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Precios baratos, una necesidad; y el comparativo de aceite de oliva virgen de la OCU

Nunca las cifras, tomadas así en general, resultaron tan aciagas incluso a quienes no se nos dan mal del todo. Crece sin control el desempleo, el PIB sigue con la marcha atrás puesta, la inflación imparable convierte en aún menores unos sueldos que llevan años a la baja, suben sin parar los impuestos, aumenta sin dar signos de moderación la deuda pública,se multiplican los EREs y cierres de empresas, los desahucios son ya casi “de la casa” (se ejecutan unos ocho de media al día, solo en Euskadi)…, cuesta horrores encontrar números que despierten un poco de esperanza.

Los hemos visto en dos empresas de distribución, Dia y Mercadona que, en plena crisis, incluso sumergidas en la específica del sector (dato de ayer: las ventas del comercio minorista a precios constantes -eliminado el efecto de la inflación- bajaron en septiembre un 12,6% con respecto al mismo mes de 2011, tras la entrada en vigor de la subida del IVA, en tanto que el empleo en el sector retrocedió un 1,2%), no solo sobreviven a la debacle sino que crean empleo y ganan dinero. Tanto una como otra tienen una cosa en común, que han priorizado en su marketing mix un elemento siempre importante, ahora esencial: el precio. Venden barato, menos caro que su competencia o, al menos, así lo piensan los consumidores, porque ese es su posicionamiento en la distribución alimentaria. Aún recordamos cuando Mercadona hace unos tres años, dio un insólito y quizá antipático golpe de autoridad al retirar de sus baldas cientos de productos de marcas líder y dejar (salvo contadas excepciones) solo los artículos de su marca blanca. Muchos dudamos de la viabilidad de una estrategia -más radical que innovadora- que ahorraba costes y era coherente en la búsqueda de sinergias favorables a su reconocida marca de distribuidor, pero que les enfrentaba a poderosas multinacionales del mundo de productos de gran consumo. Y que podía disgustar profundamente a los consumidores más fieles a sus marcas favoritas en ciertos productos; algunos especialistas incluso pronosticaron que la iniciativa estaba abocada al fracaso. Pero de fracaso, a la vista está, nada de nada; al revés. Yo no lo tenía muy claro, lo reconozco, porque tiro mucho de marcas blancas, una vez contrastada la calidad del género, pero…. La gente quiere (en distribución alimentaria, y cada vez en más sectores, hora es de que las empresas se vayan percatando) una buena -y, en algunos casos, basta con suficiente- calidad al precio más bajo posible, y cada vez va a ser más así. Poco ha tardado el grupo francés Leclerc en contrataatacar: ha lanzado hoy una web (buscaelmasbarato.com) que compara los precios de productos de otras empresas con los que vende en sus siete centros de Madrid. Y asegura que sus artículos son los más baratos (los de Mercadona, dice, son un 12,3% más caros que los suyos; y los de Carrefour un 11,5%). Lo comprobaremos y al final el consumidor decidirá, pero no está mal que las grandes cadenas compitan tan descarnada y abiertamente en precio: lo necesitamos de veras. Sólo unas pocas marcas pueden lograr que el cliente habitual de un super o hiper deje de frecuentarlo porque no tiene su producto. El ejemplo de Mercadona está ahí.

Otro tema: la publicación este pasado miércoles de los resultados del último análisis comparativo de OCU, que denuncia que de 40 marcas de aceite de oliva virgen (34 “extra” y el resto, solo “virgen”) estudiadas, tal y como leemos en la web de EITB “Nueve de ellas (…) cometen fraude y engañan al consumidor al vender un aceite etiquetado como “extra” cuando sólo es “virgen”. Además, dos de estas marcas carecen de proceso de refinado por lo que no son aptas para el consumo (si bien no entrañan riesgo para la salud)“ ha provocado la virulenta reacción de fuentes del sector y quejas de algunas marcas, algunas (incluídas las populares marcas blancas de algunas cadenas de distribución) de mucho prestigio y bien conocidas por los consumidores vascos.

Es este un tema recurrente en nuestra actualidad informativa (recordemos el caso del fraude en algunas marcas de leche entera UHT, en el que, por cierto, los tribunales han dado razón en primera instancia a la OCU y desestimado la demanda multimillonaria de la asociación más representativa del sector lácteo) que, a buen seguro, causa incertidumbre y preocupación no solo en los sectores y marcas afectados sino también en los propios consumidores, que no saben a qué carta quedarse. ¿Quién tiene razón? ¿Adolecerá, efectivamente, la marca de leche, aceite o cualquier otro producto que consumo cada día, de ese defecto de calidad o seguridad que denuncia la asociación de consumidores tras realizar su análisis comparativo? ¿Me estará engañando esa marca, o será la asociación de consumidores -por el motivo que sea, quizá para darse publicidad o por intereses aún menos confesables- quien distorsiona la realidad y perjudica gratuitamente a las marcas que quedan mal en el examen?

Lo primero que cabe matizar respecto de este análisis en concreto es una doble realidad: por un lado, que los datos provienen –fundamentalmente, que no solo- de una cata; todo lo oficial, rigurosa y representativa que se quiera (la de aceite es una de las más normativizadas, exigentes y con protocolos específicos para ese producto; como lo son las del vino o el queso), pero una cata (o análisis sensorial) no deja de ser una prueba en la que se suman resultados subjetivos, las apreciaciones que hacen los catadores –personas, no máquinas que miden objetivamente datos químicos y físicos) de las características organolépticas (sabor, color, olor, textura, olor…) de un producto. Simplificando, por mucho que unos cualificadísimos catadores concluyan que un aceite (o un vino) no tiene la calidad organoléptica requerida por la normativa que regula su elaboración y propiedades, si yo lo compro a menudo y a mí me convence, me gusta tanto o más que otros que quedan mejor en el análisis, poco me importa, yo a lo mío (es, por cierto, lo que ha ocurrido con la marca que compro, para mi disgusto). Porque hablamos de sabor, olor, color, etc y en eso cada tiene sus preferencias y sus gustos. Y, en segundo lugar, cabe subrayar que este análisis de aceite de oliva virgen extra deja bien sentado que este déficit de calidad en absoluto afecta a la higiene del producto o a lo que en general podríamos denominar calidad sanitaria. Matices, ambos, esenciales para hacer una interpretación correcta del análisis y sus resultados. Tengo en mis manos la revista de OCU del próximo mes de noviembre, que publica este comparativo. Y su espíritu queda bien claro, ya que insiste en este último aspecto. Es un fraude “solo” económico, en la medida que algunos aceites se arrogan en sus etiquetas una calidad “Virgen Extra” que su producto no alcanza, al no cumplir los requisitos (fundamentalmente, de cata, ya que es con este método analítico como está fijado que ha de determinarse) que para esa denominación comercial establece la norma. Los aceites, lo dice la OCU “ fueron sometidos a una batería de análisis químicos y a un análisis organoléptico, siguiendo los métodos analíticos oficiales que contempla la normativa vigente. La principal conclusión es que la gran mayoría de marcas cumple con la legislación y que 9 marcas engañan al consumidor vendiendo un aceite etiquetado como “extra” cuando resulta ser simplemente “virgen”. Se trata, por tanto, de un engaño económico, ya que se vende al consumidor aceite de menor calidad. Los resultados obtenidos muestran un claro engaño al consumidor porque se le vende un aceite de menor calidad a la que se indica en la etiqueta. Para la tranquilidad de todos los consumidores, OCU manifiesta que, en el caso de los 9 aceites etiquetados incorrectamente, no se trata de un problema de seguridad, sino un engaño al bolsillo. El precio medio del litro de aceite de oliva virgen ronda los 2,38 €, mientras que el litro del virgen extra es casi de un euro más. El análisis también detectó que uno de los aceites vendidos como aceite de oliva virgen extra y otro de los vendidos como aceite de oliva virgen son, en realidad, aceites de oliva lampante y por tanto no son aptos para la venta sin el proceso previo de refinado. A pesar de los problemas detectados, hay productos de muy buena calidad a precios razonables. “En el aceite, como en muchos otros productos, un precio elevado no siempre es indicativo de calidad”. La OCU ha puesto en conocimiento de las autoridades competentes los resultados de este análisis para que determinen si se ha cometido alguna infracción y, si procede, sancionen a aquellas marcas que puedan estar engañando al consumidor y perjudicando a un sector muy importante para la economía española. Además, en el ánimo de la OCU está el colaborar con la patronal aceitera para solventar y evitar que aceites mal etiquetados lleguen a los hogares de los consumidores. Por ello, ha invitado a la patronal a un encuentro cuyo principal propósito es trabajar en un objetivo común: ofrecer un aceite de calidad y excluir del mercado a aquellos que defraudan la confianza del consumidor y no juegan limpio con el resto de fabricantes.” Creo que quedan bien claras las cosas, ¿no les parece?

Las marcas/empresas/sectores que salen malparados de uno de estos análisis comparativos diseñados y realizados por uno o varios laboratorios acreditados –en este caso, también paneles de cata-, de referencia en el sector, y pagado y publicado por una asociación de consumidores acaban repitiendo una serie de patrones de conducta:

1) Objeciones a la honradez y neutralidad de las asociaciones de consumidores, que atenderían a oscuros y desconocidos intereses de las asociaciones, que en sus estudios comparativos benefician a unos y perjudican a otros, pero no basados en argumentos técnico-científicos honrados y demostrables, sino por razones de interés propio y muy poco honorables (acuerdos secretos con ciertas firmas, las que se beneficiaría, por ejemplo).

2) Objeciones legales/normativas/jurídicas: ¿quién es una asociación de consumidores para entrometerse en la realidad de un sector económico y señalar quiénes son los buenos y quiénes son los malos? Y de hacerlo ¿por qué no se hacen las tomas de muestras y los propios análisis ante notario?

3) Objeciones metodológicas: no se respetan los protocolos de la metodología oficial de los análisis de calidad del producto, comenzando por la toma de muestras (¿cómo puede criticarse la calidad de un producto y una marca analizando solo una muestra cuando en el mercado hay en ese mismo momento centenares de miles en las estanterías?) y por el propio desarrollo de la prueba (determinación de los ítems a medir y comparar, modo en que se relacionan unos y otros datos para llegar a las conclusiones, respeto a lo que dice la normativa en cada paso del análisis, acreditaciones de los laboratorios por los organismos normalizadores…; las casusas motivo de crítica pueden ser muchas, pero el caso es que los análisis (por reducir costes, por simplificar procesos y ahorrar tiempo y dinero…, no se hacen como debieran hacerse, sobre todo teniendo en cuenta la enorme repercusión que frecuentemente adquieren los resultados de los análisis en los medios de comunicación

4) Objeciones a la interpretación de los resultados del análisis, ya técnicas ya de traslación al lenguaje periodístico, en exceso divulgativo y simplificador de realidades complejas, que no respetaría los preceptos y matices técnico-científicos.

5) Quejas por las consecuencias que puede acarrear la difusión de los resultados del análisis, dañando gravemente la imagen o perjudicando las ventas de una marca o de un sector. Como también analizan marcas “blancas” o de distribuidor, hete aquí que en cada análisis quedan bien, mal o todo lo contrario también las grandes empresas de distribución, con lo que la afectación es aún mayor.

