Madre no hay más que una, pero padre…

Joven tupí

No hay duda de que madre no hay más que una. Pero de padres no todo el mundo puede decir lo mismo, no al menos en algunas zonas y comunidades de Sudamérica. En la Amazonia y otras zonas bajas del subcontinente existe la creencia de que para concebir una criatura se requiere el concurso de más de un hombre. Vamos, que con el semen de uno solo no es suficiente; hacen falta más. Se reconoce así que un hijo puede tener más de un padre, con las implicaciones que de ello se derivan.

Ese reconocimiento a veces lleva emparejado intercambio sexual secuencial, trueque de alimentos o regalos por sexo, prácticas propias de un síndrome de “couvade” (embarazo fantasma) a cargo de un padre secundario y, en los dos casos en que se ha investigado, mayor tasa de supervivencia del hijo o la hija con más de un padre. Es, de hecho, una forma de poligamia y recibe la denominación de “paternidad compartida” o “paternidad divisible” (“partible paternity” en inglés).

Esta modalidad de emparejamiento es especialmente frecuente en las comunidades pertenecientes a las familias lingüísticas Yê, Caribe, Tupí y Arawá y se extiende desde el norte de Venezuela hasta el norte de Argentina y sur de Brasil. Sus características no son las mismas en todas las zonas o localidades en que se practica, pero se aproximan en mayor o menor medida a un extremo en el que la paternidad “divisible” está generalizada, el sexo extramarital está institucionalizado, la mujer posee autonomía sexual completa, y el sexo es tema de conversación y broma frecuente. Es llamativo el hecho de que en las localidades donde se da la paternidad compartida existe la creencia en la participación de varios hombres en la concepción. Y eso indica que se trata de una creencia que resulta funcional a la modalidad de emparejamiento.

Jóvenes caribes

En esas comunidades, las mujeres suelen residir junto con sus hermanas y sus padres; son pues sociedades “uxorilocales”. En ellas las mujeres tienen mayor poder social, cuentan con mayor apoyo de familiares y ejercen un mayor control sobre su sexualidad. Es posible que la paternidad compartida tuviera su origen en prácticas poligámicas masculinas (a cargo de hombres de alto estatus), aunque posteriormente ello condujo a que las mujeres se agrupasen con sus familiares femeninas para contrarrestar la menor contribución de los padres a la familia. De ahí habrían pasado a ejercer un control creciente sobre su sociosexualidad, institutucionalizandose así esa forma de poligamia.

La creencia social en la paternidad compartida facilita que las mujeres cuenten con más apoyo paternal para la crianza de la prole, a la vez que evitan el infanticidio. Quizás a ello se deba la mayor supervivencia de los hijos con más de un padre. Por otro lado, también ofrece a los hombres posibilidades de aumentar el número de parejas sexuales y de establecer alianzas con otros varones con los que comparte una esposa.

Gentes arawás

No está claro cuál es la razón por la que esta modalidad de emparejamiento es tan común en las zonas bajas de Sudamérica y no lo es en el resto del mundo. Una clave puede ser que en todas las sociedades donde se produce prácticamente no hay bienes heredables. Y otra puede que tenga que ver con la gran mortalidad masculina que causan o han causado los conflictos bélicos en esas sociedades; porque, quizás, esa modalidad de emparejamiento puede considerarse también como una forma de diversificar riesgos.

Para terminar, una reflexión personal. Lo que más me ha llamado la atención de esta historia es la noción de la concepción con cargo a varios varones. Ya he dicho que es una noción funcional al sistema de emparejamiento. Eso está claro, pero desde que conocí este fenómeno, no he dejado de pensar lo adaptable que puede llegar a ser nuestra visión del mundo y de la naturaleza. Porque está claro que en las sociedades donde hay paternidad compartida les conviene pensar que se necesitan los espermatozoides de varios varones para concebir una criatura. Piensan eso porque les viene bien, les conviene; es la mejor manera de justificar algo que, de suyo, no es normal. Espero que otros no hagamos lo mismo con otras nociones. Da que pensar, desde luego.

