La “infidelidad” femenina tiene, quizás, otra razón biológica de ser

Mujer himba

Las mujeres pueden tener, y sacar adelante, un número limitado de hijos. El esfuerzo fisiológico que representa, tanto antes como después del parto, criar un hijo o una hija, junto con el hecho de que su periodo vital fértil sea más corto que el de los hombres, hacen que el número posible de hijos de una mujer sea muy inferior al que puede tener un hombre. Los hombres tienen una vida fértil más prolongada y pueden, además, tener muchos hijos sin dedicarles ningún esfuerzo, ya que fisiológicamente no están obligados a ello.

Según algunos especialistas, esas diferencias básicas tienen consecuencias determinantes en lo que a las tácticas reproductivas de hombres y mujeres se refiere. Así, tendría un evidente valor adaptativo para los varones la búsqueda de posibilidades reproductivas extraconyugales, ya que ello les permitiría aumentar su descendencia sin necesidad de comprometer un volumen importante de recursos. Sin embargo, según ese mismo planteamiento, lo prioritario para las mujeres sería asegurar la estabilidad del vínculo conyugal, para garantizar que la pareja masculina proporciona los recursos necesarios para sacar adelante a la prole; consideran, pues, que las relaciones extramaritales no son tan ventajosas para las mujeres, y por ello no le dedicarían demasiado esfuerzo a esa posible búsqueda. En ambos casos la contrapartida a la búsqueda de oportunidades reproductivas diferentes de las que proporciona la propia pareja sería la puesta en riesgo de la relación; en el caso de la mujer porque el cónyuge no tendría interés en proveer recursos para una descendencia de otro, y en el caso del hombre porque la pareja femenina desconfiaría de él como proveedor de recursos para la crianza de los hijos de ambos.

Sin embargo, no es en absoluto descabellado pensar que una mujer pueda preferir tener hijos con un padre distinto del hombre con el que se encuentra vinculada conyugalmente, máxime si, por las razones que fuese, ese hombre no es el padre que la mujer desea para sus hijos. Y en este punto es preciso diferenciar la paternidad biológica y la paternidad “legal” o “social”. Por esa razón, aunque pocos, también hay estudios en los que se ha investigado la “infidelidad” femenina, y este que comento aquí es uno de ellos.

El estudio en cuestión se realizó con 110 mujeres himba de diferentes clanes. Los himba son un pueblo de pastores seminómadas que habitan la zona noroeste de Namibia. Se hallan relativamente aislados del resto de pueblos de esa zona geográfica. Viven, principalmente, del ganado que crían y de los productos del ganado que intercambian. Es relativamente frecuente que mientras la mujer permanece en un poblado, el marido se desplace con el ganado y resida temporalmente en la zona a la que lo ha llevado. Por esa razón, las mujeres disponen de gran libertad de movimientos. Los matrimonios suelen acordarse por las familias, aunque algunos también se forman por amor, por deseo de los cónyuges. Tanto la poliginia como el divorcio son relativamente frecuentes, así como los hijos nacidos fuera del matrimonio. Una de las características más genuinas del sistema social de los himba es que poseen un sistema de doble descendencia. Cada miembro de la tribu pertenece, a la vez, a dos clanes, el del padre y el de la madre. Los hijos viven con el clan del padre, y cuando las mujeres se casan pasan a formar parte del clan del marido y viven con él. Sin embargo, la herencia de los bienes se transmite por vía matrilineal; los niños no heredan de sus padres, sino de sus tíos maternos. La herencia bilateral no es exclusiva de los himba, aunque es muy infrecuente, y parece ser ventajosa para pueblos que viven en zonas muy hostiles, porque permite contar a los individuos con una doble protección.

Mujer himba con sus hijos

Las 110 mujeres entrevistadas habían tenido 329 hijos dentro de sus matrimonios (además, habían tenido otros 92 fuera del matrimonio). De esos 329 hijos dentro del matrimonio, 58 eran omokas, que es como llaman a los hijos de un padre que no es el hombre con el que están casadas. En promedio, cada una de estas mujeres se había casado 1,41 veces (155 matrimonios en total); el 77% de los matrimonios (119) habían sido acordados por la familia, y el 23% restante  (36 matrimonios), habían sido por amor. De los 329 hijos habidos dentro de los matrimonios, 250 lo fueron de parejas acordadas y 79 de parejas no acordadas. En promedio, unas y otras tuvieron un número muy similar de hijos (respectivamente 2,1 y 2,2). Pero lo realmente interesante es que las parejas formadas por amor no tuvieron ningún hijo “omoka”; ninguna de esas mujeres tuvo algún hijo con un hombre que no fuera su esposo mientras estuvo casada con él. O sea, los 58 hijos omokas lo habían sido de mujeres cuyos matrimonios habían sido acordados al margen de su voluntad. En total, habían sido 36 las mujeres que habían tenido al menos un hijo omoka: 20 habían tenido uno, nueve habían tenido dos, y seis habían tenido tres o más.

