Archivo por días: 8 febrero, 2011

“¡Egipcios, despertad!”

Primer control, militares que piden documentación y advierten por primera vez a la prensa internacional desde el inicio de las revueltas que debe pasarse por el ministerio de Información a obtener la acreditación pertinente. Segundo control, voluntarios de la oposición que amablemente vuelven a pedir pasaportes y revisan mochilas y bolsas. Tercer control, un grupo de espontáneos forma un pasillo humano para dar la bienvenida a los manifestantes al ritmo del oud, el laúd árabe, que se ha convertido en la auténtica banda sonora de esta revolución. «¡Bienvenidos revolucionarios, bienvenidos todos!», cantan y aplauden al paso de la multitud que como cada día se da cita en la plaza Tahrir.

Tras unas primeras jornadas a base de eslóganes y gritos, la canción protesta ha ido poco a poco asentándose en la revolución cairota. Mohamed Abu Eiezz y Fedi Mikhail se alejan de las tiendas de campaña en las que viven desde el inicio de la revuelta para ensayar un tema titulado «La fiesta de la libertad». Mohamed tiene 31 años y ha aparcado por unos días su consulta de Cardiología para entregarse a la revolución. Escribe poemas para que su amigo Fedi los cante y se muestra convencido de que «ya nada volverá a ser igual, el sistema va a cambiar de una vez y debemos estar muy alegres por ello».

«Egipcios, despertad. Egipcios, venid a celebrar esta fiesta. Egipcios, despertad», recita Fedi acompañado de su oud. Decenas de personas forman un círculo en torno al artista y rompen a aplaudir cuando termina. «Es el mejor público del mundo», asegura Fedi, miembro de un grupo llamado Lel Niain con el que se suele juntar por la tardes para tocar en una plaza abarrotada. Son las dos caras de la protesta. Por la mañana se puede ver el asfalto, pero con el paso de las horas y especialmente cuando la gente termina su jornada laboral, una alfombra humana cubre el lugar y no lo abandona hasta bien entrada la noche. Entonces sólo el núcleo más duro, el que vive en tiendas de campaña, permanece firme para recordar a la cúpula del régimen que la protesta no se duerme. Nada que ver con la realidad que transmiten los medios de comunicación oficiales que hablan de «una asistencia media de unos tres mil manifestantes antigubernamentales pagados por el régimen iraní».

Junto a los cantautores, algunos raperos también hacen su aparición ante un público de lo más diverso. Entre discurso y discurso político -los Hermanos Musulmanes disponen de un equipo de sonido para que los oradores pudieran dirigirse a la masa- algunos jóvenes raperos se suben a la barandilla que hace de escenario para rimar al ritmo de «Erhal, Mubarak» (fuera Mubarak, en árabe), el eslogan más popular de la revuelta, el equivalente al «RCD, degage!» tunecino (RCD, partido del ex dictador Ben Alí, fuera). Egipcios de todas las edades y condiciones sociales imaginables bailan de felicidad. No importa sin el que canta es famoso o no, importa su mensaje.

El azote del régimen

Hamdi Kandil no se calla. Nunca lo ha hecho y ahora menos. El periodista egipcio acude a la plaza de Tahrir para pedir a los manifestantes que sigan resistiendo. Sabe de lo que habla. Ha pagado un precio muy alto en su carrera y en su vida personal por luchar contra este sistema y por fin empieza a recoger sus frutos. “Estamos viviendo días históricos, esto es el fin de la dictadura“, asegura mientras se agarra con fuerza al brazo de su esposa, la conocida actriz Naghlaa Fathi. Se dirige a la masa como un gran líder. La gente le respeta, la gente le cree, algo que no ocurre con la mayor parte de periodistas del país y algunos incluso le ven como el próximo ministro de Información del Egipto democrático.

“Cristianos y musulmanes de la mano. Pobres y ricos unidos. Es impresionante, esta es la revolución de todo un pueblo y no podemos dejar que se apague”, señala el controvertido periodista al que le cuesta abrirse paso entre una multitud que le saluda y le anima a seguir con su trabajo.

Su carrera está marcada por la censura. En 2003 tuvo que hacer las maletas y emigrar a Dubai debido a sus feroces críticas contra la invasión americana de Irak. Sus análisis  sobre la situación política de Oriente Medio y los ataques a las dictaduras árabes le llevaron hasta Dubai donde permaneció cuatro años al frente de ‘Qalam Rosas’. El talk show también terminó enojando a las autoridades de Emiratos y Kandil, tras rechazar una oferta de Al Manar, propiedad de Hizbolá, se desplazó a Libia. Pero en un periodo récord las autoridades de este país decidieron suspender su programa y regresó a Egipto donde es el portavoz de la Asociación Nacional por el Cambio, partido de la oposición, y colabora con varios diarios como Al-Shuruq. Precisamente un artículo publicado en este periódico le llevó ante la Justicia ya que el ministro de Exteriores, Ahmed Aboul Gheit, le acusó de “difamación”.

Dimisión y justicia

“Dejé mi cargo en el ministerio de Comunicación en noviembre y pasé a la empresa privada. Era un opositor en la misma cúpula del aparato y no era nada fácil, pero pude salir de forma pacífica”. Hazem -nombre ficticio de este ex alto cargo del régimen que prefiere mantener el anonimato- repasa mentalmente los últimos meses y no termina de creerse que todo haya ido tan rápido. Forma parte de esa élite de funcionarios que tras toda una vida dedicada al sistema han podido romper la atadura del funcionariado y abrirse paso en otros mercados. Libre de sus compromisos oficiales y laborales debido a la huelga indefinida que vive el país lleva desde el día 25 en la plaza Tahrir y es de los que no piensa moverse hasta que dimita el presidente, “no aceptaremos otro escenario, es el momento del cambio y no hay vuelta atrás”.

Como ex responsable del ministerio de Comunicación censura la decisión de las autoridades de cortar la conexión de Internet durante varios días, “lo hicieron porque tenían miedo de mostrar al mundo lo que ocurría, pero era tarde. No se dan cuenta de que todo este tipo de órdenes repercuten negativamente sobre su propia imagen“. Al corte de Internet el régimen sumó el de los teléfonos móviles -las compañías tuvieron que acatar las órdenes del gobierno porque estaba en juego “la seguridad nacional”-  que “sólo logró enfadar aun más a los ciudadanos”. A diferencia de las protestas en otras ciudades, en El Cairo todo el mundo sabe que el pulso al régimen se juega en la plaza de Tahrir, así que no es necesario andar movilizando a nadie”, asegura antes de advertir que “por ahora pedimos la dimisión, pero más tarde exigiremos que sea llevado ante la Justicia para que pague por sus crímenes”.

Es una opinión compartida en el corazón de una protesta que ya lleva doce días desafiando a la persona que ha dirigido el país durante los últimos treinta años. Ayer sus partidarios desaparecieron de la plaza Tahrir y la movilización discurrió de forma pacífica, pero el secretario general del Partido Nacional Democrático de Mubarak, Safwat Al-Sharif, advirtió que “se trata de una anécdota si se compara con el número real de seguidores del presidente, podríamos sacar a millones de personas a la calle si quisiéramos”. Según los medios de la oposición, “fue la maquinaria del partido la que llenó las calles de matones el miércoles y el jueves”.

Hazem no se cree las promesas de Mubarak. Después de treinta años en el poder no confía en su salida en un plazo de nueve meses, un sentimiento generalizado entre los participantes en una revuelta que mantiene su pulso al poder en lo más alto.