Datos: Viaje en el tren ‘español’ / Duración: 2 horas y 20 minutos / Precio: 100 Libras Egipcias (LE) ida y vuelta en primera clase (12 euros)
Cualquier viaje en tren en Egipto empieza 24 horas antes. Hay que acercarse a la estación Ramsés del centro de la capital, si se usa el metro la parada se llama ‘Mubarak’, y comprar los billetes con adelanto porque los trenes van llenos, especialmente ‘el español’ que cubre la lÃnea que une El Cairo y AlejandrÃa. Caminamos sobre tablas de madera y rodeados de andamios para acercarnos al vagón número uno en medio de una estación que tras más de cien años de servicio se encuentra en pleno proceso de reformas. El asiento es el 38, ventana. La imagen interior no tiene nada que ver con el coche azul marino mugriento, sucio y dejado que se ve desde fuera. Decorados en tonos azules y con el logotipo de la compañÃa nacional de ferrocarriles en las cortinas de las ventanas, los asientos son los de un avión en busines class de los años setenta.
“Le llaman ‘el español’ por el diseño interior, nada más. Hay otro que es el francés porque sigue más la lÃnea de los trenes de ese paÃs”, responde el revisor que pasa pidiendo billetes a los pocos minutos de partir. Salimos puntuales, las nueve de la mañana. Un tren larguÃsimo se despereza entre casas de adobe y ladrillo rojo que amenazan con caer sobre las vÃas. También se ven algunos ‘bloques’, esos rectángulos de cemento horribles de cuatro alturas con pequeñas ventanas en los que miles de personas viven como abejas. Tras veinte minutos a marcha reducida abandonamos la capital para adentrarnos en zona agrÃcola. Amr y Mohamed, como el resto de pasajeros, devoran periódicos. Apenas se ven ejemplares de la antigua cabecera oficial del régimen, ‘Ahram’, la gente lee ahora ‘Shrouk’ y ‘Al Masry Al Youm’, los dos altavoces de la oposición durante los últimos años que desde el primer dÃa informaron al detalle sobre las revueltas en Tahrir y el resto del paÃs. “La noticia del dÃa son los escándalos económicos de la gente del partido (en relación al Partido Nacional Democrático dirigido por Mubarak), creo que muchos van a pasar por la Justicia. El patrimonio de los dirigentes era tabú hasta ahora”, piensa Amr, fiscal del estado que viaja a AlejandrÃa a pasar el dÃa y visitar el lugar donde empezó todo.
A las 9 horas y 42 minutos llega el servicio de té, café y refrescos. Un camarero impecable pasea su carrito por el pasillo y sirve las bebidas. A diferencia de las compañÃas aéreas de bajo coste europeas en las que casi te obligan a pagar antes de pedir, aquà primero se consume y después de un buen rato el hombre pasa de nuevo a cobrar. El tren camina con suavidad sobre los raÃles a una velocidad que permite admirar el paisaje. Mujeres y niños limpian cacharros de cocina en el Nilo y las madres, de paso, dan un buen remojo a los pequeños. El agua parece frÃa, pero los niños no rechistan. Al pasajero de la fila 36 no le interesa porque va enfrascado en su iPad leyendo una columna de opinión cuya tesis es “como los musulmanes vamos a la Meca para el hajj, a partir de ahora iremos a Tahrir cuando queramos libertad”.
A las 11.24 el tren llega a su destino. Llegamos a la ciudad en la que los taxis son de la marca rusa Lada y están pintados de negro y amarillo. El primero nos lleva hasta el barrio Cleopatra, en pleno malecón. El conductor asegura que se trata de un Lada 2107 comprado hace cuatro años, pero parece que tiene cuarenta y es que los rusos no han variado apenas el diseño en décadas. Diez minutos después estamos en el número 47 de la calle Yubaset, la casa del primer mártir de la revolución, Khaled Said.
La muerte de este joven de 28 años el pasado 6 de junio a manos de la PolicÃa fue el germen de unas protestas que explotaron finalmente el 25 de enero y acabaron con la dimisión de Mubarak 18 dÃas después. Su madre acaba de llegar de El Cairo y no tiene fuerzas para hablar. Vamos hasta el cibercafé SpaceNet en el que estaba Khaled cuando los agentes le detuvieron. Hasan Mesbah, dueño del local y padre del yudoca del mismo nombre que ganó la medalla de bronce en los juegos de PekÃn, le recuerda como “un buen chico, introvertido y apasionado de los chats y la música. Últimamente venÃa menos por aquà porque habÃa puesto internet en casa, pero de vez en cuando seguÃa visitándonos”.
Narra con detalle cómo a pocos metros de donde estamos sentados los dos agentes golpearon varias veces su cabeza contra la pared. Luego lo llevaron al portal de al lado, junto a la peluquerÃa, y lo remataron. Minutos después arrojaron su cuerpo muerto a la calle. Su muerte fue llevada inmediatamente a Internet a través del grupo de Facebook Kullum Khaled Said, Todos somos Khaled Said, y despertó el sentimiento de los egipcios de la necesidad de luchar contra la impunidad y la injusticia.
Con el relato del asesinato de Khaled -mejor no consultar las imágenes de su cuerpo muerto tras el linchamiento colgadas en la red- en nuestras mentes cogemos un nuevo Lada hasta la mezquita de Khad Ibrahim (10 libras, incluida una breve parada en la biblioteca que está de camino, 1,2 euros). La plaza frente al templo fue el equivalente a Tahrir en la segunda ciudad del paÃs. Vendedores de banderas nacionales estratégicamente situados comparten acera con grupos de jóvenes voluntarios que, como en El Cairo, limpian la calle, pintan bordillos y plantan árboles para devolver al lugar su aspecto original. “Hemos ganado y ya podemos decir que la revolución ha terminado, es hora de trabajar a favor de la nueva era”, señala en un perfecto inglés Mohamed, estudiante de ingenierÃa de 21 años. Como en la capital, la unión entre estos jóvenes preparados y unidos por Facebook y Twitter con las clases más desfavorecidas ha formado una mezcla letal para el régimen en AlejandrÃa.
Último Lada para llegar al restaurante de pescado Shaban. VacÃo. Gunim nos sirve ‘buri’ a la parrilla (40 libras el kilo, 5 euros) y ‘denis’ frito (40 libras el kilo) acompañados de gambas (90 libras el kilo, 11 euros). Todo regado con Seven Up y té. Comemos en total por 60 libras cada uno (7,5 euros al cambio) y en el cuarto Lada del dÃa volamos hacia la estación para regresar a El Cairo. ‘El español’ espera en la vÃa a los pasajeros. A las cinco en punto suena la campana del andén e iniciamos el camino de vuelta. Adiós Khaled Said, adiós AlejandrÃa. El nuevo Egipto os debe mucho.