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Tasas judiciales: ataque al estado de derecho y a los consumidores

Banqueros desalmados y pésimos gestores de su negocio; políticos irresponsables y complacientes -mientras pudieron- con los electores, cuando no corruptos e inmorales; la burbuja inmobiliaria propiciada y alimentada por unos y otros; empresas poco previsoras que repartieron beneficios a manta y olvidaron guardar fondos para épocas ásperas y magras en ingresos y actividad como la actual; un perverso sistema financiero internacional que persigue y logra beneficio rápido para satisfacer a grandes inversores (fondos de pensiones de los jubilados de los países ricos, entre otros) que sin escrúpulo alguno se impone a la economía productiva, que es la que crea empleo y riqueza para el común de la sociedad; los sindicatos, más necesarios que nunca pero cada vez más politizados, divididos y desorientados, además de cuestionados por un número creciente de ciudadanos, quizá por su adicción al dinero público y por el empecinamiento en mantener dialécticas de confrontación con el empresariado cuya utilidad parece haber caducado hace años en este entramado económico que tanto nos está martirizando; trabajadores y ciudadanos en general acomodados en una economía poco competitiva y con un papá Estado al que cabe pedir casi de todo; hábitos sociales conformistas, consumistas y más quejicas que creativos o solidarios; una sociedad laxa y poco exigente que admite que con dinero público se paguen aeropuertos sin vuelos, infraestructuras viarias innecesarias o megaedificios públicos inservibles, y que apenas se invierta en investigación, innovación y desarrollo y en creación de nuevos nichos de empleo y de subsectores productivos con futuro, un sistema educativo récord en fracaso escolar y que parece pretender sobrevivir al margen de las necesidades de nuestras empresas con más futuro…… , efectivamente, no cuesta identificar culpables, o quizá mejor dicho, razones que expliquen la penosa situación en la que nos encontramos. Y con matices, creo que la mayoría de los ciudadanos podríamos consensuar los factores que más decisivamente han intervenido en la configuración y asentamiento de las circunstancias que nos han conducido al desastre económico y social que supone esta crisis -posiblemente sin vuelta atrás- que cada día que pasa nos muestra un dato peor que el del día anterior y que amenaza con derrumbar los símbolos de lo que conocíamos como Estado del Bienestar.

No solo llevan varios años congelados o con aumentos insignificantes los salarios de la gente, sino que suben los impuestos al trabajo (IRPF) y al consumo (IVA), con lo que todo se nos hace cada vez más caro, por no hablar del espectacular y abusivo encarecimiento de la electricidad y los carburantes. Aparte, claro está, de los recortes en educación (la universidad pública, cada vez menos gratuita), sanidad (co-pago recetas y reducción drástica del número de fármacos subvencionados, reducción del servicio en la atención primaria, privatización de la gestión de hospitales en algunas comunidades…) y servicios públicos en general. Malos tiempos para lo público, lo de todos, quizá porque no supimos administrarlo en tiempos de bonanza. “A mi no me digas nada, yo no tuve nada que ver, soy un simple ciudadano que paga sus impuestos” es respuesta recurrente cuando sale el tema en la cafetería o en las conversaciones con los amigos.

Cierto, pero no olvidemos que quienes administran lo público, lo de todos, los ponemos nosotros ahí. Y alguna responsabilidad tendremos en lo que hacen, si los volvemos a poner ahí una y otra vez

sin plantearles duras exigencias de cambios en gestión y en su manera de actuar, por muchos desmanes e irresponsabilidades que hayan cometido con anterioridad.
“No traspasaremos ciertas líneas rojas” es la frase, el compromiso de moda, y como tal, el propósito menos cumplido. “Es que la situación lo exige; si no lo hiciéramos, el país se arruinaría; hay que cumplir con el déficit público comprometido”, y listo, las circunstancias y la responsabildiad política obligan a hacer lo que prometimos no hacer; no importan los programas electorales ni las solemnes declaraciones efectudadas solo unas semanas atrás. La última ha sido la de no actualizar las pensiones conforme al IPC, a pesar de que sea cuasiobligatorio para la Administración y práctica común durante años. Pero centrémonos en la anterior medida inaceptable, si no más dolorosa e injusta que la de las pensiones sí más dañina para ese Estado garante de derechos que creíamos tener: la ley que establece tasas antes inexistentes o de cuantía irrelevante para el acceso a la Justicia.. Hay algo muy importante que se conoce como derecho a la tutela efectiva de la Justicia y que es uno de los pilares fundamentales de nuestro Estado social de derecho. Esta idea del gobierno central de que los ciudadanos sean obligados a pagar onerosas tarifas (entre 150 y 350 euros para tribunales de primera instancia, y entre 750 y 1200 euros para los recursos, más un 0,5% del dinero que se reclame en el juicio) por llevar ante el juez un caso (recurrir una multa, denunciar a una empresa o al ayuntamiento, pedir el divorcio…) significa traspasar todas las líneas rojas, por mucho que se exima de pagarlas a las personas en situación de más acentuada penuria económica, aproximadamante uno de cada cinco españoles. El objetivo de la ley, al parecer, no es tanto recaudar dinero (unos pocos cientos de millones de euros al año) sino que descienda la litigiosidad, que disminuya el número casos que ven nuestros saturados juzgados. Evidentemente, en mayor o menor medida se conseguirá el propósito, pero

el precio a pagar, y difícilmente mejor dicho, es inasumible.

Porque se hará a costa de que los ciudadanos de rentas bajas y medias-bajas, más del 65% de la población y los menos preparados y los no iniciados en temas jurídicos, desistan y no lleven a juicio sus problemas para así no incurrir en los gastos que iniciar el proceso acarrea. Los ciudadanos con economía más holgada y mejor preparación , sin embargo, seguirán pleiteando cuando lo estimen oportuno, porque las tasas no les disuadirán y porque sabrán hacer los cálculos necesarios. Por no hablar de la ventaja que se les regala a las grandes empresas denunciadas por los consumidores, por ejemplo ¿Cabe imaginar mayor discriminación e injusticia? Los ricos podrán, los pobres, no, o con un coste elevado, de entrada. Las grandes empresas, sí; los consumidores,no, o si al final deciden ir a juicio, ejercer ese derecho les saldrá un riñón. Esta es una columna con un claro enfoque de defensa de los intereses y derechos de los consumidores, y es por ello que la pregunta a plantear solo puede ser esta:

¿Dónde quedan, con esta ley de tasas judiciales, los derechos e intereses de los consumidores que se plantean pleitear contra empresas o Administraciones públicas, perfectamente dotadas de gabinetes jurídicos con tarifa plana; quién se atreverá a hacerlo sabiendo que, gane o pierda, deberá abonar tasas por cualquier caso que quiera llevar a los tribunales?

Una cosa es apelar a la reducción de un cuantioso gasto público cuya descomunal dimensión no puede soportar nuestra economía en plena crisis, incluso asumir que se legislen e impongan (lo de consensuar es ya práctica olvidada) medidas que aspiren a lograr un uso más racional de unos juzgados que han acabado colapsando una Justicia anquilosada y maniatada por millones de casos a los que no se les puede meter mano por falta de personal, recursos y tiempo. Y otra proponer una ley de tasas a todas luces injusta e inadecuada como esta. Las situaciones inaceptables que propicia esta norma que traslada el copago al ámbito judicial son tantas (mujeres maltratadas que piden divorcio, consumidores que se sienten estafados, recursos de multas indebidamente puestas…, todos ellos pasarán por caja: la ley no admite excepciones, aunque parece que estos últimos días, ante el clamor popular, el Gobierno se está pensando alguna que otra) que el ejecutivo debe recapacitar y proponer una norma más sensata y aplicable, y sobre todo que permita el libre acceso a la justicia de todos los ciudadanos. Que, en la peor situación económica en que se han encontrado en décadas, deben soportar además las limitaciones y el súbito encarecimiento del acceso a la Justicia cuando tienen algún problema. Encarecer el acceso a la justicia para los ciudadanos significa dificultar la defensa de sus derechos, está muy claro. Una reciente encuesta de la OCU (Noviembre 2011) puso en evidencia la pésima opinión de los consumidores sobre la justicia: un 78% de los encuestados estaban insatisfechos con la justicia. Las razones eran claras.

• La lentitud de los procesos, (de 15 a 30 meses de duración dependiendo del procedimiento),
• La ineficacia, más de un tercio de los encuestados no obtuvo un resultado satisfactorio
• Y, sobre todo, lo caro que resulta ir a tribunales. El coste medio de un juicio era de 8.400 euros, con una gran variación dependiendo del procedimiento.

Pero si ya era cara, ahora lo será aún más, pues su coste aumentará, de instaurarse este nuevo copago judicial. Y todo apunta a que se llevará a cabo. El encarecimiento del acceso a la justicia tendrá un efecto negativo para los consumidores, y supondrá una traba más para acudir a dirimir sus asuntos ante el juez. De esta forma, las compañías con las que contrata y que no atiendan las reclamaciones adecuadamente podrán seguir impunemente con sus abusos, sabiendo que el consumidor rara vez va a ir a juicio por los trastornos, la lentitud y sobre todo el elevado coste de los procedimientos. Lo dice la OCU: es de esperar que esas compañías “abusonas” se aprovechen de ese mal funcionamiento de la justicia para seguir incumpliendo sus compromisos con los consumidores. Todos tenemos ejemplos en mente: empresas de suministros, entidades financieras o, por ejemplo, las compañías aéreas, con el pago de las compensaciones automáticas por cancelaciones y overbooking, en lugar de pagar directamente las compensaciones automáticas, no atienden las reclamaciones y no suelen pagar a menos que los lleves a juicio, pues saben que quien llega a ese extremo es una mínima parte de los usuarios afectados. También será más difícil reclamar judicialmente contra la Administración en vía contenciosa por parte de los particulares, para defenderse de las decisiones incorrectas de las distintas administraciones, porque es preceptivo ir acompañado de abogado y procurador para cualquier reclamación, aunque sea una mera multa de tráfico, donde el coste y plazo de resolución de los procesos es todavía mayor que en otros procedimientos. Y para poner las cosas más cuesta arriba, ahora hay que contar con la posibilidad de la condena en costas al reclamante si desestiman su petición en procesos judiciales contra la Administración, introducida por la reciente reforma procesal, lo que desincentiva todavía más el acceso del ciudadano a los tribunales y, en la práctica, reduce sus posibilidades de defender sus derechos. Antes de optar por soluciones que encarecen y dificultan el acceso a la justicia de los ciudadanos, habría que fomentar unos sistemas extrajudiciales eficaces de resolución de conflictos, como el arbitraje, para así garantizar la protección de los consumidores. Pero “mientras estos sistemas extrajudiciales sean voluntarios para las empresas, seguirán dirimiéndose en los juzgados asuntos que no tendrían por qué llegar allí, pues no queda más alternativa a quien quiera reclamar sus derechos frente a particulares, empresas o Administración. Y defenderlos será ahora más difícil”. Y más caro.

¿Y la música?

