Evolución humana fuera de África

Homo erectus (reconstrucción)

La primera especie humana de cuya presencia fuera de África se tiene constancia es la que conocemos con el nombre de Homo erectus. Sabemos de su presencia en Asia hace 1’8 millones de año, como indican los restos hallados en Dmanisi, Georgia. La especie humana europea más antigua, -aunque no haya sido reconocida como tal por toda la comunidad de paleoantropólogos-, es Homo antecessor, cuyos restos fueron hallados en Atapuerca; vivió hace unos 800.000 años. Estas especies son anteriores a la secuencia Homo heidelbergensisHomo neanderthalensis, especies que se sucedieron en Eurasia hasta la llegada de los seres humanos anatómicamente modernos hace tan solo unos 45.000 años. No se conoce con precisión el momento ni las razones de la desaparición de Homo erectus; muy probablemente desapareció durante el Pleistoceno medio, aunque quizás llegó a sobrevivir hasta el Pleistoceno tardío en Ngandong (Java).

El avance y retroceso de los hielos en la sucesión de periodos glaciares e interglaciares ha ejercido gran influencia en la extinción de ciertas especies, así como en la evolución y, -en ocasiones-, diferenciación de otras. Los periodos interglaciares permiten la expansión, mientras que el avance de los hielos propio de las glaciaciones hacen retroceder a las especies hasta desaparecer o, en el mejor de los casos, quedar confinadas en “zonas refugio”. Ese vaivén es, quizás, el modelo al que ha obedecido la evolución del género Homo en su expansión y evolución fuera de África.

Homo heidelbergensis (reconstrucción)

Hace unos 600.000 años Homo heidelbergensis se extendió por toda Eurasia, quizás desde su zona de origen incial o, quizás, desde alguna zona refugio en la que logró sobrevivir tras una primera secuencia de expansión-contracción. Durante los siguientes ciclos glaciares H. heidelbergensis se expandió y retrocedió, alternativamente, siguiendo los vaivenes de avance y retroceso de la capa de hielo. Ese proceso conllevó una diferenciación con respecto a sus conespecíficos africanos o, -si esta especie no hubiese existido en África-, a una mayor separación con respecto a la línea que acabaría conduciendo a la especie humana anatómicamente moderna, Homo sapiens. De ese modo surgió la especie que la sucedió en Europa y parte del oeste asiático, Homo neanderthalensis.

Esa secuencia de acontecimientos constituye un caso particular de un fenómeno común a otras especies animales, que consiste en el surgimiento dentro de un continente de una nueva especie a partir de una anterior que se había expandido previamente por dicho continente; la nueva especie surge cuando una población adopta zonas refugio diferentes de las zonas de procedencia de la especie que se ha expandido. En esas zonas refugio las condiciones ambientales (nutricionales, térmicas, etc.) son diferentes a las de la zona de procedencia y, por lo tanto, las presiones selectivas que actúan sobre la población asentada en ellas son diferentes a las que condujeron a la aparición de la especie originaria. En ese sentido, los Neandertales estaban, muy probablemente, muy bien adaptados al frío. De hecho, sus extremidades, relativamente cortas, parecen un claro ejemplo de la regla de Allen. Sin embargo, los rasgos faciales, que habían sido tradicionalmente considerados como una adaptación al frío, quizás obedecen a un fenómeno de deriva genética, más que constituir una adaptación específica a las bajas temperaturas.

Aun cuando existe una gran incertidumbre con relación a la precisión de la estima, se calcula que la divergencia entre el linaje que condujo a los Neandertales y el que condujo a los seres humanos anatómicamente modernos (Homo sapiens) se produjo hace unos 350.000 años. Y es probable que tal divergencia comenzase durante un periodo interglacial y se consolidase durante una glaciación.

