La mayorÃa de los chinos que hacen cola para entrar en la Expo de Shanghai nunca han salido de su paÃs. Muchos saben que no lo harán nunca, y es para esos cientos de miles de visitantes para quienes la Exposición Universal significa más.
Durante los dos o tres primeros dÃas tras la apertura de puertas del sábado 1 de Mayo, me daba la sensación de que los visitantes estaban escogidos. Imposible que de pronto más de la mitad de los chinos que me encontraba hablaran inglés. Pensaba que quizá todos habÃan recibido entradas por ser hijos de o primos de, para dar una imagen mejorada del paÃs.
Sin embargo, en los dÃas siguientes apareció ante mi el visitante con tartera que todos llevamos dentro. Los que sólo saben que ParÃs es el amor, que en España todo el mundo corre para evitar ser arrollado por un toro y que en un lugar sin concretar llamado Bélgica se hacen buenos chocolates.
Resguardada en la terraza del bar que Australia ofrece frente a su pabellón mientras llovÃa con ganas, una mujer de unos setenta anos me preguntó que si era australiana. Al decirle que no, me dijo que era una pena, porque los australianos tenÃan hijos muy guapos. También me dijo que le habÃa gustado el pabellón aunque no habÃa entendido nada y que no habÃa visto koalas. Claro que como no sé decir koala en chino, las dos nos esforzamos lo mejor que pudimos con los gestos y llegamos a la conclusión de que hablábamos del mismo animal.
La sombra de los tópicos persigue a los visitantes en muchos de los pabellones. Imposible escapar de ella “tan prontoâ€. Atraer al chino es la premisa principal. Una vez dentro del pabellón, ahà y solo entonces, puedes intentar explicarle la oferta de tu paÃs o tu ciudad realmente.