Las raíces culturales de la transición demográfica

La opinión mayoritaria es que la transición demográfica obedece, fundamentalmente, a causas económicas. Sin embargo, se está empezando a considerar la hipótesis de que el elemento determinante de ese fenómeno sea de naturaleza cultural, y se deba a los valores e ideas predominantes en las sociedades avanzadas y a la forma en que esos valores e ideas son transmitidos.

Secuencia de eventos de la transición demográfica. En morado la tasa de mortalidad y en rojo la de natalidad.

Secuencia de eventos de la transición demográfica. En morado la tasa de mortalidad y en rojo la de natalidad.

La transición demográfica ha ocurrido o está ocurriendo ya en prácticamente todas las zonas del planeta. Es un fenómeno que consiste en el descenso secuencial de las tasas de mortalidad y de las de natalidad. Tras un largo periodo, -de siglos-, durante el cual ambas tasas se mantuvieron en valores relativamente altos, y la población crecía, -cuando lo hacía-, muy lentamente, se ha pasado a una época de cambios en esas tasas que comenzó hace menos de 200 años. En una transición demográfica se reduce, en primer lugar, la tasa de mortalidad. Eso se debe a la mejora de las condiciones de vida, -alimentación, salud, vivienda-, y provoca que la esperanza de vida crezca, sobre todo porque se reduce mucho la mortalidad infantil. Conforme desciende la mortalidad la población crece de forma acelerada, porque aumenta mucho el número de niños que alcanzan la edad reproductora. Posteriormente, y tras un periodo de crecimiento poblacional fuerte, empieza a descender la tasa de natalidad, normalmente desde valores de entre seis y ocho hijos por mujer hasta niveles inferiores a dos. Una vez se ha reducido la tasa de natalidad hasta esos valores tan bajos, la población puede incluso llegar a descender. A esa secuencia de acontecimientos se denomina transición demográfica y, como ya se ha señalado, empezó a producirse en algunos países hace casi dos siglos y se está extendiendo al resto del mundo hasta alcanzar a prácticamente todos los pueblos del planeta, con la notable excepción, hasta la fecha, de algunos países africanos principalmente.

La explicación económica de la transición demográfica predica que los factores responsables del fenómeno son las mejores condiciones de vida y una amplia oferta de bienes de consumo. La primera fase, la de la reducción de la mortalidad, está claramente vinculada a las condiciones de salud y alimentación. Y la segunda, la del descenso de la natalidad, se atribuye a una decisión consciente de criar a un pequeño número de hijos y poderles ofrecer así las mejores condiciones posibles (de salud, formación, económicas), para su posterior trayectoria vital; además, el disfrute de los bienes de consumo a que tenemos acceso es incompatible con las necesidades que se derivan de criar una amplia prole.

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Desde un punto de vista evolutivo, la transición demográfica plantea un problema evidente. En principio, de acuerdo con lo que sabemos acerca de la evolución y sus mecanismos, lo lógico sería que los individuos tratásemos de tener una descendencia lo más numerosa posible. Y de hecho, la consecución de ese objetivo reproductivo debiera verse favorecida por la abundancia de recursos propia de nuestra época. Sin embargo, ocurre lo contrario, y lo cierto es que hay países en los que si no desciende la población es sólo porque la llegada de inmigrantes procedentes de otras zonas del planeta contrarresta los efectos de la baja natalidad de las poblaciones autóctonas.

Pero como he apuntado, a la explicación basada en factores puramente económicos, relacionados con la calidad de vida y el deseo de proporcionar la misma calidad a los hijos, se ha venido a sumar una explicación alternativa que basa su argumentación en consideraciones de índole cultural.

De acuerdo con la explicación alternativa, el descenso de la natalidad propio de la transición demográfica es un subproducto o efecto colateral inevitable de un proceso de adaptación cultural acumulativa. Adquirir información es muy valioso y por eso tenemos mucha facilidad para hacerlo. El problema es que esa misma facilidad provoca que aumente la probabilidad de recibir ideas maladaptativas, que disminuyen el grado de adecuación (fitness). La cultura es un sofisticado sistema cognitivo y social que ha evolucionado porque minimiza el problema que conlleva el alto coste de evaluar la información; gracias a ella, disponemos de un sistema de resolución de problemas de carácter general. La ciencia, en sí misma, es el ejemplo más extremo de la capacidad de la cultura para resolver problemas diversos y de gran dificultad. Hasta tal punto es efectiva la ciencia, que si existen las instituciones sociales adecuadas, intelectos individuales muy falibles son capaces de revelar gradualmente los secretos más profundos del Universo. Pero a cambio pagamos un precio, y ese precio consiste en dar cobijo, en ocasiones, a variantes culturales patológicas en términos darwinianos.