Apostamos hoy por el buen pop, que es lo que más distrae y lo que más levanta este malherido ánimo. MAC DIMARCO, artista emergente de Nueva York casi desconocido por estos lares, seduce con su desparpajo y naturalidad al combinar sonidos y arreglos del pop rudimentario con el espíritu del folk cantautoril urbano y raruno (anti-folk se le llamó en su momento, en NY), la psicodelia songwritter 70s tipo Syd Barrett, las guitarras flipantes, el ambiente 80s, el sonido lo-fi (baja fidelidad, grabaciones en plan doméstico y espontáneo)… en fin, una espectacular ensalada ilustrada, como se decía antes, con ingredientes de primera y atinadamente aliñada, con sal fina, vinagre reserva y chispeante limón. A nosotros las canciones de MAC DIMARCO nos recuerdan a viejas glorias como Jonathan Richman o Tom Verlaine, o a las bandas actuales Deerhunter y Real Estate, que nos chiflan. Pero lo que importa no es si MAC DIMARCO suena moderno, vintage o las dos cosas juntas, ni si su camisa de franela tan freak chirría o no en el ambiente chic de Brooklyn; ni si no será solo un fenómeno pasajero de esos que parroquia y medios indie necesitan cada mes para excitarse y alimentar sus pasiones o si es un artista de largo recorrido; lo que nos interesa es que el segundo disco de este jovencísimo autor, de título “2”, es más que bueno y ha sorprendido a los contados iniciados que le conocían (nosotros no supimos de él hasta este disco, dicho queda) por superar tan abrumadoramente al anterior, que pasó, según leemos por ahí, justamente desapercibido. “2”, además de mantener un gran nivel de principio a fin, cosa rara en estos tiempos, contiene cuatro o cinco auténticos temazos, singles de primera instancia. Juzga por ti mismo/a.
‘Ode to Viceroy’, del disco “2”, de MAC DIMARCO, es quizá el tema que más identifica su estilo. Se ha buscado un hueco, seguro, en nuestra imaginaria lista de mejores canciones de 2012. Nos encanta ‘Ode to Viceroy’ pero, quizá más aún, descubrir talentos, caras nuevas a las que seguir la pista.

¿Compensa a los jóvenes estudiar una carrera? y, en su caso, ¿se la pueden pagar sus padres?

Leíamos hace pocos días que “tener una diplomatura o una licenciatura, o grados y másteres, no garantiza el trabajo, pero aumenta las probabilidades de conseguirlo, lograr un contrato indefinido o incluso conseguir un puesto directivo, a pesar de la coyuntura económica desfavorable por la que atravesamos”. De hecho, “disponer de una diplomatura en lugar de estudios primarios incrementa la posibilidad de estar ocupado en 23 puntos porcentuales, mientras que ser licenciado la aumenta 25 puntos”. Se reconoce lo que es sabido, que en los primeros meses -e incluso años- de incorporación al mundo laboral, los universitarios no consiguen retribuciones a la altura de su cualificación. Pero tampoco todos comienzan siendo mileuristas ni, menos aún, lo serán toda la vida. A medida que van cumpliendo años en un puesto y ganando experiencia, las diferencias salariales frente a los trabajadores sin estudios universitarios se van agrandando. Se calcula que un titulado gana un 10% más por cada año de formación adicional realizado que una persona con estudios medios de parecidas características. Son conclusiones de un informe presentado recientemente por el BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas sobre universitarios y productividad en España. Que revela que tienen más posibilidades de estar trabajando los estudiantes que optaron por una titulación de Ciencias de la Salud que los que se decantaron por carreras de Ciencias Jurídicas y Sociales. Las técnicas y, más aún, las titulaciones de Ciencias Experimentales, figuran asimismo entre las que más trabajo han generado los últimos años. «La tasa de paro de los licenciados es la misma que para cualquier persona que esté en puestos administrativos en el sector privado. De hecho, muchos funcionarios son licenciados, y los que no, trabajan en la empresa privada como tal y en general son puestos que tienen cierta estabilidad», explica Julio Carabaña, catedrático de Sociología de la Educación de la Universidad Complutense. En su opinión, aunque en los últimos años hayamos oído hablar con frecuencia sobre la superior salida laboral de la Formación Profesional, «en la práctica no tiene muchas más que para una persona que ha estudiado la educación obligatoria; no hay ninguna garantía de que haya mejores oportunidades de empleo porque tanto los que han estudiado FP como los que han cursado la enseñanza obligatoria se emplean en puestos parecidos». Así «no es de extrañar que la gente quiera ir a la universidad», añade.

La experiencia me dice que una mayor formación no supone, en general , impedimento o freno para acceder a un puesto, salvo en contadas ocasiones

en que las empresas buscan trabajadores fijos con un perfil específico y no otro, y no les interesan empleados sobrecualificados que más pronto que tarde aspirarán a puestos de más responsabilidad o de empeño más exigente y mejor remunerado, que a la empresa no les interesa ofrecerles. Y es por ello, que quizá la pregunta que hemos planteado en el titulo de este post daría más juego si se hicera en los términos de si compensa dedicar tantos años de esfuerzo al estudio. Y con la palmaria escasez de puestos de trabajo que hay en el mercado laboral actual, por llamarlo como si existiera,y sumidos como estamos en pleno epicentro de la crisis económica, la pregunta aún se hace más concreta: ¿compensa el esfuerzo y el gasto que deben hacer las familias para pagar la carrera de su hijo/a y la renuncia del estudiante a disponer de dinero en el bolsillo y una capacidad adquisitiva similar a la de sus amigos que trabajan? Incluso otra: ¿no es una de las más lamentables y discriminatorias consecuencias de la crisis que no pocos hogares vascos no puedan costear el relativamente moderado coste que supone que su hijo/a curse una carrera universitaria en el sistema educativo público, justamente ahora en un momento en el que casi no tienen otra salida, con tanto desempleo juvenil? Qué salida -profesional, nos referimos; la de quedarse en casa siempre está ahí- les queda para ocupar su valioso tiempo? Y, de esta, pasamos a otra cuestión: ¿cabe acaso contemplar otra opción razonable para los jóvenes distinta de la de formarse más y mejor, para cualificarse al máximo y ubicarse en un buen puesto en la parrilla de salida del mercado laboral cuando dentro de unos años mejore la situación económica y vuelva a crearse empleo en condiciones?

Y, continuando con las preguntas encadenadas, otra muy procedente es la de qué hacen las instancias públicas, el Estado, para garantizar el acceso de los jóvenes a la formación, universitaria o no, particularmente cuando sus padres no pueden costearla porque se encuentran en paro o ya directamente sumidos en la pobreza, en una economía doméstica de pura subsistencia. Subir las tasas universitarias y reducir el número y cuantía de becas no parece, desde luego, el camino más adecuado.

Lo peor es que todo esto ocurre en una coyuntura como la actual: este mismo mediodía, la Comisión Europea ha propinado otro navajazo al futuro de nuestra maltrecha economía (el IBEX ha cambiado de color en unos minutos y ya supera el -2%), al exigir a España nuevos recortes para 2014, tras augurar que el PIB de nuestro país decrecerá un 1,4% pero no solo este año sino también en 2013, frente a la contracción del 0,5% que calculaba el Gobierno para el año que viene. Y todo ello, lo reconoce la CE se debe al aumento del paro (superará el 26,2 el año que viene), al desendeudamiento del sector privado, a las medidas de ajuste presupuestario y a la restricción del crédito. Contingencias todas ellas que son (en parte, al menos) consecuencia directa de los recortes salvajes del gasto público, del particular modo (cargándolo al presupuesto del Estado) en que pretende sanear el sector financiero y de la prácticamente nula dedicación al crecimiento impuestos por la política dictada desde Bruselas. O, quizá mejor dicho, por Alemania y los países de la triple A, los más ricos de la UE. Estamos ante el perfecto círculo vicioso, ese que vemos capaz de acabar estrangulando nuestra economía y la vida de millones de personas y de sus familias. A pesar de la evidencia del fracaso de estas medidas, siguen erre que erre, y las hoy fijadas predicciones de (de)crecimiento para España para 2012 y 2013 e incluso 2014, a pesar de su ruinosa repercusión en nuestra sociedad, no han cambiado las prioridades de Bruselas. ¿Habrá que hacer algo para modificarlas? O, quizá sea más práctico más preguntarse qué pueden hacer los países intervenidos (por tal tengo a España desde hace muchos meses) para cambiar este rumbo que nos hace cada vez más pobres y más pesimistas ante el futuro. Porque, quieran asumirlo o no, incluso a ellos mismos -pongamos Alemania en este caso- les perjudica (el presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi, ha advertido hoy de que los efectos de la crisis de endeudamiento de la zona euro “han llegado ya a la economía alemana”), no en vano somos sus principales clientes, y su crecimiento depende de que mantengamos nuestra capacidad de compra de sus productos. Aunque sea solo por eso, a ver si reaccionan y nos dan un poco de oxígeno financiero; el riesgo de colapso es insoportable. Necesitamos buenas noticias, y datos menos dramáticos.

¿Y la música?

En un año plagado de afortunados regresos discográficos de viejas glorias de la mejor música de todos los tiempos (Bob Dylan, John Cale, David Byrne, Bobby Womack), tenemos que celebrar la publicación del nuevo disco de una de las más grandes luminarias del rock y el folk, además de una de sus voces más personales e inconfundibles, NEIL YOUNG. Auténtico mito viviente, el rebelde e inmortal genio canadiense (qué concierto dio, inolvidable, el 30 de mayo de hace tres años en el imprescindible festival primaveral de Barcelona) y lo ha hecho a lo grande con “Psychedelic Pill”, corajudo e intenso disco doble del que aún no tenemos opinión formada pese a unas cuantas escuchas. Pero sí acumulamos sensaciones, y todas son positivas. Comenzamos, estos últimos días, cada mañana de camino a la tele, a oírlo en el coche o en el metro y (a pesar de lo sencillo y tentador que resulta), nada nos pide cambiar a otro disco, autor o estilo, y eso es buena señal. Sobre todo cuando nos topamos con el Young menos contemplativo, el más crudo, guitarrero, cañero y psicodélico; que nos entrega, junto a sus emblemáticos Crazy Horse, un disco doble (a la fuerza: tiene una canción de 30 y otra de 20 minutos, que no se hacen largas: increíble pero cierto) que hace el número 35 de su carrera y que vemos perfectamente a la altura del legendario artista que es el canadiense, sin quien buena parte de la música del momento que más nos convence quizá no existiría, o, sin duda, no sería como es.

Precios baratos, una necesidad; y el comparativo de aceite de oliva virgen de la OCU

Nunca las cifras, tomadas así en general, resultaron tan aciagas incluso a quienes no se nos dan mal del todo. Crece sin control el desempleo, el PIB sigue con la marcha atrás puesta, la inflación imparable convierte en aún menores unos sueldos que llevan años a la baja, suben sin parar los impuestos, aumenta sin dar signos de moderación la deuda pública,se multiplican los EREs y cierres de empresas, los desahucios son ya casi “de la casa” (se ejecutan unos ocho de media al día, solo en Euskadi)…, cuesta horrores encontrar números que despierten un poco de esperanza.

