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A la caza del talibán

Ocho de la mañana. Los hombres de la base Tynes vuelven al lugar de
los hechos, a la zona donde ayer les colocaron un IED (artefacto
explosivo improvisado)
para investigar el suceso. En lugar de ir por la
misma ruta, inician un recorrido alternativo por los huertos y canales
que rodean a la base, un terreno menos favorable para la colocación de
artefactos. El objetivo es hablar con el mulá local y preguntarle si
sabe algo ya que la bomba se colocó en la misma puerta de su mezquita.
Después de una hora de caminata –para cubrir un recorrido de no más de
quince minutos en línea recta- los soldados llegan a la puerta del
mulá, pero la encuentran cerrada con un candado
. Piensan echarla
abajo, pero esperan y a los pocos minutos aparece el hombre que viene
de su huerto.

Patrulla norteamericana interrogando a un mulá en Arghandab (Mikel Ayestaran).

Patrulla norteamericana interrogando a un mulá en Arghandab (Mikel Ayestaran).

“Si me ven hablando con vosotros, si os digo algo, vendrán y me
matarán”
. El mulá tiene pocas dudas sobre quién tiene el auténtico
poder en Arghandab. Recibe a los americanos, habla con ellos, pero no
les da información que pueda llevar a ninguna detención. Confiesa, por
primera vez en los últimos seis meses, que los talibanes han impuesto
un toque de queda en la aldea
y que nadie puede estar en la calle más
tarde de las nueve. El líder de la patrulla, Christopher Farrington,
toma nota de cada palabra gracias a su traductor y se muestra
contundente. “Si venimos por tanto a partir de esa hora podemos
detener a cualquiera que no respete el toque de queda porque se
tratará de una talibán, ¿no?”
. El mulá está muerto de miedo y matiza
sus palabras, ruega a los americanos que no vengan por la noche, pero
estos lo tienen claro. La bomba de ayer tenía potencia para matar a
cuatro hombres
y no van a tolerar que vuelva a ocurrir algo así a las
puertas de la base.

Mientras el mulá lamenta la bomba colocada la víspera, un vecino que
viaja a bordo de un motocarro con sus dos mujeres y cuatro hijos es
retenido por la patrulla americana por llevar un artefacto sospechoso
en su salwar kamize. Se trata de una especie de walkie talkie que él
dice que es de su hijo y que los americanos piensan puede ser una
herramienta utilizada para activar un IED a control remoto
. La
confusión le obliga a permanecer cerca de cuarenta minutos sentado
junto a una pared y respondiendo a las preguntas de la patrulla. El
mulá asegura que está limpio y que no es más que un comerciante.
Farrington pide permiso para llevarle a la base y someterle a un
interrogatorio, pero finalmente se opta por dejarle marchar y
convocarle a una reunión por la tarde en las dependencias de la
policía afgana.

Tres horas después se inicia el regreso a Tanys por otro camino
alternativo. El objetivo es no usar nunca las rutas normales. Esta vez
caminamos por huertos de rosales, trigales y viñedos entre los que se
cuela alguna planta de opio perezosa
. Los agentes de la Policía que
acompañan a los americanos aprovechan la patrulla para cortar rosas y
decorar sus Ak-47. Vuelta a los sacos terreros, vuelta a este pequeño
pedazo de Estados Unidos en mitad de Arghandab
.