X

Historia del L.S.D.

En 1938 un químico suizo de los laboratorios Sandoz llamado Albert Hofmann, inició una serie de investigaciones sobre el ácido lisérgico,  nombre con el que se denomina el núcleo común de todos los alcaloides presentes en el cornezuelo de centeno.

Cinco años más tarde, concretamente el 16 de abril de 1943, Hofmann ingirió una cantidad infinitesimal de un compuesto que le hizo ir zigzagueando en su bicicleta hasta llegar a su casa en las afueras de Basilea.

En su libro LSD, Hofmann comenta que aquellas extrañas sensaciones acabaron desembocando en una experiencia sin igual que no se podían correlacionar con ningún tipo de ebriedad del que tuviera noticia. Así fue como descubrió por casualidad los efectos de la LSD-25. Sin embargo, por aquellas fechas Europa se desangraba aún en  una guerra que parecía interminable y no se prestó mucha atención a ese fármaco que a medio plazo, habría de revolucionar el acervo cultural y espiritual de Occidente

Albert Hofmann sintetizó por primera vez LSD  en los laboratorios Sandoz de Basilea (Suiza).  El cornezuelo es un hongo que infecta los granos del cereal que se utilizan para hacer pan de centeno, causando el llamado fuego de San Antonio. Tras lograr sintetizar la ergobasina (sustancia uterotónica), comenzó a trabajar en otros derivados amidas del ácido lisérgico. La dietilamida del ácido lisérgico es el vigésimo quinto derivado del ácido lisérgico que sintetizó, de ahí su nombre: LSD-25 . En un primer momento Hofmann pensó que podría tener utilidad como analéptico, estimulante de los sistemas circulatorio y respiratorio, dada su analogía estructural con la nicetamida, un analéptico conocido. Sin embargo, en los experimentos que se realizaron con animales no se observó ningún efecto beneficioso en este sentido (si bien las notas de laboratorio indican que los animales se volvieron extraordinariamente inquietos bajo sus efectos), y se abandonó su estudio. Sus propiedades psicodélicas no se descubrieron hasta 1943, cuando Hofmann, siguiendo lo que denominó «un curioso presentimiento», volvió a trabajar sobre el compuesto. Mientras volvía a sintetizar LSD-25, Hofmann se sintió mareado y tuvo que dejar el trabajo. En su diario, Hofmann escribió que abandonó el laboratorio y partió a su casa, afectado por «una notable inquietud, combinada con un ligero mareo». Hofmann indica que mientras reposaba en su cama cayó en un “estado similar a la ebriedad”, no desagradable, que se caracterizaba por una estimulación extraordinaria de la imaginación. En un estado similar al ensueño, con los ojos cerrados contemplaba series ininterrumpidas de «imágenes fantásticas, formas extraordinarias con patrones de colores intensos, caleidoscópicos». El estado duró unas dos horas, pasadas las cuales remitió. Hofmann pensó que estos efectos psicoactivos se debían a que había absorbido accidentalmente una pequeña cantidad de LSD-25 por vía cutánea. Tres días después, tomó una dosis mucho mayor para poner a prueba sus efectos; este día pasó a ser conocido más tarde como “el día de la bicicleta”.

El 19 de abril de 1943 el doctor Hofmann ingirió a propósito 250 mg. de LSD, pues, por su experiencia con otros alcaloides ergóticos, pensó que podría ser la dosis mínima. Sin embargo, pronto descubrió que la sustancia tenía una potencia superior a la de casi cualquier otra conocida en la época. Tras ingerir la sustancia, Hofmann sintió que le costaba hablar de forma inteligible y pidió a su asistente de laboratorio, que estaba al tanto del experimento, que le acompañase en su viaje a casa en bicicleta. Durante el viaje,  el estado de Hofmann se agravó, y en su diario escribió que todo lo que había en su campo de visión ondulaba, distorsionado como una imagen en un espejo cóncavo. Aunque avanzaba velozmente, tuvo la sensación paradójica de que permanecía inmóvil. Cuando llegó a casa, llamó a un doctor y pidió a su vecina algo de leche, creyendo que le ayudaría a recuperarse. Hofmann hace notar que a pesar de su estado delirante, fue capaz de escoger con lucidez la leche, por su calidad de antídoto no específico contra el envenenamiento.