Saben algunos de ustedes que quien firma ha dirigido durante muchos años la única revista que junto a OCU publicaba análisis comparativos en este país. Y también están informados de mis excelentes relaciones con quienes dirigen desde hace más de 25 años la OCU (asociación con más de 300.000 afiliados, que pagan su cuota, y no barata, precisamente) basadas en que durante tan largo periodo hemos compartido (además de las críticas a nuestra labor de defensa de los derechos e intereses de los consumidores, que no otra cosa es un comparativo dcomo este de aceite, o lo fue en su momento el programa “Consumidores”, de ETB2-) la obsesión por el rigor técnico en el trabajo, la imparcialidad en las interpretaciones de los resultados y la moderación y el sentido de la medida como pauta comunicativa a la hora de dar a conocer las conclusiones de nuestros estudios; sin que ello impidiera, por supuesto, la búsqueda de expresiones y titulares rotundos y claros, cuando la ocasión lo requería. Como esta, sí. Lo que les quiero decir es que, en mi modesta opinión, las marcas que han salido malparadas en este análisis de aceite deberían quejarse menos y ponerse cuanto antes manos a la obra para mejorar la calidad de su producto, un artículo natural muy sensible y de la máxima calidad cuyo proceso de elaboración hay que vigilar al detalle, porque la normativa que establece sus parámetros de calidad, es muy exigente. En cualquier país que no sea España es tarea imposible encontrar un aceite de oliva virgen extra por menos de 8 o 10 euros el litro, y aquí tenemos algunos bien sabrosos en oferta en los supermercados por 2,5 ó 3 euros. No hay que dramatizar, en muchos casos ha podido ser (suele ocurrir) pura mala suerte del productor, pero al consumidor hay que darle (siempre, y no solo la mayoría de las veces) la calidad prometida (en la etiqueta del producto, en la publicidad de ofertas del establecimiento…), y cierto que puede haber sido solo una botella o un lote el de calidad insuficiente y que al productor afectado le tocó la china de que fuera esa muestra la analizada y que deviene muy oneroso castigo para la marca afectada, pero no es menos verdad que la labor de una asociación de consumidores es precisamente esa, mantener tensa la cuerda, en nombre del cliente, del consumidor, y dar algún que otro disgusto para que se cumplan las normas de calidad y seguridad en los productos y servicios y no se relajen ni productores, ni vendedores ni la Administración que los controla. Y resulta asimismo diáfano que las normativas de calidad de los productos no se fijan para que la mayoría de los productos concernidos la cumplan o lo hagan con la mayoría de los requisitos, sino para que lo hagan todos y cada uno de ellos en todas y cada una de las características descritas. Lo que quizá habría que replantearse es si la normativa no es en este caso demasiado estricta, por exigente en exceso, en ciertos productos de alimentación. No lo digo por decir, es una idea que llevo muchos años rumiando, al cotejar los resultados análiticos de ciertos alimentos, y al preguntarme por qué en productos de gran consumo el Extra (calidad objetiva y parametrizable de producto; nada tiene que ver con el concepto delicatessen) es casi imposible de conseguir normalizadamente con los costes que el mercado admite. Es una soga al cuello de los productores que quizá habría que replantearse. Porque lo primero que ha de ser una norma es realista, debe poder cumplirse. Y también cabría reflexionar si es lógico que un producto de élite, en su propio concepto –es prácticamente el mejor de los aceites- y en lo culinario, como un aceite de oliva virgen Extra puede costar 2,50 euros el litro.

¿Y la música?

Esta siendo este un año de reapariciones de grandes figuras con discos estupendos (el soul de Bobby Womack, el country-rock de Neil Young, el folk rock de autor de Bill Fay, así citados de memoria), y el último del que tenemos noticia es el de DONALD FAGEN, exlíder de Steeley Dan, banda de referencia del negociado de la música más trabajada y exquisita de los 70s, ubicada entre los márgenes del jazz y el rock y con sabrosas concesiones al funk, al rhythm and blues y, por supuesto, al pop. Nos viene este mes de octubre Donald Fagen con “Sunken Condos”, su cuarto disco en solitario, dato que teniendo en cuenta que el primero lo grabó ya sin la banda hace 30 años, no permite tildarle de prolífico, precisamente. El disco está teniendo buena acogida en su país, EEUU, y la verdad es que escuchando este single, titulado “I’m Not the Same Without You” y anclado en esa estética atemporal de la música orquestal y grande en el buen sentido de la expresión, se entiende perfectamente el porqué.

El IVA y la electricidad subirán; otro mito alimentario cuestionado; y el mejor smartphone

¿Subirá el Iva?

Apuesten a que sí, que a Hacienda la vemos venir y que hay mucho G-20 y mucho FMI y Eurogrupo presionando para que se reduzca el déficit fiscal español, que lo tenemos engordado a punto de explosión letal. Esto quiere decir, además de la subida del IVA, eliminación de la desgravación por vivienda, reducción de los salarios de funcionarios… un planazo, vamos.

El IVA general del 18% subiría al 20%, lo que supone una subida, de golpe, del 11% de buena parte del coste de la vida. Un coche nuevo, por ejemplo, valdrá entre 400 y 700 euros más y el precio de los usados (se gravan con menos impuestos) será más competitivo: una banderilla más para un enfermo crónico, el sector del automóvil, necesitado de transfusiones que lo revitalicen y no de infecciones oportunistas como esta de la subida del IVA que empeoren su precario estado de salud. Han sido los primeros en quejarse preventivamente. Les han seguido los fabricantes de cerveza, que dicen que si sube el IVA peligran miles de puestos trabajo en las fábricas de la bebida veraniega por excelencia, y lo mismo pasaría en la hostelería, principal destinatario (más del 80% de las ventas, al parecer) del consumo de tan entrañable producto. Las cervecitas en el bar de abajo es casi lo último de lo que nos quitamos (aún no somos alemanes; no sé cuánto tiempo más nos lo permitirán) pero el precio de la caña (pongan aquí un cafelito los abstemios, o los que son más de vino) es un símbolo de la economía, lo último que un hostelero se atreve a subir de precio. Pero si no actualiza el precio de la caña (y el del resto de artículos) y traslada el incremento a sus clientes, se come él la subida, lo que en plena crisis de rentabilidad de estos negocios (y de todos), sitúa al empresario en un dilema nada sencillo de resolver. ¿mitad paga el hostelero y la otra mitad el consumidor? Por no hablar del sector turístico, que verá que su oferta de ocio cuesta al extranjero un poco más, con lo que los viajes a España pueden desviarse a otros dentinso más competitivos en precio. Ya veremos, pero casi seguro que el total de la subida acabaremos, antes o después, pagándolo los consumidores. La razón de la inminente subida del IVA, la hemos adelantado y ya lo sabemos todos, no en vano nos estamos convirtiendo a fuerza de prima de riesgo y de IBEX casi en expertos en finanzas. Subir el IVA es la medida más sencilla (y más difícil de tomar, por su impopularidad, en términos políticos; de ahí que haya sido casi la última) de que el Estado –presionado desde el exterior, más que famélico, a punto de quebrar de inanición y necesitado de socorro como nunca en la historia reciente- aumente sus ingresos rápidamente y reduzca un poco ese déficit público desbocado que nos desacredita ante los acreedores. Y todo ello, sin depender de una actividad empresarial que no levanta cabeza tan necesitada como está de créditos que el mercado financiero no quiere/puede ofrecer y de alguna expectativa positiva que levante el ánimo inversor, ni de los ierrepeefes de unos trabajadores cuyo número decrece sin freno desde hace años. Pegas a esta medida: todas. Encarece la vida de los ciudadanos en unos momentos críticos para la economía de millones de compatriotas, frena y desanima al consumo casi automáticamente, decrece la economía en general, puede reducir el ingreso de divisas procedentes del sector salvavidas de nuestra precaria economía, el turismo… Malos tiempos para la lírica, ya lo decía la canción. 1984, Golpes Bajos, qué tiempos aquellos, qué estética, qué confusiones, qué ilusiones…

¿Y la electricidad?

También subirá, pronto; y lo hará otra vez de modo obsceno en lo cuantitativo: se habla de que en julio se encarecerá la factura, de media, más de un 3,5%: Inaceptable, tras las subidas ya acusadas estos últimos meses. Se quejan las empresas eléctricas de que su producto no es caro en sí: el problema sería el apoyo político (subvenciones públicas, para entendernos) que reciben en nuestro país las energías renovables, superior al de otros países de la UE. Pero, ¿no se había reducido drásticamente este apoyo a las energías limpias? Leo, al respecto, que el Gobierno estudia nuevos recortes a las renovables precisamente para controlar el desmadre en que se está convirtiendo la puesta al día del precio de la electricidad; ahora bien, la patronal del sector de las renovables se queja y dice estar “ya a al límite”. Complicada tarea la de tomar ciertas decisiones políticas, desde luego.

¿Hay que volver a antenizar nuestros tejados?

Pues sí, ya nos podemos hacer a la idea de un nuevo gasto casi inevitable. Vamos a volver a pagar por la segunda estructuración de los canales de TDT; la primera fue la del apagón analógico. Los antenistas, supongo, encantados, con trabajo a mansalva; y nosotros, (aún más) cabreados: un nuevo gasto cuando lo que necesitamos es ingresos y no más desembolsos que apenas aportan nada. Saldrá la broma por unos 500 euros a cada comunidad de vecinos, aunque a algunas les pueda suponer hasta 2.000 euros. O sea que unas decenas de euros ya le podemos asignar a la broma. La causa del nuevo cambio es que los canales de TDT, todos ellos, cambian de frecuencia con el fin de que el espacio entre los canales que ahora ocupan el espacio del 61 al 69 los pueda utilizar la telefonía de cuarta generación. Problemas, disputas entre sectores, y sucesos tecnológicos de todo tipo para esta nueva adaptación, los hay a decenas; mientras, al común de los terrestres nos suena a chino esta jerga y la situación se complica más al entrar en liza el Gobierno, Industria en concreto, y el Tratado de la UE que prohíbe las ayudas públicas para sufragar algo que se nos antoja de sentido común: la emisión simultánea en el canal nuevo y el viejo mientras vamos resintonizando el dial. Además, el Gobierno quiere que los seis operadores privados que lograron un “canal múltiple” de cobertura nacional, con 4 diales cada uno, se las arreglen ahora en cinco canales múltiples y compartan otro u otros dos para las emisiones en alta definición. Aquí tenemos al otro actor de la comedia. De momento, los operadores de TV privados, los del 5 y el 3 que se han hecho con casi todo el pastel, se han negado a renunciar a sus canales propios. Un buen jaleo, sí. Y, al otro lado, el satélite (sistema de distribución de señales de TV apenas implantado en nuestro país, a pesar de su orografía tan particular y exigente) pide paso, ante la implantación de la TDT. En Alemania los grandes operadores de TDT emiten sus 14 canales en HD mediante satélite, canales que cuentan con dos millones de abonados. No sé, con los alemanes y británicos siempre me da la impresión de que nos llevan la delantera; pero no por más listos, sino por más aplicados, rigurosos, eficientes; y menos litigiosos, insensatos y lentos. La verdad es que a veces piensa uno que, en realidad, aquí ninguna innovación tecnológica funciona del todo bien. Tarda mucho en implantarse (pensemos en el ADSL o los servicios de banca por Internet) y te has de conformar con un nivel de implementación flojo, coherente con esa histórica filia por la chapuza y lo inacabado que lastra la imagen de país, término hoy de moda. Irrumpen nuevos adelantos tecnológicos que se venden como impecables portadoras de maravillosas ventajas para el usuario, pero ocurre que, pasado un poco de tiempo, las ventajas no son tan relevantes, el sistema adolece de graves y molestois fallos y las adecuaciones a los requerimientos coyunturales exigen de cambios permanentes que acaba teniendo que hacer, y pagar, el usuario. Carísimo e ineficaz todo; como el propio país, sí.

