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La épica de la II Guerra Mundial contempla a los rebeldes

Datos del viaje: Coche alquilado (20 dinares día, 10 euros al cambio), Comida: Arroz con alubias y pollo (40 dinares, 4 personas 20 euros). Duración 3 horas. Hotel: Al Masira (90 dinares noche, 45 euros al cambio)

TOBRUK. Judíos, musulmanes y cristianos descansan juntos en los cuatro cementerios de la II Guerra Mundial que se encuentran a las afueras de Tobruk, que dista 150 kilómetros de la frontera con Egipto. No hay que alejarse demasiado, basta con tomar dirección al puesto fronterizo y mirar a los lados para divisar las miles de lápidas perfectamente ordenadas de los cementerios de Acroma, Commonwealth, francés  y alemán. “Esto lo paga la Embajada francesa y cada año muchas personas realizan una visita el día 11 de noviembre”, confiesa un niño asomado a la puerta de la casa del portero del camposanto donde descansan más de 300 franceses caídos en la batalla de Bin Hakim en la primavera de 1942. Su madre quiere hablar y dar explicaciones, pero al faltar su marido no puede atender a los recién llegados. Las visitas anuales rinden tributo a los miles de soldados que perdieron la vida en esta ciudad (los restos que no fueron identificados descansan bajo lápidas de mármol en las que se lee ‘conocido por Dios’), uno de los puntos estratégicos por el que más duro combatieron alemanes e italianos contra las fuerzas aliadas.

Aunque Libia está en guerra, sólo la presencia de un puñado de milicianos armados en los cruces de carretera recuerda que a 380 kilómetros las fuerzas de Gadafi bombardean Ajdabiya, la ciudad que tiene la llave de la conquista del este del país, la conocida como ‘Libia liberada’. “No hay problema, todo está seguro y no se atreverán a acercarse, este es un lugar de luchadores y saben que les recibiremos peleando”, aseguran los guerrilleros que vigilan la estratégica carretera que va al sur a través del desierto. Una recta interminable que desemboca en la actual primera línea de combate. No parecen un rival temible para los aviones del régimen que en pocos minutos podrían sobrevolar Tobruk. Los vigilantes del búnker del general Erwin Rommel, mando supremo del Afrika Corps y el más célebre mariscal de campo del Fuhrer,  lo saben “pero no pensamos escondernos en el refugio en caso de ataque”, aseguran con valentía mientras muestran a los visitantes las once salas del búnker y el puesto de control desde el que el ‘Zorro del desierto’ dirigía los movimientos de sus tropas. Una veintena de fotografías en blanco y negro se sujetan a duras penas en unas paredes comidas por la humedad. Maniquíes uniformados tirados por el suelo, sillones rotos y mucho polvo completan la instantánea de un lugar que hasta el 17 de febrero era competencia del ministerio de Turismo y ahora está en manos del Ejército rebelde.

Subimos los diez escalones que nos devuelven a la superficie y allí espera despanzurrado el esqueleto de un bombardero B-24 americano ‘Lady Bijot’ que “de forma inexplicable desapareció del radar en 1942 y no fue encontrado hasta 1963 en mitad del desierto con los restos de la tripulación esparcidos en un radio de 12 kilómetros”, según destaca la guía de viaje de Libia de la editorial Lonely Planet.

Dejamos este museo de la II Guerra Mundial en horas bajas entre los saludos de los seis vigilantes que piden ser fotografiados. Uno de ellos lleva puestos unos cascos de aviador y descansa a la sombra, lejos de la furgoneta ‘pick up’ que porta la ametralladora de gran calibre que le ha reventado los tímpanos en el último mes. Muy cerca, Tobruk es una ciudad de apenas 140.000 habitantes cuyo centro urbano es caminable, uno de los pocos restaurantes abiertos ofrece pollo asado, arroz, alubias y macarrones. En la televisión del local la cadena Al Jazeera informa del avance de los hombres de Gadafi que atacan con fuerza Ajdabiya. Los clientes miran con preocupación la pantalla y comen en silencio. Tras la explosión de alegría y esperanza de los primeros días, el frente militar rebelde se ha venido abajo y ahora apelan a la épica para mantenerse firmes. La misma épica a la que apelaron las ‘ratas del desierto’ australianas en el cerco de Tobruk por parte de los alemanes en el año 41, la misma épica que se respira en los cementerios de las afueras de la ciudad. Una épica de hace setenta años que aun se respira en las calles de este lugar. (FOTO: LUIS DE VEGA)