: amígdala, hipocampo, tallo cerebral, así como regiones de la médula espinal que forman parte del sistema nervioso autónomo. La oxitocina promueve la confianza y la cooperación y se ha encontrado que las personas con una mayor densidad de receptores cerebrales de oxitocina muestran más empatía y generosidad. También se ha observado que la inhalación de oxitocina promueve la cooperación y reduce la tendencia a aprovecharse de la cooperación de los demás en beneficio exclusivo propio.

Pero del mismo modo que somos capaces de mostrar solidaridad y sacrificarnos por el grupo al que pertenecemos, los seres humanos somos igualmente capaces de cometer verdaderas atrocidades contra los miembros del grupo al que tenemos por rival o estamos enfrentados. A este contraste de comportamientos para con el grupo propio y los grupos ajenos se le denomina altruismo campanil (del inglés parochial altruism).

Un trabajo recién publicado por Carsten D W De Dreu y cols. (Science, 2010, vol. 328, pp.: 1408-1411) ha puesto de manifiesto que el papel de la oxitocina en las relaciones de confianza y cooperación es ciertamente complejo, aunque pleno de sentido desde un punto de vista adaptativo. Los autores de la investigación han encontrado que la oxitocina, a la vez que promueve la cooperación y apoyo a los miembros del propio grupo, también favorece el comportamiento agresivo de defensa frente a los de otros grupos. Dicho de otra forma, la oxitocina promueve el altruismo campanil.

Así pues, tanto cooperación como agresión han de ser consideradas como las dos caras de una misma moneda. De esa moneda depende la supervivencia y el éxito del grupo propio, y cuando esa supervivencia o éxito peligran por la agresión de otros grupos, el mismo mensajero químico que promueve la cooperación intragrupal favorece los comportamientos de defensa y de agresión a los grupos rivales. Un aspecto muy interesante de este asunto y que no se ha investigado aún es si estos mismos resultados son generalizables a los miembros de los dos sexos, ya que los experimentos de este trabajo se hicieron con varones. Los autores plantean la posibilidad de que pudieran obtenerse distintos resultados con mujeres, dado que éstas suelen implicarse en conlictos violentos en muy menor medida que los hombres. Habrá que estar al tanto, porque es seguro que ese asunto se estudiará, y los resultados iluminarán un aspecto clave de la naturaleza humana.

Juan Ignacio Pérez Iglesias

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