Otro mito sobre la comida, a punto de caer

A efectos de obesidad, podría importar tanto o más cuándo se come que qué o cuánto se come. Increíble, pero cierto. Según un estudio realizado en EEUU con ratones y publicado en la revista ‘Cell Metabolism’, establecer unos horarios fijos para alimentarse y respetar los tiempos de no ingesta es fundamental para prevenir la obesidad y mantener el peso a raya. Tanto los ratones que tomaron una dieta alta en grasas como los que comieron una dieta normal estuvieron igualmente protegidos de la obesidad siempre que la ingesta la realizaran en un horario restringido. En comparación con los que comieron sin control horario, los roedores que siguieron la pauta horaria establecida mostraron mejoras en sus ritmos metabólicos y funcionales, ganaron menos peso y sufrieron menos niveles de inflamación, un marcador relacionado con la resistencia a la insulina. El responsable del estudio, Satchidananda Panda, del Instituto de Estudios Biológicos, asegura que “el foco, hasta hora, ha estado puesto en lo que comen las personas, pero no hemos recogido datos sobre cuándo comen“. Lo que demuestra el estudio, según este especialista es que “mantener un ritmo de comidas de ocho horas frente a comer cuando tú quieras es mejor y genera cambios relevantes, como una reducción en los niveles de insulina, lo que supone una protección frente a la aparición de diabetes. Se piensa que este patrón óptimo, como el hecho de tomar una dieta mediterránea, aporta ventajas y evita la aparición de enfermedades cardiovasculares”. En resumen, que la aleatoriedad, comer cuando apetece o se puede (que es lo que en realidad tendemos a hacer), favorece la obesidad; e incluso, dicen algunos especialistas, no habría bases científicas sólidas para afirmar que es más saludable repartir la ingesta diaria en cinco comidas que en las tres de toda la vida.
Los autores del estudio reconocen, eso sí, las virtudes de la dieta mediterránea, que tanto peligro corre por la crisis económica, los cambios de estilo de vida (¿cuándo fue la última vez que nos preparamos en casa unas lentejas o unos garbanzos con berza?) y por el auge de la comida preparada y el fast food.
Otro mito que se cae, el de muchas comiditas en lugar de solo tres más copiosas, pero también una constatación de esas tautológicas que se confirma: las cosas son como son por algo. Queda claro que seguir los dictados que nos imponen, por un lado, el apetito y por otro, nuestro ritmo de vida, favorece la obesidad. Y que para hacer frente a esta epidemia sanitaria tan de nuestro tiempo y modus vivendi debemos actuar con proactividad y decisión casi militante; lo contrario de dejarse llevar por las circunstancias, para entendernos. Y mantener una disciplina. Es muy exigente el plan, y poco atractivo: por eso estamos cada vez más gorditos. Estética y salud, el preciado objetivo. Esfuerzo, sacrificio, rigor y constancia, el medio. Difícil, pero merece la pena, incluso en plena crisis, ¿no les parece? Comer menos sale más barato; consolémonos con eso, de momento.

El mejor smartphone del mercado, a fecha de hoy

Y ya termino. No tenemos la economía personal para gastos de este calado, pero seguro que alguien por ahí está pensando en ponerse al día de una vez y pillarse un smartphone. Para ellos, y para los más curiosos, esta es una información muy interesante. Y 100% fiable: la fuente es la OCU. Los técnicos de la asociación de consumidores de referencia en España han llegado a la conclusión de que el nuevo smartphone de Samsung, el Galaxy SIII, que llegó a las tiendas a finales del pasado mayo es la mejor opción del mercado; es mejor, en concreto, que su predecesor, el Samsung Galaxy SII, que el iPhone 4S y que el Motorola Razr. Un detalle curioso: hasta ahora el mejor calificado en los exámenes comparativos de OCU no era el sublimado iPhone, sino el Razr de Motorola. Las características mejor valoradas de este Samsung Galaxy SIII. Lo que más destaca en este móvil de última generación: la gran pantalla táctil (4,8”), con “sobresaliente” calidad de imagen (resolución de 720×1280 píxeles), su ajustado peso, la cámara de 8 megapíxele que permite fotos de calidad comparable al “iPhone 4S, y la batería (2100mAh) que dura cinco horas navegando por Internet, dos más que el iPhone. Pero es en el software en lo que más destaca: con la última versión de Android, Ice Cream 4.0, a la que se suma la “bonita y práctica” (lo dice la OCU) interfaz TouchWiz Nature UX. Y viene con una larga lista de comandos que se ejecuta mediante gestos en la pantalla: puedes, por ejemplo, hacer una captura de la pantalla con sólo deslizar la mano sobre la pantalla de un lado a otro. Y se puede silenciar una llamada o la música del teléfono dando la vuelta al teléfono y poniéndolo boca abajo sobre la mesa. O, si se está leyendo un SMS, puede llamarse a la persona que lo envió con tan solo acercar el teléfono a la oreja.
Por último, aporta innovaciones como Smart Stay: cuando se está leyendo una página, un sensor en la cámara frontal determina que los ojos están centrados en la pantalla y controla los ajustes del brillo de manera que la pantalla no se bloquea automáticamente pasado un tiempo, sino que seguirá encendida mientras el usuario la esté mirando.

¿Y la música?

Norah Jones, a pesar de ser como ideal y cuasiperfecta, siempre me ha gustado, como me ha pirrado desde niño la coliflor con mayonesa; no es gran cosa, pero me encanta y define mi (poco refinado) gusto. Y en este último disco, la voz y las canciones de Norah, más maduras, armadas y estilizadas, me gustan tanto o más que nunca.

El bienestar animal, responsabilidad o lujo inasumible: los pollos viven algo mejor, pero los huevos los pagamos un 50% más caros

Cierran en un solo año doscientas cincuenta granjas avícolas para la producción de huevos (una de cada siete de las 1.750 existentes en 2011 ha bajado las persianas) y sube un 50% el precio de los huevos.
¿El motivo de esta convulsión en el sector? La aplicación de una normativa UE de bienestar animal, que obliga a las granjas a disponer en sus jaulas de un 40% más de espacio para los pollos del (ínfimo: 500 centímetros cuadrados para cada animal) que tenían, en realidad, se ha obligado a que, al menos, puedan moverse un poco: siempre han vivido hacinados en esas enormes naves industriales, perfecto escenario de una película de terror escatológico. El número de pollos confinados en jaulas ha pasado, del año pasado al actual, de 43 a 35 millones. Sin embargo, el de gallinas camperas (de 800.000 a casi un mllión) y de las de “granjas en suelo” (de 335.000 a 1,45 millones) ha aumentado notablemente. Parece que las cosas van cambiando, a favor del bienestar animal y de la responsabilidad de los seres humanos para con sus animales de abasto, si bien a costa de un (más que probablemente) inevitable encarecimiento de un producto tan de primera necesidad como el huevo. ¿pasará lo mismo con los peces y mariscos de la acuicultura, o con el foie grass de los patos? ¿y con la carne de vacuno o porcino? ¿Podemos pagar en momentos tan difíciles para la mayoría de las economías familiares este sobrecoste, nos lo podemos permitir? Quizá fuimos demasiado lejos en la explotación intensiva del sector primario y es hora de dar marcha atrás, pero…

Cuatro de cada diez coches tendrán en España más de trece años de antigüedad en 2015. Hoy tienen trece o más años solo el 30% del parque automovilístico. Y la media de edad es de 10,5 años, dos años más que en 2008. La tendencia parece clara: en época de crisis, evitamos comprar coche y tiramos con el que tenemos. La cifra de ventas de coches da fe de ello: se venden menos coches nuevos que nunca, hasta el punto de que hemos llegado a una ratio récord: en 2012 se estima que se venderán 2,3 automóviles usados por cada uno nuevo, y según fuentes del sector “se debe más al hundimiento de la demanda de automóviles nuevos que al crecimiento del mercado de usados”. Y es cierto, porque apenas aumentan las ventas de los coches de ocasión (sólo un 1% en el último año). La crisis y la falta de financiación por parte de los bancos hace que los consumidores se decanten cada vez más no solo por coches usados en general sino por los de cierta antigüedad en particular, ya que son más baratos y por tanto pueden pagarse sin recurrir a créditos o, en su caso, con préstamos de menor cuantía. Indudablemente, los coches viejos contaminan más, consumen más carburante y son menos seguros (aumenta el riesgo de accidentes) que los coches nuevos y que los que cuentan con pocos años. Tras varios años de continuidad en esta línea, España es el segundo país de la UE, solo superado por Grecia, con coches más viejos: cuando finalice este año, el 45% de nuestro parque automovilístico tendrá 10 o más años.

Proliferan en Madrid las lavanderías autoservicio, al estilo de lo que hemos visto en el cine que ocurre en las ciudades de EEUU. Incluso hay franquicias compitiendo por este nuevo hueco comercial. La razón de previsible éxito es que estas lavanderías son un 50% más baratas que las tintorerías. No es que la gente haya dejado de hacer la colada en casa ni que no le llegue para comprar lavadora, lo que va a dejar es de ir la tintorería para limpiar sobre todo alfombras, mantas, cortinas y otros productos textiles.

Bruselas censura a España y critica a las grandes empresas eléctricas por el abandono de las energías renovables y el parón impuesto por el Gobierno al sector de las energías limpias, a pesar de que anteriormente uno de los más activos en las ayudas a la producción eólica y solar. La UE, además, critica directamente la “compensación escesiva” y los favores a las centrales nucleares e hidráulicas, “ya amortizadas” y que pagan los consumidores. Recalca también que las subvenciones al carbón son “ineficientes y perjudiciales para el medio ambiente”. En su reprimenda, la Comisión Europea recuerda que “España sigue retrasada respecto de otros países de la UE en la aplicación de la legislación medioambiental” y advierte de lo difícil que resultará España alcanzar el objetivo europeo para 2020. Incluso revela la CE que estas medidas anti-energías renovables no se han traducido en reducción de precios de la energía eléctrica, por lo que frenan el crecimiento económico. Las eléctricas convencionales (Iberdrola, Endesa, Gas Natural), por su parte, aducen que el déficit tarifario -que llevan años exigiendo equilibrar con costes de producción y distribución y que el Gobierno va compensando con las consecutivas y recientes subidas de precios de la alectricidad,- se debe a las primas, las subvenciones, que durante estos últimos años recibieron las energías renovables (éolica y solar, sobre todo).

Refrescos de más de medio litro, prohibidos en EEUU. La obesidad creciente sigue auspiciando medidas coercitivas en el consumo. Nueva York propondrá este jueves prohibir la venta de refrescos de más de medio litro en restaurantes , cafeterías y otros estableciemitnos alimenticios en la ciudad. La normativa pretende combatir así el consumo excesivo de bebidas azucaradas y la obesidad que este genera en una población muy aficionada al fast food. En nuestro país, no prosperó la propuesta de gravar con impuesto específico a la comida basura, pero vemos que en otras latitudes las autoridades establecen normas radicales para poner freno a la epidemia emblemática de este siglo: la obesidad.

Medio millón de muertos tenían seguro de vida pero los herederos que podían cobrarlos no lo sabían. Casi medio millón de personas han descubierto en los últimos cinco años que un familiar ya fallecido tenía contratado un seguro de vida gracias al registro creado por el Ministerio de Justicia para evitar que estos seguros queden sin cobrar. Desde junio de 2007 y hasta el 31 de mayo de 2012 el Ministerio de Justicia ha recibido más de un millón y medio de consultas y en 488.065 casos se ha concluido que el familiar fallecido sí contaba con un seguro de vida. La moraleja es evidente: si tienes un seguro de vida, que lo sepan tus familiares y herederos. Si temes que quieran quitarte de enmedio para cobrar, quizá deberías pensar en cambiar el testamento, digo yo y permitidme la broma.

Transparencia Internacional (TI) ha advertido de que España no sanciona ni controla “suficientemente” la ineficiencia, el despilfarro y las corruptelas en el sector público. Y recomienda la aprobación de un plan nacional de lucha contra la corrupción. La ONG, con sede en Berlín, ha publicado este miércoles un informe que aborda el problema de la corrupción y la importancia de sacar adelante una Ley de Acceso a la Información frente a la “cultura de opacidad”. Propone, además, al Gobierno que promueva un plan estratégico contra la corrupción que involucre a partidos políticos, ONGs, sindicatos, asociaciones empresariales y medios de comunicación. Por último, TI considera necesario reformar la Ley de Enjuiciamiento Criminal y plantea que la investigación de los delitos de corrupción por parte de los fiscales podría hacer “más viable” el sistema. ¿Cabe hacer comentarios?

