Una oportunidad para cambiar (a mejor)

La mayoría de quienes tenemos la suerte de no haber perdido aún el puesto de trabajo, ganamos menos dinero que hace dos o tres años, con lo cual nuestra pérdida de poder adquisitivo es obvia, ya que la economía -aun deprimida, como está actualmente- siempre tiende a la inflación: la I de IPC es por “Incremento”; no es una “E” de Evolución, y por algo es ello.

Tener menos dinero para comprar cosas que, además, son más caras que antes no es bueno para nuestras cuentas domésticas ni para la marcha del país, porque impide el ahorro y, aún más importante, retira del consumo pasta que el sistema (la panadería, la tienda de ropa, el bar, los electricistas, las empresas de viajes, los supermercados…, incluso Hacienda) necesita cual alimento básico para sobrevivir, para poner freno a la espiral de destrucción de empleo y de recesión económica.

Así estábamos, con cinco millones de parados en España (y con Euskadi dejando de ser la excepción y apuntándose cifras de paro que comienzan también a ser dramáticas), intentando no naufragar del todo como país en medio de esta infernal tormenta, cuando llega la ola perfecta que da al traste con las escuetas maniobras de supervivencia. No de otra manera puede denominarse el drástico paquete de medidas impuesto estos días por el Gobierno central y “recomendado” por Bruselas como contraprestación por el crédito de rescate de una banca que en dos años ha tirado por la borda la imagen de eficiencia profesional (un poco usureros, pero -al menos- bueno en lo suyo, pensábamos) que le costó más de un siglo consolidar.

La percepción en la ciudadanía es muy negativa, ha calado profundamente, y con razón, la sensación de que son las clases media y baja (el 90% de la población, la gente de economía común) quienes soportan todo el peso de la crisis, cuando no fueron precisamente las que se beneficiaron de la época boyante, si es que la hubo alguna vez.

Subir el IVA a la mayoría de productos y servicios, y quitar una paga extra a los funcionarios son dos medidas radicales, ya en su mero enunciado pero sobre todo por los millones de personas que ven reducida, y de modo notable, su capacidad adquisitiva. Por no hablar de la rebaja de las prestaciones de desempleo, que sufren otro cruento mordisco económico, se dice que para incentivar así la búsqueda de empleo. ¡Como si lo hubiera!

Todo va a convertirse en más caro (sube, y notablemente, el IVA en la mayoría de productos y servicios, incluso en los esenciales), y millones de funcionarios van a ver menguados su ingresos con esa grosera extripación de una paga extra que siempre ha servido para tapar agujeros o darse alguna pequeña alegría. Sumar tres pp (puntos porcentuales) al Iva general (era del 18% y pasa al 21%) y dos pp el reducido (pasa del 8% al 10%) supone que en el primer caso que lo que nos costaba 118 euros saldrá a 121 euros, y en el segundo que lo que suponía 108 euros costará 110 euros. OCU ha cifrado en 415 euros al año de media el importe en cada familia de esta subida impositiva, pero otras organizaciones han llegado, en sus cálculos, a costes aún mayores: la CEACCU denunció ayer que supondrá unos 600 euros al año por familia. Y la cosa puede empeorar. No son pocos los expertos en temas de fiscalidad que apuntan la posibilidad de que, a nada que la recaudación no mejore lo deseado o que Bruselas siga insistiendo en sus pretensiones, el superreducido del 4% se aplique a una lista mucho menor de la actual de productos y servicios, tenidos hasta ahora como “de primera necesidad” y que el resto pasen a engrosar el capítulo de los del 10% del reducido. Hablamos del IVA de la compra de vivienda habitual, diarios, revistas, libros, álbumes, mapas, cuadernos de dibujo y objetos de material escolar. Incluso se estudia elevar el tipo de prótesis, prótesis e implantes internos para personas con minusvalía.

La economía es una pseudociencia, casi esoterismo (los gurús predicen, solo algunos aciertan, lo hacen solo parcialmente y nunca son los mismos) pero, sin embargo, está gobernando nuestras vidas. Los mercados dirigen no solo la deuda soberana y su prima de riesgo, sino también nuestro presente y futuro. Pueder ser que (mal gobernados por los políticos, y animados por una parte infecta de la banca, que actuó de modo codicioso e irreponsable), nos comportamos estos últimos años infundadamente crédulos y optimistas, siendo así que gastamos (familias, empresas, ayuntamientos y gobiernos) lo que no teníamos, con la resultante de que nos endeudamos por encima de lo sensato. Y ahora vienen los acreedores, que -es connatural a su existencia-, quieren cobrar y, en el fondo es lo mismo, asegurarse de que algún día podrán hacerlo. Nos diseñan los planes de actuación, nos sacan los colores, y nos tenemos que callar, y comer el orgullo de un país que comenzaba a sentirse importante y pecó de mentalidad de nuevo rico, sin serlo.

Vamos a sufrir mucho, sobre todo lo harán los parados de larga duración y las capas más desfavorecidas de la sociedad, pero tenemos que aprovechar la lección para plantearnos qué tipo de sociedad y qué tipo de economía tenemos y hacia dónde debemos dirigirnos. Porque así, de no corregir el rumbo, vamos directamente al desastre, y porque a los jóvenes hay que darles la posibilidad de tejer su propio futuro. Lo que comienza por ofrecerles expectativas reales de conseguir un empleo.

Tenemos que reflotar la economía para evitar que empeore aún más la situación, y atender en todo lo posible a los millones de personas que carecen de medios para subistir. Y hacer las dos cosas a la vez. Nos va la vida en ello. Tenemos que diseñar una economía más competitiva y eficiente, más ágil y moderna, y dotarnos de una Administración pública viable, que garantice los grandes capítulos del Estado de Bienestar, anime la economía y no gaste un euro más de lo imprescindible. ¿Podremos hacerlo?

¿Y la música?

Pues después del conciertazo que dieron ayer en el BBK Live (la vida continúa, era el comentario general, no te puedes dejar vencer por la coyuntura, quien pueda permitírselo tiene que hacer gasto y seguir adelante) tenía que ser la de The Cure. El video es de un coincierto de hace cuatro años. Ayer sonó incluso mejor. Enorme Smith, qué canciones, qué voz. Menos mal que nos queda el pop, amigos.

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