La sabana de nuestros antepasados

Tras la divergencia de las líneas que condujeron a los actuales chimpancés y bonobos, por un lado, y a los seres humanos, por el otro, el clima del África oriental ha cambiado gradualmente durante los últimos seis millones de años. Aunque con oscilaciones e intervalos más y menos húmedos, el clima en esa parte de África ha sido cada vez más seco. Es allí donde evolucionaron los antepasados directos de la especie humana y donde, por lo que sabemos hoy, apareció.

El esquema que acabo de resumir fue el que propuso, hace casi un siglo, el australiano Raymond Dart, y ha sido objeto de debate en el campo de la paleoantropología desde entonces. Según la propuesta de Dart, las condiciones de sequedad creciente en esas zonas transformaron lo que habían sido selvas y bosques, en espacios cada vez más abiertos, con arbolado cada vez menos denso, hasta convertirse en sabanas o praderas semiáridas. El retroceso de la selva y el bosque provocó que los recursos vegetales, como frutas y plantas propias de esos medios, se redujesen notablemente; pero a cambio, los pastos de la sabana permitieron la proliferación de diferentes especies de ungulados, que se convirtieron, de ese modo, en un valioso recurso alimenticio. Nuestros antepasados habrían ido adquiriendo progresivamente las características que les permitieron sobrevivir y medrar en esos medios. El rasgo más conspicuo es el del bipedalismo, que fue siendo cada vez más pronunciado, con las consiguientes modificaciones en la anatomía que ello implicó. Las manos perdieron su función locomotora y la anatomía resultante resultó idónea para los desplazamientos en espacios abiertos en busca de recursos cárnicos, ya se tratase de presas vivas o de carroña. Los seres humanos proliferaron y fueron adquiriendo un encéfalo cada vez mayor, y tras la aparición de Homo rudolfensisHomo habilis hace alrededor de dos millones de años, diferentes especies del género Homo fueron sucediéndose hasta la emergencia, en esa misma zona de África muy probablemente, de la especie Homo sapiens.

El punto de débil de la propuesta de Dart era que no se contaba con datos directos relativos a la pérdida de masa arbórea o a la elevación de temperatura que esa pérdida provocó. Un trabajo publicado en 2010 y que ya comenté aquí, había permitido estimar las temperaturas a que se habían encontrado los suelos de las zonas de África en el entorno inmediato de los yacimientos de los que se han recuperado restos de homininos correspondientes a los últimos cuatro millones de años. Se trataba de temperaturas realmente altas (entre 25 y 30ºC).

Otro trabajo publicado en 2011 por el mismo equipo ha ido más allá, ya que ha estimado el grado de cobertura arbórea que han mantenido esas zonas a lo largo de los últimos seis millones de años. Han utilizado para ello isótopos estables de carbono como marcadores, ya que la presencia relativa de tales isótopos en los suelos (carbonatos y materia orgánica) depende de si las plantas que había habido en ellos utilizaban la vía fotosintética C3 o la C4, y esa diferencia, a su vez, está relacionada con el tipo de vegetación, árboles o plantas herbáceas. La vía C3 es característica de casi todas las plantas leñosas, mientras que la vía C4 lo es de hierbas tropicales.

Los resultados obtenidos por los investigadores indican que durante el periodo de tiempo estudiado, menos del 40% de la superficie estaba cubierta por arbolado, por lo que los ambientes abiertos eran relativamente comunes desde el comienzo del linaje de los homininos. Ese 40% es un valor que promedia los registros correspondientes a todo el periodo, pero es preciso aclarar que a lo largo de esos seis millones de años ha habido variaciones importantes, n uno y otro sentido, muy probablemente ligadas a los cambios en el régimen de lluvias.

La conclusión general que obtienen los autores es que sus resultados son perfectamente compatibles con la idea de que la sabana fue un escenario viable para explicar el contexto del primer bipedalismo, así como las posteriores innovaciones evolutivas que tuvieron lugar en el grupo de los homininos.

Fuentes:

Thure E. Cerling, Jonathan G. Wynn, Samuel A. Andanje, Michael I. Bird, David Kimutai Korir, Naomi E. Levin, William Mace, Anthony N. Macharia, Jay Quade & Christopher H. Remien (2011): “Woody cover and hominin environments in the past 6 million years” Nature 476: 51-56 (doi:10.1038/nature10306)

Peter B. deMenocal (2011): “Climate and Human Evolution” Science 331: 540-542

Nota: este es el primer artículo de una serie en la que recogeré, más desarrollado, el contenido de mi charla en Amazings Atapuerca del pasado 1 de junio

Un pensamiento sobre “La sabana de nuestros antepasados

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