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Las buenas noticias de la crisis

La insoportable sucesión de malas noticias de tinte económico, laboral y social, además de tentarnos a eludir los informativos, que apenas hablan de otra cosa que la crisis, no solo abusa obscenamente de nuestra paciencia. Pone, además, a prueba la capacidad de resignación que -inconscientes de nuestra anterior dicha-, habíamos casi relegado al ámbito de lo puramente personal/familiar: la salud, el bienestar emocional, el llevarse bien con los hijos, la pareja y los amigos; y en ese plan. Hoy, a nadie le faltan motivos para deprimirse; si no es por uno, lo hará por los demás. Y es que, resulta casi más difícil encontrarse con alguien que nos diga que todo le va estupendamente que tropezar con un lince ibérico al salir a la calle.

Pero me he propuesto no echar más paladas de pesimismo al montón que nos tapa el futuro, y ver qué puede aportarnos de positivo estos catastróficos años de incremento del paro (del desastre en la Bolsa hablaremos dentro de un rato), pérdida del poder adquisitivo, recortes en servicios públicos básicos y penosas perspectivas, así en general.

Desde luego, los más desprendidos habrán aprendido a valorar el dinero y a comprender el sentido del ahorro (hasta hace bien poco, el ahorrador era poco más que un pringado; hoy se ha convertido, a ojos de quienes le criticaban, en inteligente previsor); la necesidad acuciante de muchos ha relanzado el espíritu solidario de la gente; la escasez y el pesimismo nos ha conducido a todos a evitar gastos superfluos y a mostrar más respeto al futuro; los recortes en lo público tendrán un doble efecto positivo (los negativos están expuestos hasta la saciedad, dejémoslos por hoy): racionalizará el gasto del dinero de todos y lo dirigirá a lo esencial, y, por otro lado, nos hará comprender la importancia de evitar el derroche de los recursos públicos y nos concienciará de que lo público es muy valioso y patrimonio de todos, y que fallamos a la comunidad cuando hacemos un mal uso de lo público; por ejemplo, cuando se va a Urgencias sin necesitarlo, o se alarga por pura vagancia o desidia, o falta de valores, diría yo, una baja laboral; o se hace uno con más medicinas de las que necesita; o cuando se evita pagar el IVA al fontanero, o se inflan irregularmente las deducciones en la declaración de la Renta.

Sin ser conscientes de ello, hemos vivido (la sociedad en su conjunto, me refiero) como ricos, como estrellas del reparto cuando éramos solo meritorios, que han acabado siendo lo que fueron, casi pobres.

Recuerdo que hace cinco años mal contados, un directivo de una caja de ahorros vasca dijo en una conferencia ¡en Logroño! que íbamos a acabar siendo un 25% más pobres de lo que éramos entonces, y que cuando antes nos mentalizáramos y actuáramos en consonancia, tanto mejor nos iría. Llamó, y mucho, la atención su premonición –obviamente, acertada-, pero no estábamos para agoreros ni cenizos, queríamos seguir instalados en el sueño. No le hicimos, a él y a otros muchos como él que tras dela cortina ya veían lo que se avecinaba, ningún caso (políticos, empresarios, banca, trabajadores y consumidores: todos miramos a otro lado), y así nos va. La adaptación está siendo cruel, por drástica y por demasiado rápida. Se discute si había otros ritmos –viables- de reducción del gasto y la inversión públicos (la marcha ruinosa de la Bolsa y de la prima de riesgo parace ponerlo en duda), pero todos estamos de acuerdo en que está siendo muy duro el reajuste, y en que durará lo suyo.

Hoy hace dos años el IBEX estaba en 9.859 puntos, el lunes abrirá en 6.876 puntos; es decir, un 30% menos; eso es, euro arriba o abajo, lo que han perdido los ahorradores (hay unos 9 millones de personas en nuestro país que tienen inversiones en Bolsa, no es una elitista minoría,), y lo que han empobrecido las empresas cotizadas en este periodo. Una barbaridad, se mire por donde se mire.

Al menos, apreciaremos en el futuro más los servicios que pagamos con el dinero de todos; e, incluso, quién sabe, quizá dejemos de ser tan complacientes con quienes no pagan sus impuestos, no reinvierten sus beneficios empresariales, destrozan lo público o abusan de prestaciones públicas que a otros les faltan cuando las necesitan de veras.

Hay pocas noticias económicas pasables pero, tras denodada búsqueda, algunas aparecen: habrá aún más vuelos baratos y más destinos desde Loiu, entre ellos Madrid, Barcelona y Sevilla; se abaratan las hipotecas y el alquiler de vivienda; comienzan a institucionalizarse los convenios de mediación para evitar desahucios; empresas de todo tipo exploran el territorio low cost para cobrar solo lo esencial de productos y servicios. No es gran cosa, pero si lo sumamos a los efectos beneficiosos de la crisis, algo tenemos para encarar el fin de semana con un poco de optimismo; sin dinero ni ganas de gastarlo, pero al menos más animados. ¿Y con la lección bien aprendida? Pues quizá no, pero lamentablemente tendremos tiempo para aplicarnos.

Y la música

, buena e inspiradora, como siempre; y nostálgica, como casi nunca en este blog. Os dejo con Fire and Rain, mítica canción del veterano James Taylor, de innecesaria presentación y muy próximo, y carísimo, concierto en Bilbao. Es un directo de hace más de cuatro décadas.