El sedentarismo trajo la poliginia, la libertad la hizo retroceder

!Kung girl playing the //gwashi, Nambia Kung San, circa 1950-1955. Photo by Lorna Marshall.

!Kung girl playing the //gwashi, Nambia Kung San, circa 1950-1955. Photo by Lorna Marshall. Foto tomada de https://www.peabody.harvard.edu/node/318

En nuestra especie, cuanto más se han alejado las sociedades de los modos de subsistencia más básicos (la de los cazadores-recolectores), mayor ha sido el número de hijos que han llegado a tener algunos varones, excepción hecha de las sociedades industriales. Las mujeres, sin embargo, han tenido similares números de hijos en unas y otras sociedades, con independencia del modo de subsistencia de las mismas, con excepción, de nuevo, de las sociedades industriales.

En las poblaciones de cazadores-recolectores que todavía quedan en el planeta, los hombres pueden llegar a tener más de una decena de hijos. En un amplio conjunto de poblaciones con ese modo de subsistencia que se han estudiado, los extremos han sido los Hadza, por arriba, que dan cuenta de un máximo de 16, y los ¡Kung, por debajo, con un máximo de 12. Las mujeres informan de números de hijos similares, aunque algo inferiores. Esos son pueblos nómadas, que no se establecen en aldeas y en los que las parejas se pueden hacer y deshacer con facilidad.

Las sociedades de pastores y horticultores son seminómadas en grado variable. Unas tienden a formar aldeas estables más que otras, pero siempre hay casos de nomadismo. En estas sociedades los hombres pueden llegar a tener más hijos. El número más alto del que informa un varón Kipsigis es de 80, y el más alto del que informa un varón Pimbwe, de 12. En los Tsimane, Xavante, Yanomami y Yomut, los varones que más hijos dicen haber tenido han sido padres de números que se encuentran entre los dos extremos anteriores. Las mujeres, lógicamente, no llegan a tener tantos hijos como algunos hombres: van desde los 8, en los Xavante, a los 18, en los Yomut. En estas sociedades, por lo tanto, hay hombres que tienen hijos con más mujeres, lo que implica que algunos hombres o bien no tienen hijos, o tienen menos porque comparten pareja reproductiva con otro hombre. En general, en estas sociedades hay un cierto nivel de poliginia, aunque no excesivo. El grado de poliginia y el desequilibrio a favor de los hombres en el número máximo de hijos que pueden llegar a tener es más acusado cuanto mayor es el grado de sedentarismo.

Yanomami

Yanomami

Los números más altos de hijos de los que se ha informado son los de algunos varones de las primeras civilizaciones enteramente agrícolas (Mesopotamia, Egipto, India, China, Méjico y Perú). Las crónicas informan de que los reyes de esas civilizaciones tenían muchísimos hijos, hasta 300 o 400 en el caso de los Incas y más de 200 en los de los mesopotámicos o indios. Hay constancia de que algunos emperadores tenían enormes harenes y aunque no hay registro de los hijos que pudieron llegar a tener, hay razones para pensar que pudieron ser varios centenares.

Parece que conforme las sociedades se hicieron sedentarias y la subsistencia pasó a basarse en recursos obtenidos de la agricultura, aumentaron mucho las diferencias en los números de hijos que tenían unos hombres y los que tenían otros. Algunos hombres eran padres de muchos hijos, por lo que, en consecuencia, bastantes otros no llegaron a tener ninguno. A esa conclusión se llega a partir del análisis del registro etnográfico, pero también a partir de los datos obtenidos de crónicas históricas.

Esa tendencia a la poliginia en las sociedades con acceso a más recursos o con menor grado de nomadismo ya se manifiesta, incluso, en los cazadores recolectores; cuanto más sedentarios son, más poligínicos se vuelven. Del mismo modo, los ganaderos y horticultores que viven en zonas de mayor constancia y seguridad en el suministro de alimento tienden a grados de poliginia mayores. Un ejemplo muy claro de esas diferencias se observa en los yanomani: los que viven en los valles del Orinoco más bajos y con recursos más abundantes tienden a formar aldeas de mayor tamaño que las de los que viven río arriba en las tierras altas, y sus cabecillas tienden a tener más mujeres.