Reebook y Skechers pagan multas millonarias por publicidad engañosa de sus zapatillas “adelgazantes” y saludables. La Comisión Federal de Comercio de EEUU (FTC) ha resuelto que los beneficios (perder peso, combatir la celulitis, reafirmar los glúteos, reducir el dolor lumbar y de espalda, prevenir las varices, comatir la celulitis…) carecen de fundamento científico, lo que se traducido en dos multas por publicidad engañosa, que las marcas han aceptado pagar: una de 18 millones de euros para Reebok en septiembre del año pasado y otra de 31 millones para Skechers a mediados de mayo. Ya denunció OCU en marzo que esos efectos fantásticos de las zapatillas no estaban probados, y citaba un estudio del American Council of Exercise, dependiente del Centro de Información sobre la Salud, que demuestra que el consumo de energía y la actividad muscular con estas zapatillas no son superiores a los que se producen al caminar con unas normales. Además, las autoridades estaounidenses obligaron a estos dos fabricantes a devolver el importe pagado estas zapatillas a los compradores que lo soliciten. De todos modos, las empresas no ceden en su empeño y, admitiendo el pago de las multas para evitar indemnizaciones multimillonarias, continúan anunciando sus zapatillas con promesas publicitarias similares a las prohibidas, que aun sin citarlos expresamente sugieren esos beneficios “saludables” que no consiguen demostrar.

Las multas para ciclistas que infringen la nueva normativa generan polémica en San Sebastián. Circular por la acera en bici supone una multa de 50 euros, lo mismo que llevar timbre o luz. Y la sanción sube hasta 200 euros si se circula con los auriculares puestos o hablando por el móvil. Multas estipuladas por la nueva legislación implantada por el gobierno municipal de San Sebastián para los ciclistas. La aplicación de esta medida, a pesar de los seis meses transcurridos desde la campaña de concienciación, ha despertado una fuerte polémica entre algunos ciclistas, que consideran abusivas las sanciones y reclaman una mejora de los bidegorris para garantizar la seguridad. Es habitual ver que ciertos ciclistas circulan por donde no deben y que no respetan las normas específicas de este vehículo, pero ¿no es demasiado pronto para sancionar a quienes usan un medio de transporte urbano tan elogiado como la bici?.

Y la música?

Pues hoy toca el pop juvenil emergente del quinteto británico Tigercats, banda más de mañana que de hoy, de recién surgidos y poco conocidos que son. Aunque tampoco renuevan en exceso la fórmula ya exprimida por Hefner o más recientemente transitada por Wave Pictures: canciones frescas, breves, vitaminadas, brillantes y enérgicas. Las peculiaridades de Tigercats: los preciosos estribillos, las dos voces (chico y chica, ambas bellas, dotadas técnicamente e idóneas para el estilo), las guitarras ochenteras ejecutadas con brío y querencia a los arpegios endemoniadamente recortados pero huyendo como de la peste de los solos (tal y como propugnaba la leyenda escrita en la guitarra del cantante), así como las percusiones (en este directo, limitadas a un cajón) dinámicas, livianas y resultonas; en suma, pop elegante, ameno y nervioso, con la tensión justa y con buen humor pero sin confianzas excesivas, perfecto para coger aire y saltar la alambrada que a cada paso nos plantan estos tiempos tan enervantes.

Vi ayer mismo en directo a Tigercats en el Fnac de Bilbao en un breve y poco concurrido concierto, y me sorprendió que pese a su juventud sonaran tan claro y redondo, y que, aunque parezca simple la sentencia, tocaran y cantaran tan bien.

Alimentarse bien, ¿tarea de héroes?

Me pregunto yo:

Si la comida basura (me refiero a la fast food y a la comida procesada de los supermercados), es cada vez más sabrosa (la industria alimentaria sabe lo que se hace), más accesible (nos tienta sin desmayo, está por todos lados; cuesta evitarla), más barata (las hamburguesas y pizzas deben ser lo único que no encarece) y más publicitada (vean la tele)

Si las frutas y verduras frescas, paradigma de la alimentación saludable, son cada vez cada vez más insípidas y menos apetecibles, como revelaba ayer mismo un informe de OCU, con cata masiva de frutas y verduras de decenas de puntos de venta de cuatro grandes ciudades (ninguna vasca, error mayúsculo.)

Si nosotros, los consumidores, somos cada vez más comodones y, con la que está cayendo por todos lados, nos encontramos menos motivados para cualquier cosa que suponga un esfuerzo (hacer la compra y ordenar el género en casa, cocinar.., uffff, mucha faena) que no reporte gran satisfacción o, al menos, je, genere ingresos….

Si cada día que pasa tenemos menos dinero disponible para hacer frente a la faena diaria del sobrevivir, y está más que demostrado que la cesta de la compra con los alimentos que componen la dieta saludable y equilibrada (y que todos identificamos perfectamente; no hay excusa, amigos) sale bastante más cara que la comida sabrosota, rica en grasas, sal, azúcares, aditivos espesantes, saborizantes, aromatizantes….

¿Cómo demonios vamos a alimentarnos bien y mantener un buen estado de salud, si ese propósito tan loable lo tiene todo, pero absolutamente todo, en contra?

Somos humanos, por Dios. ¡Pero si incluso el 90%, por lo menos, de los comestibles menos aconsejables para el consumo cotidiano (ponga ud. el que quiera de sus preferidos) son los que mejor nos saben y más satisfacen a nuestro paladar, y por ende, los que más contruibuyen a generar esas micro-felicidades que hacen más viables las largas horas que trae consigo cada día!

En realidad, convengan conmigo, somos poco menos que unos héroes.

¿Y la música?

Pues ya que estamos, que no falte la épica, y saquemos el ánimo de donde sea, que seguro que algo nos quedaba por ahí. David Bowie, por siempre. Héroes siquiera por un día. ¿Este, quizá?

Alimentos funcionales: la mayoría, poco más que publicidad

Lo prometido es deuda, y sin ceder a la tentación de arremeter contra cierta clase política que nos ha caído en desgracia, que no en suerte, y contra el modus operandi de los mercados financieros (¡cómo hemos podido llegar a esto!: más de cinco millones de parados, el IBEX-35 en 6.400 –las mayores empresas españolas, y los ahorros de millones de ciudadanos, valen la mitad que hace solo unos años- y la prima de riesgo por encima de 500 puntos básicos –o lo que es lo mismo, un Estado casi en quiebra y un país del que nadie se fía), hablemos de los alimentos funcionales.

Cosa muy propia en una fecha como la de hoy, Día de La Nutrición, en el que hemos leído noticias sobre el asunto: iniciativas solidarias para combatir la desnutrición que deteriora la vida de un tercio de los pobladores del planeta; las autoridades de la cosa en España (AESAN) que descartan gravar con impuestos especiales a la comida rápida o comida basura; decálogos para evitar el sobrepeso y la obesidad; talleres de consumo para alimentarnos de un modo más saludable… Es evidente, lo que comemos/bebemos y lo que dejamos de comer/beber marca nuestra vida. Y merece, por tanto, que le dediquemos tiempo y esfuerzo a reflexionar sobre el particular y a tomar medidas que conduzcan a una alimentación saludable y equilibrada sostenida a lo largo de las décadas: unos pocos años virtuosos no sirven para nada. Sí, todo está escrito. Llevo más de 25 años informándome e informando sobre temas de alimentación, y las sorpresas y descubrimientos no han sido muchos ni importantes en este tiempo. Así, de memoria: el Omega-3 y las bondades del pescado azul y el aceite de oliva en la dieta cotidiana, la aparición de las nefastas grasas trans, el papel de la fibra alimentaria en el metabolismo, la vinculación entre grasas animales y enfermedades cardiovasculares, la importancia de la higiene en todo el proceso -desde la producción hasta el consumo- para evitar toxiinfecciones alimentarias en otro tiempo numerosoas y muy graves; la sal y la hipertensión; la obesidad como enfermedad y como puerta de entrada a otras dolencias. Siguen valiendo axiomas muy conocidos y nada novedosos, trataba de decir. Comer de todo un poco, priorizando verduras y frutas, cereales y legumbres; más pescado y menos carne, salvo de la de ave o conejo; desayunar en más cantidad y variedad, y ser más frugal en la cena; reducir el consumo de alimentos ricos en grasa -en general, y saturada en particular-, en sal y en azúcares; no abusar de las cantidades, mejor todo en plato pequeño; alcohol, nada, y en su caso, un poco de vino tinto en las comidas. Qué sencillo todo; de puro repetido debíamos de saberlo casi de memoria. En realidad, ya lo sabemos, pero… somos débiles y comer es ese tipo de satisfacción siempre a mano, y que casi nunca falla.

alimentos funcionales

Constituyen una de las mayores novedades de la industria alimentaria estos últimos años. Y no me refiero tanto a los ya veteranos productos light (bajos en grasa, en calorías, en sal…, según el alimento de que se trate) como a lo que ya se comienzan a denominar medicalimentos, que –según predican sus fabricantes- han sido creados de tal forma que contribuyen a mejorar nuestra salud de un modo distinto y superior al que cabe esperar de un mero alimento.

Enriquecidos en fibra (para ir con más frecuencia al baño y evitar el estreñimiento) o en Omega-3 (para mejorar la salud cardiovascular), con microorganismos probióticos (para aumentar la flora intestinal y mejorar las defensas), con adición de vitaminas o verduras o frutas (para ayudar al crecimiento y otras funciones), con fitosteroles añadidos (para reducir el colesterol malo), con bifidobacterias para potenciar la regularidad en la evacuación intestinal, con soja para reducir ciertos tipos de colesterol y prevenir enfermedades cardiovasculares. Dentro de estos productos de nueva generación los hay aún más sofisticados, como el lácteo de una conocida marca que promete “cuidar tu piel desde el interior”, por estar enriquecido con un complejo de vitamina E, omega-6 (de la borraja), antioxidantes (del té verde) y probóticos exclusivos de ese fabricante. Os adelanto que este producto va a tener que dejar de usar esta alegación.

Una larga lista de propiedades pseudomilagrosas, publicitada hasta la saciedad sobre todo en televisión y vehiculada por personajes famosos, que abre en el consumidor una nueva interrogante: la mayoría de estos alimentos están muy ricos y en buena parte se compran por esta idoneidad organoléptica, pero

¿merece la pena, en términos de salud, el sobregasto que supone comprar productos con alegaciones nutricionales?

La respuesta es que, de entrada y en general, no compensa, porque no es necesario y porque podemos confundir los conceptos. En primer lugar, porque esas primorosas y saludables funciones las encontramos en alimentos naturales, asequibles y nada difíciles de conseguir en nuestros mercados, tiendas y supermercados. Las contadas personas que sufren alergias a ciertos alimentos (al pescado, a ciertas frutas, a la leche, a los frutos secos) deberían, en este caso, buscar otros productos que contuvieran estas sustancias saludables (Omega-3, fibra, vitamina C, esteroles vegertales, calcio, etc) y que no les causen alergia , ya que en casi todos los casos es posible.

Y, segunda razón, porque el consumo -incluso frecuente- de estos alimentos funcionales tampoco es tan efectivo ni decisivo; que apenas afecta a la salud, vamos.

En algunos casos, como los enriquecidos en fibra o en Omega-3, lo sensato y adecuado es consumir alimentos que contienen de modo natural gran cantidad de estas sustancias: la fibra abunda en cereales –sobre todo, integrales-, verduras, frutas y frutos secos; y la grasa Omega-3, en el pescado azul. La vitamina C, en naranjas, kiwis y otras frutas… y seguiría la lista. Así de claro y de sencillo. En otros, la acción específica del superalimento no es tal o no deviene tan relevante, ya que no se ha podido demostrar en laboratorio ni en ensayos clinicos, que es donde y como procede hacerlo; es el caso de los productos con soja (en breve, no podrán mencionar que previene las enfermedades cardiovasculares mediante una disminución de ciertos tipos de colesterol), y las de leches fermentadas con microorganismos del tipo Lactobacillus casei inmunitass, que no podrán indicar en la etiqueta ni asegurar en su publicidad que “ayuda a tus defensas”; o de los yogures y similares con bifidobacterias que dicen mejorar la regularidad para ir al baño, la flora intestinal e incluso la digestión. Pero tampoco nos felicitemos en exceso. Fijémonos en cierto anuncio de un lácteo que hacía antes esta alegación y comprobaremos cómo hoy, en lugar de decirlo a las claras, lo sugieren tangencialmente recurriendo a un juego de frases, quedando en el telespectador la impresión de que el producto realmente ayuda a las defensas de su organismo. Y es que la retórica publicitaria da tanto juego a los anunciantes que a veces uno duda de si merece la pena que Administración y asociaciones de consumidores trabajen tanto en establecer controles y comprobar científicamente la veracidad de ciertas aseveraciones muy vendedoras (hablamos de beneficios para la salud mediante el consumo de alimentos, poco menos que una fiesta…) pero no demostrables científicamente, por tanto, no suficientemente ciertas.