Referencia: R. S. Walker, M. V. Flinn y K. R. Hill (2010): “Evolutionary history of partible paternity in lowland South America”. PNAS, vol. 107 (45): 19195–19200.

8 pensamientos sobre “Madre no hay más que una, pero padre…

  1. José Luis Ferreira

    Me pregunto qué piensan ahora. Seguro que ha llegado a ellos noticias, no solo de que la creencia en otros lugares es distinta, sino de que las sociedades sean monógamas (por lo menos se pretende). ¿Seguirán aferrados a su creencia como si fuera una religión, ajena a toda evidencia?
    ¿Adaptarán la creencia para conciliar la nueva información con su estilo de vida?
    ¿Pasarán de la necesidad de justificar su estilo de vida?
    ¿Cambiarán a ser monógamos?
    ¿Pensarán que su tribu es elegida y en ella sí hace falta más de un hombre?

    El contacto de alguno de esos pueblos con el exterior se ha producido hace ya generaciones. Algo habrá pasado. ¿Qué se sabe?

    Urte berri on

  2. Juan Ignacio Pérez Iglesias Autor

    No sé qué piensan, Jose Luis. Pero apostaría a que piensan lo mismo que pensaban o casi. Si ves el mapa de distribución del fenómenos es asombroso. Es muy muy extenso. No sólo ocurre en zonas recónditas de la Amazonía, sino que se da en zonas muy próximas a localidades perfectamente modernas. Es más, sospecho que en algunos caso hace años que tienen contacto intenso con sociedades ilustradas. Pero en materia de convicciones tenemos, -los miembros de la especie, claro-, una capacidad enorme de pensar lo que más nos interesa o apetece.
    Urte berri on bai!

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  4. Draakun

    […] es la mejor manera de justificar algo que, de suyo, no es normal. Espero que otros no hagamos lo mismo con otras nociones. Da que pensar, desde luego. […]

    Que no seamos capaz de concebirlo como habitual no quiere decir que no lo sea para otros. Me parece más sano socialmente vivir en comunidad, incluso reproductiva y sexual, que vivir clausurados en núcleos cerrados donde ni siquiera sabes quién es tu vecino.
    Si lo observas con calma verás que sí que es “normal” y que fomenta la colaboración. Es otro estilo de vida. No juzguemos.

    1. Juan Ignacio Pérez Iglesias Autor

      Normal, en sentido estadístico, no es. El calificativo “normal” se refiere a la norma, en el sentido de lo que es habitual o frecuente. Que algo sea normal no significa que sea bueno o malo. Por eso, decir que algo no es normal no supone juicio. Simplemente sirve para constatar una condición.

  5. Io

    Sociología más que biología, es lo que veo yo en el tema de esos emparejamientos.

    Tampoco hace tanto que se estipulaba en esta parte del mundo el derecho del primogénito a contraer matrimonio….y el derecho de los hermanos del primogénito a “satisfacerse” con la mujer del susodicho primo. La opinión de ella y nada todo era lo mismo,

    Ya buscaré alguna fuente sobre eso.

    Como se entere El Corte Inglés igual monta la financiación para un nuevo tipo de ecoturismo:

    “¡Aporte genético a la Amazonia!” “¡Comparir es vivir!” ¡Dele alas a sus genes, eche un ùlso por la biodiversidad!”

    Me voy a dormir.

    1. Juan Ignacio Pérez Iglesias Autor

      Duerma, sí. Io; i vive en esta parte del planeta, creo que se ha hecho un poco tarde.
      Creo que no digo en ninguna parte que el asunto fuese de índole biológica. La naturaleza humana es lo que me ocupa y de eso trata la entrada. Desconocía que hubiera existido ese privilegio del primogénito por aquí. Curioso, y extraño.
      Saludos

  6. Ortogonal

    mmm no sé a mi no me parecería tan escabroso vivir algunas parejas juntos compartiendo mujeres, trabajo y criando todos a los hijos de todos. En una sociedad preindustrial traería varias ventajas contar con varios hombres muy cercanos para cualquier tarea importante, al mismo tpo habría variedad sexual y mucha cía y sinergias, jajaja

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