La razón de que ocurra eso es que la posibilidad de difundir variantes culturales maladaptativas no se elimina fácilmente, porque evaluar una variante cultural es muy costoso. Si se eliminase fácilmente ese tipo de difusión de la información, también se perderían las ventajas que reporta, con carácter general, el contar con sistemas de transmisión cultural que se han demostrado muy útiles. Por esa razón, eso solo se hace en casos excepcionales; en la mayoría de los casos se recurre a heurísticos sencillos y rápidos. Dos buenos ejemplos de heurísticos de gran utilidad son el llamado sesgo conformista y el sesgo de prestigio. El primero nos hace proclives a adoptar los comportamientos mayoritarios dentro del grupo, y el segundo, a imitar a las personas con prestigio. Estos sesgos se manifiestan con mucha claridad en los adolescentes, pero están presentes en el conjunto de la población. Son, efectivamente, herramientas útiles, pero tienen efectos colaterales maladaptativos inevitables, pues cuando, por las razones que sea, la información o variante cultural que se transmite es maladaptativa, no es fácil que esa transmisión se elimine o limite. Además, la importancia relativa de este modo de transmisión es mayor cuanto mayor es el volumen de población, ya que son más las personas de las que se puede recibir información.

Parents and daughter (8-10) holding hands on balcony, rear view

En las sociedades agrarias premodernas, el prestigio y el estatus lo daba la cuna, no el mérito, y la familia era la institución social más significativa. En estas, la transmisión de información es vertical y tiende a favorecer variantes culturales que refuerzan la propia importancia de la familia, porque al fin y al cabo, la prosperidad dependía del tamaño familiar, y una familia amplia era, a su vez, señal de éxito económico. Sin embargo, conforme los pueblos han accedido a mejores condiciones de vida, las sociedades se han hecho cada vez más complejas, y las economías se más y más dependientes del conocimiento avanzado; en esas sociedades se necesitan personas con un nivel de formación muy alto para ocuparse de la gestión y gobierno de entidades, tanto públicas como privadas, así como para el desempeño de trabajos para los que se requieren conocimientos técnicos de alto nivel. Para formarse, esas personas necesitan dedicar un tiempo cada vez mayor, por lo que han de posponer el momento en que tendrán hijos. Por otro lado, hay una fuerte competencia por esos puestos de trabajo cualificado, ya que esas personas son las que tienen un mayor estatus social. Además, al posponerse el momento de tener hijos y extenderse a las mujeres las oportunidades de formación, éstas también participan de esas actividades. Por otro lado, ha cambiado las vías de transmisión de las ideas. La información se transmite de múltiples formas, y las vías “horizontales”, sobre todo basadas en medios de comunicación y sistemas educativos, adquieren una importancia creciente. Cuando los modelos a imitar, en virtud del efecto del sesgo de prestigio, son profesionales de éxito, esas ideas y valores se extienden por la población, y a partir de ahí opera el sesgo de conformidad, haciendo que todas las personas adopten los mismos comportamientos. El descenso en la natalidad es la consecuencia de todo ese proceso.

En definitiva, cierto grado de desarrollo económico es condición para que se pueda dar la transición demográfica, pero no está claro que sea el desencadenante, ni su factor más determinante. Un estudio realizado con 600 unidades administrativas europeas (Princeton European Fertlity Project) mostró un notable desajuste en Europa entre el desarrollo económico y los hitos de la transición demográfica. Ésta comenzó en ciertas zonas de Francia alrededor de 1830, y sin embargo, en el Reino Unido, más desarrollado económicamente, no se produjo hasta 50 años después, a la vez que en algunas zonas de Alemania. En otras zonas de este último país, la transición se demoró hasta la segunda década del siglo XX, sin que esas diferencias tuvieran nada que ver con diferencias económicas. Igualmente, en la Bélgica francófona la transición demográfica se inició alrededor de 1870, pero no empezó hasta 1910 en la zona flamenca. Y hubo zonas de Francia, como Bretaña y Normandía, en las que el fenómeno se retrasó un siglo con respecto al resto de Francia. También en el que había sido el imperio Austrohúngaro se produjeron grandes diferencias: Hungría se adelantó al resto del imperio. En todos los casos registrados, hay un elemento común: el acceso de las mujeres al mercado laboral es el factor que marca el inicio del descenso en la natalidad.

