De natural, generosos

La gente es generosa y egoísta a la vez. Unos son más generosos que otros y a la inversa, pero entre los generosos se producen de vez en cuando actos egoístas y entre los egoístas también se producen actos generosos. ¿Tiene algo que ver el carácter, egoísta o generoso, de una decisión con el tiempo que se emplea para tomarla? Al parecer, sí; tiene mucho que ver.

El tiempo que utilizamos para tomar una decisión determina que ésta sea tomada mediante una intuición o mediante una reflexión. La intuición es rápida, conlleva un procesamiento automático, sin esfuerzo, y sin profundizar en el proceso que la guía, ni en la influencia emocional en ella. La reflexión, por el contrario, consiste en una secuencia ordenada de pensamientos, conlleva un cierto esfuerzo y tiende a evitar la influencia de las emociones. Por todo ello, las respuestas intuitivas son rápidas, mientras que las reflexivas son lentas, pues la deliberación requiere tiempo.

Un aspecto que ha interesado a los investigadores que estudian las bases psicológicas de la cooperación es si la tendencia cooperar tiene carácter intuitivo o si, por el contrario, es el resultado de la reflexión. Si somos de forma intuitiva egoístas, tenderemos a manifestar comportamientos egoístas en las decisiones que tomamos rápidamente, mientras que llegaríamos a comportamientos generosos tras reflexionar al respecto. Para dilucidar estas cuestiones se han servido de una serie de experimentos basados en juegos de cooperación económica.

Cuanto mayor es el tiempo empleado de manera voluntaria en tomar la decisión, menor es la cantidad de dinero que se aporta en un juego de cooperación económica

En un primer experimento, los investigadores comprobaron que las personas que tardaban menos tiempo en tomar una decisión, esa decisión era más cooperativa. O lo que es lo mismo, cuanto más tiempo dedicaban a deliberar, menos cooperativa era la decisión que tomaban.

En el segundo experimento, consistente en diferentes modalidades del dilema del prisionero, también se observó que las decisiones más cooperativas tendían a ser las que se tomaban en menos tiempo, o sea, las que podían calificarse como decisiones más intuitivas o menos reflexivas. Tomados en conjunto, el primer experimento y estos segundos, la conclusión que se obtiene es que las decisiones más rápidas están asociadas con un mayor grado de prosocialidad (generosidad) en la decisión.

En una serie adicional de experimentos, a los sujetos que tomaron parte en ellos se les dividió en tres grupos, a los de un grupo se les obligó a tomar una decisión (relativa a aportar una cantidad de dinero a un fondo) en un tiempo limitado (inferior a 10 s), a los de otro grupo no se les impuso restricciones, y a los del tercero se les pidió que se tomaran su tiempo y se les conminó a que se lo pensasen con tranquilidad. Pues bien, las conclusiones volvieron a tener el mismo carácter. Los que hicieron las aportaciones más generosas fueron los individuos obligados a decidir rápidamente, luego lo fueron las de los individuos sin restricciones temporales, y los que hicieron las aportaciones menos generosas fueron los que se lo pensaron durante más tiempo porque así se les había pedido.

El mismo fenómeno se observa cuando el tiempo que dedica a reflexionar el sujeto experimental lo determina el investigador

En una secuencia adicional de experimentos, a los sujetos que tomaron parte se les proporcionó lo que se denomina un “primado (priming) conceptual”. El “primado” se efectuó proporcionando a los sujetos experimentales un texto que debían leer antes de participar en el juego cooperativo. Uno de los textos ensalzaba las virtudes de la deliberación pausada y el otro predicaba lo contrario, alababa las decisiones rápidas e intuitivas. Resultó que los que habían leído el texto favorable a la reflexión realizaban aportaciones menos generosas que los que habían leído el que destacaba la bondad de las decisiones rápidas.

La conclusión general de todo ese conjunto de observaciones es que la gente es, de natural, proclive a la cooperación, puesto que la cooperativa es la respuesta rápida, intuitiva.

Las aportaciones dependen del "primado conceptual" (conceptual priming) que se ha proporcionado a los individuos antes de tomar la decisión de la cantidad a aportar

Para interpretar correctamente estos resultados, es preciso tener en cuenta que la gente desarrolla sus intuiciones en el contexto de la vida diaria, en la que la cooperación suele resultar ventajosa porque se repiten interacciones entre personas en numerosas ocasiones; además, la reputación siempre está en juego, y pueden llegar a aplicarse sanciones sociales en caso de mal comportamiento. Pero que la tendencia inicial y espontánea sea proclive a la cooperación no quiere decir que ésta se mantenga si las personas reflexionan detenidamente acerca de las consecuencias de lo que van a hacer en un contexto (experimental) en el que no van a ser sancionados por no cooperar.

Lo anterior no quiere decir que la cooperación sea innata y que se encuentre determinada genéticamente, no necesariamente al menos. Porque las respuestas intuitivas pueden también ser moldeadas mediante evolución cultural y aprendizaje social durante el desarrollo. El asunto merece más investigación y es muy probable que en el futuro se sigan analizando estas cuestiones introduciendo nuevas variables y, muy especialmente, analizando cómo varían estos comportamientos con la edad y cómo dependen del contexto social en que se desarrollan.

Seguimos aprendiendo acerca del origen de la cooperación, ese comportamiento que ha resultado tan paradójico desde el prisma evolutivo, pero que tanta importancia tiene en nuestras sociedades.

Nota: De la cooperación y el altruismo me ocupado antes aquí (sobre la satisfacción que produce a quien lo practica), aquí (sobre cómo se ve afectado por factores hormonales) y aquí (sobre su sustrato neurológico).

Fuente: David G. Rand, Joshua D. Greene & Martin A. Nowak (2012): “Spontaneous giving and calculated greed” Nature 489: 427-430

2 pensamientos sobre “De natural, generosos

  1. Alberto Cifuentes Torres

    Hace años entrevisté para un periódico ya desparecido a L. A. Dugatkin, etólogo en Louisville, a propósito de la publicación en español de su libro “Qué es el altruismo”. Dugatkin era de la opinión de que el altruísmo “no es un comportamiento anómalo” pese a sí, lo paradójico del asunto. A quién le interese, un resumen de aquella conversación está en: bit.ly/Q2VrBh (en gallego).

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