Los bilingües razonan mejor acerca de lo que piensan los demás

Ejercicio de Sally y Anne

Las personas bilingües tienen una mayor capacidad que las monolingües para razonar acerca de lo que piensan o creen los demás. Esa mayor capacidad parece ser consecuencia del hábito de cambiar de una a otra lengua dependiendo de cuál es la que hablan sus interlocutores. La condición bilingüe surte, por lo tanto, efectos en áreas no directamente relacionadas con la lengua. Y se constata, una vez más, que la experiencia puede ejercer efectos muy poderosos sobre las capacidades cognitivas.

Esas son las conclusiones principales de un estudio en el que se ha determinado de forma experimental si los adultos sufren lo que se conoce como “sesgo egocéntrico” a la hora de razonar acerca de las creencias de los demás, y en qué medida lo sufren dependiendo de su condición de bilingües o monolingües. El estudio se ha realizado con adultos, modificando un procedimiento experimental originalmente diseñado para su aplicación con niños.

Los experimentos consistieron en la realización de dos ejercicios, el denominado ejercicio de Sally-Anne y el de Simon. El ejercicio de Sally-Anne, -desarrollado en su versión original por Baron-Cohen et al (1985)- sirve para determinar si los participantes son capaces o no de razonar correctamente acerca de lo que piensan otros. Cuando se aplica a niños, lo que se determina es si el ejercicio es realizado correctamente o no, esto es, si se da la respuesta correcta o no. Y en su adaptación para su uso con adultos no se determina si se realiza correctamente, ya que los adultos siempre lo hacen bien, sino que, -mediante diferentes procedimientos-, se estima lo que les cuesta a los adultos participantes responder a la cuestión planteada.

El ejercicio de Simon (O’Leary & Barber, 1993) sirve para determinar el nivel de control ejecutivo que se es capaz de ejercer; la tarea consiste en pulsar una tecla situada a la derecha cuando aparece la palabra “derecha” en la pantalla de un ordenador, y una tecla a la izquierda cuando es la palabra “izquierda” la que aparece. La dificultad radica en que en ocasiones la palabra derecha aparece en el lado izquierdo y viceversa. Los participantes han de superar la tendencia inicial a pulsar la tecla situada en el lado en que aparece la palabra, y hacerlo en el que indica su significado. No es tan fácil como parece.

Cuando el ejercicio de Sally-Anne es realizado por niños, lo suelen hacer bien a partir de los 4 años de edad, salvo en el caso de algunos niños autistas; los menores de esa edad no lo hacen bien, porque la respuesta que dan se basa en lo que ellos saben, no en lo que saben los otros. En este trabajo se ha observado que, en cierta medida, casi todos los (adultos) participantes se ven afectados por el sesgo egocéntrico, porque momentáneamente consideran la opción egocéntrica (la de responder teniendo en cuenta solo lo que uno mismo sabe) antes de corregir esa tendencia para responder de acuerdo con lo que crees que piensa el otro.

La conclusión más interesante es, no obstante, que los individuos bilingües se ven menos afectados que los monolingües por el sesgo egocéntrico: les cuesta menos dar la respuesta correcta. Es posible que esa mayor capacidad para razonar correctamente acerca de lo que piensan los otros sea, al menos en parte, consecuencia de un mayor control ejecutivo. A esa conclusión apunta el hecho de que los bilingües obtuvieron mejores resultados en el ejercicio de Simon y, además, el grado de desempeño en el ejercicio de Sally-Anne y en el de Simon, están correlacionados. Y es posible que la capacidad de los bilingües se desarrolle desde la infancia temprana, ya que niños bilingües realizan correctamente el ejercicio de Sally-Anne con tres años de edad, un año antes que los monolingües.

La condición bilingüe reporta algunas desventajas en el terreno cognitivo: los niños bilingües tienen menos vocabulario en cada lengua que el que tienen los monolingües, y los adultos bilingües son peores que los monolingües en tareas de búsqueda de palabras, debido en parte a la interferencia de su otra lengua. Pero también tiene efectos positivos: el bilingüe ha de monitorizar de manera constante la lengua de la persona con la que habla para evitar la interferencia de la otra lengua; y esa monitorización requiere ejercer control ejecutivo, lo que, por su parte, fortalece el correspondiente sistema de control. De hecho, es conocida la ventaja de niños, jóvenes y adultos bilingües en la realización de tareas de control ejecutivo, como la de Simon, presentada más arriba.

Este trabajo aporta datos adicionales a los ya existentes relativos a las ventajas, no solo comunicativas sino también cognitivas, que se derivan de la condición bilingüe. Pero además, también se añaden a un conjunto más amplio de observaciones según las cuales se viene constatando que la experiencia puede ejercer efectos muy poderosos en las capacidades cognitivas. Entre esas otras observaciones está la de los taxistas de Londres, con su mayor capacidad de navegación y orientación espacial, relacionada con áreas del hipocampo más desarrolladas. También está la de que los videojuegos mejoran la atención visual selectiva. O la de los carteros (canadienses en este caso), habituados a procesar las letras y números de los códigos postales, que son más capaces de procesar simultáneamente letras y números que la gente sin experiencia similar.

Fuente: Paula Rubio-Fernández y Sam Glucksberg (2012): “Reasoning About Other People’s Beliefs: Bilinguals Have an Advantage” Journal of Experimental Psychology: Learning, Memory, and Cognition 38 (1): 211-217

Referencias:

S. Baron-Cohen, A. M. Leslie y U. Frith (1985): “Does the autistic child have a “theory of mind”?” Cognition 21: 37-46

M. J. O’Leary y P. J. Barber (1993): “Interference effects in the Stroop and Simon paradigms” Journal of Experimental Psychology: Human Perception and Performance 19: 830-844

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