Los hemos visto en dos empresas de distribución, Dia y Mercadona que, en plena crisis, incluso sumergidas en la específica del sector (dato de ayer: las ventas del comercio minorista a precios constantes -eliminado el efecto de la inflación- bajaron en septiembre un 12,6% con respecto al mismo mes de 2011, tras la entrada en vigor de la subida del IVA, en tanto que el empleo en el sector retrocedió un 1,2%), no solo sobreviven a la debacle sino que crean empleo y ganan dinero. Tanto una como otra tienen una cosa en común, que han priorizado en su marketing mix un elemento siempre importante, ahora esencial: el precio. Venden barato, menos caro que su competencia o, al menos, así lo piensan los consumidores, porque ese es su posicionamiento en la distribución alimentaria. Aún recordamos cuando Mercadona hace unos tres años, dio un insólito y quizá antipático golpe de autoridad al retirar de sus baldas cientos de productos de marcas líder y dejar (salvo contadas excepciones) solo los artículos de su marca blanca. Muchos dudamos de la viabilidad de una estrategia -más radical que innovadora- que ahorraba costes y era coherente en la búsqueda de sinergias favorables a su reconocida marca de distribuidor, pero que les enfrentaba a poderosas multinacionales del mundo de productos de gran consumo. Y que podía disgustar profundamente a los consumidores más fieles a sus marcas favoritas en ciertos productos; algunos especialistas incluso pronosticaron que la iniciativa estaba abocada al fracaso. Pero de fracaso, a la vista está, nada de nada; al revés. Yo no lo tenía muy claro, lo reconozco, porque tiro mucho de marcas blancas, una vez contrastada la calidad del género, pero…. La gente quiere (en distribución alimentaria, y cada vez en más sectores, hora es de que las empresas se vayan percatando) una buena -y, en algunos casos, basta con suficiente- calidad al precio más bajo posible, y cada vez va a ser más así. Poco ha tardado el grupo francés Leclerc en contrataatacar: ha lanzado hoy una web (buscaelmasbarato.com) que compara los precios de productos de otras empresas con los que vende en sus siete centros de Madrid. Y asegura que sus artículos son los más baratos (los de Mercadona, dice, son un 12,3% más caros que los suyos; y los de Carrefour un 11,5%). Lo comprobaremos y al final el consumidor decidirá, pero no está mal que las grandes cadenas compitan tan descarnada y abiertamente en precio: lo necesitamos de veras. Sólo unas pocas marcas pueden lograr que el cliente habitual de un super o hiper deje de frecuentarlo porque no tiene su producto. El ejemplo de Mercadona está ahí.

Otro tema: la publicación este pasado miércoles de los resultados del último análisis comparativo de OCU, que denuncia que de 40 marcas de aceite de oliva virgen (34 “extra” y el resto, solo “virgen”) estudiadas, tal y como leemos en la web de EITB “Nueve de ellas (…) cometen fraude y engañan al consumidor al vender un aceite etiquetado como “extra” cuando sólo es “virgen”. Además, dos de estas marcas carecen de proceso de refinado por lo que no son aptas para el consumo (si bien no entrañan riesgo para la salud)“ ha provocado la virulenta reacción de fuentes del sector y quejas de algunas marcas, algunas (incluídas las populares marcas blancas de algunas cadenas de distribución) de mucho prestigio y bien conocidas por los consumidores vascos.

Es este un tema recurrente en nuestra actualidad informativa (recordemos el caso del fraude en algunas marcas de leche entera UHT, en el que, por cierto, los tribunales han dado razón en primera instancia a la OCU y desestimado la demanda multimillonaria de la asociación más representativa del sector lácteo) que, a buen seguro, causa incertidumbre y preocupación no solo en los sectores y marcas afectados sino también en los propios consumidores, que no saben a qué carta quedarse. ¿Quién tiene razón? ¿Adolecerá, efectivamente, la marca de leche, aceite o cualquier otro producto que consumo cada día, de ese defecto de calidad o seguridad que denuncia la asociación de consumidores tras realizar su análisis comparativo? ¿Me estará engañando esa marca, o será la asociación de consumidores -por el motivo que sea, quizá para darse publicidad o por intereses aún menos confesables- quien distorsiona la realidad y perjudica gratuitamente a las marcas que quedan mal en el examen?

Lo primero que cabe matizar respecto de este análisis en concreto es una doble realidad: por un lado, que los datos provienen –fundamentalmente, que no solo- de una cata; todo lo oficial, rigurosa y representativa que se quiera (la de aceite es una de las más normativizadas, exigentes y con protocolos específicos para ese producto; como lo son las del vino o el queso), pero una cata (o análisis sensorial) no deja de ser una prueba en la que se suman resultados subjetivos, las apreciaciones que hacen los catadores –personas, no máquinas que miden objetivamente datos químicos y físicos) de las características organolépticas (sabor, color, olor, textura, olor…) de un producto. Simplificando, por mucho que unos cualificadísimos catadores concluyan que un aceite (o un vino) no tiene la calidad organoléptica requerida por la normativa que regula su elaboración y propiedades, si yo lo compro a menudo y a mí me convence, me gusta tanto o más que otros que quedan mejor en el análisis, poco me importa, yo a lo mío (es, por cierto, lo que ha ocurrido con la marca que compro, para mi disgusto). Porque hablamos de sabor, olor, color, etc y en eso cada tiene sus preferencias y sus gustos. Y, en segundo lugar, cabe subrayar que este análisis de aceite de oliva virgen extra deja bien sentado que este déficit de calidad en absoluto afecta a la higiene del producto o a lo que en general podríamos denominar calidad sanitaria. Matices, ambos, esenciales para hacer una interpretación correcta del análisis y sus resultados. Tengo en mis manos la revista de OCU del próximo mes de noviembre, que publica este comparativo. Y su espíritu queda bien claro, ya que insiste en este último aspecto. Es un fraude “solo” económico, en la medida que algunos aceites se arrogan en sus etiquetas una calidad “Virgen Extra” que su producto no alcanza, al no cumplir los requisitos (fundamentalmente, de cata, ya que es con este método analítico como está fijado que ha de determinarse) que para esa denominación comercial establece la norma. Los aceites, lo dice la OCU “ fueron sometidos a una batería de análisis químicos y a un análisis organoléptico, siguiendo los métodos analíticos oficiales que contempla la normativa vigente. La principal conclusión es que la gran mayoría de marcas cumple con la legislación y que 9 marcas engañan al consumidor vendiendo un aceite etiquetado como “extra” cuando resulta ser simplemente “virgen”. Se trata, por tanto, de un engaño económico, ya que se vende al consumidor aceite de menor calidad. Los resultados obtenidos muestran un claro engaño al consumidor porque se le vende un aceite de menor calidad a la que se indica en la etiqueta. Para la tranquilidad de todos los consumidores, OCU manifiesta que, en el caso de los 9 aceites etiquetados incorrectamente, no se trata de un problema de seguridad, sino un engaño al bolsillo. El precio medio del litro de aceite de oliva virgen ronda los 2,38 €, mientras que el litro del virgen extra es casi de un euro más. El análisis también detectó que uno de los aceites vendidos como aceite de oliva virgen extra y otro de los vendidos como aceite de oliva virgen son, en realidad, aceites de oliva lampante y por tanto no son aptos para la venta sin el proceso previo de refinado. A pesar de los problemas detectados, hay productos de muy buena calidad a precios razonables. “En el aceite, como en muchos otros productos, un precio elevado no siempre es indicativo de calidad”. La OCU ha puesto en conocimiento de las autoridades competentes los resultados de este análisis para que determinen si se ha cometido alguna infracción y, si procede, sancionen a aquellas marcas que puedan estar engañando al consumidor y perjudicando a un sector muy importante para la economía española. Además, en el ánimo de la OCU está el colaborar con la patronal aceitera para solventar y evitar que aceites mal etiquetados lleguen a los hogares de los consumidores. Por ello, ha invitado a la patronal a un encuentro cuyo principal propósito es trabajar en un objetivo común: ofrecer un aceite de calidad y excluir del mercado a aquellos que defraudan la confianza del consumidor y no juegan limpio con el resto de fabricantes.” Creo que quedan bien claras las cosas, ¿no les parece?

Las marcas/empresas/sectores que salen malparados de uno de estos análisis comparativos diseñados y realizados por uno o varios laboratorios acreditados –en este caso, también paneles de cata-, de referencia en el sector, y pagado y publicado por una asociación de consumidores acaban repitiendo una serie de patrones de conducta:

1) Objeciones a la honradez y neutralidad de las asociaciones de consumidores, que atenderían a oscuros y desconocidos intereses de las asociaciones, que en sus estudios comparativos benefician a unos y perjudican a otros, pero no basados en argumentos técnico-científicos honrados y demostrables, sino por razones de interés propio y muy poco honorables (acuerdos secretos con ciertas firmas, las que se beneficiaría, por ejemplo).

2) Objeciones legales/normativas/jurídicas: ¿quién es una asociación de consumidores para entrometerse en la realidad de un sector económico y señalar quiénes son los buenos y quiénes son los malos? Y de hacerlo ¿por qué no se hacen las tomas de muestras y los propios análisis ante notario?

3) Objeciones metodológicas: no se respetan los protocolos de la metodología oficial de los análisis de calidad del producto, comenzando por la toma de muestras (¿cómo puede criticarse la calidad de un producto y una marca analizando solo una muestra cuando en el mercado hay en ese mismo momento centenares de miles en las estanterías?) y por el propio desarrollo de la prueba (determinación de los ítems a medir y comparar, modo en que se relacionan unos y otros datos para llegar a las conclusiones, respeto a lo que dice la normativa en cada paso del análisis, acreditaciones de los laboratorios por los organismos normalizadores…; las casusas motivo de crítica pueden ser muchas, pero el caso es que los análisis (por reducir costes, por simplificar procesos y ahorrar tiempo y dinero…, no se hacen como debieran hacerse, sobre todo teniendo en cuenta la enorme repercusión que frecuentemente adquieren los resultados de los análisis en los medios de comunicación

4) Objeciones a la interpretación de los resultados del análisis, ya técnicas ya de traslación al lenguaje periodístico, en exceso divulgativo y simplificador de realidades complejas, que no respetaría los preceptos y matices técnico-científicos.

5) Quejas por las consecuencias que puede acarrear la difusión de los resultados del análisis, dañando gravemente la imagen o perjudicando las ventas de una marca o de un sector. Como también analizan marcas “blancas” o de distribuidor, hete aquí que en cada análisis quedan bien, mal o todo lo contrario también las grandes empresas de distribución, con lo que la afectación es aún mayor.

Saben algunos de ustedes que quien firma ha dirigido durante muchos años la única revista que junto a OCU publicaba análisis comparativos en este país. Y también están informados de mis excelentes relaciones con quienes dirigen desde hace más de 25 años la OCU (asociación con más de 300.000 afiliados, que pagan su cuota, y no barata, precisamente) basadas en que durante tan largo periodo hemos compartido (además de las críticas a nuestra labor de defensa de los derechos e intereses de los consumidores, que no otra cosa es un comparativo dcomo este de aceite, o lo fue en su momento el programa “Consumidores”, de ETB2-) la obsesión por el rigor técnico en el trabajo, la imparcialidad en las interpretaciones de los resultados y la moderación y el sentido de la medida como pauta comunicativa a la hora de dar a conocer las conclusiones de nuestros estudios; sin que ello impidiera, por supuesto, la búsqueda de expresiones y titulares rotundos y claros, cuando la ocasión lo requería. Como esta, sí. Lo que les quiero decir es que, en mi modesta opinión, las marcas que han salido malparadas en este análisis de aceite deberían quejarse menos y ponerse cuanto antes manos a la obra para mejorar la calidad de su producto, un artículo natural muy sensible y de la máxima calidad cuyo proceso de elaboración hay que vigilar al detalle, porque la normativa que establece sus parámetros de calidad, es muy exigente. En cualquier país que no sea España es tarea imposible encontrar un aceite de oliva virgen extra por menos de 8 o 10 euros el litro, y aquí tenemos algunos bien sabrosos en oferta en los supermercados por 2,5 ó 3 euros. No hay que dramatizar, en muchos casos ha podido ser (suele ocurrir) pura mala suerte del productor, pero al consumidor hay que darle (siempre, y no solo la mayoría de las veces) la calidad prometida (en la etiqueta del producto, en la publicidad de ofertas del establecimiento…), y cierto que puede haber sido solo una botella o un lote el de calidad insuficiente y que al productor afectado le tocó la china de que fuera esa muestra la analizada y que deviene muy oneroso castigo para la marca afectada, pero no es menos verdad que la labor de una asociación de consumidores es precisamente esa, mantener tensa la cuerda, en nombre del cliente, del consumidor, y dar algún que otro disgusto para que se cumplan las normas de calidad y seguridad en los productos y servicios y no se relajen ni productores, ni vendedores ni la Administración que los controla. Y resulta asimismo diáfano que las normativas de calidad de los productos no se fijan para que la mayoría de los productos concernidos la cumplan o lo hagan con la mayoría de los requisitos, sino para que lo hagan todos y cada uno de ellos en todas y cada una de las características descritas. Lo que quizá habría que replantearse es si la normativa no es en este caso demasiado estricta, por exigente en exceso, en ciertos productos de alimentación. No lo digo por decir, es una idea que llevo muchos años rumiando, al cotejar los resultados análiticos de ciertos alimentos, y al preguntarme por qué en productos de gran consumo el Extra (calidad objetiva y parametrizable de producto; nada tiene que ver con el concepto delicatessen) es casi imposible de conseguir normalizadamente con los costes que el mercado admite. Es una soga al cuello de los productores que quizá habría que replantearse. Porque lo primero que ha de ser una norma es realista, debe poder cumplirse. Y también cabría reflexionar si es lógico que un producto de élite, en su propio concepto –es prácticamente el mejor de los aceites- y en lo culinario, como un aceite de oliva virgen Extra puede costar 2,50 euros el litro.