Volvamos al asunto, de todos modos. Tras muchos años de trabajo, la UE (en concreto la EFSA, la autoridad europea en materia de seguridad alimentaria, el organismo que autoriza o prohíbe las alegaciones nutricionales y de salud que pueden usarse en el etiquetado y publicidad de los alimentos) ha publicado la lista de alegaciones sobre propiedades saludables de los alimentos que entrará en vigor el próximo mes de diciembre y que, en palabras de OCU, se trata de “otro paso más para aclarar las cosas, saber qué contienen realmente y limpiar las etiquetas de algunos alimentos con supuestas propiedades sobre la salud, que han venido luciendo en los últimos años sin un control adecuado”. La publicación de esta lista supone, nuevamente en palabras de OCU, “un importante avance”, y ello “a pesar de que aún falta que se pongan en funcionamiento algunos perfiles nutricionales previstos en la normativa”, como que alimentos muy ricos en grasas saturadas, azúcares o sal tengan prohibido usar leyendas sobre efectos para la salud para promocionarse. Algunas alegaciones, como las que he citado más arriba, no han sido autorizadas por la UE, por lo que esos productos no las podrán utilizar en sus etiquetas ni en su publicidad.

De todos modos, algunos de estos alimentos que hacen alegaciones nutricionales sí cumplen, al menos en parte, con lo que prometen. La mejor muestra de este reducido grupo la componen dos conocidas bebidas lácteas y una grasa untable a las que se han añadido esteroles vegetales y cuya publicidad se basa en que “Ayudan a reducir el colesterol”. Puede admitirse que cumplen su función, si bien estarían dirigidos únicamente a quienes necesitan reducir su colesterol malo. Además, los esteroles vegetales pueden incorporarse a la dieta de modo más sencillo y económico, pues se encuentran de forma natural en muchas frutas y verduras, frutos secos y semillas, en leguminosas y en los aceites.

Seguiremos con el tema, pero ya tenemos materia para hablar, si os parece; quedo a la espera de vuestros comentarios. ¿Os convencen los alimentos con alegaciones nutricionales? ¿Confíáis en ellos? ¿Los compráis?

¿Y la canción de hoy?

Ideal para bailar, os traigo hoy pop de ensueño. Sin alharacas de producción ni sobrearreglos innecesarios, y con la dosis exacta de naturalidad, rareza, repetición y ruido, con una sabia mezcla de ritmo y encanto. En cuanto a la originalidad y el talento, se le da por supuesto a Here We Go Magic, la estupenda banda radicada en Brooklyn cuyo factotum es el otrora cantautor Luke Temple. Acaban de sacar nuevo disco, pero esta canción, Fangela, venía en el primer álbum de Here We Go Magic, un gozoso descubrimiento que hicimos en 2009.

¿Más impuestos a la comida basura?

(perplejos y decepcionados por el papelón protagonizado estas últimas semanas por Banco de España, Gobierno actual, oposición cuando fue gobierno y, por supuesto, los responsables directos de la entidad, seguimos asistiendo al culebrón Bankia. Y nos preguntamos cómo se ha dejado agravar la enfermedad -me temo que no solo ha sido la contaminación del ladrillo- hasta el punto de llegar a la tesitura de operación a vida o muerte que supone la intervención por el Estado; y cómo puede justificarse que se haya hecho tan tarde, con ese coste tan desmesurado para el erario público, con esa imagen tan lamentable trasmitida a los mercados y al mundo en general en este dramático momento de la economía española y con tantos ciudadanos inocentes perjudicados; y es que no puedo dejar de pensar en los miles de accionistas que acudieron confiados a la salida a Bolsa de la nueva empresa hace aún pocos meses. ¿Se exigirán responsabilidades a los dirigentes -económicos y políticos- que han consentido la quiebra de una entidad que integraba, entre otras, a dos cajas de ahorros cruciales en el sistema financiero patrio como Caja Madrid y Bancaja? Todos echan balones fuera, el fracaso no tiene padres. Y mira que sería edificante que cada uno se hiciera cargo de su parte de responsabilidad en el desastre: aportaría un mínimo de esa confianza que está en niveles subterráneos desde hace demasiado tiempo. Y sin confianza no hay economía que crezca, ni tasa de desempleo que se reduzca).

(Euskadi, se ha comunicado hoy, entra oficialmente en recesión, ya que su economía ha decrecido –respecto del mismo periodo del año anterior- dos trimestres consecutivos. Es la segunda desde que se inició esta crisis que marcará los inicios del actual siglo: la primera recesión se fecha en el ya lejano 2007, lo que nos da una idea de lo mal que marchan los números, también para los vascos, estos últimos meses)

(he aquí, ¡albricias! -como se decía antes en los comics- una noticia positiva-: dos constructores han sido condenados por un Juzgado de lo Mercantil de Bilbao a indemnizar con 2,98 millones de euros a los propietarios de un edificio de viviendas de Barakaldo -un rascacielos de 22 plantas levantado hace siete años- por las graves deficiencias de que adolecen sus pisos. Los constructores denunciados por los vecinos propietarios deberán responder con su propio patrimonio, toda vez que la sociedad que construyó las viviendas está en concurso de acreedores y que el juez ha considerado que los constructores son responsables directos de la insolvencia de la empresa. Los vecinos han necesitado 5 años y acudir a varios juzgados para resolver la batalla legal, pero no han conseguido una indemnización suficiente para solucionar los problemas de sus pisos, que un perito tasó en 4,68 millones de euros).

Estamos programados para que nos guste comer, y de hecho es una de las pocas cosas que resulta agradable a todo el mundo, a pesar de lo redundante de la operación. Como seres inteligentes que somos, las acciones que repetimos cada día tendemos a mejorarlas e historiarlas un poco; nos lo pide el cuerpo. No otra cosa que este espíritu de hacer cada vez mejor lo que debemos hacer a menudo es el origen del desarrollo y el progreso económico y social, diría yo. De esta imperiosa necesidad de nutrirnos hemos hecho virtud y pacientemente, generación tras generación y siglo tras siglo, hemos ido convirtiendo este acto tan cotidiano y necesario en fuente no solo de satisfacción inmediata, sino también de entretenimiento y socialización definitoria de las costumbres, la economía y la cultura de cada etnia y zona del planeta. Algo tremendo. Si hemos llegado a calificar de arte al proceso de hacer comestibles, hermosos y digeribles los alimentos que ingerimos, reparen en hasta qué punto hemos sofisticado una acción tan prosaica como llenar la panza y proveernos de energía para seguir levantándonos cada mañana con ganas de hacer cosas.

Al igual que resulta placentero el trámite que procura la reproducción humana, el hecho de que comer sea una satisfacción (la única de ciertos días oscuros, sí) es un medio de garantizar la pervivencia de la especie. Ahora bien, ¿por qué, a pesar de tantos años de trabajo denonado con los productos, con sus preparaciones y con los platos, a pesar de haber convertido el quehacer culinario en carrera casi universitaria, lo que más nos gusta, por sabroso y apetecible, es casi siempre lo más calórico, salado, azucarado y rico en grasa; o sea, lo que más perjudica, a la larga, nuestra salud? ¿Para esto tanta evolución tecnológica? No niego que también se disfruta lo suyo dando cuenta de una imaginativa ensalada condimentada con originalidad y delicadeza, y un buen pescado fresco asado con esmero a la brasa. Pero este saludable menú, además de exigir entrenamiento gustativo y suponer un presupuesto poco coherente con los tiempos de crisis que padecemos, difícilmente nos deparará la satisfacción esencial de un chuletón con pimientos, una paella bien surtida de marisco y pollo, unas alubias con sus obscenos sacramentos o un plato de pasta con abundante nata y bacon. O, ya abandonando cualquier atisbo de mesura, pocas cosas resultan más tentadoras, cuando el hambre hace resonar el estómago, que una hamburguesa doble con queso y bacon, cebolla frita, mostaza y ketchup, acompañado todo de una gran caja de patatas fritas, un refresco dulzón o una cerveza y una copa de helado tamaño extra.

Sirva este prolijo preámbulo para situar el tema de esta semana, la comida rápida, o comida basura, que tantos aficionados lleva décadas cautivando, muy especialmente entre niños y jóvenes. Sabrosa al paladar y barata para el bolsillo. Dos cualidades que a nadie disgustan. Además, todo en los restaurantes fast-food es sencillo y rápido, por no requerir protocolo alguno no se necesita ni destreza con los cubiertos. Todo fácil y sin problemas.Y con dos vectores de refuerzo: las multimillonarias inversiones en campañas publicitarias que asocian esta comida a la juventud, la felicidad, la armonía familiar, la calidad nutricional, el sabor…; y por otro lado, la investigación de la industria alimentaria, dirigida a encontrar (o crear) las materias primas más sabrosas; y los aditivos, ingredientes y mezclas que más las realcen en sabor, aroma, textura y color; y las presentaciones más llamativas del producto, que hagan a estas comidas irresistibles; y vaya que lo logran: se discute, incluso, si son adictivas.

Científica y socialmente hay consenso. La obesidad y las enfermedades cardiovasculares (más en concreto, su mayor prevalencia) están directamente asociadas a las dietas demasiado calóricas, grasientas, saladas y azucaradas. Exactamente, y uno a uno, los atributos que definen la comida basura.

Tenemos encima de la mesa de debate social una interesante iniciativa, ya aplicada en algunos países y propuesta por cierto partido republicano catalán: gravar con impuestos especiales la comida basura, al modo en que se hace con el tabaco o las bebidas alcohólicas, y destinar ese dinero a la educación nutricional de la población y a fomentar el consumo de alimentos saludables. Tras reflexionar sobre la conveniencia de este impuesto específico para la comida basura durante unos días, se me ocurre esto:

Argumentos a favor de subir los impuestos a la comida basura:

Es una batalla más en la guerra -estratégica y de gran relevancia sanitaria-, que libran médicos, autoridades sanitarias y consumidores contra la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, vinculados tanto al consumo frecuente de comida rápida y procesada como al abandono de la dieta equilibrada, que tiene una adecuada aportación de vitamina, minerales y fibra, de lo que carece la comida rápida.

– Es un modo de conseguir que las multinacionales de comida rápida paguen y se hagan responsables de las repercusiones que sus productos y campañas publicitarias logran: el empeoramiento de los hábitos alimentarios, y por ende, de la salud de la población.

– Si la comida basura sube de precio, es más que probable que se reduzca su consumo. El encarecimiento del tabaco se ha demostrado una eficaz medida para que se fume menos.

– Si la comida basura aumenta los gastos sanitarios al favorecer la obesidad y las enfermedades a ella asociadas, es justo y razonable que aporte al sistema parte de esos gastos extra que genera

– El dinero que suponen esos impuestos especiales se puede destinar a campañas de educación nutricional, y a subvencionar alimentos saludables. Una compensación justa, vamos.

Los poderes públicos defienden y se comprometen con la salud de la gente, por lo que fomentan la dieta saludable, y penalizan la dieta -y el consumo de productos- que conduce a la enfermedad.

