¿Sucesor de Mubarak?

Se quita las gafas para poder ver el vídeo que un hombre le quiere mostrar en su teléfono móvil. Se trata de un parlamentario egipcio pagando a un sicario para que vaya a Tahrir a causar problemas a los manifestantes. Se seca el sudor de la frente y pide al ciudadano que le envíe el documento. Los días no tienen suficientes horas para Ayman Nour (Mansoura, 1964), trata de recuperar cada segundo que pasó en la cárcel y dedica toda su energía a “pedir al pueblo resistencia. Cada día que permanecemos en Tahrir es una batalla ganada en esta guerra por la democracia”.

Este abogado formaba parte del Parlamento como diputado independiente hasta que en 2004 decidió crear el partido político El Ghad (mañana, en árabe) para ganarse el voto liberal de la población. El partido recibió el visto bueno de las autoridades después de tres intentos y despertó expectación entre los opositores al régimen. Fue la antesala de su salto a la arena presidencial, un salto que le costó la cárcel por la acusación de haber falsificado firmas para obtener la licencia de la formación, algo que él califica de una invención del régimen para quitarle del medio. La presión internacional permitió retrasar el juicio hasta después de las elecciones presidenciales de 2005 en las que obtuvo el siete por ciento de los votos, muy lejos del 89 por ciento de Mubarak, según unos datos oficiales que nadie terminó de creerse por la falta de observadores independientes. Tras los comicios fue juzgado y llevado a prisión. Quedó en libertad en 2009.

“Nosotros rechazamos cualquier tipo de negociación con este régimen, como fuerza de la oposición nos oponemos a esta farsa de conversaciones que no llevan a ninguna parte”, afirma con rotundidad antes de mostrar dejar clara su intención de volver a participar en los comicios del próximo mes de septiembre. Nour repasa las últimas semanas y reflexiona en voz alta sobre “la positiva actitud de los países de la Unión Europea, frente a la nulidad de Estados Unidos”. No quiere ver una transición liderada por Mubarak, tampoco se fía del vicepresidente Suleyman y piensa que “es cuestión de días, como mucho una semana”, por lo que cada vez que puede procura acercarse a la plaza a animar a los cientos de miles de manifestantes que desde el pasado 25 de enero piden la dimisión del presidente.

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