Por lo tanto, solo tienen hijos omoka las mujeres que no se han casado por su voluntad. Las mujeres que se casan por amor no tienen hijos con hombres que no son sus maridos, cosa que sí hacen algunas de las mujeres que se han casado mediante acuerdo entre familias. Estos resultados sugieren que las mujeres que se casan con hombres de los que no están enamoradas buscan oportunidades de maternidad con otros hombres, de forma que si bien en primera instancia se les ha privado de la posibilidad de elegir pareja reproductiva, finalmente sí realizan una cierta elección.

La “infidelidad” o las relaciones extramatrimoniales son muy comunes en todas las culturas, y cuando se dispone de datos fiables al respecto, el porcentaje de paternidad o maternidad extramatrimonial va del 1 al 9%. En este caso, el porcentaje es más alto, por lo que surge la cuestión de por qué los maridos himba no intentan evitarlo. Pero es posible que el esfuerzo que debieran dedicar a ejercer ese control suponga comprometer demasiados recursos. Hay que tener en cuenta que, como antes se ha dicho, las mujeres himba tienen gran libertad de movimientos porque, entre otras cosas, sus maridos pasan mucho tiempo lejos del hogar familiar. Además, en estas familias la contribución de los padres a la crianza de los hijos es relativamente pequeña, ya que las mujeres desempeñan una parte importante de las tareas productivas y de adquisición de alimento. Además, como ya he señalado, los bienes familiares se heredan por vía matrilineal.

Este conjunto de observaciones es compatible con la noción de que el amor es una especie de “dispositivo de compromiso”. El sentimiento amoroso hace que la gente concentre su atención en una pareja potencial y evite la búsqueda de parejas alternativas. De esa forma, permanecen vinculados durante largos periodos de tiempo y la mujer no busca oportunidades de maternidad alternativas. Pero eso vale si ambos cónyuges han podido elegir al otro miembro de la pareja. Si no es así, no vale. Y las esposas himba que no se habían casado por amor no habían tenido ocasión de elegir a su pareja reproductiva.

La búsqueda, por parte de los hombres, de oportunidades de paternidad distintas de las que proporciona la esposa, suele interpretarse como un mecanismo para maximizar el número de descendientes. Pero como hemos visto aquí, el comportamiento femenino equivalente tendría otra razón de ser ya que sería, más bien, un mecanismo para corregir, al menos parcialmente, los efectos de no haber podido elegir la pareja reproductiva desde un primer momento. Sería, por lo tanto, de índole más “cualitativa” que el masculino.

Fuente: Brooke A. Scelza (2011): “Female choice and extrapair paternity in a traditional human population” Biology Letters 7: 889-891 (doi:10.1098/rsbl.2011.0478)

Un pensamiento sobre “La “infidelidad” femenina tiene, quizás, otra razón biológica de ser

  1. Cecilia Sandoval

    Interesante pero penosamente limitado el análisis, creí que iba a encontrar algo disitnto cuando leí el título de artículo. La infidelidad es algo de lo que una mujer, por tradiciones culturales, rara vez se siente orgullosa. Es posible que muchas de las mujeres entrevistadas sientan vergüenza y se justifiquen diciendo que no estaban enamoradas cuando se casaron y que por eso fueron infieles. Probablemente sea así en algunos casos, pero no es un condicionante, una mujer que se casa muy joven también puede ser infiel aunque se haya casado muy enamorada, la libido también influye y varía de persona a persona, el estado sicológico depresivo en una mujer también puede llevarla a la infidelidad, etc. Existen muchas variables a considerar y esto de quedarse en una conclusión por demás plana, pero sobre todo, naif… Otra cosa, los hijos vienen producto de las relaciones sexuales, es obvio. En pueblos donde no hay educación sexual, una mujer va a quedar embarazada si tiene relaciones sexuales, si es fiel, lógicamente serán de su marido y si no lo es, pues le saldrán de su amante y del marido, lógico, no? Sería bueno que la investigadora, en lugar de haber preguntado sólo “si se casó enamorada” preguntase también “cuántos años tenía cuando se casó”, si al esposo le gusta tener relaciones o es un hombre apagado sexualmente, si tienen incompatibilidad en sus libidos, si ha pasado por un momento depresivo, etc. ¿Qué tal si hay muchos casos de infidelidad entre las chicas que se casan muy jóvenes con hombres mayores que después ya no quieren tener relaciones sexuales? Ellas pueden haberse casado muy enamoradas, pero terminan siendo infieles y como no se cuidan salen embarazadas. A veces, la lógica de las cosas está en sencillos aspectos que demasiado estudio no percibe…

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