– Es un modo de alertar a la población de que el consumo frecuente de comida basura conduce a la obesidad y a las enfermedades cardiovasculares

– Subir los impuestos a la comida rápida e informar más sobre su contenido en calorías ayudar a limitar su consumo; es la conclusión de un estudio reciente de la Universidad de Maastricht.

– Médicos británicos de todas las especialidades han criticado duramente hace pocas semanas que su Gobierno “deja la responsabilidad en la industria para que voluntariamente rebaje las calorías, el tamaño de las porciones y asesore a los consumidores sobre la manera de comer saludablemente”. Y piden que no se permita que marcas como McDonalds y Coca-Cola patrocinen acontecimientos deportivos como los Juegos Olímpicos ni que famosos publiciten comida insana para niños.

Argumentos en contra de subir los impuestos a la comida basura:

No será eficaz, no logrará que se reduzca el consumo de comida basura ni que se reeduque a la población en materia de nutrición y dietética. No es tan sencillo cambiar los comportamientos de la gente, que por algo decide lo que decide en cada acto de consumo.

Subirá el precio de una comida popular y económica, y en tiempo de crisis, con muchas familias sin apenas recursos ni siquiera para la alimentación, eso es un error y una injusticia. Lo insano es el consumo excesivo, pagarían todos por la desmesura de unos pocos. Además, los de fast food son los restaurantes más baratos. ¿A dónde iremos, si se encarecen significativamente los menús de estos locales, cuando no tenemos dinero y necesitamos o nos apetece comer fuera de casa?

– Puede propiciar que la industria reduzca la calidad de sus materias primas y/o de otros elementos de la cadena de producción (servicio, seguridad alimentaria, condiciones de trabajo de los empleados, responsabilidad social)

– Es un exceso intervencionista del Estado, y una manera disimulada de subir los impuestos. Total, para que nada cambie…

– Es injusto con la industria alimentaria de comida rápida y procesada, que paga sus impuestos y, además, está sujeta a limitaciones específicas en materia de promoción, información, composición de los platos, etc.

Los ciudadanos son suficientemente maduros como para tomar las decisiones que más les convienen. Más aún, en un tema como el de la alimentación, en el que la información es abundante y está disponible (ese Internet) para quien desee hacerse con ella.

– Es desviar la atención y un ejercicio de hipocresía, ya que la responsabilidad de que niños y jóvenes se alimenten correctamente es de padres y educadores, del sector médico y sanitario, de los poderes públicos y en última instancia, del conjunto de la sociedad; y no de las multinacionales de la comida rápida y de la publicidad que estas hacen.

– La industria alimentaria tiene que cumplir la ley y ofrecer estándares satisfactorios y conforme a norma de calidad de producto y servicio, y de seguridad alimentaria. Y con eso debe ser suficiente; el resto es cosa del mercado libre y de la soberana decisión del consumidor.

Pues apuntados quedan los pros y contras de esta posible medida. Seguro que queda alguno por apuntar, ¿quién se anima?

Vamos ya con la música.

El Primavera Sound es un festival incomparable en calidad y cantidad a cualquier otro evento de música popular (pop, folk, rock, electrónica…, se entiende) que se celebre en España. A finales de mayo, dentro un par de semanas, congregará en Barcelona a miles de aficionados a la mejor música del momento, con indisimulada querencia a los sonidos (norte) americanos y a lo que se conoce como música independiente; traduzco: la ajena al paripé de los grandes sellos discográficos, el gran mercado, las canciones predigeridas y las emisoras de radiofórmula. Este 2012 será el primero que el Primavera no me contará entre sus asistentes, y eso que lleva ya una docena de ediciones. En cada una, de los en torno a 130 programados, hay una treintena de conciertos ineludibles para quienes perdemos buena parte de nuestro tiempo de ocio siguiendo la actualidad musical. Y de ese ramillete de shows seleccionados con deleite durante las semanas previas al acontecimiento, siempre hay un concierto particularmente ansiado, ese que no piensas perderte por nada del mundo. Esta vez, hubiera sido la actuación de Jeff Mangum, alma mater de Neutral Milk Hotel, la efímera banda de indie-rock de Lousiana (EEUU) a la que nadie ha visto por aquí en directo y que creó en 1998 un disco de culto que llevamos años escuchando y que fue el segundo y último de su carrera. Se titula “In the Aeroplane Over the Sea” y esta es la canción que da título al disco.

la última aberración en dietas adelgazantes

Hoy os sugiero dos lecturas:
un original y oportuno comparativo de Eroski Consumer que analiza cuatro videoclubs on line (Filmin es la plataforma más completa; Youzee destaca por su sencillez de uso) para ver películas en nuestro ordenador, y una investigación de OCU que denuncia la mala calidad de la información que prestan los SAT –servicios de atención al cliente- de las compañías de gas y electricidad que operan en nuestro país.

Fue ayer noticia que un doctor, cuyo nombre no citaré por no darle una publicidad que en absoluto merece, está logrando cierto éxito en Miami (EEUU) con una dieta que promete eliminar diez kilos en otros tantos días y cuyo método es el siguiente: mediante una sonda gasonástrica -de las que se usan en los hospitales con los enfermos que no pueden ingerir alimentos por vía bucal- se suministra al cliente una solución de aminoácidos, vitaminas y minerales que le aporta unas 800 calorías/día. Antes, por supuesto, hay que introducir en el organismo del cliente un tubo nasogástrico que ha de llevar encima 24 horas al día durante la semana y media que dura el tratamiento. El mecanismo de adelgazamiento es sencillo, se trata de una propuesta radicalmente hipocalórica; pensemos en que la media de nuestra ingesta puede representar un aporte energético de entre 2.200 y 2.600 calorías diarias. La ventaja es que no hay que hacer nada, incluso puede seguirse sin salir de casa, y parece que no se pasa hambre. Hablemos ya en serio. El director del Centro de Investigación Preventiva de la Universidad de Yale, de nombre David Katz, haciendo alarde de sensatez, sin dejar pasar el tiempo ha denunciado que este nuevo método de adelgazamiento viola la ética profesional y supone un peligro para el hígado, los riñones y la estructura ósea de quien lo siga. Además, añade que “transforma un tratamiento médico en una indulgencia fácil a la vanidad impulsada por el capricho de adelgazar unos kilos”. El dr. Katz,sin renunciar a la ironía, ridiculiza esta nueva insensatez dietética diciendo que “básicamente apoya la idea de que cualquier medio es bueno para perder peso. Siendo así, ¿por qué no diez días prenupciales a base de cocaína? Funcionará tan bien o mejor, y al menos será más divertido que una sonda nasogástrica”. Tampoco es ociosa esta reflexión que hace sobre el nuevo método: “abre un nuevo mundo de ideas sorprendentemente malas, como ayudar a perder peso recomendando el vómito forzado, aplicando quimioterapia a alguien sano para provocarle vómitos, anestesiándole o induciéndole a un estado de coma”. Suenan un poco a boutade, pero no lo son tanto. Porque el nicho de mercado en el que ha triunfado este método es el de personas particularmente ilusionadas en perder peso en muy poco tiempo: novias a punto de casarse a las que les sobran kilos y redondeces y les faltan centímetros en el precioso traje encargado para la boda. Una vez más, el mercado ofreciéndose, con propuestas caras (1.500 euros sale la broma) y poco saludables -a pesar de su apariencia médico/científica-, dispuesto a solucionar problemas que está perfectamente en nuestra mano resolver. Por no decir que, en última instancia son el propio marketing y cierta industria alimentaria quienes contribuyen a crear ese problema, el sobrepeso, incitándonos a alimentarnos mal, a deshora y en exceso.

Entiendo a las personas que caen en estas burdas trampas, y es que pocas cosas resultan más tentadoras que la posibilidad de resolver grandes marrones (los kilos de más, en el caso que nos ocupa) rápidamente y sin apenas esfuerzo. La ilusión mueve montañas, pero también puede nublarnos la razón. Lo prometo: pocas debilidades humanas me resultan ajenas. Lo que no me impide estar convencido de que en materia de dietética deberíamos reflexionar un poco y asumir, de una vez por todas, la verdad verdadera: el mejor y más duradero modo de adelgazar es una dieta saludable y equilibrada, adecuada a nuestro organismo y a nuestros hábitos de vida. No hay milagros, no hay soluciones mágicas. Lo que hay es gastar dinero a lo tonto e, incluso, poner en riesgo nuestra salud. Fundamentalmente, la salud física, pero también la mental, porque nuestro equilibrio psicológico sufrirá si vamos cayendo (y me consta que a mucha gente le pasa) en estas dietas y soluciones milagro, una detrás de otra, porque ninguna es útil, para lograr un objetivo que, previa imprescindible concienciación, no es tan difícil de conseguir, salvo en casos excepcionales, y me refiero –lo dicen los especialistas en obesidad- a no más del 5% de las personas con sobrepeso, que requieren soluciones más complejas.

En general, funciona muy bien esta combinación: comer menos cantidad en cada comida, alimentarnos con un poco más de conocimiento (merece la pena instruirse y leer un poco sobre nutrición) y conciencia, y hacer ejercicio todos los días. Las dos primeras medidas cuesta aplicarlas, porque comer sigue siendo un trámite agradable y además funciona como mecanismo cotidiano para combatir uno de nuestros grandes enemigos vitales: la ansiedad. Y la tercera, quemar calorías mediante la práctica frecuente de ejercicio físico también cuesta lo suyo ponerla en marcha, pero…
nadie dijo que adelgazar fuera fácil. Lo que sí aseguramos es que hacerlo de manera inadecuada no nos lleva a ningún sitio: sale caro, no funciona más allá de unas pocas semanas y puede perjudicar nuestra salud. Comer menos es más barato que comer mucho: al menos, tiene una ventaja directa en plena crisis económica, eso no me lo discutirá nadie.

Hablando ya de música

, el veraniego festival BBK Live, a celebrar en Bilbao a mediados de julio, ha confirmado que a su próxima edición acudirá James Murphy, artista norteamericano a quien conocimos hace no tantos años como emergente dj underground que tiraba de sonidos electrónicos enrevesados, sincopados y lúdicos; posteriormente lo vimos al frente de su celebrado proyecto de LCD Soundsystem (¿etiquetas?: dance, funk, punk, pop, de todo) y ahora, de nuevo boga en solitario. Baile y diversión con ritmos inteligentes y querencia vanguardista. Lo veremos pinchando en Bilbao en una sesión que puede sentar precedente, en el que diría que es el mejor cartel de los confeccionados por el BBK Live en sus siete ediciones, con dos nombres que quitan el hipo: Radiohead, la mejor banda rock de las últimas décadas, y The Cure, símbolo de los oscuros años 80 cuyos fantásticos singles siguen sonando perfectamente actuales. Os dejo con una canción de LCD Soundsystem, Daft Punk is playing at my house que anima a un muerto. Además, en directo. Disfrútese a alto volumen y con manos y piernas libres.Se quema calorías, sí.

La crisis entroniza lo funcional, pero ¿demonizará el glamour?