¿Y la música?

Esta siendo este un año de reapariciones de grandes figuras con discos estupendos (el soul de Bobby Womack, el country-rock de Neil Young, el folk rock de autor de Bill Fay, así citados de memoria), y el último del que tenemos noticia es el de DONALD FAGEN, exlíder de Steeley Dan, banda de referencia del negociado de la música más trabajada y exquisita de los 70s, ubicada entre los márgenes del jazz y el rock y con sabrosas concesiones al funk, al rhythm and blues y, por supuesto, al pop. Nos viene este mes de octubre Donald Fagen con “Sunken Condos”, su cuarto disco en solitario, dato que teniendo en cuenta que el primero lo grabó ya sin la banda hace 30 años, no permite tildarle de prolífico, precisamente. El disco está teniendo buena acogida en su país, EEUU, y la verdad es que escuchando este single, titulado “I’m Not the Same Without You” y anclado en esa estética atemporal de la música orquestal y grande en el buen sentido de la expresión, se entiende perfectamente el porqué.

Ni humor, ni paciencia

La crisis sigue (sí, en pleno octubre) llenando las playas (el ocio activo más barato, salvo que se caiga en la tentación del helado) y vacía los cines, que cobran ya 8 euros por ver una peli si bien aumenta el número de días con descuento: nos han cobrado en una misma semana, en días laborables, 4, 6 y 8 horas por una peli a la misma hora (diez o diez y media de la noche) en las mismas multi-salas. La verdad es que cuesta levantarse cada mañana, al menos si pones la radio para desayunar y no dejas de estar en contacto con las noticias a lo largo del día, como es el caso. Hoy nos fue peor que ayer, pero mejor que mañana, y la cadena -que más parece una condena- no parece tener fin. El FMI acaba de asegurar que en 2013 no remitirá la recesión en España, con lo cual podemos aventurar que crecerá aún más el desempleo y que seguiremos sumidos en plena tormenta perfecta de crisis devoradora, implacable. Tampoco ayuda (el IBEX ha vuelto a bajar hoy, y mucho, en torno al 2%) la indecisión del Gobierno central sobre si pedir o no el rescate, a pesar de que hay casi unanimidad entre los expertos, que animan a que se solicite de una vez por todas la ayuda a los países ricos de la UE y podamos comprobar no solo si baja la prima de riesgo y el Estado, y la Administración en general, puede financiarse a precios no suicidas, sino también si fluye el crédito (asequible) para empresas y particulares y la economía puede comenzar a recuperarse y el empleo a dejar atrás esos guarismos dramáticos.

Aquí, en nuestras modestas economías domésticas, la impresión es que todo este esfuerzo que se nos exige a los ciudadanos, y que estamos pagando porque no nos queda otra, no pretende otro objetivo que transferir directamente dinero de la cuenta corriente de los afortunados que tenemos ingresos regulares, a los bancos y cajas que pecaron de avaricia e ineficacia en la gestión en la época de la burbuja inmobiliaria para que a su vez estos puedan pagar sus deudas a los bancos e inversores internacionales que les confiaron en su momento el dinero que ellos prestaron a promotoras y particulares. Y nosotros, en medio y pagando el pato. Pero de verdad: 2,3 millones de niños viven en España por debajo del umbral de la pobreza, 80.000 más que hace un año, debido al impacto de la crisis económica, según datos facilitados hoy por UNICEF. No es extraño que al ser preguntados por la situación económica del país, el 88% de los españoles la considere “mala” o “muy mala”, y que el paro sea considerado el mayor problema por el 82% de la población. Y la clase política es el tercer problema para los españoles , tras el paro y la economía. Entonces, ¿quién nos va sacar de esta? Estamos que fumamos en pipa, pero en breve tampoco vamos a poder: el gasto en tabaco creció en 2011 en España un 6,65%, hasta 201 euros por persona, lo que supone el segundo mayor incremento a nivel europeo. Como tampoco vamos a poder morirnos en paz: la reciente subida del IVA ha golpeado especialmente a los servicios funerarios, que han visto crecer su impuesto del 8% al 21%. Al respecto, la OCU nos avisa: algunas compañías de seguros están intentando trasladar esta subida a las primas de los seguros de decesos a pesar de que no pueden hacerlo hasta el vencimiento de la póliza: “no te despistes y no permitas que te hagan pagar de más”, nos dicen, y tomamos nota.

Si eres funcionario, llevas varios años con el sueldo congelado cuando no disminuido con algún zarpazo ocasional. Menos dinero para hacer frente a los gastos, que no hacen sino crecer

, porque, para más perjuicio, siempre hemos pensado que el IPC no da un dato cierto, ya que la vida (el super, la ropa y el calzado, el material escolar, el bus y el metro, el ibuprofeno aunque sea genérico, los impuestos, el café o la cerveza en el bar…) suben más de lo que revela este indicador. Y si eres autónomo, acabas de recibir otro hachazo. Me lo decía un amigo ayer: “a la empresa a la que facturo la mayor parte de mi trabajo ni me atrevo a hablarle de que necesito subirle la tarifa mensual que cobro por el servicio prestado, pero el Gobierno Rajoy me ha obligado a incrementar el IVA del 18 al 21% en mi factura, y el IRPF del 15 al 21%; conclusión: de un día a otro, cobro 100 euros menos al mes, así por la cara, para pagar el rescate a las cajas y bancos que han dejado un agujero negro que tenemos que pagar solidariamente todos.”

Y si eres consumidor, que lo somos todos, tenemos cada vez menos dinero, más gastos y menos humor.

No nos podemos permitir comprar electrodomésticos nuevos (se ha sabido hoy: ha disminuido su venta un 16% respecto al primer semestre del año anterior), con lo que hemos de tirar con los que tenemos y cuidarlos casi como si fueran nuestros hijos para no vernos urgidos a llamar a servicios técnicos para que reparen sus siempre inoportunas averías. El otro día vino uno de estos profesionales a ver qué ocurría con la lavadora de casa, que perdía agua. Me levantó, por menos de tres cuartos de hora de muy calmado trabajo y sin que pudiera apreciar signo alguno de apuro en su cara, 57 euros con el IVA del ya vigente 21% incluido, Sí, casi diez mil pesetas de las de antes. Recuerdo que indicaba la factura 19 euros en concepto de desplazamiento, por lo que una sencilla cuenta revela que la hora de trabajo del técnico salía a ¡36 euros+ IVA!, lo que significa 43,56 euros que paga el usuario; para los veteranos, 7.250 pesetas la hora. Si esto es lo que cobra un operario con cualificación (es un suponer) de FP, ¿cuánto cobra por hora de trabajo neto (sin contar desplazmientos, quiero decir) un abogado, un arquitecto, un profesor universitario o un dentista? Podemos recordar que el sueldo medio en España es, con el prorrateo de las pagas extraordinarias, de 1.345 euros mensuales, según la última Encuesta de Estructura Salarial hecha pública recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, unos 45 euros al día. Algo no funciona en este país. Volviendo al terruño, Expobodas recibió el pasado fin de semana en el BEC un 16% menos de visitantes que el año pasado, y a nadie debe sorprender el dato: ¿quién tiene humor hoy para casarse?
A algunos nos falta incluso la paciencia para soportar cosas como las dichas el domingo por un influyente asesor del gobierno alemán en un programa de esa cada vez menos soportable tele comercial en prime time, que aseguró que en nuestro país aún no nos hemos hemos hecho a la idea de que estamos inmersos en una gran crisis y de que hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades. Este plural es el que más fastidia. La mayoría de las personas que conozco no exageró en el gasto ni incurrió en compromisos impagables durante esos supuestos años de fastos y créditos baratos y fáciles. Lo que ha fastidiado, y en el peor de los casos hundido, las economías de los hogares es el paro, y no el desplifarro. No pueden decir lo mismo el Gobierno central, los Ayuntamientos, las Diputaciones, muchas empresas, y, sobre todo, algunas (que no todas: ahí está Kutxabank, sobresaliente en solvencia;y Caja Laboral, también a salvo) cajas y bancos, que nos metieron en este agujero del que nadie sabe cuánto tardaremos en salir.

¿Y la música?

Va, para variar y aportar un poco de vitalidad y optimismo, una de fresco pop juvenil. La banda se llama Teen, es de Brooklyn e íntegramente femenina, sus canciones no son precisamente originales ni emocionantes (una apreciable revista web especializada las ha definido como “un catálogo dream-pop de corte convencional con ocasionales virajes hacia la psicodelia, en un discreto álbum de debut, In limbo”), pero tienen arranque y ritmo suficientes para combatir esta languidez, cuando no directamente tristeza de las que resulta casi imposible evadirse, siquiera temporalmente. Aquí las tenemos. ¿Son tan mediocres? No lo creo, a mí me gustan. Y el vídeo, mola también.

Con nuestra economía a punto de quebrar, la vida continúa…

(sigo reflexionando y recabando información sobre el tema de las preferentes, que hace unas semanas se convirtió en un escandaloso timo que sufrieron decenas de miles de ahorradores engañados por sus bancos y cajas, pero que, abordándolo en general, es un asunto más complejo de lo que a primera vista parece; no en vano, las participaciones preferentes son un producto financiero más; con sus peculiares características, sí, pero un medio más (perfectamente legal, normalizado y conocido por el mercado) al que algunas empresas recurren con el fin de conseguir dinero para sus inversiones. Lo dicho, en breve hablaremos de ello en el post correspondiente)

Se hace difícil –por su enorme trascedencia en nuestras vidas cotidianas de hoy, 24 de julio de 2012 y, sobre todo, de los próximos meses y años- escribir hoy sobre cualquier cosa que no sea la situación de pre-quiebra en que se encuentra nuestro país y su posible rescate europeo

y posterior gestión tecnócrata y externa, al modo en que han sido intervenidas las economías de Grecia, Portugal e Irlanda que, por cierto, no levantan cabeza desde entonces. Y más cuesta todavía sustraerse a este marronazo que enfanga nuestra vida al comprobar, como hago ahora mismo, que Catalunya ha solicitado auxilio financiero al Gobierno español, convirtiéndose -la segunda mayor comunidad autónoma del país- en la tercera autonomía en pedir el rescate, tras la asimismo relevante Valencia y la ya más menuda Murcia. Quiere ello decir que reconocen las autoridades catalanas que el único comprador de sus emisiones de deuda pública es el Gobierno central: nadie más se fía. Un trago duro e indigesto para una economía que hemos tenido siempre por pujante y para una sociedad con tan consolidada autoimagen como la catalana. Espero que no nos veamos obligados los vascos a pasar por ese trance; de momento, todo parece indicar que no, pero….

