Archivo por días: 14 mayo, 2010

Cambio de marea en el Golfo de México

La marea de petróleo que ya tiene el tamaño de los estados de Delaware y Rhode Island juntos, se acerca cada vez más a la Casa Blanca. La administracion Obama va a pagar el precio político de años y años de manga ancha con la industria petrolera. En las investigaciones que ha puesto en marcha el Congreso para aclarar las razones y responsabildades del accidente ha salido a la luz lo que los grupos ecologistas ya sabían: las empresas petroleras hacen lo que quieren y están por encima del Gobierno a la hora de decidir las medidas de seguridad de las extracciones petrolíferas.

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El Congreso, todavía dominado por los Demócratas , no ha conseguido en las últimas horas aprobar una ley que elevaría la responsabilidad de las pertroleras de 75 a 10 mil millones de dólares en casos de vertido.  BP, Exxon Mobile y todas las demás llevan años dando dinero a congresistas de derecha e izquierda para mantener el status quo.
La industria petrolera está protegida por las actuales leyes y se ha convertido en un lobby muy poderoso, ir contra la marea petrolera va a requerir medidas que hasta ahora nadie se ha atrevido a tomar. Los congresistas y la Casa Blanca tendrán que tomar una decisión: ir a las elecciones de Noviembre como los amigos de las petroleras o seguir vendiendo el cambio de Obama.

Té sin chaleco ni casco

Haji Agha espera a los americanos con el azúcar servido en vasos
transparentes. Bien dulce, como los iraquíes, el anciano más respetado
de Jalawar ofrece a los militares té verde y gominolas. En pastún y en
farsi, este veterano de la yihad explica los problemas de la semana a
unos americanos que, como muestra de confianza, se quitan los chalecos
y los cascos. Sólo mantienen las botas puestas por si hubiera que
salir corriendo.
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Es la reunión semanal, la tradicional shura con la que los afganos
están acostumbrados a resolver sus problemas y que desde hace seis
meses cuanta con la presencia americana en este valle. Salen nombres,
informaciones sobre presencia talibán y, en mitad de la sesión, llega
la noticia de que se ha colocado un nuevo IED al paso de una patrulla
americana (el segundo desde que estoy aquí). Los detectores han hecho
bien su trabajo y se ha podido desactivar
llevando a cabo una
explosión controlada que ha hecho temblar los cristales de la casa del
anciano.

Tras una hora de conversación y con un té que amenaza con corroer
todos los empastes de las pobres bocas de los occidentales, llega la
hora de volver a la base
. Dos americanos, un periodista y doce
soldados afganos forman una comitiva que recorre a pie los mil metros
que separan la casa del anciano de la base. Un paseo en el que la
auténtica escolta está formada por decenas de niños de la madrasa del
pueblo –aquí aun no hay escuelas del gobierno- que están de fiesta por
ser viernes.

TELEGRAMA DESDE ARGHANDAB. Mi permiso del Departamento de Defensa está
a punto de expirar y me buscan una salida. STOP. Yo no quiero evitar
viajar por carretera hasta Kandahar. STOP. Hoy han llegado dos
televisores de 42 pulgadas a la base. STOP. Los soldados afganos dicen
que pasan calor y piden ventiladores. STOP. El GSM se corta a las 7 de
la tarde para entorpecer las comunicaciones de los talibanes, que son
quienes reinan en la noche.