Ya es martes, y tras un lunes que se recordará por la expropiación forzosa de YPF -hasta ayer propiedad de Repsol- ejecutada por el gobierno argentino, ni siquiera acompaña el tiempo. Supongo que bastantes de nosotros hemos dedicado el despacible finde, hogareño casi por fuerza, a nutrirnos de periódicos y revistas hasta casi llegar a la sobredosis. Es entretenimiento barato, deprime un poco pero no engorda; y se amortiza esa calefacción de la que apenas disfrutamos, todo el día fuera de casa. Así que, además de atemorizados (el 90% de la población se reconoce, en encuesta de Metroscopia, “angustiada” por la situación de la economía), hayamos acabado la semana no solo malhumorados sino también resfriados. A la tormenta de números rojos que arrecia desde hace meses se le ha añadido un temporal de lluvia (implorado por agricultores y ganaderos: me alegro por ellos), viento y frío. En mi pobre e insolidaria interpretación urbanita, nubes grises a tutiplén, a juego con el estado de ánimo. Purito mimetismo, en definitiva. No nos extrañemos de que los datos confirmen lo que la intuición y experiencia ya adelantaban: el consumo fetén, el de lo más in, el de lo efímero, lo accesorio y superficial, se está quedando anticuado, hasta el punto de antojársenos anacrónico. Vuelve a apreciarse sobremanera lo práctico, lo sencillo, lo discreto, lo funcional y duradero. Y si no, al tiempo. Nunca había percibido tan fuera de sitio los bellos reportajes de moda y estilo de revistas y televisiones. A pesar de que, en época de tribulación como esta, necesitamos alicientes lúdicos y evasión, la -muy tenazmente propulsada por la publicidad- corriente de lo glamouroso, lo distinguido y seductor va cediendo el paso a otra poderosa e insospechada fuerza, esta de origen reactivo y natural, sin promoción alguna. Sí, sí,  hablo del consumo racional, del aprovisionamiento reflexionado, bien calculado y apañadito, muy ajustado al ambiente que impera. “Antes muerta que sencilla”, ¿recuerdan? No hace aún tantos años.. qué nostalgia…

Pautas defensivas, quizá aún no muy mayoritarias pero que lo serán en breve, es mi apuesta. Y no me refiero a iniciativas reprobables como la de darse a la fuga en la gasolinera sin pasar por caja una vez llenado el depósito del coche, sino a decisiones cotidianas y perfectamente encajables en la legalidad e incluso en la moral judeocristiana. Hablo del crecimiento en términos de récord de las marcas blancas (representan ya el 42% de la cesta de la compra cuando hace 10 años no llegaban al 20%), al estirar la vida del automóvil, la lavadora y el abrigo hasta longevidades desconocidas en las dos últimas décadas. El cambio ha afectado también a costumbres vinculadas al ocio, como el consumo de vino, cerveza y licores (aumenta el trasiego hogareño, cae en picado el de hostelería) o viajes áereos: casi todos son ya low cost, y una parte del tráfico aéreo se ha desviado ya a los trenes de alta velocidad.

Ayer por la mañana, en un estupendo espacio de Radio Euskadi un especialista en economía que buscaba explicaciones -psicosociológicas, me temo- a esta crisis, contaba que, en su viaje hasta Manchester con motivo del inolvidable partido entre el United y el Athletic, había comprobado que el aeropuerto de la segunda ciudad de una economía boyante de toda la vida como la inglesa (y no como la nuestra, flor de pocos días) era un viejo y simple “hangar” comparado con nuestra flamante Paloma de Loiu, cuya modernidad y elegancia, ¡qué menos se merece Bilbao! -daba a entender- nos colmó en su momento de orgullo identitario y satisfacción de nuevos ricos.

Nos lo creímos, nos pudo la fase alcista de la ciclotimia y no conformes con gastar lo que no teníamos nos fundimos también lo que, se está viendo, no era del todo seguro que pudiéramos devolver. La corriente optimista, la propensión a las burbujas puede con todo, somos así, quizá lo llevamos en los genes. En otras latitudes, lo llevan más crudo que en Euskadi, pero me temo que para todos es aplicable la cruda sentencia de Eduardo Mendoza que acabo de leer en un diario madrileño: “no debemos olvidar nunca que este es un país pobre y cutre”. Duele, sí, y parece desfasado, por no decir cenizo, pero revisemos la actualidad de estos últimos meses y reflexionemos. Otro gallo nos cantaría si hubiéramos sido menos manirrotos. Si los demás desconfían de ti (miremos lo que dicen de España los demás que importan, los mercados financieros: sigue bajando la Bolsa, ya hundida en simas de profundidad histórica; e insiste en subir la prima de riesgo, que roza ya las nubes y anuncia un futuro muy adverso del clima económico), quizá no todo se debe a que el dinero sea por antonomasia -que lo es- tímido, segurola y receloso; probablemente, una parte de la culpa es tuya. Quizá sea porque estás encañonado más allá de lo razonable y no das muestras de poder salir del agujero por tus propios medios. Excede de las intenciones de este blog (ganas no faltan, de todos modos) denunciar la perversidad de esta dictadura de los mercados o cuestionar la eficacia de los recortes implantados por este Gobierno o la tardanza en reaccionar frente a la crisis del anterior ejecutivo; no así, aportar alguna idea sobre nuestro comportamiento como consumidores. Y, de momento, pienso, nos pueden  el miedo y la prudencia. Que lamentablemente cursan con un temible efecto colateral: lastran y frenan sin remisión la actividad económica y la necesaria recuperación.Y todo esto, sin hablar del escenario realmente más duro, el de quienes sufren el paro prolongado y la incapacidad de acceder a un consumo básico, una lacerante realidad para decenas de miles de vascos y millones de españoles que quienes aún no la sufrimos –nadie está a salvo, no nos felicitemos en demasía- debemos tener en cuenta cada vez que nos quejamos de lo mal que lo vemos todo. Y, aunque soy persona más proclive a la duda y la reflexión que dotada de numerosas e infalibles certezas, hay un par de cosas que tengo bien claras. Una de ellas es que lo que más define un auténtico estado de bienestar es la suficiente protección de quienes carecen de lo mínimo para subsistir y poder soñar en un futuro mejor, particularmente cuando han quedado fuera del sistema por razones ajenas a su voluntad y a su esfuerzo.

Saltando a la música, traigo hoy una canción del primer disco en solitario de Simon Felice, miembro de The Felice Brothers, banda de folk-rock imaginativo originaria del New York montañoso y granjero, que también existe: es el Estado de N.York, y no la ciudad del mismo nombre.
You & I Belong,  de tono más animado y optimista que la mayoría de sus canciones, es un tema gospel country que puede gustaros. Quizá recordéis a Simon Felice de una gira que hizo uno o dos años atrás con su segunda banda, The Duke and the King, y recaló en Bilbao, dejando (si bien el excesivo toque soul de algunas canciones no me convenció) un grato recuerdo.

Peligros inminentes, soluciones a medio plazo

Menudo Martes de Pascua llevamos. Seguimos, y cada hora que pasa más, sumidos en una situación límite: la Administración central adopta duras medidas de ajuste/recorte del gasto público diseñadas para el medio y largo plazo (lo último: 10.000 millones de euros de ahorro suplementario en materias tan sensibles como sanidad y educación, recorte anunciado ayer por el Gobierno) pero quien debe interpretarlas –positivamente, se quisiera-, los mercados financieros que prestan dinero al Estado, actúan pensando en el ahora mismo, no se creen que las medidas se vayan a aplicar en toda su extensión y, por supuesto, carecen de ética o preocupación social alguna, sólo buscan un beneficio, a poder ser rápido y sin excesivo riesgo. Y es que somos un chollo como país: a las cinco de la tarde, la prima de riesgo está ya por encima de 430 puntos, y el IBEX baja más del 2%, una auténtica ruina para nosotros, una mina para los inversores. Apenas nos sostenemos en pie sobre un terreno imprevisible y abonado para especuladores sin escrúpulos; vivimos meses, mejor dicho, años nefastos para el común de los ciudadanos. ¡No hay tiempo, el cambio ha de ser inmediato¡, pero hete aquí que el país necesita tiempo para recuperarse un poco de enfermedad tan grave y poder generar confianza para que, una vez reducido el déficit público al menos hasta niveles viables, pueda crecer un poco la economía y recuperar la capacidad de crear riqueza y empleo. Pero es que la banca dice que no es que no quiera dar crédito, sino que escasea la petición de préstamo solvente, el que aporta suficientes garantías de devolución. Ya, esto me suena. A lo que íbamos: el miedo a ser intervenidos como antes lo fueron Grecia o Irlanda atenaza a los dirigentes políticos y pone a temblar a cualquier persona que siga siquiera superficialmente la actualidad. ¿Qué hacer? Quién lo sabe; se me ocurre alguna sugerencia a los líderes políticos del país, pero esto es solo un blog de consumo y vida cotidiana, o sea que zapatero a tus zapatos.

En época de crisis, los consejos para ahorrar o eludir gastos evitables siempre son bienvenidos. Os sugiero que leáis, aquí un informe de Antonio Delgado para Eroski Consumer sobre aplicaciones para realizar llamadas gratuitas entre teléfonos móviles (no solo Viber, hay otras).

Volviendo al planteamiento del anterior post, os traslado algunas noticias interesantes, con breves comentarios míos.

El pueblo tarraconense de Rasquera decide hoy si cede a una asociación cannábica tierras municipales para cultivar marihuana, a cambio de 1,3 millones de euros en dos años.Es un dinero muy atractivo para unas arcas públicas, las de este pueblo, a buen seguro exhaustas y necesitadas de suministro urgente, pero cabe preguntarse si un ayuntamiento puede destinar terrenos públicos a este uso tan inhabitual y controvertido. Hay productos y hábitos que no conviene trivializar, menos aún desde instancias públicas, esa es mi reflexión.

El periodista Frank Bruni, hasta hace pocos meses cronista culinario de The New York Times, abandona su trabajo tras desvelar que padece gota, resultado de cinco años de gozoso trabajo describiendo la comida y el servicio de los mejores restaurantes del país. La buena noticia es que tras modificar su dieta diaria cambiando carnes y mariscos suculentos, sabrosas salsas y los más afamados vinos por cereales integrales, verduras y saludables vasos de agua, el periodista ha comprobado que los fuertes dolores causados por la gota remitían más pronto que rápido. Dice ahora estar convencido de que sustituir unos por otros productos no siempre tiene que ser desagradable. Seguro que echa de menos los banquetes, pero pocas cosas hay más gratificantes que mejorar súbitamente nuestro estado de salud. La salud es lo primero, sin duda, y podemos disfrutar comiendo sin dañarla demasiado, seguro que sí.

El aeropuerto de Loiu-Bilbao ha transportado un 12% menos de viajeros el día clave de esta Semana Santa (ayer, lunes de Pascua) que la del año anterior. Veo dos causas: la crisis, que crece y confirma que ha venido para quedarse, y los éxitos europeos del Athletic que obligaron a muchos aficionados a destinar el gasto de vacaciones a los traslados a Manchester y a la ciudad minera alemana del Shalke 04. Si gastas de más aquí, tienes que quitarlo de allí; está claro.

El Tribunal Supremo, basándose en informes periciales que analizaron en laboratorio el producto, condena a la empresa que produce el Ceregumil (concebido en 1907 por un farmacéutico) y ordena que se prohíba su venta como complemento dietético, ya que carece de propiedades terapeúticas ni produce beneficios a ningún colectivo concreto de personas. Lo he dicho muchas veces: productos milagro, stop, así de rotundo. No es desconfianza; es sensatez, y el resultado de la experiencia de muchso años, creedme.

A la banca española le sobran 41.400 empleados, un 16% del total y una de cada tres oficinas, lo dice un estudio del Instituto de Estudios Bursátiles. No nos coge de nuevas que nuestro país era el de mayor número de oficinas por habitante del mundo (en enero había unas 41.000 oficinas bancarias); lo que ignorábamos era que el exceso llegara a este nivel, más aún sabiendo que -por efecto de la crisis y también debido al auge de la banca online- la banca llevaba años reduciendo su sobredimensionada red de oficinas. La duda que me surge, aunque me dura poco, es con qué dinero van a hacer esta reconversión. Porque no creo que, con la casi nula demanda inmobiliaria de nuestras ciudades, se pongan a malvender esos miles de oficinas que les sobran. Si no lo hacen con los pisos embargados… De momento, como era de esperar, parte de la factura de la crisis financiera, de sus errores empresariales la vamos pagando, qué remedio nos queda, los usuarios. Al dato: la banca ha subido en el último año una barbaridad las comisiones por uso de tarjetas de crédito (9% de media, han pasado de 18 a 20 euros) y débito (11,6%, de 34 a 37,5 euros) en los últimos doce meses (marzo 2011-marzo 2012), según informe oficial del Banco de España. Además, también ha encarecido (un 4,11% de media) la disposición de dinero a débito en una sucursal de otra red (más de un 4% de media). Y asimismo han subido, hasta un 22%, las comisiones semestrales por mantenimiento de cuentas corrientes y de ahorro. Y también lo han hecho las comisiones de estudio, apertura, cancelación y subrogación de todo tipo de préstamos. Ningún otro sector se puede permitir estas alegres subidas de precios, hasta tal punto la banca nos tiene atrapados. Si no, ¿cómo, en plena crisis económica, pueden aceptarse subidas tan onerosas de los servicios bancarios? No es que las aceptemos, lo que ocurre es que no tenemos otra opción: o bien estamos atados a nuestra entidad (por la nómina, por los créditos, por…) o las subidas son generalizadas en el sector; o ambas cosas, claro.