Los datos que llegan del mercado financiero, que nunca fueron seguidos por el público en general como ahora, al minuto y con tanto miedo, son preocupantes:

la prima de riesgo sigue hirviendo a borbotones y amenaza con desbordar la cacerola y quemarlo todo con sus 635 puntos básicos; y el famélico IBEX35, con las más rutilantes empresas españolas a precio de auténtico saldo en la Bolsa está bajando el 3% y naufraga ya por debajo de los 6.000 puntos: ¿recuerdan cuando nos quejábamos porque costaba superar la barrera de los 8.500?.
Somos muchos los periodistas que, sin ser especialistas en economía, nos esforzamos con denuedo -tal relevancia ha adquirido el asunto, a todos los niveles- en comprender qué está ocurriendo y, sobre todo, qué nos espera a los ciudadanos de a pie, que somos la inmensa mayoría y a los consumidores, que somos todos. Estamos en una situación límite, con un paquete de medidas drásticas de recorte del gasto público y de aumento de los impuestos que nos empobrecen día a día, no reactivan nuestra recesiva economía y que, como era de prever, están generando gran contestación social.

Podría comentarles aquí en qué medida -en todo caso, efectos negativos, no lo duden- nos podría afectar el rescate total europeo equivalente al efectuado con los tres países arriba citados o su sucedáneo (que algunos especialistas ven quizá más probable), el auxilio del fondo de rescate europeo (FEEF), que se pondría en marcha por primera vez con este objetivo y haría innecesaria la actuación del BCE controlado por Alemania. El FEEF adquiriría bonos de deuda soberana española, que ya ningún inversor extranjero quiere incorporar a su cartera de inversiones. Pero no lo haré, por no anticipar el dolor, más que nada; y porque, en su caso, tiempo habrá.

Me he desayunado esta mañana leyendo en la Red una amplia entrevista a Felipe González en El País en la que da su versión de cómo el país ha llegado hasta aquí y, no teman, reparte culpas entre Aznar y Zapatero y sitúa el comienzo del desastre en 1998, cuando se dieron todo tipo de facilidades (políticas y financieras) para ir edificando el boom inmobiliario que luego se convirtió en burbuja y posteriormente nos ha explotado en la cara. Además, dice el ex-presidente que el dinero que debe nuestro país no es tanto como para explicar nuestra situación de postración ante los mercados y ante el BCE. Poco después, en otra lectura que también les aconsejo, en un blog de la prensa especializada me informaba sobre por qué estamos abocados a un rescate total: nadie se fìa de que España pueda pagar sus deudas. Normal, si ayer el interés de la deuda española a 2 años estaba casi al mismo nivel que la de a 10 años, cuando, por ejemplo, la francesa a 2 años era del 0,19%, cuando su bono a 10 años rendía diez veces más, el 2,13%. Los números y su elocuencia, amigos.

Pueden leer ambos materiales, y no perderán el tiempo, pero de todos modos me quedo con lo que dice Ignacio Marco Gardoqui hoy en El Correo

: “Nuestro problema es de dinero, claro está, pero en el mundo hay dinero en cuantía suficiente para sofocoar nuestras deudas; lo que no podemos ofrecer a cambio son garantías de pago y se empieza a hablar de “defaults” y de quitas, sin el más mínimo pudor. Y mientras Alemania se niegue a mutualizar los riesgos y las garantías, no habrá solución a nuestros males ni alivio a nuestros pesares. ¿Lo hará? Sólo si llega a la conclusión de que no hacerlo es peor para sus intereses y solo si Merkel llega a la conclusión de que tal cosa no le conduce al abismo electoral”.

Nuestro futuro, por tanto, queridos amigos, depende de que lo que piense y decida una implacable dirigente procedente de la Alemania del Este, la de la órbita exsoviética. Y matizo este particular para que nos hagamos una composición de lugar de la sublime representación que puede tener Angela Merkel de la idea de la construcción y consolidación del proyecto de la UE. En suma, nuestro futuro (¿cómo hemos sido tan irresponsables de llegar hasta este extremo?, alguien deberá dar explicaciones a las generaciones actuales y a las venideras) depende directamente de lo que a Merkel y a su entorno (pongamos aquí partido politico, la derecha alemana) le convenga. Así de sencillo, y de triste. Continuará… pero necesitamos, urgentemente, buenas noticias económicas: ¿quién puede aportarlas?.

De todos modos, nuestra azarosa vida de ciudadanos y consumidores continúa.

Se hacen las primeras pruebas de aplicación de la receta electrónica en Euskadi, se discute qué medidas de recorte de servicios del Gobierno Rajoy se aplicarán en la CAV, decenas de miles de usuarios temen haberse arruinado al comprar preferentes de bancos y cajas intervenidos por el Estado y por tanto en situación de quiebra, se dictará una normativa nacional que obliga a que las hamburguesas tengan menos grasa saturada y sal, al cine y al teatro ya no irán ni los taquilleros, la irresponsabilidad de dos fumadores que arrojaron sus colillas desde el coche se ha comprobado causa directa del dramático y enorme incendio de los bosques de Gerona, aprieta el calor en nuestra cornisa y el clima –este finde llegan, de nuevo, las lluvias y el fresco que otros llamarían frío- nos vuelve medio locos como siempre en verano, siguen muriendo niños en las piscinas (ayer una pequeña de dos años, en una piscina ¡hinchable! y ¡en una guardería! en Galicia: increíbles ambas cosas) y las fiestas de pueblos y ciudades siguen retando al malhumor y desesperanza de la gente…, todo marcha normal, entre tragedias, preocupaciones y ánimo festivo insobornable, como siempre…, somos así, ya lo decíamos ayer.

Como quizá sepáis, colaboro, aportando lo que llamo “enfoque consumidor” en el exitoso programa de debate Ni más ni menos”, presentado cada tarde (de cuatro y media a seis y media, más o menos) por Klaudio Landa en ETB-2

Ayer les envié algunas ideas sobre la posible desaparición de las Rebajas, el tema principal que van a debatir hoy, martes. Precisamente, hace ya unos días, cuando se hizo público que el Gobierno central barajaba eliminar las Rebajas tal cual las conocemos (casi) desde siempre para dejar que sean los propios comerciantes quienes decidan cuándo y cómo hacerlo, escribí esta banalidad en mi facebook personal:

“Nos reducen los sueldos y sube de precio prácticamente todo, incluso lo esencial, como los alimentos más sabrosos, el vino, la cerveza, el cine y el teatro, los libros, los discos y conciertos…, estamos tristes y desconcertados, la economía del país sigue a punto del dramático y hasta ahora esquivado rescate, y va el Gobierno y nos anuncia otra catástrofe, esta más emocional si se quiere: ¡VAN A DEJAR DE EXISTIR LAS REBAJAS!, al menos tal y cual las conocemos hoy. Una vez metabolizado –solo en primera instancia- el disgusto, me pregunto yo: ¿tendremos entonces que dejar de comprar ropa quienes solo lo hacíamos en Rebajas? La conclusión solo puede ser una: nos quieren no solo desnutridos, abstemios, deprimidos, pesimistas, aburridos y malhumorados, sino también ¡vestidos de cualquier manera! Y eso sí que no, hasta ahí podíamos llegar. Frente Pro-Rebajas, ya. No quiero ni escuchar los motivos para esta incomprensible medida. Bueno, es mentira: los conozco y no me convencen. Por eso, te los ahorro ¡Pero si el único atractivo de comprar ropa era que solo había que hacerlo de cuando en cuando, y en fechas fijas y muy anunciadas para que no se nos olvidara! ¡Y, sobre todo, que te imponías un par de veces al año el reto de lograr un objetivo casi erótico y al alcance de pocos habilidosos; y que de conseguirse, de paso, contribuía a reforzar un poco esa averiadita autoestima nuestra: soy la pera, he pillado una chaqueta de pana preciosa con un 75%! Conmigo que no cuenten, desde ya lo digo. Si no hay Rebajas, a mi no me ven por las tiendas. Me paso a la compra por catálogo; por supuesto, sección Ofertas.”

Bien, esta es una manera irónica y personalísima de ver el asunto, pero hay otra más sensata e informativa de hacerlo. Mañana lo veremos. El material lo tengo casi listo. Ya puedes ir preparando tu comentario, si te place hacerlo en el foro abierto que me gustaría fuera este blog sobre consumo y vida cotidiana.

¿Y la música?

No es fácil dar con algo interesante si uno busca pop o rock alemán, pero tengo in mente una banda berlinesa , Einstuerzende Neubauten (“Las nuevas casas que se derrumban/colapsan”,en español), de la que he encontrado una pieza estupenda de su sexto disco, “Ende Neu” (1998). En su rareza, estamos ante una canción convencional tratándose de esta banda, a la que tuve ocasión de ver en directo en un FIB de hace no menos de 8 años, desplegando en un concierto irrepetible un derroche de recursos tanto por su complicadísima música experimental/industrial/ruidista, con arrebatos de hard rock por momentos, como por una puesta en escena sorprendente, con instrumentos como bolsas de basura llenos, toneles desvencijados, cables y poleas, etc, etc. Y lo mejor es que la barbaridad sonaba fenomenal, divertida, diferente por supuesto a cualquier otra banda, pero atractiva, desconcertante y muy poderosa.

En esta canción del video se nota la influencia del estilo que asociamos al gran Nick Cave, y es ello muy normal, porque el lider de E. Neubauten es el guitarrista y posteriormente artista sin limitaciones conocidas Blixa Bargeld, que desde 1983 y hasta 20 años después compartió afanes con el genio australiano en los míticos grupos The Birthday Party y The Bad Seeds. Algunos fans de la música de Nick Cave de esa época siguen echando de menos al gran Blixa Bargeld, todo un personaje.

Subida del IVA: más de 800 euros al año por familia

La semana anterior ya pronosticábamos en este blog que iba a subir el IVA, porque el Gobierno iba a necesitar aumentar, y rápidamente, sus ingresos una vez comprobado que con la reducción de gastos que -a medio plazo- logran los diversos recortes implantados y los aún por aplicar, no iba a ser suficiente para reducir siquiera hasta niveles soportables el déficit público que nos avergüenza ante el mundo. Seguirán los recortes del gasto (casi se ve inevitable, también, un buen mordisco a los salarios de los funcionarios, en una herida que ya sangraba de agresiones anteriores), porque estamos contra las cuerdas.
He leído esta misma mañana que la temida eliminación de la desgravación fiscal por la adquisición de vivienda habitual no es tan probable que la decida el Gobierno, más que nada porque ya casi nadie compra vivienda nueva, y porque la normativa sólo afectaría a los próximos adquirentes, no a quiernes ya estamos hipotecados.

A lo que íbamos. La OCU se ha tomado al (laborioso) trabajo de calcular cuánto puede suponer para los ciudadanos la subida del IVA que el Gobierno acabará por implantar. Aclaro que parten de un supuesto que, sí, quizá es el peor de los imaginables: que desaparecen los tipos reducido (8%) y superreducido (4%), y se acaba aplicando el tipo general del 18% a los productos que antes se beneficiaban de los tipos reducidos. Y con otro matiz: que dicha subida la repercutieran íntegramente a los consumidores por parte de los comerciantes. Una vez descritos tan relevantes rasgos del supuesto de OCU, pasemos al dato. Y, lo que me temía, es un auténtico zarpazo a nuestra economía, que para quienes peor lo están pasando en esta crisis puede representar una puntilla casi letal. ¿Cuánto va a costar a las familias la subida del IVA que planea el Gobierno? Pues de media, agárrense, 877 euros euros al año por familia. Parten mis amigos de OCU de la última encuesta sobre presupuestos familiares elaborada por el INE (gasto medio por hogar en 2010: 29.782 euros). Esta encuesta desagrega el gasto en diferentes grupos, asignando a cada concepto de gasto el tipo de IVA que le corresponde. Es así como han podido calcular en OCU de una manera objetiva el efecto de la subida para el consumidor. En 2010, con ocasión de la anterior subida del IVA, hicieron el mismo cálculo. En dicha ocasión calcularon un coste medio de subida de 288,54 euros. La eliminación de los tipos reducido y superreducido “multiplica por tres el impacto de la anterior subida, agravado en este caso porque dicho impacto recaerá esencialmente en productos de alimentación, gasto del que no es posible prescindir”.
Buena nos espera, amigos.

