¿Ha dejado de evolucionar la especie humana?

The 10.000 year explosion” es el título de un ensayo publicado en 2009, en el que sus autores (Gregory Cochran y Henry Harpending) defienden la tesis de que la especie humana ha visto acelerarse su cambio evolutivo durante los últimos 40.000 años y, de forma más acusada, durante los últimos 10.000, a partir de la revolución neolítica. Aunque en una entrada anterior ya había tratado esta cuestión de forma más parcial, es una idea bastante rompedora, porque va contra el consenso científico en esta materia.

Según la mayoría de los antropólogos y estudiosos de la evolución en general, la especie humana dejó de evolucionar (de cambiar en un sentido adaptativo por causa de la actuación de presiones selectivas) hace 40.000 o 50.000 años. Se suponía que en esa época se produjo el denominado “gran salto hacia adelante“, porque a partir de entonces, Paleolítico Superior,  se habría producido el desarrollo de la cultura humana, muestra de la cuál fueron, entre otras, las primeras manifestaciones artísticas posteriores a esos años en el sur de Europa (pero ver aquí entrada relativa al hallazgo de huevos de avestruz con escritura humana anterior a esos años). A partir de entonces, según esos mismos científicos, la cultura, nuestras propias creaciones y lo que aprendemos, ha sustituido al proceso evolutivo como mecanismo de adaptación. Simplificando algo, cabría decir que los seres humanos que viven en zonas frías no han desarrollado un grueso pelaje gracias a las buenas vestimentas que son capaces de confeccionar, o que no hemos desarrollado músculos aún más fuertes gracias a las armas de caza que hemos sido capaces de fabricar.

La idea en la que se basa el consenso científico dominante es la de que el cambio biológico ocurre en respuesta a variaciones ambientales; se supone que una especie que se adapta progresivamente a un medio va experimentando una serie de variaciones que le permiten elevar su grado de ajuste (adecuación o como quiera que queramos traducir el término fitness) a ese medio; y también se supone que una vez se ha alcanzado un elevado grado de ajuste, no se producen más cambios biológicos: no hay presiones selectivas que provoquen cambio evolutivo. [Excurso: en rigor sí se producen, porque no dejan de producirse mutaciones, pero esas mutaciones no se seleccionan porque son deletéreas, reducen el grado de “fitness”; por esa razón acaban desapareciendo de la población]. La idea también parte de la consideración de que la cultura ha permitido a las poblaciones humanas mantener constante su medio en términos efectivos; esto es, la tecnología, la artesanía, los procedimientos creados y aprendidos, nos permiten evadir los efectos de las condiciones del entorno, haciendo que nuestro medio ambiente no cambie en términos prácticos.

Sin embargo, los autores de “The 10.000 year explosion” sostienen, quizás con razón, que la cultura, la tecnología, han provocado justamente lo contrario; esto es, han conseguido modificar las condiciones de vida de los seres humanos de forma tal que esa modificación ha facilitado o incluso propiciado el cambio biológico, porque ese cambio tiene valor adaptativo. E iustran esta idea con algunos ejemplos simples. Veamos uno de esos ejemplos.

Cazadores khoi-san tratando de abatir una pieza con arcos y flechas

Hace 100.000 años los seres humanos cazaban acercándose mucho a sus presas; carecían de armas suficientemente precisas como para abatirlas de lejos. Los cazadores tenían que ser muy fuertes, con una musculatura muy potente (y muy cara de mantener) para poder enfrentarse físicamente a algunos de ellos. El desarrollo de armas como, por ejemplo, los lanzadores de arpones o lanzas o los arcos y flechas, permitió atacar a los animales desde lejos, corriendo menos riesgo y no teniendo que enfrentarse físicamente a ellos. Por eso, los cuerpos pudieron perder masa muscular, lo que les permitió dedicar más energía a otros menesteres (por ejemplo, carreras de larga distancia para partidas de caza más prolongadas y que abarcasen más territorio) o a procrear y sacar adelante a más individuos (o sea, más éxito en términos evolutivos). Y en ello mediaron, cómo no, cambios anatómicos que lógicamente tuvieron valor adaptativo.

Como antes he señalado, en una entrada anterior traté de forma parcial de alguna de estas cuestiones (consumo de productos lácteos, gracias a una mutación muy favorable, que siguió a la domesticación de animales y extensión del pastoreo de ganado de leche en algunos grupos humanos). También me he referido ya a la cocina y a las ventajas que se derivaron del consumo de alimentos cocinados. En este caso, no obstante, subsisten dudas acerca del momento en que se inició esa práctica, pero es muy probable que gracias a ella, incluso recientemente hayamos experimentado reducciones significativas, con el consiguiente ahorro de recursos, en el tamaño de las piezas dentales. En ambos casos se ha podido constatar la generación de cambios biológicos heredables ligados a la adopción de determinados modos de vida.

La tesis defendida por Gregory Cochran y Henry Harpending es muy sugerente. Aunque carezco del conocimiento preciso de la materia, a mí siempre me ha parecido que eso de que los seres humanos habíamos dejado de “evolucionar” no parecía muy lógico. Por eso, y porque me ha interesado mucho el ensayo, volveré a escribir aquí acerca de estas cosas y de algunas interesantes (y provocadoras) implicaciones.

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