Reconstrucción del rostro de una mujer neandertal

Homo neanderthalensis ha ocupado el occidente eurasiático durante 200.000 años y su desaparición se produjo hace unos 35.000 años tras la llegada a su zona de distribución de Homo sapiens. La coincidencia entre los dos fenómenos ha dado pie a atribuir la desaparición de los primeros a la competencia entre las dos especies, pero lo cierto es que no es posible establecer en qué medida se debió a esa posible competencia, a factores climáticos o a ambos fenómenos de manera simultánea. A partir de datos de ADN antiguo se sabe que el rango de distribución de H. neanderthalensis llegó a alcanzar Siberia en algún momento, y se han encontrado restos óseos en Iraq y el Oriente próximo. Es posible que los Neandertales contasen con zonas refugio a lo largo de todo el área geográfica que va desde el Occidente europeo hasta Siberia, pero la única zona que cumplió ese papel de manera sistemática cada vez que avanzaron los hielos durante los periodos glaciares fue la Península Ibérica.

En una época algo anterior a la desaparición de los Neandertales vivieron en Siberia otras poblaciones humanas, los llamados Denisovanos (Homo sp.). Es posible, incluso, que los tres grupos llegasen a ser coetáneos en la zona. Aunque en un principio los Denisovanos fueron considerados tan diferentes de los Neandertales como de los seres humanos modernos, posteriormente se han considerado un grupo más próximo (“hermano”) a los Neandertales. Ambos, Neandertales y Denisovanos serían, así, formas humanas arcaicas y próximas entre sí.

Yacimiento en el que se han encontrado los restos de Homo floresiensis (Lian Bua, Indonesia)

Y a los anteriores habría que añadir Homo floresiensis, cuya existencia parece que se prolongó desde hace 95.000 hasta hace 17.000 (quizás 12.000) años, aunque confinado en la isla de Flores (Indonesia). El estatus de este grupo, sin embargo, constituye un verdadero misterio. Hay especialistas que sostienen que se trata de una especie humana diferenciada del resto, mientras que otros consideran que se trata de seres humanos anatómicamente modernos que sufrían algún tipo de síndrome que eran el responsable de sus peculiares y “anómalas” características anatómicas.

Los primeros seres humanos anatómicamente modernos (Homo sapiens) de cuya presencia fuera de África se tiene constancia, en Oriente próximo, datan de hace 90.000-120.000 años. Y es muy posible que esa población se retirara hacia África o Arabia durante un periodo especialmente frío o seco. La siguiente expansión se produjo hace unos 60.000 años, que es la que condujo a la dispersión de seres humanos modernos por Australasia hace unos 45.000 años. Homo sapiens llegó a Europa, desde el este, hace unos 40.000 años. En algunas ocasiones ha llegado a desaparecer del noroeste del continente, y su distribución se ha reducido considerablemente a causa del avance del hielo y el empobrecimiento de las zonas que, sin estar heladas, se volvieron sumamente hostiles para los grupos humanos. La última recolonización del noroeste europeo tuvo lugar hace unos 15.000 años, el mismo periodo en el que, al parecer, los seres humanos llegaron al continente americano.

Durante los últimos años se han producido descubrimientos de gran interés en relación con el pasado de nuestra especie. Me refiero a los episodios de hibridación que se han dado a conocer. En efecto, tal y como se ha concluido a partir de datos paleogenéticos, durante el Pleistoceno tardío (piso Tarantiense), se han producido episodios de hibridación entre Neandertales y seres humanos anatómicamente modernos, así como entre estos últimos y Denisovanos. La fecha más probable para la hibridación con los Neandertales es alrededor de hace 60.000 años, -quizás en Oriente próximo, al comienzo de la segunda expansión de la especie-, ya que todos los seres humanos de fuera de África presentan en su genoma restos de tal hibridación. Y el cruzamiento con los Denisovanos se debió de producir hace unos 50.000 años, antes de que la especie humana alcanzase Australasia, pues los restos genéticos de tal hibridación se encuentran también en los habitantes de Austronesia.

Parte de los restos humanos de la cueva de Longlin (sur de China)

Por si el panorama expuesto hasta aquí no fuera suficientemente complejo, habría que añadir, quizás, una nueva especie humana. Un equipo formado por investigadores australianos y chinos acaban de dar a conocer el hallazgo de unos restos óseos en el sudoeste de China con una mezcla de rasgos humanos modernos y otras características “inusuales”. Los restos han sido datados en 14.300-11.500 años de antigüedad, por lo que corresponderían a la transición Pleistoceno-Holoceno. Los investigadores proponen dos explicaciones alternativas para este hallazgo. Podría tratarse de un grupo humano arcaico que habría sobrevivido hasta muy recientemente en esa zona, o bien podría tratarse de los restos de alguna oleada migratoria humana fuera de África anterior a la que condujo a la llegada a esa zona de los seres humanos modernos que salieron de África hace unos 60.000 años.