Cuando llegó el médico, no encontró ningún síntoma físico anormal, salvo las pupilas extremadamente dilatadas. Tras pasar varias horas aterrorizado, convencido de que un demonio había poseído su cuerpo, de que su vecina era una bruja y de que el mobiliario de su casa le amenazaba, el doctor Hofmann pensó que había enloquecido por completo. En su diario, Hofmann indica que el doctor decidió no medicarlo y prefirió enviarlo a la cama. Una vez acostado, Hofmann sintió que el pánico comenzaba a dar paso a una sensación de buena suerte y gratitud. Los colores y juegos de formas que veía con los ojos cerrados le resultaban ahora placenteros. Se trataba de «imágenes fantásticas» que surgían ante él, alternándose unas tras otras, abriéndose y cerrándose en círculos y espirales para después explotar en fuentes de color, y comenzar de nuevo, en un flujo incesante. Durante su ‘viaje’, las impresiones acústicas (como el ruido de un automóvil que pasaba) se transformaban en imágenes. Finalmente, Hofmann se quedó dormido y despertó al día siguiente fresco y con la mente clara, aunque con cierto cansancio corporal. Desayunó con una sensación de bienestar y vida renovada, y encontró la comida deliciosa. Mientras caminaba por el jardín, notó que todos sus sentidos «vibraban con una sensibilidad superior, que duró durante todo el día».

fuente foto: blog "cronopoetica"

 

La dietilamida del ácido lisérgico fue comercializada como especialidad farmacéutica a partir de 1947 bajo el nombre comercial de Delysid (LSD 25), en grajeas de 0,025 mg y ampolletas bebibles de un centímetro cúbico, equivalente a 0,1 mg, junto con un prospecto que aconsejaba su uso básicamente en dos circunstancias:

a)  Relajación psíquica en la psicoterapia analítica, y en particular en las neurosis de angustia y obsesivas.

b)  Experimentos sobre la naturaleza de la psicosis.

El prospecto aseguraba: “El Delysid permite al médico, por autoexperimentación, tener una idea de las sensaciones percibidas por el enfermo. Facilita el estudio de los problemas patógenos, provocando en sujetos normales psicosis artificiales experimentales de corta duración.” También se recomendaba en el tratamiento del “alcoholismo crónico”, al tiempo que se formulaban las siguientes precauciones de uso: “El Delysid es capaz de reforzar un estado psíquico patológico. Esta sustancia debe ser administrada con gran prudencia en sujetos que tienen ideas de suicidio o cuando es de temer el desencadenamiento de una psicosis. La labilidad psicoafectiva y la tendencia a los actos impulsivos pueden persistir, excepcionalmente, algunos días después de tomar el producto.” Por último, se mencionaba un antídoto para ser usado en casos extremos: “los efectos psíquicos del Delysid pueden ser cortados rápidamente por una inyección intramuscular de 50 mg de clorpromacina”.

Según afirma Richard Yensen en su libro Hacia una medicina psiquedélica, desde que los investigadores recibieron el LSD y la probaron “reinó el pandemonium” y no se produjo ningún consenso respecto a su utilización terapéutica: “Muchos psiquiatras tenían la sensación de que los efectos  sobre la conciencia humana imitaban la enfermedad mental; otros proclamaban que se podía utilizar el efecto de estas substancias para abreviar un largo psicoanálisis, mientras que unos terceros tenían la sensación de que podían proporcionar fe a la gente desesperada”.

En cualquier caso su uso terapéutico se abandonó tras la prohibición internacional de esta sustancias puesto que fue incluida en la Lista I, donde se supone que están las drogas sin utilidades terapéuticas, lo cual impide incluso las investigaciones al respecto.

Diez advertencias humorísticas  para usuarios de tripis que circulan en el ciberespacio

  • los coches pueden herirte
  • No puedes volar
  • Nunca es buen tiempo para morir
  • Quitarte la ropa llamaría la atención
  • Mantén la boca cerrada en público
  • Aunque puedas ver cosas que están allí, NO estás viendo cosas que están allí
  • Si sales hazlo con una llave de casa , algo de cambio y tu dirección en un zapato
  • Nadie te puede decir que estás viajando hasta que tú les digas a ellos “Estoy viajando”
  • No importa que tan jodido pienses que estás, cuando menos lo esperes aterrizarás.
Roberto Moso:

View Comments (3)

  • Se agradece el rigor -son demasiados los indocumentados que se quedan con los efectos adversos experimentados por Hofmann y omiten el resto-, el humor de las recomendaciones finales y el comentario sobre la petición de prinicipio que supone la inclusión de la LSD en la Lista I de la ONU, medida que no ha impedido en absoluto el uso incontrolado de esta droga y sí la investigación imparcial sobre sus propiedades -algo que ocurre con todas las drogas supuestamente sometidas a un quimérico "control".

  • Muchas gracias ddaa. por elcomentaruio y por permitirme conocer tu documentada e interesante página, que animo a todos a visitar.