El sesgo del Stradivarius

Stradivarius "Lady Blunt"

El violín “Lady Blunt” fue vendido el año pasado por cerca de 16 millones de dólares. Lo vendió la Nipón Music Foundation para obtener fondos con los que ayudar a las víctimas del maremoto que asoló las costas orientales del Japón el pasado año. El Lady Blunt es un Stradivarius de 1721 que se conserva en excelentes condiciones. Otros Stradivarius han sido vendidos a precios exorbitantes, aunque no tan altos. Pero, ¿se justifican esos precios en virtud de la calidad del sonido que producen los violines?

Durante los dos últimos siglos, casi todos los violinistas de renombre han alabado los violines fabricados por Antonio Stradivari o Giuseppe Guarneri del Gesú. Y sin embargo, se desconoce a qué obedece su supuesta superioridad. Por un lado, ninguna característica de su estructura física o comportamiento dinámico ha podido ser asociado con sus cualidades sonoras. Y por el otro, tampoco se ha podido establecer a qué factor o factores relativos a las condiciones bajo las que fueron fabricados obedecen esas cualidades. Se han considerado diferentes posibilidades, como el barniz utilizado, los efectos de la Pequeña Edad del Hielo sobre las características de la madera, las diferencias en las densidades relativas de diferentes capas de crecimiento en la madera, su tratamiento químico, y otros; pero no se ha podido llegar a ninguna conclusión firme.

Pero hay más, desde principios del siglo XIX se han realizado pruebas para comprobar si, efectivamente, el sonido de los Stradivarius y los Guarneri del Gesú es superior al de otros buenos violines. Las pruebas han sido en todos los casos negativas. La más conocida se realizó en 1977 en un programa de radio de la BBC. En el mismo, los violinistas Isaac Stern y Pinchas Zuckerman, y el experto Charles Beare intentaron distinguir el sonido de un Stradivarius (el Chaconne), un Guarneri del Gesú de 1739, un Vuillaume de 1846 y un violín británico de 1976, que fueron tocados tras una pantalla por un solista profesional. A los dos violinistas se les permitió tocar antes los instrumentos. El resultado fue que ninguno de los oyentes identificaron más de dos de los violines, y dos de ellos identificaron como Stradivarius el violín del siglo XX.

La última conocida es una prueba cuyos resultados acaban de publicarse en una revista científica. El estudio consistió en una prueba de doble ciego en la que a 21 violinistas experimentados se les permitió realizar comparaciones entre violines fabricados por Stradivarius o Guarneri del Gesú y violines modernos de gran calidad. Las conclusiones principales que obtuvieron en este estudio fueron bastante claras. Por un lado, el violín preferido por más violinistas era un instrumento nuevo; por el otro, el preferido por menos intérpretes fue un Stradivarius; además, había poca relación entre la edad de un instrumento y la calidad percibida; y por último, la mayoría de los violinistas fueron incapaces de adivinar si el instrumento que preferían eran nuevo o antiguo. Como conclusión general, los autores de la investigación afirman que las diferencias de gusto entre los intérpretes, junto con las diferencias entre unos violines y otros en sus cualidades, son más importantes que cualquier diferencia entre violines viejos y nuevos.

A la vista de estas y anteriores observaciones, es muy posible que la preferencia por violines antiguos y su correspondiente cotización no sea sino una consecuencia de un sesgo cognitivo bien conocido. En un experimento reciente, se controló mediante resonancia magnética de imagen la actividad encefálica de unas personas a las que se les daba a probar diferentes vinos. Se comprobó que conforme se elevaba el precio del vino, también aumentaba la valoración que esas personas hacían de sus cualidades organolépticas. Y lo que era más significativo, también aumentaba la actividad en un área encefálica en la que se cree radica la valoración de las experiencias placenteras.

Quizás sea eso mismo lo que ocurre con los violines antiguos y modernos. Es perfectamente posible que el placer que experimenta un violinista experimentado al tocar con un Stradivarius, así como el hecho de que lo prefiera ante cualquier otro violín, se deba a su tremendo valor e importancia histórica. Ni más ni menos.

Nota: sobre el doble ciego y su aplicación, entre otros, a este caso, escribió también Mauricio-José Schwarz en Territorios (Correo), en un artículo que luego recogió aquí.

Fuentes:

H. Plassmann, J. O’Doherty, B. Shiv y A. Rangel (2008): “Marketing actions can modulate neural representations of experienced pleasantness” Proc Natl Acad Sci USA 105 (3): 1050-1054

C. Fritz, J. Curtin, J. Poitevineau, P. Morrel-Samuels y F.-C. Tao (2012): “Player preferences among new and old violins” Proc Natl Acad Sci USA 109 (3): 760-763

Un pensamiento sobre “El sesgo del Stradivarius

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