Los pilotos de Iberia echan el resto y dan órdago a la empresa (otra huelga, en traducción rápida), para evitar que se consume la creación de Iberia Express, una línea filial lowcost para rutas de medio y corto radio. Solo en un día, el de ayer, impidieron la salida de 155 vuelos, el 40% de los previstos, y, según dicen es nada más que el comienzo). Recordemos que el pasado diciembre, los pilotos de Iberia realizaron 12 días de huelga. El reembolso a los clientes que contrataron estos vuelos cancelados, está garantizado. Según FACUA, los afectados no deben conformarse con la devolución del importe del billete si se cancela el viaje en lugar de modificar la fecha del vuelo, puesto que pueden exigir indemnizaciones por los daños que el cambio les causó. La empresa ha llevado al Sepla a los tribunales (pide que se declare ilegal la huelga y reclama una indemnización por los años causados por una protesta que estima “abusiva”) y, a su vez, el Sepla valora demandar a Iberia porque la creación de la lowcost contraviene un convenio previo al respecto. Lo que está claro es que -una vez más en un servicio esencial- los usuarios ejercemos el rol de rehenes, de -mediante la huelga y sus repercusiones-resorte a activar para conseguir objetivos sindicales.

En los dos últimos años, el abandono escolar (jóvenes entre 18 y 24 años que dejan de estudiar sin terminar el bachillerato o la FP) ha pasado del 31% al 26%, la proporción más baja desde que se mide este indicador. Ya no hay sector de construcción ávido de mano de obra que tiente a los adolescentes a dejar de estudiar con lo que empollar sigue siendo -si no la mejor-, casi la única opción. Está bien, he aquí un efecto positivo de la crisis, que sintomáticamente coincide con una coyuntura de recortes en la educación. No hay felicidad completa.

Un juzgado de Pamplona ha condenado al Gobierno foral a indemnizar, con el 50% de los daños, a un ciclista por una caída producida a mediados de marzo de 2009 tras chocar contra otro ciclista que se había ido al suelo al introducir la rueda delantera en una grieta del pavimento, en la carretera NA-411, en el término de Ostiz. El magistrado considera que se produjo una concurrencia de culpas: de la Administración por el mal estado de conservación de la vía y del propio ciclista por no respetar la distancia de seguridad, motivo por el cual sólo condena al Gobierno foral a indemnizar por la mitad de los daños causados. El ciclista recurrente “se encontró repentinamente con otro ciclista que había caído al suelo al introducir la rueda delantera de su bicicleta en una grieta del pavimento“. “No pudo esquivarlo, por lo que lo alcanzó, cayendo al suelo”, explica la sentencia. Una sentencia que deja sentada la responsabilidad de la Administración en algunos accidentes, y, por extensión, la conveniencia de denunciarlos ante la justicia si sospechamos que se deben al inadecuado mantenimiento de infraestructuras públicas, en este caso, viarias.

Termino con una información recogida en la web de OCU y que puede ayudarnos a reducir a casi la mitad el gasto en carburante para nuestro coche. Son siete pautas a seguir y un consejo final sobre la compra de combustible: 1) nunca superes los 120 km/hora; 2) no apures las marchas, cambia lo antes posible (de marcha inferior a superior, de segunda a tercera, de tercera a cuarta…), mantén el motor a bajas revoluciones y evita los acelerones bruscos; 3) apaga el motor en los atascos y paradas de más de un minuto; 4) mantén la presión adecuada en los neumáticos: presión más baja equivale a más consumo; 5) evita frenazos innecesarios, reduce siempre la marcha con tiempo y mantén la distancia de seguridad con el resto de coches, 6) limita el uso del aire acondicionado a cuando realmente resulte necesario, 7) no transportes en el coche objetos pesados que no necesites. Y, por último, localiza la gasolinera más barata de tu entorno, reposta siempre que puedas en ella y,esto lo digo yo, si te queda lejos de tus rutas habituales, llena el depósito porque, si no, te dará pereza ir hasta allí a poner 20 ó 30 euros de carburante.

La música de despedida

la va a protagonizar hoy una joven promesa que, originaria de Portland (Oregon), a pesar de seguir siendo tenido por tal, dejó de ser lo uno y lo otro hace ya tiempo, erigiéndose en uno de los más consolidados representantes de la música de autor con raíces folk y blues de estos últimos años. Con todos vosotros, M. Ward, os dejo con The First Time I Ran Hawai, una canción de su esperado nuevo disco.

Mercadona, o la excepción vasca

Uno de los pocos misterios que quedan por desentrañar en la civilización occidental es la excepción vasca de Mercadona, el motivo por el que esta cadena de supermercados no se ha implantado aún en Euskadi. Anteayer nos enterábamos de que abrirá en Navarra 20 tiendas en los próximos cinco años, la primera de ellas en 2013. ¿Triunfaría la empresa levantina en Euskadi? Nadie lo sabe, pero cuesta creer que miles de consumidores vascos se equivoquen cuando, desde hace años, se desplazan –o aprovechan que pasaban por allí-, hasta los mercadonas de Miranda de Ebro, Haro, Santander y Jaca para regresar con el coche lleno de género.

Ayer, Juan Roig, presidente de Mercadona, presentó su datos de 2011: han creado, el funesto pasado año epítome de la crisis, nada menos que 6.500 puestos de trabajo nuevos fijos y netos, han abierto 60 nuevas tiendas, crecido en ventas un 4% a igualdad de superficie y anotado un 18% más de beneficios que el año anterior.

(Inciso: justo lo contrario que otras grandes empresas del sector, que atraviesan graves dificultades, como todo quisque en nuestra exhausta economía. Lo que le pasa a este sector, gran creador de empleo directo e indirecto, es muy relevante para todos e influye en nuestra calidad de vida, en la acepción cotidiana del término. Digo esto porque a veces me parece que se le critica demasiado, y no se tiene en cuenta, no se le valora en lo que lo merece. No todo es construcción, nuevas tecnologías, turismo y automóvil: hay otros sectores estratégicos en nuestra economía. Pero este tema lo dejaré para otro día, que da mucho juego).

Volvamos a Roig, que dijo ayer -por primera vez, que yo sepa- que Mercadona “estudiará su implantación en Euskadi”. Si indagamos quién ha defendido públicamente la llegada de esta empresa a las ciudades vascas, tenemos a los siguientes actores, como se dice ahora. Comencemos por OCU, asociación de consumidores de referencia absoluta en España: asegura que uno de los principales motivos de que los supermercados vascos sean los más caros de toda España (lo demuestran sus informes, año tras año, y mira que duele) es precisamente la inexistencia de mercadonas en Euskadi. Sigamos por el Tribunal vasco de Defensa de la Competencia: hace ya varios años denunció que restricciones legales específicas vascas impedían la entrada de nuevos operadores de la distribución y que estas barreras protegían y blindaban a quienes ya estaban en el mercado. Y finalicemos con la voz de muchos ciudadanos que ya a título personal en sus círculos de amigos y familiares, ya organizados en foros y blogs de Internet, llevan años manifestando su deseo, o exigencia, de la apertura de tiendas de esta marca en sus pueblos, barrios y ciudades.

La verdad es que no nos podemos quejar de escasez de oferta comercial en Euskadi: salvo esta empresa, tenemos aquí a todos los grandes operadores de la distribución alimentaria con prácticamente todos los formatos (tiendas de proximidad, supermercados, hard discount como Dia o Lidl, hipermercados grandes, medianos y pequeños, bazares chinos, en fin…). Aunque seguro que hay otras de tipo financiero e industrial (como la apuesta por el crecimiento orgánico: crear incesantemente tiendas propias, una a una, y no crecer de golpe comprando cadenas de la competencia), me atrevo a aportar cuatro claves del éxito de Mercadona: 1) el formato de tienda, supermercados grandes, casi hipermercados, de unos 1.500 metros cuadrados, ubicados en el centro de las ciudades y con parking propio, 2) la política de precios, muy ajustada y spb (siempre precios bajos), sin promociones ni ofertas coyunturales que requieren mucha dedicación y gasto en publicidad, 3) una marca blanca muy competitiva por su buena y homogénea relación calidad-precio, sin apenas productos mediocres; y, además y a diferencia de otros competidores, con una sección concreta que adoran sus clientes tanto como echan de menos algunas mujeres que no tienen cerca un Mercadona: la gama blanca de higiene personal y cosmética, y 4) una  comunicación eficiente que, sin gastar un euro en publicidad, logra una específica y positiva imagen corporativa basando su estrategia en la satisfacción de sus clientes y –en un planteamiento muy original- de sus trabajadores, a los que da la impresión de tratar bastante bien; no en vano, la empresa presume de carecer de empleo eventual y de mimar las condiciones laborales de sus empleados. Razones, todas ellas, de peso, basadas en gastar poco y bien, y que apelan al raciocinio de la gente, al consumidor inteligente y no a otras cuestiones tangenciales o de pura imagen, pensemos en la chispa de la vida, por ejemplo. Puede haber, y de hecho las hay (pensemos en Eroski y su liderazgo en información al consumidor, seguridad alimentaria y etiquetado nutricional) otras políticas adecuadas, pero estas de Mercadona me parecen convincentes para los consumidores.

Se han argüido muchas razones, varias de ellas especulativas e indemostrables, para explicar por qué no hay mercadonas en Euskadi. No me detendré en ellas. Yo creo que la causa principal es bien sencilla: en Euskadi (echemos la vista atrás unos 15 años, cuando comenzó más o menos la revolución Mercadona, que no era todavía un empresón comparable a Eroski o Carrefour) los grandes super e hiper estaban aquí ya implantados -a diferencia de otras muchas zonas del país- porque tuvieron un desarrollo muy rápido en las décadas anteriores y las mejores ubicaciones urbanas estaban ya ocupadas. Lo que podría haber ocurrido es que, ahora, tras el enorme despliegue realizado por Mercadona en todo el suelo peninsular durante estos últimos años, los emplazamientos que pensó ideales ya los tenga ocupados la empresa valenciana, y como a quien le salen los números siempre quiere crecer más, sería el momento de pensar en otras ubicaciones interesantes, más difíciles de convertir en rentables, pero aún atractivas comercialmente, como los de nuestros pueblos y ciudades, casi saturados de supermercados. Así, esta excepción vasca quizá ha dejado de tener sentido, y ello explicaría el cambio de actitud mostrado ayer por Roig.

A nosotros, como consumidores, está claro lo que nos interesa: cuantas más empresas de distribución compitan por ganarse nuestro favor, mejor. Habrá más donde elegir, y más espabilados andarán -por la cuenta que les tiene- los que ya están asentados y gozan de nuestra confianza. Y si, además, la cadena que falta por llegar es una de las mejores, sólo cabe decir una cosa: ya está tardando. ¿Otra razón?. Si presumimos de que son muchas las empresas vascas que triunfan fuera del terruño, tendremos que acoger y conceder oportunidad de éxito a las que, provenientes de otras regiones o países, intentan asentarse entre nosotros. Digo yo.

La canción de hoy: Gillian Welch, una cantautora norteamericana que se prodiga muy poco y que (ya le costó…) presentó en 2011 un disco precioso de folk acústico y de pequeñas distancias con aromas country, bluegrass,…, una delicia. Además, en directo y con un sonido inmejorable. Atención al guitarrista, clave en esta canción y en todo el disco.