Leer buena literatura nos ayuda a ponernos en el lugar de los otros

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Al parecer, leer buena literatura mejora nuestra capacidad para empatizar con los otros y para entenderlos, para interpretar su comportamiento mejor; en definitiva, para ponernos en su lugar. Expresado en términos algo más técnicos y con pocas palabras, mejora nuestra “teoría de la mente” (TM), que es la capacidad para asignar pensamientos, intenciones y emociones a otras personas. Dentro de ella se diferencia la “teoría de la mente” afectiva (TMa), que es la que se refiere a las emociones, y la cognitiva (TMc), que es la relativa a los pensamientos e intenciones.

La conclusión general presentada en el párrafo anterior ha sido obtenida a partir de una serie de experimentos diseñados para valorar el posible efecto que tienen diferentes tipos de lectura sobre la “teoría de la mente”. Los experimentos consistieron en proporcionar a grupos formados por diferentes personas textos breves tomados de los libros seleccionados y, tras su lectura, realizar a las personas de cada grupo los tests adecuados para estimar diferentes indicadores de TM de cada uno de ellos. En todos los experimentos también se valoró el grado de familiaridad de los participante con la literatura, que se evaluó mediante un test de reconocimiento de autores. En el primer experimento compararon el efecto de leer ficción literaria con el de leer lo que se denomina no ficción. Y a continuación, en una serie de otros cuatro experimentos, compararon el efecto de leer ficción literaria con el de leer lo que ellos denominan ficción popular que, a los efectos de esta anotación, podemos llamar “superventas” (best sellers) (1).

Dependiendo del experimento, se utilizaron diferentes tests para evaluar la teoría de la mente. Citaré, a modo de ejemplo, dos de esos tests. En el denominado de “lectura de la mente en los ojos”, considerado el test prototípico de TM afectiva, se pedía a los participantes que asignasen estados emocionales a las expresiones faciales que se les mostraban en imágenes centradas en los ojos (TMa). Y en el denominado “test de Yoni”, debían deducir estados emocionales (para TMa) o pensamientos (para TMc) a partir de claves lingüísticas y visuales mínimas. Aunque los autores también utilizaron un test de falsa suposición -del tipo de Sally & Anne (2)- para valorar la teoría de la mente cognitiva, ese test no dio ningún resultado.

El primer experimento mostró que la lectura de ficción literaria mejora la teoría de la mente afectiva por comparación con la lectura de textos de no ficción. De los siguientes experimentos se concluyó que el efecto es específico de la ficción literaria, y que, por lo tanto, no se extiende a la ficción popular. Como el test de falsa suposición no funcionó, lo autores recurrieron al test de Yoni al que me he referido antes, que es bastante más exigente que el de falsa suposición y que, como hemos visto, sirve para determinar ambas modalidades de TM, la afectiva y la cognitiva. Los resultados de los experimentos en que se utilizó este test mostraron que el efecto de la lectura de ficción literaria no se limitaban a la TM afectiva, sino que se extienden también a la TM cognitiva.

De acuerdo con tres de los cinco experimentos, la familiaridad con la literatura sí ejerce efectos positivos sobre la TM, pero ese efecto no se verificó en los otros dos experimentos. Los investigadores sugieren que ese aspecto debe ser investigado de forma más específica, pues las referencias anteriores indicaban que, en efecto, la familiaridad con la literatura de ficción es un factor que afecta de forma positiva a la teoría de la mente. Y lo cierto es que hay razones para que así ocurra, ya que la ficción amplía nuestro conocimiento de las vidas de otros y nos ayuda a reconocer nuestras semejanzas y diferencias con ellos.

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Sin embargo, los autores, sin descartar que eso sea así, consideran que la relación entre la teoría de la mente y la familiaridad con la literatura puede deberse a características del texto más sutiles que la simple caracterización de los personajes. Ellos proponen que la ficción puede cambiar no sólo lo que la gente piensa de los demás, sino cómo piensa de ellos. Según su planteamiento, la ficción afecta a los procesos propios de la TM al obligarnos a implicarnos en la lectura de la mente de los personajes. Y eso es algo que no valdría para cualquier forma de ficción. Solo la considerada ficción literaria forzaría al lector a implicarse en los procesos propios de la teoría de la mente.

Sostienen que la ficción literaria es más writerly (3) y polifónica y que por ello, permite al lector adquirir las claves necesarias para comprender a los personajes. En ese sentido, la ficción literaria se parecería más a la vida real que la ficción popular, pues está llena de personajes complejos cuyas vidas no son fácilmente discernibles. Por comparación con la vida real, la ventaja de la ficción es que en ésta no se corre ningún peligro personal por implicarse en la trama. Es más, mientras que muchas de nuestras relaciones sociales habituales están gobernadas por estereotipos y convenciones, las que se presentan en las obras de ficción literaria no se ajustan a nuestras expectativas en muchas ocasiones. Por eso, los lectores de ficción literaria deben hacer uso de recursos interpretativos más flexibles para poder inferir los sentimientos y pensamientos de los personajes. O lo que es lo mismo, deben recurrir a los procesos mentales propios de la teoría de la mente. La llamada “ficción popular”, por el contrario, al ser más readerly tiende a describir el mundo y las personas de una forma mucho más coherente y predecible; de esa forma, reafirma las expectativas de los lectores y no tiene por qué mejorar la teoría de la mente.

