Es posible que el grado de extroversión de las personas sea, al menos en parte, consecuencia de la forma en que nos vemos a nosotros mismos en comparación con los demás. Y de hecho, parece ser que son más extrovertidas aquellas personas que creen tener mayor atractivo físico o que tienen mayor fortaleza.
Esa es, al menos, la principal conclusión que se desprende de un trabajo realizado por el psicólogo Aaron Lukaszewski, de la Universidad de California en Santa Barbara, y que ha presentado en la reunión de la “Human Behavior and Evolution Society” celebrada este año (junio de 2010) en Eugene, Oregon (EEUU).
Para llegar a esa conclusión pidió a 85 chicos y a 89 chicas que valoraran su atractivo físico en relación con los de las personas de su entorno y edad, y midió la fuerza física de todos ellos. Después, les realizó un test estándar de personalidad, lo que permitió valorar su grado de extroversión. Y, como he indicado al comienzo, de acuerdo con los resultados obtenidos por A. Lukaszewski, existe un nivel relativamente alto de asociación entre el grado de extroversión de las personas y cómo se compara su fuerza y atractivo con la fuerza y el atractivo de los demás[1].
Parece ser que la extroversión, al ser un rasgo del carácter, tiene cierta componente hereditaria. En general, se considera que la contribución genética a ese tipo de rasgos es de un 50%, aproximadamente. Por esa razón, este resultado ha constituido una cierta sorpresa, porque se interpreta que el grado de asociación encontrado entre extroversión, por un lado, y fuerza y percepción del atractivo propio, por el otro, indica que la extroversión se ajustaría (o se adquiriría) en función de la valoración que hacemos de nuestras cualidades, de forma que saquemos el mejor partido posible de ellas. En palabras llanas, es algo así como que los más guapos tienden a ser más locuaces y abiertos porque, de hecho, van a ser mejor recibidos que los demás.
Y la verdad es que a mí lo que me ha sorprendido ha sido la sorpresa de los especialistas, porque de un modo quizás intuitivo siempre me ha parecido que la gente extrovertida solía tener buenas razones para serlo: eran gente más guapa o más fuerte que los demás (o al menos más que quien suscribe). 😉
Fuente: New Scientist, nº 2.767 (5 de julio de 2010)
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