¿Y la música?

Lo nuevo de FIONA APPLE

El IVA y la electricidad subirán; otro mito alimentario cuestionado; y el mejor smartphone

¿Subirá el Iva?

Apuesten a que sí, que a Hacienda la vemos venir y que hay mucho G-20 y mucho FMI y Eurogrupo presionando para que se reduzca el déficit fiscal español, que lo tenemos engordado a punto de explosión letal. Esto quiere decir, además de la subida del IVA, eliminación de la desgravación por vivienda, reducción de los salarios de funcionarios… un planazo, vamos.

El IVA general del 18% subiría al 20%, lo que supone una subida, de golpe, del 11% de buena parte del coste de la vida. Un coche nuevo, por ejemplo, valdrá entre 400 y 700 euros más y el precio de los usados (se gravan con menos impuestos) será más competitivo: una banderilla más para un enfermo crónico, el sector del automóvil, necesitado de transfusiones que lo revitalicen y no de infecciones oportunistas como esta de la subida del IVA que empeoren su precario estado de salud. Han sido los primeros en quejarse preventivamente. Les han seguido los fabricantes de cerveza, que dicen que si sube el IVA peligran miles de puestos trabajo en las fábricas de la bebida veraniega por excelencia, y lo mismo pasaría en la hostelería, principal destinatario (más del 80% de las ventas, al parecer) del consumo de tan entrañable producto. Las cervecitas en el bar de abajo es casi lo último de lo que nos quitamos (aún no somos alemanes; no sé cuánto tiempo más nos lo permitirán) pero el precio de la caña (pongan aquí un cafelito los abstemios, o los que son más de vino) es un símbolo de la economía, lo último que un hostelero se atreve a subir de precio. Pero si no actualiza el precio de la caña (y el del resto de artículos) y traslada el incremento a sus clientes, se come él la subida, lo que en plena crisis de rentabilidad de estos negocios (y de todos), sitúa al empresario en un dilema nada sencillo de resolver. ¿mitad paga el hostelero y la otra mitad el consumidor? Por no hablar del sector turístico, que verá que su oferta de ocio cuesta al extranjero un poco más, con lo que los viajes a España pueden desviarse a otros dentinso más competitivos en precio. Ya veremos, pero casi seguro que el total de la subida acabaremos, antes o después, pagándolo los consumidores. La razón de la inminente subida del IVA, la hemos adelantado y ya lo sabemos todos, no en vano nos estamos convirtiendo a fuerza de prima de riesgo y de IBEX casi en expertos en finanzas. Subir el IVA es la medida más sencilla (y más difícil de tomar, por su impopularidad, en términos políticos; de ahí que haya sido casi la última) de que el Estado –presionado desde el exterior, más que famélico, a punto de quebrar de inanición y necesitado de socorro como nunca en la historia reciente- aumente sus ingresos rápidamente y reduzca un poco ese déficit público desbocado que nos desacredita ante los acreedores. Y todo ello, sin depender de una actividad empresarial que no levanta cabeza tan necesitada como está de créditos que el mercado financiero no quiere/puede ofrecer y de alguna expectativa positiva que levante el ánimo inversor, ni de los ierrepeefes de unos trabajadores cuyo número decrece sin freno desde hace años. Pegas a esta medida: todas. Encarece la vida de los ciudadanos en unos momentos críticos para la economía de millones de compatriotas, frena y desanima al consumo casi automáticamente, decrece la economía en general, puede reducir el ingreso de divisas procedentes del sector salvavidas de nuestra precaria economía, el turismo… Malos tiempos para la lírica, ya lo decía la canción. 1984, Golpes Bajos, qué tiempos aquellos, qué estética, qué confusiones, qué ilusiones…

¿Y la electricidad?

También subirá, pronto; y lo hará otra vez de modo obsceno en lo cuantitativo: se habla de que en julio se encarecerá la factura, de media, más de un 3,5%: Inaceptable, tras las subidas ya acusadas estos últimos meses. Se quejan las empresas eléctricas de que su producto no es caro en sí: el problema sería el apoyo político (subvenciones públicas, para entendernos) que reciben en nuestro país las energías renovables, superior al de otros países de la UE. Pero, ¿no se había reducido drásticamente este apoyo a las energías limpias? Leo, al respecto, que el Gobierno estudia nuevos recortes a las renovables precisamente para controlar el desmadre en que se está convirtiendo la puesta al día del precio de la electricidad; ahora bien, la patronal del sector de las renovables se queja y dice estar “ya a al límite”. Complicada tarea la de tomar ciertas decisiones políticas, desde luego.

¿Hay que volver a antenizar nuestros tejados?

Pues sí, ya nos podemos hacer a la idea de un nuevo gasto casi inevitable. Vamos a volver a pagar por la segunda estructuración de los canales de TDT; la primera fue la del apagón analógico. Los antenistas, supongo, encantados, con trabajo a mansalva; y nosotros, (aún más) cabreados: un nuevo gasto cuando lo que necesitamos es ingresos y no más desembolsos que apenas aportan nada. Saldrá la broma por unos 500 euros a cada comunidad de vecinos, aunque a algunas les pueda suponer hasta 2.000 euros. O sea que unas decenas de euros ya le podemos asignar a la broma. La causa del nuevo cambio es que los canales de TDT, todos ellos, cambian de frecuencia con el fin de que el espacio entre los canales que ahora ocupan el espacio del 61 al 69 los pueda utilizar la telefonía de cuarta generación. Problemas, disputas entre sectores, y sucesos tecnológicos de todo tipo para esta nueva adaptación, los hay a decenas; mientras, al común de los terrestres nos suena a chino esta jerga y la situación se complica más al entrar en liza el Gobierno, Industria en concreto, y el Tratado de la UE que prohíbe las ayudas públicas para sufragar algo que se nos antoja de sentido común: la emisión simultánea en el canal nuevo y el viejo mientras vamos resintonizando el dial. Además, el Gobierno quiere que los seis operadores privados que lograron un “canal múltiple” de cobertura nacional, con 4 diales cada uno, se las arreglen ahora en cinco canales múltiples y compartan otro u otros dos para las emisiones en alta definición. Aquí tenemos al otro actor de la comedia. De momento, los operadores de TV privados, los del 5 y el 3 que se han hecho con casi todo el pastel, se han negado a renunciar a sus canales propios. Un buen jaleo, sí. Y, al otro lado, el satélite (sistema de distribución de señales de TV apenas implantado en nuestro país, a pesar de su orografía tan particular y exigente) pide paso, ante la implantación de la TDT. En Alemania los grandes operadores de TDT emiten sus 14 canales en HD mediante satélite, canales que cuentan con dos millones de abonados. No sé, con los alemanes y británicos siempre me da la impresión de que nos llevan la delantera; pero no por más listos, sino por más aplicados, rigurosos, eficientes; y menos litigiosos, insensatos y lentos. La verdad es que a veces piensa uno que, en realidad, aquí ninguna innovación tecnológica funciona del todo bien. Tarda mucho en implantarse (pensemos en el ADSL o los servicios de banca por Internet) y te has de conformar con un nivel de implementación flojo, coherente con esa histórica filia por la chapuza y lo inacabado que lastra la imagen de país, término hoy de moda. Irrumpen nuevos adelantos tecnológicos que se venden como impecables portadoras de maravillosas ventajas para el usuario, pero ocurre que, pasado un poco de tiempo, las ventajas no son tan relevantes, el sistema adolece de graves y molestois fallos y las adecuaciones a los requerimientos coyunturales exigen de cambios permanentes que acaba teniendo que hacer, y pagar, el usuario. Carísimo e ineficaz todo; como el propio país, sí.

Otro mito sobre la comida, a punto de caer

A efectos de obesidad, podría importar tanto o más cuándo se come que qué o cuánto se come. Increíble, pero cierto. Según un estudio realizado en EEUU con ratones y publicado en la revista ‘Cell Metabolism’, establecer unos horarios fijos para alimentarse y respetar los tiempos de no ingesta es fundamental para prevenir la obesidad y mantener el peso a raya. Tanto los ratones que tomaron una dieta alta en grasas como los que comieron una dieta normal estuvieron igualmente protegidos de la obesidad siempre que la ingesta la realizaran en un horario restringido. En comparación con los que comieron sin control horario, los roedores que siguieron la pauta horaria establecida mostraron mejoras en sus ritmos metabólicos y funcionales, ganaron menos peso y sufrieron menos niveles de inflamación, un marcador relacionado con la resistencia a la insulina. El responsable del estudio, Satchidananda Panda, del Instituto de Estudios Biológicos, asegura que “el foco, hasta hora, ha estado puesto en lo que comen las personas, pero no hemos recogido datos sobre cuándo comen“. Lo que demuestra el estudio, según este especialista es que “mantener un ritmo de comidas de ocho horas frente a comer cuando tú quieras es mejor y genera cambios relevantes, como una reducción en los niveles de insulina, lo que supone una protección frente a la aparición de diabetes. Se piensa que este patrón óptimo, como el hecho de tomar una dieta mediterránea, aporta ventajas y evita la aparición de enfermedades cardiovasculares”. En resumen, que la aleatoriedad, comer cuando apetece o se puede (que es lo que en realidad tendemos a hacer), favorece la obesidad; e incluso, dicen algunos especialistas, no habría bases científicas sólidas para afirmar que es más saludable repartir la ingesta diaria en cinco comidas que en las tres de toda la vida.
Los autores del estudio reconocen, eso sí, las virtudes de la dieta mediterránea, que tanto peligro corre por la crisis económica, los cambios de estilo de vida (¿cuándo fue la última vez que nos preparamos en casa unas lentejas o unos garbanzos con berza?) y por el auge de la comida preparada y el fast food.
Otro mito que se cae, el de muchas comiditas en lugar de solo tres más copiosas, pero también una constatación de esas tautológicas que se confirma: las cosas son como son por algo. Queda claro que seguir los dictados que nos imponen, por un lado, el apetito y por otro, nuestro ritmo de vida, favorece la obesidad. Y que para hacer frente a esta epidemia sanitaria tan de nuestro tiempo y modus vivendi debemos actuar con proactividad y decisión casi militante; lo contrario de dejarse llevar por las circunstancias, para entendernos. Y mantener una disciplina. Es muy exigente el plan, y poco atractivo: por eso estamos cada vez más gorditos. Estética y salud, el preciado objetivo. Esfuerzo, sacrificio, rigor y constancia, el medio. Difícil, pero merece la pena, incluso en plena crisis, ¿no les parece? Comer menos sale más barato; consolémonos con eso, de momento.

