Categories: Fisiología

Sexo experimental

Los inicios de la investigación científica de la sexualidad humana fueron difíciles. Quienes se interesaban por ese tema corrían el riesgo de ser tachados de inmorales y de pervertidos. Y se exponían a la marginación académica y social. Un libro de reciente aparición en español se ha propuesto recuperar la historia de la investigación científica del sexo. Lleva por título “Entre piernas. La extraordinaria cópula de ciencia y sexo”, y su autora es Mary Roach, psicóloga y periodista.

El libro, por lo que he podido comprobar, tiene numerosas anécdotas, algunas de las cuales iré poniendo por aquí. Y voy a empezar por dos apuntes. El primero es una anécdota, y el segundo se refiere a una estadística.

Empezamos por la anécdota. Los primeros trabajos fisiológicos sobre el sexo fueron, quizás, los que desarrollaron Ernst Boas y Ernst Goldsmidt. Tal y como relatan en su libro “The heart rate” (1932), la sujeto número 69 accedió a mantener relaciones sexuales con su marido, el sujeto 72, conectados ambos a los equipos del laboratorio, a sendos cardiotacómetros para ser más precisos.

Reproduzco, a continuación, el relato de Mary Roach (pg. 29):

“Ambos sujetos llevan los electrodos colocados en una banda elástica negra sujeta alrededor del pecho. Los autores incluyen también la fotografía de un pecho femenino desnudo con el arnés elástico negro, añadiendo de ese modo un destello de erotismo ilícito a un trabajo que, por lo demás, resulta soporífero. Supongo que es el busto de la sujeto 69. Dado que en los agradecimientos se menciona a Dora, la esposa de Goldschmidt, por su contribución desinteresada a “experimentos que se prolongaban durante buena parte del día y de la noche”, podría ir un poco más allá e imaginar que la sujeto 69 era Dora y el sujeto 72 no era otro que su maridito Ernst.”

Reproduzco, literalmente también, algunas líneas de la pg. 30:

“Quienquiera que fuese la pareja, su frecuencia cardiaca durante el revolcón osciló entre un mínimo de 80 y un portentoso máximo de 146 pulsaciones por minuto registrado durante el tercero de los cuatro orgasmos que tuvo la sujeto 69. Desde la perspectiva sexológica, la exploración que Boas y Goldschmidt realizaron en 1932 sobre los orgasmos múltiples de una mujer resultan harto más interesantes que el hecho, más bien predecible, de que el corazón se acelera algo durante el trato carnal.”

Y ahora viene la estadística, porque la mención de las 146 pulsaciones viene con una nota a pie de página que también reproduzco:

“Os reconfortará saber que las estadísticas forenses sobre los infartos mortales durante el coito indican que son poco frecuentes. En 1999, un equipo de investigadores alemanes revisó 21.000 autopsias y encontró solo 39 casos. Lo que ya no sé es si os reconfortará tanto es saber que “en la mayoría de los casos, el difunto padeció el infarto mientras mantenía relaciones sexuales con una prostituta”. El sexólogo Leonard Derogatis advierte que las estadísticas forenses son engañosas. Cuando alguien muere durante el coito con su pareja (y no con una extraña en la cama de un motel), no suele haber motivo para realizarle a autopsia. Si el sexo conyugal es, digamos, tres veces más frecuente que el sexo mercantil, postula Derogatis en su artículo “The Coital Coronary: a Reassessment of the Concept”, entonces la estadística de 39 casos supondría una cifra real de 156 muertes durante el coito. Derogatis calcula que en Estados Unidos hay cada año 11.250 muertes accidentales relacionadas de algún modo con el trato carnal, una cifra que rivaliza con la tasa de mortalidad de la hepatitis C, los tumores cerebrales y la intoxicción por alimentos.”

Fuente: Mary Roach (2011): “Entre piernas. La extraordinaria cópula de ciencia y sexo”. Global Rhythm (traducción de “Bonk: The curious Coupling of Science and Sex” Norton & Company, 2008)

Juan Ignacio Pérez Iglesias

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