Los resultados de los experimentos confirman, según los autores, los supuestos anteriores, y sugieren que las explicaciones que se basan en el contenido concreto de la ficción no podrían dar cuenta de los mismos. De hecho, los textos utilizados trataban asuntos muy diferentes. Además, no les parece verosímil que los lectores pudiesen aprender mucho acerca de los demás leyendo unos textos tan breves. Por otro lado, era específicamente la ficción literaria la que ejercía efecto sobre la TM. Por todo ello, los investigadores proponen que es la adopción de un papel activo (writerly) para representar los estados subjetivos de los personajes la que hace que la lectura de ficción literaria promueva la teoría de la mente de los lectores. Piensan, no obstante, que estos son resultados preliminares, resultados que abren la puerta a más investigaciones.

En otro orden de cosas, y a pesar de que los resultados relativos al efecto de la familiaridad con la literatura no fueron concluyentes, sostienen que es muy probable que leer ficción literaria de manera frecuente conduzca a mejoras estables en la teoría de la mente. Por otra parte, no creen que los efectos benéficos de la buena literatura se limiten a los procesos de la TM, sino que seguramente produzca también beneficios de otro tipo, tanto de índole cognitiva como afectiva, y es muy posible que dichos efectos sean generalizables a la ficción en general, no sólo a la literaria.

Fuente:
David Comer Kidd y Emanuele Castano (2013): “Reading Literary Fiction Improves Theory of Mind” Science 342: 377-380. DOI: 10.1126/science.1239918

Notas:

(1) Las obras de ficción literaria seleccionadas por los autores de este trabajo habían recibido algún tipo de galardón literario de prestigio, y los superventas fueron tomados de la lista de libros más vendidos de Amazon.

(2) En su versión original, en el test de Sally y Anne se le muestra al sujeto una escena en la que hay dos muñecas, Sally y Anne. Sally coge una canica (puede ser cualquier otro objeto de pequeño tamaño) y lo coloca en su cesta. A continuación sale de la escena. Entonces, Anne toma la canica de la cesta de Sally y la pone en su propia cesta. Regresa Sally a la escena y se le hace al sujeto la pregunta clave: “¿Dónde buscará Sally la canica?” El sujeto supera el test si responde que en la cesta de Sally, pues de esa forma aplicará la misma lógica que aplicaría Sally. Ello quiere decir que se pone en el lugar de Sally, que adopta su perspectiva. Los sujetos incapaces de ponerse en el lugar del otro y anticipar sus actos, responden de acuerdo con la información con que cuentan, esto es, que la canica se encuentra en la cesta de Anne, donde ella la ha puesto. Quienes superan el test entienden que Sally tiene sus propias suposiciones que pueden no corresponder a la realidad, y ese es precisamente el requerimiento nuclear de la teoría de la mente.

(3) Pedí ayuda en twitter para traducir este término y vino en mi socorro Francis Villatoro (@emulenews), autor de Francis (th)Emule Science’s News, quien, ni corto ni perezoso, al saber por indicación mía de que me encontraba glosando un artículo publicado en Science, se fue a la revista, buscó el artículo, consultó el contexto y acudió a la referencia original del término, que había sido acuñado por Roland Barthes, y me envió este texto, entresacado de la fuente original (S/Z, 1974):

Our evaluation can be linked only to a practice, and this practice is that of writing. On the one hand, there is what it is possible to write, and on the other, what it is no longer possible to write: what is within the practice of the writer and what has left it: which texts would I consent to write (to re-write), to desire, to put forth as a force in this world of mine?
What evaluation finds is precisely this value: what can be written (rewritten) today: the ‘writerly‘.
Why is the writerly our value? Because the goal of literary work (of literature as work) is to make the reader no longer a consumer, but a producer of the text. Our literature is characterized by the pitiless divorce which the literary institution
maintains between the producer of the text and its user, between its owner and its customer, between its author and its reader. This reader is thereby plunged into a kind of idleness -he is intransitive; he is, in short, serious: instead of functioning himself, instead of gaining access to the magic of the signifier, to the pleasure of writing, he is left with no more than the poor freedom either to accept or reject the text: reading is nothing more than a referendum.
Opposite the writerly text, then, is its countervalue, its negative, reactive value: what can be read, but not written: the recuferl),. We call any readerly text a classic text.

