Vientres de alquiler

Las nuevas técnicas de reproducción han cambiado la economía de la gestación de sustitución de una forma que agudiza el dilema ético que supone. Cuando Mary Beth Whitehead aceptó quedarse embarazada a cambio de dinero aportó tanto el vientre como el óvulo. Era, pues, la madre biológica del niño que gestó. Pero con la aparición de la fecundación in vitro puede proporcionar el óvulo una mujer y gestarlo la otra. Deborah Spar, profesora de administración de empresas en la Facultad de Ciencias Empresariales de Harvard, ha analizado las ventajas comerciales de la nueva forma de subrogación. Antes, quienes contrataban la subrogación “necesitaban adquirir en un mismo paquete el óvulo y el seno materno”. Ahora pueden hacerse “por una parte con el óvulo (que en muchos casos es de la que ejercerá de madre) y por otra con el seno materno”.

Que la cadena de suministro no venga ya en un solo “paquete”, explica Spar, ha impulsado el crecimiento del mercado de la subrogación. “Como elimina el nexo tradicional entre el óvulo, el seno materno y la madre, la subrogación sólo de la gestación ha reducido el riesgo legal y emocional que rodeaba a la subrogación de la maternidad tradicional y ha permitido que prospere un mercado nuevo”. “Liberados de las restricciones que suponía el óvulo y el seno materno en un solo paquete”, los intermediarios de la subrogación ahora “discriminan mejor” a la hora de elegir a las donantes y a las gestantes de alquiler, y “buscan óvulos con unos rasgos genéticos particulares y senos maternos de mujeres con una personalidad determinada”. Los que quieran ser padres no tendrán ya que preocuparse por las características de la mujer a la que paguen para que geste al niño, “ya que las están adquiriendo en otra parte”.

No les importa su aspecto, y les preocupa menos que reclamen el niño cuando nazca o que los tribunales se inclinen a su favor. Solo necesitan una mujer sana que esté dispuesta a sobrellevar un embarazo y a cumplir ciertas normas de conducta –no beber, no fumar, no tomar drogas- en su transcurso.

Aunque la subrogación solo de la gestación ha aumentado el número de las mujeres que se ofrecen, la demanda también ha subido. Las gestantes reciben ahora entre 20.000 y 25.000 dólares por su embarazo. El coste total del acuerdo (incluidas las facturas médicas y los costes legales) viene a ser de entre 75.000 y 80.000 dólares.

Con precios tan elevados, no sorprende que quienes quieren ser padres por esta vía busquen salidas más baratas. Como pasa con otros productos y servicios en una economía global, de alquilar el embarazo se están encargando ahora proveedoras extranjeras que cobran poco. En 2002, la India legalizó la subrogación comercial con la esperanza de atraer clientes extranjeros.

Anand, ciudad del oeste de la India, podría ser pronto al embarazo de alquiler lo que Bangalore es a los centros de llamadas telefónicas. En 2008, más de cincuenta mujeres de la ciudad estaban embrazadas para parejas de Estados Unidos, Taiwán, Gran Bretaña y otros países. Hay allí una clínica que ofrece alojamiento comunitario completo, con empleadas de hogar, cocineros y médicos a quince embarazadas que sirven de gestantes de alquiler a clientes del mundo entero. El dinero que ganan las mujeres, de 4.500  7.500 dólares, suele ser más de lo que ganarían en quince años, y con él pueden comprarse una casa o costear la educación de sus hijos. Para los padres contratantes que van a Anand, es un chollo: les cuesta unos 25.000 dólares (incluidos los gastos médicos, el pago a la gestante, los vuelos de ida y vuelta y los gastos de hotel de dos estancias), alrededor de una tercera parte de lo que les costaría en Estados Unidos.

A algunos les parece que la subrogación comercial que se practica hoy es menos inquietante moralmente que el tipo de acuerdo del caso de Baby M. Como la gestante de alquiler, se arguye, no aporta el óvulo, sino sólo su vientre y el pechar con las molestias del embarazo, el niño no es genéticamente suyo. Según este punto de vista, no se vende un niño y es menos probable que la gestante reclame al recién nacido.

Pero la subrogación solo de la gestación no resuelve el dilema moral. Puede que sea cierto que las gestantes de alquiler sientan menos apego por los niños que gestan que las madres de alquiler que además ponen el óvulo. Pero dividir el papel de madre en tres (la madre adoptiva, la donante del óvulo y la gestante) en vez de en dos no zanja la cuestión de quién tiene más derecho al niño.

[Transcripción literal de un fragmento (pp: 117-119) de la edición de bolsillo del libro “Justicia” (2012) de Michael J. Sandel, edición en español de “Justice” (2009)]

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