La aparición de las primeras civilizaciones agrícolas se produjo en valles delimitados por accidentes naturales difíciles de franquear (grandes montañas o desiertos), lo que favoreció la sedentarización, por las posibilidades que ofrecían los cultivos y por el elevado coste que conllevaba el desplazamiento fuera de los valles. En esas condiciones se intensificó la producción agrícola en el interior de los valles y determinados individuos acumularon más bienes y más poder que los demás, y eso les dio acceso a más parejas reproductivas.

"El mercado romano de esclavos" de Jean Louis Gérome

"El mercado romano de esclavos" de Jean Louis Gérome

En la Grecia y Roma clásicas, así como en otras civilizaciones del periodo clásico, algunos varones libres, con más riquezas que los demás, podían tener esclavas que podían convertirse, además, en parejas sexuales y reproductivas, con lo que también en esos casos se daba una forma de poliginia. De un modo similar, los señores feudales, además de su esposa, también tenían acceso sexual a otras mujeres que formaban parte de su servidumbre. Y ya en la Europa moderna, los varones más acaudalados han tenido posibilidades de emparejamiento sexual con más mujeres, y con más probabilidad las que trabajaban en su servicio doméstico.

Con el tiempo las sociedades han sido cada vez menos poligínicas, y la monogamia ha avanzado, aunque los demógrafos han venido registrando mayor variabilidad en el número de hijos de los hombres que en el de las mujeres. Y es posible que la razón más importante que ha empujado a la disminución de la poliginia ha sido la mayor libertad y capacidad de movimiento de las personas, lo que ha permitido a las más desfavorecidas desplazarse de unas a otras zonas geográficas y tener así la posibilidad de acceder a parejas reproductivas cuando antes no hubieran podido (hombres), o a la pareja reproductiva que sea de su agrado o conveniencia (mujeres).

Hay quien sigue pensando que en el pasado las cosas eran mejores. No lo eran. Tampoco en lo relativo a la posibilidad de emparejamiento con quien uno desease, eso a lo que ahora llamamos libertad sexual. Quizás los cazadores recolectores de antes del advenimiento del Neolítico disfrutaron de cierta libertad en ese sentido, pero en el resto de aspectos, difícilmente hubiéramos deseado las condiciones propias de una vida en “comunión con la naturaleza” característica de la que tienen (y tenían) esas sociedades. Definitivamente, “cualquiera tiempo pasado” no fue mejor.

Fuente: Laura Betzig (2012): “Means, variances, and ranges in reproductive success: comparative evidence” Evolution and Human Behavior 33: 309–317

2 pensamientos sobre “El sedentarismo trajo la poliginia, la libertad la hizo retroceder

  1. Alejandro González

    Es la primera vez que comento en esta interesantísima bitácora, y si no lo he hecho antes porque la conozco desde hace apenas un par de meses y no tenía nada que aportar. Ahora se me ocurre una cosa que tal vez sea una tontería, pero no me la puedo quitar de la cabeza. Dices:

    “Las mujeres, lógicamente, no llegan a tener tantos hijos como algunos hombres (…) lo que implica que algunos hombres o bien no tienen hijos, o tienen menos porque comparten pareja reproductiva con otro hombre.”

    Tal cosa ¿no podría también deberse a un mayor número de mujeres? Se me ocurre que eso podría pasar en sociedades particularmente belicosas en las que el hombre enemigo sea considerado como alguien a eliminar y la mujer enemiga como un posible botín.

    Supongo, por otro lado, que si bien hay una correlación entre sedentarismo y poliginia, muy posiblemente no la haya entre sedentarismo y belicosidad, lo que descartaría la opción que señalo.

    1. Juan Ignacio Pérez Iglesias

      Bienvenido a La Naturaleza Humana 🙂
      Tienes razón, y de hecho creo que eso ocurre, porque aunque no he incluido los datos en la anotación, resulta que los números medios de hijos de los hombres tienden a ser algo más altos que los de las mujeres, y la única explicación de esa diferencia es la que apuntas. Es más, en una primera redacción hice una observación al respecto, pero acabé borrándola, porque las diferencias entre los números medios de hijos de hombres y de mujeres eran demasiado pequeñas, y de nula significación estadística.
      Gracias por el comentario.

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