Familia amish

Familia amish

Para terminar, merece la pena presentar dos notables excepciones en Occidente a la tendencia general. Se trata de las dos comunidades articuladas en torno a sendas confesiones religiosas, la de los amish y la de los huteritas. Amish, en los Estados Unidos, y huteritas, en el Canadá, son los herederos de los anabaptistas que sufrieron persecución por razones religiosas tras la reforma luterana en Europa. Los amish emigraron a los Estados Unidos en el siglo XVIII y los huteritas al Canadá en el XIX. Y en ambos casos mantuvieron sus tradiciones y modo de vida, basado fundamentalmente en la agricultura. Ambas comunidades han mantenido un notable aislamiento cultural con respecto al resto de ciudadanos y comunidades de sus países. Es tal el aislamiento, que han rechazado el uso de los medios de comunicación propios de la era contemporánea, han renunciado a gran parte de los productos del desarrollo tecnológico, y cuentan con sistemas educativos propios para los niveles superiores. En definitiva, en estas comunidades se han preservado las vías de transmisión cultural propias de las sociedades premodernas. Pues bien, en estas comunidades las tasas de natalidad, de entre 6 y 8 hijos por mujer son la norma. Durante el siglo XX los huteritas han experimentado un crecimiento poblacional que les ha permitido duplicar su número cada 17 años, y los amish, que eran 5.000 personas a comienzo del siglo XX, han alcanzado la cifra de 150.000 a comienzos del siglo XXI. No son pobres. Unos y otros forman comunidades prósperas, que dedican sus recursos a sostener su crecimiento demográfico, para lo que necesitan extender sus posesiones de tierra. Solo el precio de esta última ha podido limitar en cierta medida su expansión, pero también han tenido la suficiente versatilidad como para dedicarse a otras actividades económicas sin perder los elementos esenciales de su modo de vida.

Hutteritas

Hutteritas

Fuente: Síntesis de algunas ideas leidas en el Cap 4 (Culture is an adaptation) del libro de Peter J Richerson & Robert Boyd (2006) “Not by genes alone: How culture transformed human evolution” (The University of Chicago Press)

Reseña muy completa de este libro, aquí.

4 pensamientos sobre “Las raíces culturales de la transición demográfica

  1. Alejandro González

    Disculpa, Juan Ignacio, pero mencionas en tu artículo, si no he sintetizado mal, dos factores que explicarían el fenómeno que describes. Uno de índole cultural, el prestigio de gente que precisamente por su prestigio tendrán más difícil la descendencia, y otro de índole material, el acceso de las mujeres al mercado laboral. De esos dos factores, te extiendes más en el primero, lo que me resulta curioso, pues el segundo es mucho más evidente. Podría, tal vez, argumentarse que es ese prestigio en parte el responsable de que las mujeres quieran trabajar. Pero en ese caso sería pertinente un análisis de todas las razones de que la mujer haya accedido al mercado laboral, y sospecho que las de índole cultural irían a la par que las materiales, si no incluso por detrás.

    Un saludo.

    P.D. Estoy leyendo “Armas, gérmenes y acero” de Diamond por recomendación tuya. Es un libro magnífico, gracias.

  2. Juan Ignacio Pérez Iglesias Autor

    No es fácil determinar cuándo unos elementos son factores causales y cuándo consecuencias. Y este es un terreno especialmente difícil. En el trabajo original los autores atribuyen a variantes culturales el papel de factores causales. El trabajo y la formación de las mujeres serían una consecuencia de ese fenómeno cultural, y por lo tanto, una especie de elemento intermedio. Lo que dicen los autores es que el acceso de las mujeres al trabajo es un indicador muy preciso del inicio del descenso de la natalidad.
    Salud.
    P.D.: Me alegro de que te haya gustado el de Diamond.

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