Podemos ser más felices… pero también más infelices

Esto de la felicidad es un asunto complejo. Por un lado, tiene una cierta base biológica. Ya vimos aquí hace tiempo que las personas con mayor cantidad de transportadores del neurotransmisor serotonina en el cerebro tienden a fijarse en los aspectos positivos de la vida. Esa gente es más optimista. Y la gente con menor densidad de receptores de ese neurotransmisor tiene una mayor tendencia a sufrir depresiones. También hay estudios con gemelos monozigóticos separados desde pequeños de los que se desprende que la felicidad tiene una base genética en un 40-50%. Y de otro tipo de informaciones se puede inferir que la felicidad está ligada a rasgos de gran estabilidad. Este conjunto de observaciones ha conducido a la formulación de una teoría sobre la felicidad denominada “set-point theory” (yo traduzco esa expresión como “teoría del nivel de referencia”) y de la que que podría concluirse algo como que “intentar ser feliz es tan inútil como intentar ser alto”.

Sin embargo, según un estudio que hemos visto aquí hace poco tiempo, cuestiones tales como el estado de salud, la situación familiar, el amor, la soledad o compañía, y otras, inciden en el sentimiento de bienestar emocional. El estatus socioeconómico, por su parte, influye en la evaluación (que hacemos) de la vida, aunque no tanto en la felicidad o grado de satisfacción con ella, máxime si se ha sobrepasado un cierto nivel umbral de ingresos.

Un estudio reciente ha abordado estas cuestiones, y ha utilizado para ello datos obtenidos de un análisis longitudinal de 25 años de duración, denominado Panel Socioeconómico Alemán (1984-2008). El estudio se basa en las respuestas dadas a cuestionarios en los que se preguntaba a las personas entrevistadas acerca de su grado de satisfacción con la vida. El propósito del trabajo que se acaba de publicar era el de evaluar la teoría del nivel de referencia (“set-point theory”) o, dicho de otra forma, si el nivel de felicidad se mantiene constante o es susceptible de experimentar variaciones con el tiempo. Y según los autores del trabajo, los resultados indican que la teoría en cuestión carece de suficiente fundamento y concluyen que aunque haya una cierta base genética de la felicidad, determinadas circunstancias pueden provocar cambios perdurables en el grado de satisfacción con la vida.

En el estudio se han utilizado intervalos de cinco años y se ha observado que a lo largo del periodo analizado sí se han producido variaciones (mejoras) en el nivel de satisfacción con la vida. Además, esas mejoras van siendo mayores conforme los periodos de cinco años se alejan del punto de partida. De acuerdo con la teoría del “set-point”, aunque tras un periodo de tiempo se produjera un alejamiento de ese “set-point”, antes o después, el nivel de felicidad debiera volver al punto de referencia. Sin embargo, como se ha señalado, los resultados obtenidos, aunque consistentes con la incidencia de ciertos factores estabilizadores, -que pueden ser rasgos de personalidad de base genética-, también ponen de manifiesto que otros factores, económicos o basados en elecciones personales, inciden de forma clara en la felicidad.

Los individuos más inestables emocionalmente son más infelices (este es un rasgo de carácter de clara base genética) pero, además, también hacen más infelices a sus parejas, y ese efecto no declina con el tiempo. También incide de forma positiva en el nivel de felicidad el éxito económico y profesional, así como las buenas relaciones familiares. Otro factor positivo es la dedicación a tareas de carácter altruista, como la ayuda a otras personas o la participación en actividades políticas y sociales. Y se obtiene mayor satisfacción con la vida si se priorizan los objetivos relativos a otros, –tanto familiares como sociales-, frente a los propios, ya sean económicos personales o profesionales.

La diferencia entre la cantidad de horas que se dedican al trabajo y las que se quisiera dedicar también incide en la satisfacción con la vida. Cuanto mayor es esa diferencia, menor es la satisfacción. Y el efecto negativo es mayor si la diferencia consiste en que se trabaja menos de lo que se desea, y por lo tanto, la peor situación posible es la de encontrarse en paro. Es además, el factor que más incide, de forma negativa en este caso, en la felicidad, y esa incidencia negativa es mayor incluso, en el caso de los varones.

Inciden positivamente en la felicidad la vida social (relaciones sociales, con amigos, etc.) y la práctica de actividades deportivas. Además, resulta bastante claro que los cambios que consisten en aumentar la vida social o la actividad física, mejoran la satisfacción con la vida, mientras que los de sentido contrario la empeoran.

No creo que ninguno de los elementos a los que se ha hecho mención constituyan motivo de sorpresa. Todo lo dicho parece bastante lógico. Además, con relación a la base genética de la felicidad o la satisfacción con la vida, este trabajo no cuestiona que exista tal efecto, lo que hace es poner de manifiesto que ambas fuentes de variación, genética y ambiental, son perfectamente compatibles.

Fuente: Bruce Headeya, Ruud Muffelsb, y Gert G. Wagnerc (2010): “Long-running German panel survey shows that personal and economic choices, not just genes, matter for happiness” Proceedings of the Nacional Academy of Sciences 107 (42): 17922-17926. Este artículo es de acceso libre y puede consultarse aquí.

2 pensamientos sobre “Podemos ser más felices… pero también más infelices

  1. Orionis ;)

    La fórmula de la felicidad… el estado álgido de la existencia humana, y cómo no atrayente de numerosos estudios, debates e interrogantes.

    El ser humano en su entorno influye y es influído, modificas el ambiente según te modifica a tí, y por ello la felicidad depende de ambos. La presencia (o ausencia) de un estímulo te genera una respuesta de cuyo resultado obtendrás una sensación. La diferencia entre lo obtenio y lo querido cambiarán tu estado ánimo.

    Por ello, antes de que se acaben proponiendo tests de la felicidad que hagan patente una necesidad, y por tanto ante la demanda de felicidad surjan las dosis de “felicitex” 1mg, de la industria farmaceútica… bueno analiza la respuesta que obtienes de tu experiencia, e intenta ver y encontrar un equilibrio en el caso en que sea posible. El engranage de todas las piezas de la vida parecen hacer funcionar los circuitos de serotonina (con distinta potencia según tu marca de neurofilamento) pero es cada persona la que establece la forma y encages de cada una de las piezas.

    Supongo que un “test del amor”, o “niveles de odio” podrían ser paralelismos que de la misma forma, despiertan mi curiosidad, pero no aportan mucho más.

    Aio!!! 😛

  2. Pingback: FELICIDAD vs. RIQUEZA | Esther Zorrozua

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