El mejor smartphone del mercado, a fecha de hoy

Y ya termino. No tenemos la economía personal para gastos de este calado, pero seguro que alguien por ahí está pensando en ponerse al día de una vez y pillarse un smartphone. Para ellos, y para los más curiosos, esta es una información muy interesante. Y 100% fiable: la fuente es la OCU. Los técnicos de la asociación de consumidores de referencia en España han llegado a la conclusión de que el nuevo smartphone de Samsung, el Galaxy SIII, que llegó a las tiendas a finales del pasado mayo es la mejor opción del mercado; es mejor, en concreto, que su predecesor, el Samsung Galaxy SII, que el iPhone 4S y que el Motorola Razr. Un detalle curioso: hasta ahora el mejor calificado en los exámenes comparativos de OCU no era el sublimado iPhone, sino el Razr de Motorola. Las características mejor valoradas de este Samsung Galaxy SIII. Lo que más destaca en este móvil de última generación: la gran pantalla táctil (4,8”), con “sobresaliente” calidad de imagen (resolución de 720×1280 píxeles), su ajustado peso, la cámara de 8 megapíxele que permite fotos de calidad comparable al “iPhone 4S, y la batería (2100mAh) que dura cinco horas navegando por Internet, dos más que el iPhone. Pero es en el software en lo que más destaca: con la última versión de Android, Ice Cream 4.0, a la que se suma la “bonita y práctica” (lo dice la OCU) interfaz TouchWiz Nature UX. Y viene con una larga lista de comandos que se ejecuta mediante gestos en la pantalla: puedes, por ejemplo, hacer una captura de la pantalla con sólo deslizar la mano sobre la pantalla de un lado a otro. Y se puede silenciar una llamada o la música del teléfono dando la vuelta al teléfono y poniéndolo boca abajo sobre la mesa. O, si se está leyendo un SMS, puede llamarse a la persona que lo envió con tan solo acercar el teléfono a la oreja.
Por último, aporta innovaciones como Smart Stay: cuando se está leyendo una página, un sensor en la cámara frontal determina que los ojos están centrados en la pantalla y controla los ajustes del brillo de manera que la pantalla no se bloquea automáticamente pasado un tiempo, sino que seguirá encendida mientras el usuario la esté mirando.

¿Y la música?

Norah Jones, a pesar de ser como ideal y cuasiperfecta, siempre me ha gustado, como me ha pirrado desde niño la coliflor con mayonesa; no es gran cosa, pero me encanta y define mi (poco refinado) gusto. Y en este último disco, la voz y las canciones de Norah, más maduras, armadas y estilizadas, me gustan tanto o más que nunca.

¿Es la banca de todos? ¿Y qué enseñan en las escuelas de negocios y las universidades?

¿La banca es de todos? Lo pregunto porque sus excesos y desgobiernos los pagaremos a escote, vía comisiones y vía inyecciones de dinero público. Lo que temíamos (pero esperábamos y casi ansíabamos) ocurrió este sábado. Nos intervinieron. Sí, sí, porque si alguien te presta –no para caprichos, sino para que pongas orden en tu economía y puedas sobrevivir y hacer frente a los pagos de una deuda que te ahoga-, una cantidad de dinero que multiplica por mil lo que tienes en la cuenta corriente, estás atrapado y de por vida. Devolver ese dinero será tu pesadilla; y tu acreedor, el dueño de tus movimientos. Mejor mentalizarse. No sabemos si habrá más ajustes en el gasto público y con ello se reducirá aún más el papel corrector dela desigualdad que debe desempeñar el Estado, si subirá el IVA y se encarecerán aún más los precios o si se retocará la reforma laboral y habrá todavía más despidos, pero los presagios no son alentadores, no.

Parece que el riesgo al corralito, al desastre absoluto, desaparece, y no fuimos pocos quienes respiramos tranquilos este sábado tarde al enterarnos. En mi caso, en Markina tomando algo con los amigos de toda la vida tras la comida anual de cuadrilla. El comentario general fue de resignación pero no del todo negativo. Un mal necesario.

Pero, además de la decepción del día después operativo en la Bolsa (-0,5% este lunes, una amarga y desagradable sorpresa, tras haber llegado a subir casi el 6% durante las primeras horas de la jornada) y de que la prima de riesgo no solo no haya bajado sino ha escalado hasta un vertiginoso 520, hay dos cosas que me preocupan mucho a medio plazo. Me explico.

Una, que curar el envenenamiento inmobiliario (sanear me parece término demasiado optimista) del sistema financiero español sólo garantiza que la quiebra no se va a producir esta semana ni la siguiente. El problema es que para salir del agujero negro necesitamos mucho más que eso. La ayuda europea, la línea de crédito, el rescatillo o como prefiramos llamarlo, es el salvavidas que impide la muerte inminente, pero la costa se encuentra a decenas de millas, y no nos quedan fuerzas para nadar, ni agua ni alimento para aguantar. Yendo al grano, necesitamos crecimiento económico sostenido, que los agentes capaces de hacerlo puedan crear empleo. No podemos seguir con estas cifras pre-revolucionarias de desempleados, con millones de personas sumidas en la pobreza, con más millones aún de familias agobiadas y sin expectativas claras de futuro; todas, además, navegando en este mar de problemas en la peor de las coyunturas, con un Estado del Bienestar claro candidato a perder su noble denominación. Para ir generando actividad económica, los empresarios grandes y pequeños, los autónomos, requieren financiación, que se le preste dinero a un precio razonable y sin exigir imposibles. Para pagar las deudas más acuciantes y no verse obligados a despedir o, peor aún, a cerrar el negocio; o, en el mejor de los casos, para poner en marcha nuevos proyectos. Es decir, que este rescate europeo, que nos compromete a todos –no nos engañen, ya lo hicieron antes- debe revertir, y mejor pronto que tarde, en el conjunto de la sociedad, en, como se dice ahora, la economía real. Que está hecha unos zorros, con su problema histórico de falta de productividad/competitividad y de inadaptación al nuevo entorno tecnológico; un marrón que tendremos que comenzar a abordar también algún año de estos. Tememos que ese dineral prestado por la UE se destine en exclusiva a limpiar las excrecencias de la banca peor gestionada, la que antes ocultó y ahora luce, por imperiosa necesidad, sus vergonzosos números rojos. Una banca que hiede (se hablará del caso Bankia, lo verán) a pura estafa, y que (al tiempo, y tendrá lo suyo constatarlo), competirá -con dinero público y, por ello, de modo desleal- con la banca saneada, que fue gestionada sin tanto despropósito en los tiempos de euforia y que ahora se ve metida en el mismo saco de las entidades irresponsables y/o corruptas. Y algún día tendremos que plantearnos qué se enseña en las universidades y en las escuelas de negocios que nutren de profesionales al mundo de la política y las finanzas. Porque ética en el trabajo, rigor técnico y honorabilidad en la toma de decisiones, o compromiso personal con la sociedad cuyo bienestar deben procurar deben ser las marías, visto cómo actúan muchos de estos mandamases. ¡Menuda tropa de dirigentes que tenemos, cuánto chorizo irresponsable!. Leamos los editoriales de la prensa extranjera, es un ejercicio doloroso pero muy saludable, para irnos enterando. El Guardian británico dicelos españoles, que sufren la tasa de paro más alta de la UE, deberán responder por la deuda contraída con esta ayuda. Y pagar el rescate de unas cajas de ahorros gestionadas por directivos incompetentes y sus amiguetes“.

Y dos, me temo que aunque pueda discutirse si los ciudadanos vamos a pagar (es decir, el Estado español) esta “línea de crédito” de hasta cien mil millones de euros (en letra parece menos, ¿no?), porque el FROB que los va a gestionar con los bancos y cajas solicitantes de ayuda no deja ser del Estado y, que se sepa, el Estado somos todos y el dinero de todos, hay algo que les aseguro va a a ocurrir. El saneamiento del negocio bancario, es decir, la corrección de los errores cometidos estos últimos años de excesos, despropósitos y, me atrevo a decir, robos en algunos casos, lo vamos a pagar, si no a escote, casi, los usuarios bancarios, es decir, todos nosotros. Porque, para pagar la monumental deuda contraída, cajas y bancos van a tener que poner en rentabilidad sus negocios. Y, como nada hace pensar que de pronto les dé por volver a conceder créditos a empresas y particulares al ritmo normal de antes de la crisis, ¿de dónde van a lograr tanto beneficio como necesitan obtener? A las medidas higiénicas inevitables -y en ciertos casos dramáticas- que ya podemos dar por descontadas (eliminar gastos superfluos, despedir a un buen número de trabajadores, reducir el desmesurado número de oficinas….), le va a suceder un fenómeno que no por ya detectado por casi todos nosotros, duele menos: el encarecimiento abusivo de unas comisiones bancarias que -muchas de ellas antes gratuitas-, ya se habían puesto a precios desconocidos. Según todos los analistas, el crédito tardará meses, si no años, en florecer; entonces, ¿de dónde lograrán bancos y cajas esos beneficios que tanto necesitan? Pues de ahí, de sangrar, poco a poco e intentando que no se note demasiado, nuestras cuentas corrientes, no lo duden. Es lo que más sencillo les resulta, subir las comisiones, y como nos tienen atrapados, somos presa fácil. Algo habrá que hacer para evitar el saqueo, seguiremos con este asunto.

Para terminar, y por no dejarlo en un punto tan deprimente, dos noticias pequeñas pero significativas en pleno fragor de la batalla financiera.

El 27% de los clientes de entidades financieras españolas sopesan cambiar de entidad bancaria por no considerar a su banco o caja “una entidad solvente”, según un estudio reciente de Nielsen España. Es un paso, a ver si nos ponemos de una vez las pilas, que ya es hora. El banco es una tienda más. Y la fidelidad, tal y como se plantea por las entidades en su publicidad, un cuento chino, que además nos sale muy caro. Deme bueno y barato, tanto servicio como producto, y me tendrá como cliente; si no, olvídese de mí.

2) La crisis impulsa un proyecto innovador: los préstamos p2p, entre personas, sin recurrir a bancos o cajas. No sé si es viable a estas alturas pero al menos tiene buena pinta, siquiera como presión a un sistema que no respeta a sus clientes. “Egoísmo bancario” dice un editorial de la revista financiera de la OCU, que denuncia no solo la pésima gestión que ha caracterizado a muchos bancos, y sobre todo, cajas de ahorros estos últimos años, sobreexponiéndose al ladrillo y concediendo créditos a tutiplén, infravalorando los riesgos. Pone el dedo en la llaga la OCU, al apuntar al “egocentrismo” que ha llevado a bancos y cajas a cometer el grave error de mirarse demasiado al ombligo y “olvidarse del cliente”. Pues eso.

¿Y qué música puede resarcirnos un poco de tanta zozobra?

Pues, forzosamente, un video que aporte tranquilidad y perspectiva, mediante, por supuesto, música hermosa, inspiradora y emocionante. A ver si os gusta, es una de mis bandas favoritas, los nórdicos Kings of Convenience, que nos regalaron (fue gratis) un maravilloso concierto hace dos o tres años en el escenario verde de La Zurriola con motivo del festi jazz de cada verano.