Y sobre esas consideraciones, me sugirió que writerly debe ser entendido como “más rico tras la interpretación del lector que reescribe lo leído”, mientras que readerly es un texto que no cambia tras su lectura.

Ni que decir tiene que estoy muy agradecido a Francis por su ayuda, y porque gracias a su intervención he aprendido algo que desconocía. Gracias, Francis. J

14 pensamientos sobre “Leer buena literatura nos ayuda a ponernos en el lugar de los otros

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  5. Victor Cabrera

    Estupenda entrada Juan.. pero una pregunta, porque la “buena literatura” y no simplemente literatura, o cual seria la diferencia en leer “mala literatura”?

    1. Juan Ignacio Pérez Iglesias Autor

      Hola Victor
      He incorporado al texto tres notas que por alguna razón no se habían publicado al hacer la edición inicial. Quizás la tercera de las notas sirva para aclarar tu duda. Resumiendo, lo que proponen los autores es que la ficción de no tan buena calidad es demasiado predecible y los personajes demasiado lineales. De ese modo, esa ficción “popular” no exigiría al lector ningún esfuerzo para poder “construir” la historia que lee. Y sin ese esfuerzo no se estaría entrenando la “teoría de la mente”.
      Gracias por visitar el blog.

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  8. KC

    Yo no creo que la “calidad” de la literatura tenga mucho que ver en relación a la capacidad de empatizar. Creo que depende más de la narración en sí, de la técnica a la hora de trasladar una historia. Por ejemplo, creo que la narración en primera persona sería más empática -señores académicos incluyan esta palabra ya en el DRAE- que la tercera, ya que a ojos del lector es como si alguien le estuviera contando una historia directamente, sin la “separación” entre personajes y lectores que puede suponer la tercera persona. Diría que cuando un autor nos narra en primera persona nuestra capacidad empática aumenta porque entonces es más fácil ponerse en su pellejo (que es en lo que consiste la empatía, cosa que en España ya hace tiempo que vi que decrecía, quizás porque cada vez leemos menos). Eso, desde mi punto de vista, es más importante que si el texto en sí es “bueno” o “malo”, cosa que al sujeto que lee incluso es probable que desconozca. En resumen: una auténtica mierda literaria puede ser perfectamente válida para provocar la empatia siempre que la técnica ayude al lector a ponerse en la piel del protagonista, bien sea por el contexto, porque la forma de expresión sea más cercana o porque el lector se sienta identificado por alguna sencilla razón que poco tiene que ver con la complejidad literaria desde un punta de vista cualitativo.

    Es mi humilde opinión.

    Lo de que la literatura produce más empatía que cualquier otra rama del arte creo que ya deberíamos tenerlo bastante claro… Y no hace falta tirar de neurociencia. Es simplemente la forma en la que se absorbe la información, mucho más directa que en otros medios.

    Saludos.

    1. J

      No estoy del todo de acuerdo contigo, creo que es más una cuestión de gustos el qué lectura resulta más empática.
      Por ejemplo, a mí me resulta más fácil empatizar con los personajes de textos en primera persona que los que están en tercera.
      A mi ver está esa parte, el que dependiendo de cada uno será qué encontrará más «empatizable».
      Por otro lado, creo que si un autor logra crear una historia con una prosa absorbente y diafana entonces, sin importar el tópico estará haciéndo «buena literatura». Me explico: como decía el artículo, una obra en la que los personajes son lineales y la historia predecible no aporta nada ni hace que el lector piense no aporta a la literatura ni al lector; otra con el mismo tema pero cuyos personajes son más profundos y en la que la historia está mejor estructurada y que hace, sin forzar demasiado, al lector pensar definitivamente lo hará reflexional y adentrarse en la historia, ponerse en el lugar de los personajes. Si analizamos, las obras que entrarían en el segundo rubro son las que tradicionalmente conocemos como «buena literatura», no porque reunan los requisitos sino porque se han “ganado” ese puesto.
      Dado que lo que conocemos como «buena literatura» (término subjetico sin duda) es la que nos hace empatizar, supongo que es la que decidieron utilizar en el estudio.
      Por otro lado, me agradaría leer ese estudio, si pudieran poner el link sería exelente.

  9. KC

    Se me olvidó comentar un punto: también creo que tiene mucha importancia el estilo narrativo de una obra concreta -que enlaza con la personalidad escogida por el autor a la hora de narrar-: no es lo mismo una obra psicológica, en la que los personajes “nos hablan” desde sus pensamientos, sus reflexiones/meditaciones o en la que los diálogos son fluidos y son columna principal de la obra en sí, que una mera obra de acción en la que el peso de lo trascendente recae sobre los hechos. Creo que el primer ejemplo, aunque fuera una auténtica mierda literaria, tendería muchísimo más a la empatía del lector. Por tanto no veo que la calidad tenga esa importancia que comentan. Más bien sería algo totalmente secundario. Al menos sobre el lector promedio.

    Saludos.

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