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Disco de la semana: Gorillaz: 'Plastic Beach'

fotonoticia

Gorillaz editan un disco cada 5 años; es el tiempo que a Damon Albarn y Dan The Automator les cuesta reunirse, encargar más dibujos a Jamie Hewlett y pensar cómo epatar al personal en cada entrega. La primera Gorillaz (2000) era un comic de pop con retoques dub, hip hop y electrónicos, un par de singles graciosos “Clint Eastwood, 19-2000” y mercadotecnia por un tubo. Si la cosa hubiera quedado ahí, tal vez Gorillaz se hubieran llevado el premio al mejor truco de la década, y todos los recordaríamos por ello.

Pero no: Albarn y Automator se lo tomaron en serio y decidieron convertir Gorillaz en su laboratorio particular, disparando el grupo en tantas direcciones como fuera posible y aprovechando el cheque en blanco de su discográfica para acometer experimentos ambiciosos. Si su segundo disco Demon Days (2005) aportaba el carro de matices que al anterior le faltaban, la contrapartida era que lo divertido de la idea original pasaba a segundo plano, sólo compensada por alguna gamberrada aislada (el single “Dare!” Y la voz de Shaun Ryder).

Y bien… Plastic Beach sigue la misma trayectoria; los dibujos bidimensionales que hacían de Gorillaz un juguete supercool ya vienen a dar lo mismo, y lo que queda es un disco megalomaniaco hasta decir basta en el que las canciones no guardan la menor coherencia (hip hop de arte y ensayo, postales jamaicanas, baladas chinas, pop electrónico, funk ultramoderno, soul de contrabando) y la lista de invitados se hace larga como un rollo de papel higiénico (Mark E. Smith, Lou Reed, Gruff Rhys, Mos Def, Bobby Womack, De La Soul e incluso Bruce Willis…). Plastic Beach es como una peli de Ken Russell, como una fiesta de Karl Lagerfeld, como un circo romano en el que alguien se ha equivocado abriendo todas las jaulas a la vez y los leones no caben por la puerta: si es verdad que la calidad objetiva es irreprochable y el cambio de registros un lujo al alcance de pocos, no lo es menos que las canciones se agolpan montando un pandemonium capaz de arrollarte. Salvando “Stylo” -que al menos hace las veces de single-, todo lo que contiene Plastic Beach parece más orientado a un museo de arte contemporáneo que a nuestras pobres y vulgares orejitas, que por lo visto no se merecen algo tan sencillo como un puñetero par de canciones que poder disfrutar sin más complicaciones…