Sea como fuere, lo que parece claro tras los últimos descubrimientos (posibles nuevas especies e hibridaciones entre grupos humanos de diferentes especies) es que la historia de la evolución humana durante los últimos 100.000 años es extraordinariamente compleja y estamos quizás lejos de conocerla. Los próximos años se prometen muy interesantes en el campo de la Paleoantropología.

Fuentes:

D. Curnoe, J. Xueping, A. I. R. Herries, B. Kanning, P. S. C. Taçon, et al (2012): “Human Remains from the Pleistocene-Holocene Transition of Southwest China Suggest a Complex Evolutionary History for East Asians”  PLoS One 7 (3): e31918 (doi: 10.1371/journal.pone.0031918)

J. R. Stewart & C. B. Stringer (2012): “Human Evolution Out of Africa: The Role of Refugia and Climate Change” Science 335 (1317): 1317-1321 (doi: 10.1126/science.1215627)

2 pensamientos sobre “Evolución humana fuera de África

  1. Io

    Sigo sus artículos por lo bien estructurados que están y por el propio interés de las informaciones que aporta.
    Es mera curiosidad por mi parte, gusto por conocer más sobre cuestiones que considere relevantes.
    Pero un exceso de curiosidad puede ser fatal, como parece que les ocurre a los corzos, según relata en su blog Javier Atxa, http://blogs.deia.com/cuadernodecampo/2012/05/11/la-curiosidad-letal-para-el-corzo/

    Tomo un párrafo de esa entrada sobre el corzo:
    “Otra curiosidad de este animal es que los embriones fecundados no se desarrollan hasta cinco meses después, para que los nacimientos y la lactancia se produzcan en la época con la máxima disponibilidad de alimentos.”

    Me suena rara esa explicación. No entiendo cómo un óvulo fecundado puede pulsar el “pause” y dejar en suspenso el proceso de crecimiento del nuevo ser, para seres vivos de ese nivel de complejidad, aunque las ventajas reproductivas que le asocia a esa circunstancia Javier Atxa, resultan más que notables.

    Como no lo entiendo, elucubro:
    1) Supongamos que lo que cuenta Atxa no es cierto; puede que no tenga un buen conocimiento del desarrollo del embrión del corzo y asocie como causa-efecto lo que no ocurre de ese modo.
    2) Supongamos que esa explicación de Atxa es correcta. ¿Cómo se explica? ¿Qué especies más presentan una circunstancia similar en el desarrollo de sus embriones?

    Si, soy dado a imaginar sin mucho fundamento.

    Releeré algunas de sus entradas aquí.

    Salud y saludos.

    1. Juan Ignacio Pérez Iglesias Autor

      Gracias. Me alegro de que tenga buena opinión de mis artículos porque, ciertamente, me propongo que sean claros.
      Desconozco todo acerca del corzo. Pero no me sorprende demasiado esa peculiaridad de la biología reproductiva de la especie. En lo relativo al mecanismo por el que se paraliza y luego se reactiva el desarrollo embrionario, supongo que el control lo ejerce la madre, a través de algún dispositivo hormonal que dependa o bien de algún estímulo ambiental que varía en el curso estacional (duración de los días o temperatura suelen ser los habituales), o bien de su estatus energético (a través del nivel de reservas de grasas, por ejemplo). Sí es sorprendente que la fecundación se produzca tan pronto como para tener que esperar luego; quizás es porque el hábitat del corzo ha ido cambiando con el tiempo y hace milenios el desarrollo embrionario era inmediatamente posterior a la fecundación, y más tarde se ha modificado el periodo de gestación para adaptarlo a las mejores condiciones alimenticias posibles, pero no ha ocurrido lo mismo con el momento de la fecundación.
      Salud (y saludos)

Responder a Juan Ignacio Pérez Iglesias Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Confianza online