El bienestar animal, responsabilidad o lujo inasumible: los pollos viven algo mejor, pero los huevos los pagamos un 50% más caros

Cierran en un solo año doscientas cincuenta granjas avícolas para la producción de huevos (una de cada siete de las 1.750 existentes en 2011 ha bajado las persianas) y sube un 50% el precio de los huevos.
¿El motivo de esta convulsión en el sector? La aplicación de una normativa UE de bienestar animal, que obliga a las granjas a disponer en sus jaulas de un 40% más de espacio para los pollos del (ínfimo: 500 centímetros cuadrados para cada animal) que tenían, en realidad, se ha obligado a que, al menos, puedan moverse un poco: siempre han vivido hacinados en esas enormes naves industriales, perfecto escenario de una película de terror escatológico. El número de pollos confinados en jaulas ha pasado, del año pasado al actual, de 43 a 35 millones. Sin embargo, el de gallinas camperas (de 800.000 a casi un mllión) y de las de “granjas en suelo” (de 335.000 a 1,45 millones) ha aumentado notablemente. Parece que las cosas van cambiando, a favor del bienestar animal y de la responsabilidad de los seres humanos para con sus animales de abasto, si bien a costa de un (más que probablemente) inevitable encarecimiento de un producto tan de primera necesidad como el huevo. ¿pasará lo mismo con los peces y mariscos de la acuicultura, o con el foie grass de los patos? ¿y con la carne de vacuno o porcino? ¿Podemos pagar en momentos tan difíciles para la mayoría de las economías familiares este sobrecoste, nos lo podemos permitir? Quizá fuimos demasiado lejos en la explotación intensiva del sector primario y es hora de dar marcha atrás, pero…

Cuatro de cada diez coches tendrán en España más de trece años de antigüedad en 2015. Hoy tienen trece o más años solo el 30% del parque automovilístico. Y la media de edad es de 10,5 años, dos años más que en 2008. La tendencia parece clara: en época de crisis, evitamos comprar coche y tiramos con el que tenemos. La cifra de ventas de coches da fe de ello: se venden menos coches nuevos que nunca, hasta el punto de que hemos llegado a una ratio récord: en 2012 se estima que se venderán 2,3 automóviles usados por cada uno nuevo, y según fuentes del sector “se debe más al hundimiento de la demanda de automóviles nuevos que al crecimiento del mercado de usados”. Y es cierto, porque apenas aumentan las ventas de los coches de ocasión (sólo un 1% en el último año). La crisis y la falta de financiación por parte de los bancos hace que los consumidores se decanten cada vez más no solo por coches usados en general sino por los de cierta antigüedad en particular, ya que son más baratos y por tanto pueden pagarse sin recurrir a créditos o, en su caso, con préstamos de menor cuantía. Indudablemente, los coches viejos contaminan más, consumen más carburante y son menos seguros (aumenta el riesgo de accidentes) que los coches nuevos y que los que cuentan con pocos años. Tras varios años de continuidad en esta línea, España es el segundo país de la UE, solo superado por Grecia, con coches más viejos: cuando finalice este año, el 45% de nuestro parque automovilístico tendrá 10 o más años.

Proliferan en Madrid las lavanderías autoservicio, al estilo de lo que hemos visto en el cine que ocurre en las ciudades de EEUU. Incluso hay franquicias compitiendo por este nuevo hueco comercial. La razón de previsible éxito es que estas lavanderías son un 50% más baratas que las tintorerías. No es que la gente haya dejado de hacer la colada en casa ni que no le llegue para comprar lavadora, lo que va a dejar es de ir la tintorería para limpiar sobre todo alfombras, mantas, cortinas y otros productos textiles.

Bruselas censura a España y critica a las grandes empresas eléctricas por el abandono de las energías renovables y el parón impuesto por el Gobierno al sector de las energías limpias, a pesar de que anteriormente uno de los más activos en las ayudas a la producción eólica y solar. La UE, además, critica directamente la “compensación escesiva” y los favores a las centrales nucleares e hidráulicas, “ya amortizadas” y que pagan los consumidores. Recalca también que las subvenciones al carbón son “ineficientes y perjudiciales para el medio ambiente”. En su reprimenda, la Comisión Europea recuerda que “España sigue retrasada respecto de otros países de la UE en la aplicación de la legislación medioambiental” y advierte de lo difícil que resultará España alcanzar el objetivo europeo para 2020. Incluso revela la CE que estas medidas anti-energías renovables no se han traducido en reducción de precios de la energía eléctrica, por lo que frenan el crecimiento económico. Las eléctricas convencionales (Iberdrola, Endesa, Gas Natural), por su parte, aducen que el déficit tarifario -que llevan años exigiendo equilibrar con costes de producción y distribución y que el Gobierno va compensando con las consecutivas y recientes subidas de precios de la alectricidad,- se debe a las primas, las subvenciones, que durante estos últimos años recibieron las energías renovables (éolica y solar, sobre todo).

Refrescos de más de medio litro, prohibidos en EEUU. La obesidad creciente sigue auspiciando medidas coercitivas en el consumo. Nueva York propondrá este jueves prohibir la venta de refrescos de más de medio litro en restaurantes , cafeterías y otros estableciemitnos alimenticios en la ciudad. La normativa pretende combatir así el consumo excesivo de bebidas azucaradas y la obesidad que este genera en una población muy aficionada al fast food. En nuestro país, no prosperó la propuesta de gravar con impuesto específico a la comida basura, pero vemos que en otras latitudes las autoridades establecen normas radicales para poner freno a la epidemia emblemática de este siglo: la obesidad.

Medio millón de muertos tenían seguro de vida pero los herederos que podían cobrarlos no lo sabían. Casi medio millón de personas han descubierto en los últimos cinco años que un familiar ya fallecido tenía contratado un seguro de vida gracias al registro creado por el Ministerio de Justicia para evitar que estos seguros queden sin cobrar. Desde junio de 2007 y hasta el 31 de mayo de 2012 el Ministerio de Justicia ha recibido más de un millón y medio de consultas y en 488.065 casos se ha concluido que el familiar fallecido sí contaba con un seguro de vida. La moraleja es evidente: si tienes un seguro de vida, que lo sepan tus familiares y herederos. Si temes que quieran quitarte de enmedio para cobrar, quizá deberías pensar en cambiar el testamento, digo yo y permitidme la broma.

Transparencia Internacional (TI) ha advertido de que España no sanciona ni controla “suficientemente” la ineficiencia, el despilfarro y las corruptelas en el sector público. Y recomienda la aprobación de un plan nacional de lucha contra la corrupción. La ONG, con sede en Berlín, ha publicado este miércoles un informe que aborda el problema de la corrupción y la importancia de sacar adelante una Ley de Acceso a la Información frente a la “cultura de opacidad”. Propone, además, al Gobierno que promueva un plan estratégico contra la corrupción que involucre a partidos políticos, ONGs, sindicatos, asociaciones empresariales y medios de comunicación. Por último, TI considera necesario reformar la Ley de Enjuiciamiento Criminal y plantea que la investigación de los delitos de corrupción por parte de los fiscales podría hacer “más viable” el sistema. ¿Cabe hacer comentarios?

Reebook y Skechers pagan multas millonarias por publicidad engañosa de sus zapatillas “adelgazantes” y saludables. La Comisión Federal de Comercio de EEUU (FTC) ha resuelto que los beneficios (perder peso, combatir la celulitis, reafirmar los glúteos, reducir el dolor lumbar y de espalda, prevenir las varices, comatir la celulitis…) carecen de fundamento científico, lo que se traducido en dos multas por publicidad engañosa, que las marcas han aceptado pagar: una de 18 millones de euros para Reebok en septiembre del año pasado y otra de 31 millones para Skechers a mediados de mayo. Ya denunció OCU en marzo que esos efectos fantásticos de las zapatillas no estaban probados, y citaba un estudio del American Council of Exercise, dependiente del Centro de Información sobre la Salud, que demuestra que el consumo de energía y la actividad muscular con estas zapatillas no son superiores a los que se producen al caminar con unas normales. Además, las autoridades estaounidenses obligaron a estos dos fabricantes a devolver el importe pagado estas zapatillas a los compradores que lo soliciten. De todos modos, las empresas no ceden en su empeño y, admitiendo el pago de las multas para evitar indemnizaciones multimillonarias, continúan anunciando sus zapatillas con promesas publicitarias similares a las prohibidas, que aun sin citarlos expresamente sugieren esos beneficios “saludables” que no consiguen demostrar.

Las multas para ciclistas que infringen la nueva normativa generan polémica en San Sebastián. Circular por la acera en bici supone una multa de 50 euros, lo mismo que llevar timbre o luz. Y la sanción sube hasta 200 euros si se circula con los auriculares puestos o hablando por el móvil. Multas estipuladas por la nueva legislación implantada por el gobierno municipal de San Sebastián para los ciclistas. La aplicación de esta medida, a pesar de los seis meses transcurridos desde la campaña de concienciación, ha despertado una fuerte polémica entre algunos ciclistas, que consideran abusivas las sanciones y reclaman una mejora de los bidegorris para garantizar la seguridad. Es habitual ver que ciertos ciclistas circulan por donde no deben y que no respetan las normas específicas de este vehículo, pero ¿no es demasiado pronto para sancionar a quienes usan un medio de transporte urbano tan elogiado como la bici?.

Y la música?

Pues hoy toca el pop juvenil emergente del quinteto británico Tigercats, banda más de mañana que de hoy, de recién surgidos y poco conocidos que son. Aunque tampoco renuevan en exceso la fórmula ya exprimida por Hefner o más recientemente transitada por Wave Pictures: canciones frescas, breves, vitaminadas, brillantes y enérgicas. Las peculiaridades de Tigercats: los preciosos estribillos, las dos voces (chico y chica, ambas bellas, dotadas técnicamente e idóneas para el estilo), las guitarras ochenteras ejecutadas con brío y querencia a los arpegios endemoniadamente recortados pero huyendo como de la peste de los solos (tal y como propugnaba la leyenda escrita en la guitarra del cantante), así como las percusiones (en este directo, limitadas a un cajón) dinámicas, livianas y resultonas; en suma, pop elegante, ameno y nervioso, con la tensión justa y con buen humor pero sin confianzas excesivas, perfecto para coger aire y saltar la alambrada que a cada paso nos plantan estos tiempos tan enervantes.

Vi ayer mismo en directo a Tigercats en el Fnac de Bilbao en un breve y poco concurrido concierto, y me sorprendió que pese a su juventud sonaran tan claro y redondo, y que, aunque parezca simple la sentencia, tocaran y cantaran tan bien.

Alimentarse bien, ¿tarea de héroes?

Me pregunto yo:

Si la comida basura (me refiero a la fast food y a la comida procesada de los supermercados), es cada vez más sabrosa (la industria alimentaria sabe lo que se hace), más accesible (nos tienta sin desmayo, está por todos lados; cuesta evitarla), más barata (las hamburguesas y pizzas deben ser lo único que no encarece) y más publicitada (vean la tele)

Si las frutas y verduras frescas, paradigma de la alimentación saludable, son cada vez cada vez más insípidas y menos apetecibles, como revelaba ayer mismo un informe de OCU, con cata masiva de frutas y verduras de decenas de puntos de venta de cuatro grandes ciudades (ninguna vasca, error mayúsculo.)

Si nosotros, los consumidores, somos cada vez más comodones y, con la que está cayendo por todos lados, nos encontramos menos motivados para cualquier cosa que suponga un esfuerzo (hacer la compra y ordenar el género en casa, cocinar.., uffff, mucha faena) que no reporte gran satisfacción o, al menos, je, genere ingresos….

Si cada día que pasa tenemos menos dinero disponible para hacer frente a la faena diaria del sobrevivir, y está más que demostrado que la cesta de la compra con los alimentos que componen la dieta saludable y equilibrada (y que todos identificamos perfectamente; no hay excusa, amigos) sale bastante más cara que la comida sabrosota, rica en grasas, sal, azúcares, aditivos espesantes, saborizantes, aromatizantes….

¿Cómo demonios vamos a alimentarnos bien y mantener un buen estado de salud, si ese propósito tan loable lo tiene todo, pero absolutamente todo, en contra?

Somos humanos, por Dios. ¡Pero si incluso el 90%, por lo menos, de los comestibles menos aconsejables para el consumo cotidiano (ponga ud. el que quiera de sus preferidos) son los que mejor nos saben y más satisfacen a nuestro paladar, y por ende, los que más contruibuyen a generar esas micro-felicidades que hacen más viables las largas horas que trae consigo cada día!

En realidad, convengan conmigo, somos poco menos que unos héroes.

¿Y la música?

Pues ya que estamos, que no falte la épica, y saquemos el ánimo de donde sea, que seguro que algo nos quedaba por ahí. David Bowie, por siempre. Héroes siquiera por un día. ¿Este, quizá?